Mireya
entró a la Iglesia y contrariada, se dio cuenta de que había misa de
difuntos. Frente al altar, vio un ataúd
cubierto bajo un manto de flores. Lilas, mis favoritas- pensó.
Buscó
a sus padres con la vista y notó que estaban sentados en uno de los primeros
bancos. Era pariente nuestro entonces el difunto, pensó. ¿ Quién sería? Su mamá lloraba y su hermano la sostenía con
un brazo. Su papá, en cambio, permanecía rígido, con los ojos secos clavados en
la luz de un vitreaux.
¡Qué
lástima! Y yo que pensaba alegrarlos con
mi presencia. Decirles ¡ mírenme ! Ya
estoy de vuelta.¡ Me mejoré por fin!
Y ellos la habrían abrazado jubilosos y su
mamá seguro que habría llorado, pero de alegría, no como en ese momento....
Murió
alguien de la familia y no me avisaron. ¿ Por qué?
Bueno,
ellos sabían que estaba enferma, no habrían querido deprimirla...
Recordó
los días pasados en la clínica, la mirada preocupada de los médicos, junto a su
cama.
Al
principio le hablaba confiados de un transplante, pero el donante no aparecía y
cuando la fiebre le subió y empezó a
decaer, ya dejaron de mencionar el asunto.
Pero,
al final, para contradecirlos a todos, se había mejorado.
Fue
una mañana, hacía unos días, no recordaba cuantos. El médico le ordenó a una
enfermera que le retirara los tubos y comprendió que le estaba dando el alta.
¡Se sentía tan bien ! Tan liviana, libre
ya de la fiebre y los dolores que llevaban atormentándola desde hacía meses.
Salió
de la Clínica feliz, apurada, casi corriendo. ¡ No fuera a ser que se
arrepintieran de haberla dejado ir!
En su
casa no había nadie. ¡ Bah! Qué tonta...
Si es Domingo. Seguro que están en misa.
Y sin dudarlo, se había encaminado a la
Iglesia.
Mejor
es que me quede atrás y los espere hasta que salgan-pensó.
Se
sentó en un banco y recién entonces se dio cuenta de que llevaba su vestido
blanco de la graduación.
¿
Cómo me vine así? ¿ Estaré loca?
Pero,
a pesar de todo, no tenía frío. La música del órgano se apoderó de su ser y una
dulce somnolencia la fue invadiendo. Reclinó la cabeza en el respaldo y se
durmió.
Despertó
sobresaltada. ¿ Qué había pasado?
Juraría que la había despertado el grito de una gaviota.
¡ Era
cierto! Sin saber cómo, había salido de
la Iglesia y ahora se encontraba a la orilla del mar.
Vio a
un grupo de gente en el muelle. ¡ Eran sus padres y su hermano ! Distinguió a otros parientes a quienes hacía
mucho tiempo que no veía. Con ironía
pensó que si volvía a verlos, sería en algún matrimonio o en otro funeral...
Vio
que su papá sostenía en sus manos un ánfora funeraria. La abrió y una nube de cenizas salió
despedida en el viento.
Mireya
quiso llamarlos, pero notó que ya no tenía labios para articular sus nombres ni
garganta para gritarles que ella estaba ahí, que la miraran de una vez...
-¡Vine
a decirles que me mejoré !
Las
cenizas formaron una pequeña nube blanca que se sostuvo unos instantes en el
aire y luego se dispersaron sobre el resplandor del mar.