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Les doy la bienvenida a mi blog y les solicito encarecidamente que me dejen sus comentarios a mis entradas, pues su opinión es de gran valor para mí.



miércoles, 29 de abril de 2015

LA ULTIMA ESTACIÓN.

Tarea de Taller.   Inspiración:  La nostalgia.

Qué triste estoy al pensar en que ya no estás.  Siento que una niebla te oculta a mis ojos. Te busco en la multitud, sabiendo que tu rostro no se me aparecerá jamás.
Eramos tan jóvenes. Yo jugaba a enamorarme y tú...No sé. Nunca sabré si en realidad me quisiste.
Un día decidí terminar y tú aceptaste cortesmente mis torpes pretextos. Sonreíste con tristeza y me volviste la espalda. No supe más de ti.
Años después, un día, en el túnel del Metro, se cruzaron nuestros trenes. Ambos íbamos de pie. Supe que me habías reconocido porque tu mirada se hizo intensa y un leve gesto de sorpresa alteró tus rasgos.
Dos trenes que se cruzan. Dos miradas. Y eso fue todo.
Ahora ya no estás sobre la tierra. Estás más allá de mi alcance. Podría yo ser como la princesa del cuento, que gastó siete pares de zapatitos de hierro buscando a su amado por los caminos, inútilmente.
  No sé si habrá nostalgia más abrumadora que la de los amores inconclusos. Esos que dejan flotando un interrogante, una posibilidad hermosa que no alcanzó a hacerse realidad.
Tu último tren partió hace mucho tiempo. ¿  En qué estación descendiste?
¿ A qué lugar ignoto llegaste?
Yo también me bajaré un día en esa misma estación.  Pisaré el andén en el que se acaba la Vida y te veré parado allí.
Pero tú estarás esperando a otra y yo pasaré de largo, fingiendo que no te he visto.

VESTIDITO BLANCO.

Tarea de Taller. Autobiografía, entre  0 y siete años.

¡ Nunca voy a olvidarte, vestidito blanco!
Las tres hermanas hicimos la Primera Comunión con el mismo vestido.
Yo era la menor, así es que después mi mamá me lo acortó y me lo dejó para las fiestas de cumpleaños.
La primera niña que me invitó fue la Carmencita Pérez y en su casa te conocí, Vicente, porque eras su hermano  más chico.  Ambos teníamos siete años. ¿ Y creerás que me acuerdo de todo?
Que me mirabas mucho, que me elegías en todos los juegos y que, cuando nadie nos veía, me dijiste al oído que, con ese vestido, yo parecía una paloma blanca.
¡ Vicente!  Con tu pelo rubio y tus ojos castaños, fuiste mi primer amor... Ilusión de niñita que todavía fantaseaba con hadas y con princesas y que aún no conocía el engaño y la traición.
Han pasado los años. Ambos nos fuimos del pueblo y por esas casualidades, terminamos viviendo en el mismo barrio de esta gran ciudad.
Te veo en las mañanas, salir en tu automóvil último modelo. Un señor gordo y calvo, que antes de partir a la Empresa que dirige, lleva a su hija menor a la Universidad.
Yo, a esa hora, siento la necesidad imperiosa de salir a regar los rosales de mi jardín delantero.
Te miro con el rabillo del ojo. No me reconoces.  Tú ya no me recuerdas.
En cambio, en mi corazón vive todavía la niñita de siete años a quién tomaste la mano a escondidas, mientras jugábamos a " la pieza oscura".
¡ Nunca voy a olvidarte, vestidito blanco!  Tú fuiste la paloma de mi infancia, a la que la Vida le cortó las alas...  

TAREA DE TALLER : Inspiración en la Poesía.

MARIPOSA DE OTOÑO.
(Sobre un poema de igual nombre, perteneciente al libro Crepusculario de Pablo Neruda.)

Una mariposa anaranjada entró por la ventana abierta. Sus alas era dos pequeñas hogueras ardiendo jubilosas en la palidez del crepúsculo.
Juan se incorporó en la cama tratando de alcanzarla, pero las fuerzas le faltaron y cayó sobre la almohada.
" ME DECÍAN :   NO TIENES NADA.
NO ESTAS ENFERMO:  TE PARECE. "
Su madre entró en puntillas y él cerró los ojos, fingiendo dormir. Por entre sus párpados entornados miró su rostro triste, cuando se inclinó a arreglarle las sábanas. Era la única que no sentía miedo ni repugnancia de su enfermedad. La única que lo seguía amando, aunque ahora parecía un haz de paja seca, un puñado de huesos.
Su padre, en cambio, no entraba nunca a su pieza.
Desde que era muy niño, había sentido su distanciamiento y su menosprecio.
Juan sabía que él era distinto  y trataba de ocultar sus sentimientos para no ser humillado ni encarnecido. Mucho tiempo había luchado, pero al final, dejó de rebelarse. Cayó en aventuras pasajeras que lo dejaban lleno de insatisfacción y de asco.  Había buscado el amor en esos encuentros ocasionales y más de alguna vez había recibido en respuesta una sonrisa burlona.
Su madre lo veía sufrir y buscaba en vano una confidencia.

YO TAMPOCO DECÍA NADA.
Y PASO EL TIEMPO DE LAS MIESES.
HOY, UNA MANO DE CONGOJA
LLENA DE OTOÑO EL HORIZONTE
Y HASTA MI ALMA CAEN HOJAS.

La primera señal de peligro fue una brusca baja de peso y una pequeña lesión en la frente. Juan decía que se había golpeado en un mueble y la disimulaba bajo su cabello largo.
Se fue a hacer el examen y al cabo de unos días lo llamaron con urgencia desde la Clínica.
El médico se mostró optimista. Hay un tratamiento- le dijo-  que frena los síntomas y permite vivir con normalidad. Esto ya no es mortal, como antes.
Pero Juan decidió que no quería hacer nada, que su vida debía llegar hasta ahí. Había sufrido ya lo suficiente. Estaba cansado. Le parecía que cargaba un peso de siglos sobre su espalda.
Le dijo la verdad a su madre y lloraron los dos, abrazados.
Poco a poco,  se fue debilitando y al final, cayó postrado.
Su padre sabía que se moría sin remedio, pero no entraba nunca a su pieza. A veces escuchaba sus pasos que parecían detenerse frente a su puerta. Juan alcanzaba a incorporarse en la cama, susurrando su nombre, pero los pasos seguían de largo.
TODO SE VA EN LA VIDA, AMIGOS.
SE VA O PERECE.
SE VA LA ROSA QUE DESATES
TAMBIÉN LA BOCA QUE TE BESE.
 La mariposa anaranjada seguía revoloteando por la pieza y a veces parecía suspendida, como si la sostuviera una mano transparente.  Era Verano cuando se había levantado por última vez. Ahora los árboles se teñían con los tintes dorados del Otoño.
PASO LA HORA DE LAS ESPIGAS.
EL SOL AHORA CONVALECE.
SU LENGUA TIBIA ME RODEA.
TAMBIÉN ME DICE : TE PARECE.
LA MARIPOSA REVOLOTEA.
REVOLOTEA

Y DESAPARECE. 

domingo, 26 de abril de 2015

EL REGRESO.

Silvia había muerto.
Tuvo que convencerse de ello, cuando vio a Marcos y a sus padres llorando junto a su ataúd abierto.
Y se vio a sí misma yaciendo ahí, embellecida por la Muerte.
¡ Pero ella no quería morir!
Quiso rebelarse ante la traición que le había hecho la Vida. ¡ Su enfermedad había sido muy corta y  nunca perdió la esperanza de que se iba a mejorar ! 
Sintió que su alma cortaba los últimos hilos que la ataban a la tierra.
Llegó al Cielo después de atravesar un espacio azul, centelleante de estrellas.  No era la única.  Otros caminaban a su lado, en silencio, aturdidos como ella, sin poder aceptar que la Vida estaba ahora en otra parte.
Todo el tiempo, mientras caminaba, Silvia veía ante sí el rostro amado de Marcos y lágrimas muy amargas empañaban sus ojos.
Al llegar a su destino, un ángel la recibió con una sonrisa de bienvenida y ató  a sus hombros un par de alas blancas.
Pero, Silvia no hacía más que llorar. Sentada en una nube, lloraba tan copiosamente que  empezó a llover sobre la ciudad.
Transcurrió un tiempo que en la tierra fue un año y en el Cielo, sólo un suspiro de la Eternidad.
 El ángel se acercó a Silvia, compadecido.
-¿ Aún persistes en tu tristeza?  ¿ No sabes que aquí todos son felices?
- ¡Es que echo mucho de menos a mi esposo!   ¡Apenas dos años alcancé a vivir a su lado!  Mi amor ha quedado intacto. Como la miel que amenaza desbordarse de un jarro, así mi amor llena mi corazón causándome dolor. Marcos me amaba también y sé que me necesita...  ¡Déjame volver, te lo ruego!
El ángel la miró, pensativo. Sin decir palabra, desató las alas de sus hombros y se alejó sin mirar atrás.
En ese mismo instante, Silvia se encontró en una estación del Metro.
Se miró en un espejo que había en el muro y vio que estaba sana y viva otra vez.
Nada había cambiado en ella, sólo un delicado resplandor azul titilaba sobre su frente. Era polvo del Cielo que había traído adherido a su cabello  sin darse cuenta.
De inmediato se  dirigió a su casa. Corría empujada por la fuerza de su amor.
Le faltaban pocos metros para llegar,  cuando vio abrirse la puerta y salir a Marcos, de la mano de otra mujer.
Se parecía tanto a ella, que Silvia al principio creyó ver visiones.  El parecido era aún mayor porque la extraña vestía su propia ropa.
Marcos le susurraba al oído y  ella se reía, satisfecha.
Silvia se escondió tras un árbol y los vio pasar, anonadada. Un dolor caliente y salobre subió por su garganta y lloró amargamente, apoyada en el tronco.
¡ Qué poco se había demorado en reemplazarla!
Cuando la pareja se alejó, Silvia entró a la que había sido su casa. Sin sorpresa, había notado que llevaba las llaves en el bolsillo de su abrigo.
Nada había cambiado.  En el closet del dormitorio, donde aún estaba su ropa, un perfume distinto impregnaba los vestidos, volviéndolos ajenos.
Con paso lento se dirigió a la estación del Metro. Era el único lugar al que se le ocurrió ir, porque ya no sabía qué hacer con su vida recuperada.
En un banco vio a un hombre que se cubría la cara con las manos. Un suave resplandor azul refulgía entre sus cabellos.
Silvia comprendió que era otro que había vuelto a la tierra y que si lloraba, era porque había descubierto también que ya nadie lo echaba de menos.
Silvia se sentó a su lado y puso una mano sobre su hombro.
En ese momento, el hombre levantó la cabeza y ambos vieron a un anciano que se acercaba, arrastrando los pies. El también tenía polvo azul  en sus cabellos blancos.
-¿ A ti también te fue mal ?- le preguntó Silvia con tristeza.
El anciano se dejó caer en el banco y suspiró:
-¡ Qué poco les cuesta olvidarnos!  Somos nosotros y no ellos los que sufrimos la ausencia...
Los tres se miraron, agobiados por su fracaso.
-¿ Qué vamos a hacer?  ¿ Creen que el ángel nos acepte de nuevo?
-Para eso, tenemos que volver a morir...
Dejaron la estación y se encaminaron al río. El agua corría turbulenta.
Se tomaron de las manos y se hundieron en la corriente. Las olas los atraparon en un abrazo frío y los sumergieron con rapidez.

Por un instante, sobre la superficie flotó el cabello de Silvia, impreganado de una suave luz azul.  Luego desapareció.    


jueves, 23 de abril de 2015

VIDA.

( Tarea de taller)

A veces pienso que vivir es como ir en un bus, viendo pasar el mundo a través del vidrio, tan ajeno para uno y tan propio para otros más afortunados.
Si miras a tu alrededor, notas que vas rodeado de caras anónimas, que te miran sin verte. Personas de quienes no puedes esperar gran cosa, como no sea un empujón o una mala palabra si te les atraviesas por delante, sin querer.
Voy de pie, colgado de la barra, ignorando a donde se dirige la Vida.  Como si hubiera tomado el bus equivocado, en un paradero borrado por la niebla.
Al principio, iba con mis padres. Mudos los tres, cada uno inmerso en su propia tristeza. Pero al menos juntos, hombro con hombro, comunicándonos algo de calor.
Ellos se bajaron antes.
Primero fue mi viejo, tan chiquitito y encorvado que casi no ocupaba espacio. Como si una máquina trituradora lo hubiera ido carcomiendo por dentro. Apenas quedaba de él un pellejito arrugado cuando se despidió con un gesto y se bajó en una esquina.
Después le tocó el turno a mi  madre. Me apretó la mano y se fue sin una palabra. La vi bajarse en un barrio gris, mojado por la lluvia. Se perdió por una calle larga que parecía no tener final.
Y ahora voy solo, buscando a mi alrededor alguna mirada, algún gesto amistoso entre tanto rostro impávido.
No sé cuanto falta para llegar a mi paradero. Me imagino que el chofer del bus me hará una señal cuando sea mi turno.

Pero confieso que a veces siento que no quiero seguir más y me dan ganas de  bajarme sobre andando.


EMMA.

En el Día Mundial del Libro. 23 de Abril.

Me llamo Emma, Emma Bovary. Les suena mi nombre ¿verdad?
Muchos han leído mi historia, en la novela de Gustave Flauvert. Sí, soy un personaje de ficción y he vivido desde hace más de un siglo, prisionera en las paginas de un libro.
El autor me hizo una mujer caprichosa y frívola. Siempre persiguiendo el amor romántico que aparecía en las novelas y que ningún hombre me podía dar. Una y otra vez traicionada y olvidada. Y condenada al final a morir por mi propia mano.
¿No fue injusto el destino que el novelista ideó para mí?  ¿ Merecía yo morir joven, abandonada por todos los que había amado ?   ¿ Y  que el único que llorara junto a mi tumba fuera precisamente el hombre al  que no pude amar?
 Existo hace más de un siglo. Soy un personaje inmortal que sin embargo muere, una y otra vez, pagando quizás la culpa de haber amado en exceso.
Fue  lo que Flauvert quiso para mí, no lo que yo hubiera elegido, si hubiera sido dueña de mi albedrío.
Nunca hasta ahora había tenido voz para quejarme de mi destino.
Pero ha sucedido algo extraño. En estos precisos momentos, un joven está leyendo mi historia y siguiendo un impulso de su corazón, me ha dibujado en un papel.
Tal como él me imagina y tal como yo soy en realidad, hermosa y frágil y no tan culpable como muchos piensan.
Bajo mi retrato ha escrito sencillamente "Emma" y  a menudo suspende la lectura para mirarme con admiración  y con indulgencia.  ¿Será que él me comprende?
  Ahora me siento viva, una persona de verdad, no un personaje...
El es joven y hermoso como era Rodolfo, al que tanto amé. ¿Podría volver a enamorarme?
Sin embargo, mi destino está escrito. Al final del libro yo muero sin remedio. .
Ya quedan pocas páginas para que él llegue al final...y todo terminará para mí. El se condolerá de mi triste destino y nunca sabrá que llegué a amarlo en estas dulces horas que compartimos mientras él leía mi historia.

  


domingo, 19 de abril de 2015

AVENTURAS DE LA YENIFER.

Yo soy la Yenifer y les voy a contar lo que me pasó, para que ustedes opinen después.
Pero, antes quiero que sepan que ese refrán que dice: " El dinero habla", es la pura y santa verdad.
Por lo menos yo, cada vez que abría mi chauchera, oía una voz que me decía:
- No te alcanza.
Y las monedas, al entrechocar unas con otras, parecía que se reían de mi.
Sí, el dinero habla. Pero lo que susurra en los oídos son puros malos consejos. " Sácale plata de la cartera a la señora".  " Revisa los bolsillos del terno del patrón, a ver si se le quedó algún billete..."
Pero la que más alimentaba mi insatisfacción monetaria era la Zulema. Como a ella le sobraba tiempo porque le tocaba la cocina y a mí el aseo en esa casa que parecía hotel, se lo pasaba mirando revistas de viajes y diciéndome lo fantástico que sería que nos fuéramos las dos a Cancún o a Buenos Aires. ¡  Nosotras!
Después se ponía a quejarse de las injusticias de la vida y de la brecha entre ricos y pobres, que era una frase que le encantaba y que no sé de donde la había sacado.
Lo bueno era que pasábamos casi todo el día solas en la casa, hasta las cinco, cuando llegaba el transporte escolar. Aveces venía a la casa el junior del patrón, cuando a él se le quedaba algún documento.
Lo hacíamos pasar a la cocina y le ofrecíamos café. El decía :" No puedo, no puedo, tengo cosas urgentes que hacer". Pero lo mismo se quedaba tomando hasta dos tazas y comiéndose las galletas de arroz de la señora.
Se llamaba Olegario y a mí me gustaba harto. Por eso fue que me dejé convencer tan fácil.  ¡Pero no nos adelantemos a los acontecimientos!  como dicen en la Tele.
No era feo el Olegario. Siempre de terno y corbata, no tenía nada que envidiarle al patrón. El pelo un poco duro, es cierto, pero lo más bien que se lo acomodaba con gel...
Empezó a venir seguido, y yo, la muy tonta, creía que era por mí.
Un día nos preguntó si habíamos recibido algún llamado telefónico de esos que dicen que raptaron al patrón o que se accidentó y que hay que entregar toda la plata y las joyas.
Le dijimos que no y el Olegario nos dijo que era bien fácil que él mismo hiciera el llamado. Conocía a alguien que recibía de todo: joyas, computadores, máquinas fotográficas y que todo lo pagaba al contado y sin averiguar... Y que nos iríamos a medias.
Nos dijo que lo pensáramos con calma, durante unos días.
 Las dos con la Zulema nos quedamos como asustadas, pensando. Era como tener dentro un ratón que te roía sin descanso. Y la Zulema le echaba carbón a la hoguera, hablando más que nunca de Buenos Aires, de Cancún y de la brecha entre ricos y pobres...
Al cabo de una semana, apareció el Olegario. Nos dijo que tenía un taxista amigo para llevar las cosas, que lo único que faltaba era que nos decidiéramos. Y me ponía el brazo en la cintura y me respiraba en la oreja.
La Zulema dijo que bueno, que estaba cansada de contar las monedas y de sufrir la brecha entre ricos y pobres...
¿ Quieren que les haga corta la historia?

Al Olegario y al taxista no volvimos a verlos nunca más.  Y a nosotras , por más que lloramos y juramos inocencia, nos despidieron , sin recomendaciones. 


jueves, 16 de abril de 2015

COSAS OÍDAS AL PASAR.

-¡ AY!  ¡ Cómo me gustaría mandarle a mi amor una carta de esas antiguas, de papel y con estampilla!
-Pero, eso ya no se usa, pues Betty. Ahora todo se hace vía Internet.
-Pero resulta tan anónimo, tan poco romántico....
-¿ Romántico dijiste ?   ¡Qué atrasada estás de noticias!  El Romanticismo se murió hace mucho tiempo...
-¡ Ay, Nora!  ¡ No digas eso !
-Sí, Betty. Murió y lo sepultaron. En su funeral, la que más lloró fue la Poesía... ¡ Yo seré la próxima en morir!-sollozaba. ¡No hay esperanzas para mí, ahora que apareció un viejo chiflado que inventó la Anti- poesía !  Y todos lo aplauden como si fuera un genio...
-¿ Y como sabes tú todo eso, Nora?
-¡ Ah! Me lo contaron. Y todavía hay más... porque en eso llegó la Luna, que venía atrasada al sepelio.  Se había demorado en encontrar un traje negro en el ropero de la Noche. Al fin encontró uno, pero no le servía de mucho porque su brillo plateado se escapaba por entre las costuras...
 ¿ Qué me queda a mí?- suspiraba. Ahora los enamorados ya no me buscan para besarse bajo mi luz. Desde que los hombres clavaron en mi sus banderas, perdí toda la magia y todo el misterio...¿ Cómo no se iba a morir el Romanticismo?
-¡ Ay, Nora !  ¡Qué tristeza!   ¿ Y crees que el Amor también se esté muriendo?

-Desfallece de anemia, Betty. Le faltan glóbulos rojos....Pero ¡no te preocupes!  Siempre habrá un corazón desangrándose que le coopere para una transfusión.

domingo, 12 de abril de 2015

UN AMOR SIN DESTINO.

El aviso decía " Se arrienda dormitorio con baño a estudiante o persona sola que trabaje fuera".
A Lidia le pareció que le había caído simpática a la dueña, porque se mostró convencida de aceptarla de inmediato.
-¡ Me llamo Amelina !  Pero, dígame Meli, como lo hacen todos.
Lidia volvía del trabajo a las siete, complacida al pensar que la esperaba su dormitorio  acogedor.
A menudo, Amelina la llamaba desde el comedor para que pasara a tomar una taza de café con ella.  Le pesaba la soledad y le contaba cosas de su hijo, a quien veía muy poco.
A Lidia no le gustaba hablar de su vida, pero no supo como se encontró contándole que se había separado hacía un año.
De todos modos, la herida estaba cerrada. La rabia había sido la mejor sutura para frenar la hemorragia de su corazón. Le había quedado una fea cicatriz que a veces le ardía, todavía...
Pero ya podía hablar de ello con serenidad.
Semanas después, la dueña de la casa le avisó que llegaba un nuevo pensionista. Un joven universitario, recomendado por unos amigos.
Recién lo conoció dos días después.
Entró en bata a la cocina a prepararse un café y él pelaba una naranja, apoyado sobre el mesón.
Lidia se apresuró a cruzarse la bata sobre el pecho, pero él no pareció interesado.
-Andrés- le dijo, extendiéndole la mano.
-Lidia- respondió ella, jovial. Y eso fue todo.
Lo miró a hurtadillas cuando salía y le pareció buenmozo. Pero, no tendría mucho más de veinte años.
-Olor a leche- pensó, despectiva.
Pero con el paso de los días, se vio que la presencia de Andrés había revolucionado el departamento. Sus entradas y salidas tenían inquieta a Lidia, que se sorprendía poniendo oído atento al ruido de la mampara.
Amelina le había tomado cariño porque le recordaba a su hijo ausente. Lidia, que no había tenido hijos, trataba de convencerse que lo suyo también era ternura maternal...
Un día lo vio leyendo "El guardián en el centeno" y eso le dio la oportunidad de entablar conversación. Se apresuró a ofrecerle " Nueve cuentos" y notó que él la miraba con otros ojos.  ¡ Te diste cuenta de que después de todo no soy una vieja !  le dieron ganas de decirle con ironía, no excenta de amargura.
Ya en su dormitorio borró de su cara la sonrisa que la hacía ver más joven y notó que automáticamente quedaba al descubierto su edad. El espejo traidor  la sorprendía sin artificios y se apresuraba a revelarle su secreto mejor guardado. Su reflejo era como un agua oscura en la cual su juventud se había ahogado hacía tiempo , sin dar un grito...
Andrés se ausentó una semana. Había ido a la playa con unos compañeros de Universidad.
Al regreso, había quedado de pasar por la pieza de Lidia a buscar el libro que ella le había ofrecido.
Lo escuchó llegar y se apresuró a poner, como al descuido, sobre la mesa, unas tazas para café.  Sobre el velador, una caja de bombones desocupada a medias...
Pero, él no se presentó. Lo escuchó pasar directo a su dormitorio y cerrar la puerta con estrépito.
Al otro día, apenas la saludó en la cocina. Se veía cabizbajo y se bebió su café con la mirada perdida.
Era evidente que algo desagradable le había pasado en su viaje a la playa.
Lidia le recordó el libro de Salinger y él sonrió sin entusiasmo. Pero esa noche fue a buscarlo.
Lidia enchufó  el hervidor y lo invitó a sentarse en el sofá. Puso la taza de café entre sus manos y ella se sentó frente a él, en el borde de la cama.
 -Te veo desanimado desde que llegaste. ¿ No lo pasaste bien con tus amigos?
El no la miraba, pero de repente empezó a hablar a borbotones.
-Eramos los tres, Alicia, Pablo y yo. Siempre estudiábamos juntos. A Pablo y a mí nos gustaba molestarla y hacerla rabiar, pero lo pasábamos bien y nos reíamos mucho.
-En unas rocas, Pablo se torció el tobillo y se le empezó a hinchar de inmediato. Lo hice que pusiera su brazo al rededor de mi cuello y lo llevé casi en vilo hasta la cabaña.
-Esa noche lo pasó mal. Se quejaba mucho y varias veces me levanté a darle agua y a secarle el sudor.
-Al otro día, Alicia se fue a la playa temprano y yo me encargué de cuidarlo durante el día. - Como jugando, le di el almuerzo en la boca y me quedé toda la tarde leyéndole.
-Alicia volvió  de noche y ni siquiera pasó a saludarnos. Pero no me importó. Me sentía tan contento...Habíamos reído y bromeado y a Pablo de a poco se le había ido olvidando el dolor.
-Quise ir a desearle las buenas noches y preguntarle si quería que lo acompañara otro rato.
-Desde adentro de su dormitorio me llegaron susurros y risas contenidas. Entré sin golpear y lo vi en la cama con Alicia.
-Llegué a mi pieza aturdido. No sabía lo que hacía. Un odio terrible contra ella me apretaba el pecho. Sin saber como, me encontré llorando. Esa noche no pude dormir.
-Al otro día madrugué y me vine a Santiago. Pero no puedo olvidar la escena y el odio contra Alicia me atormenta sin cesar....
Terminó de hablar y la miró cohibido.
Lidia le sonrió con ternura. Y aunque su corazón se debatía entre el dolor y los celos, puso su mano sobre la de Andrés.
-No, Andrés, te equivocas.  Tú no la odias. Tú la amas y lo descubriste recién esa noche, al verla con Pablo...
Andrés se levantó del sillón y se dirigió a la puerta. Antes de salir, se volvió a mirarla con desprecio.

-¡ Se ve que no entiendes nada!   Yo la odio porque me separó de él.