Habían
cenado en silencio. Silvia lo había mirado varias veces, furtivamente y casi no
había comido nada. Mientras, Marcos pensaba en Verónica. Sabía que ella
esperaba verlo esa noche y no se le ocurría ningún pretexto para salir.
Mientras
Silvia retiraba los platos, se sentó en el sillón, con un vaso de whisky en la mano.
De
pronto, la vio parada frente a él.
-
¿Qué pasa?
-¿
Qué podría pasar?- preguntó ella con amargura- Pasa que te vieron con otra
mujer. ¡ Ahora entiendo tu frialdad! ¡
Ojalá hubieras sido más sincero!
-Está
bien, es cierto. Ya me cansé de decir mentiras...
-¿ La
quieres al menos?
-No
sé, no estoy seguro.
Silvia
continuó recogiendo los platos y los llevó a la cocina. El ruido del agua del
fregadero no lograba apagar sus sollozos.
Marcos
miró el reloj. Eran las 21 y 15. Verónica lo estaría esperando. Tal vez
pensaría que se había arrepentido...
Se
levantó del sillón y se puso el abrigo que colgaba cerca de la puerta. No supo
si Silvia lo había oído salir.
El
fogonazo de un relámpago y el lejano retumbar del trueno lo sobresaltaron.
Empezó a llover copiosamente.
Marcos
corrió a detener un taxi.
Al
llegar al departamento de Verónica escuchó música y el ruido de varias personas
que gritaban y se reían. Ella le salió a abrir con un vaso en la mano.
-¡Marcos! ¡ Llegaste!
- exclamó eufórica y se le colgó del cuello. A su espalda, varias
parejas bailaban y Verónica seguía el ritmo de la música con las caderas, sin
dejar de abrazarlo.
-¿Qué
es ésto? -preguntó él, disgustado- Creí que estaríamos solos...
-No
seas, tontito, mi amor. Son todos amigos. ¡ Ven! ¡ Vamos a divertirnos un poco!
Bailando,
lo arrastró al medio de la habitación, pero él retrocedió enojado.
Otro
hombre se acercó a ella y sin mirar a Marcos, la enlazó por la cintura. Ella se
apegó a su cuerpo, sin dejar de reírse tontamente. Era evidente que estaba
ebria.
Marcos
sintió una amarga decepción. Le pareció que estaba frente a una extraña.
La
música estridente le crispaba los nervios.
Las
parejas seguían bailando y nadie notó que Marcos se dirigía a la puerta.
Descolgó del perchero su abrigo y salió sin despedirse.
Lo
único que quería era un poco de silencio y paz. ¡ Regresar al lado de Silvia y
pedirle perdón, si es que aún era tiempo!
Llovía
a cántaros y los faldones del abrigo mojado se le enredaban en las piernas.
Ya en
el departamento, volvió a sentarse en el sillón. Instintivamente miró la hora.
¿ Como?
Eran
las 21,20...Sólo habían trascurrido cinco minutos desde que salió. En la
cocina, Silvia terminaba de ordenar la vajilla.
Marcos
vio que aún sostenía en su mano el vaso a medio llenar y comprendió que todo
había sido un sueño. ¿ Una advertencia tal vez de lo que habría sido su vida
junto a Verónica?
Entró
a la cocina y rodeó a Silvia con sus brazos.
-¡ No
llores, mi amor! He sido un tonto...
Ella
dejó de llorar y apretó la frente contra su pecho.
¿ Un
sueño? ¿ Una alucinación?
Sin
embargo, allí en el perchero, Marcos vio su abrigo empapado que goteaba sobre
el parqué.