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jueves, 3 de febrero de 2011

VIDA DE PENSION. Cuento

Conocí a la señorita Wilsonia cuando llegue de pensionista a una casa del Barrio Brasil.
Quedaba en una callecita corta que contaba con un almacén y una peluquería.
Al frente de la pensión vivía la señorita Wilsonia y no era raro para mí verla alguna mañana barriendo la vereda, mientras miraba en todas direcciones para captar alguna novedad.
Calculé que no había pasado hacía mucho los cincuenta, pues aun conservaba cierta frescura y unos brazos gordezuelos que incitaban al pellizco. Pero creo que nadie los pellizcó con tal aviesa intención que ameritara una promesa de matrimonio, porque ella siguió soltera, marchitándose despiadadamente mientras barría la vereda.
Todos la llamaban, a petición propia, Señorita Mary, porque la pobre se avergonzaba de su  extraño nombre.
Supe por mi casera que su padre la había bautizado así en honor al Presidente Woodrow Wilson. A la inocente le había caído en la cuna de allende los mares, una engorrosa carga que la mortificaría toda la vida.
Dado que yo estudiaba literatura, entraba y salía siempre cargado de libros.
Un día vi a la señorita Wilsonia  cruzar la calle con saltitos de niña traviesa y toda ruborosa me preguntó si tenía algún libro de versos que le prestara. Solícito, le alargué las rimas de Bequer.  Pasaron los meses y llegó el fin del semestre.
La señorita Wilsonia volvió a cruzar la calle con saltitos de chincol y me devolvió el libro en silencio, alternando sospechosas palideces con rubores adolescentes.
Iba a guardar el volumen en mi maleta cuando palpé un grosor entre sus páginas. Encontré una flor seca y una cinta rosada haciendo las veces de marcadores en la rima que dice:"Por una mirada, un mundo. . . "
Me sentí avergonzado y triste, pero luego, una carcajada incontenible me subió desde el estómago y la disimulé con un ataque de tos, ante la mirada atónita de la casera.
Al año siguiente, no volví a la pensión del Barrio Brasil. Pero durante mucho tiempo me imaginé ala señorita Wilsonia suspirando y leyendo a Bequer en el romántico atardecer.

1 comentario:

  1. No me queda claro en este cuento si la señorita Wilsonia usó el libro quizás para dedicar un poema a algún novio o si su interés iba dirigido hacia el dueño del libro. Pero me parece bien que a pesar de su edad se planteara alegrar su corazón.

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