Bienvenidos a Mi Blog

Les doy la bienvenida a mi blog y les solicito encarecidamente que me dejen sus comentarios a mis entradas, pues su opinión es de gran valor para mí.



domingo, 30 de marzo de 2014

LAGRIMAS SOBRE EL SUFLÉ.

Los años pasaban, sus amigas se casaban y Mónica se iba quedando sola.
A la menor provocación, soltaba su manifiesto de independencia. ¡Ella no quería ni oír  hablar de matrimonio! Apreciaba demasiado su libertad....Quería  viajar y disfrutar sin ataduras sus mejores años....
Pero muy adentro de su corazón iba creciendo un vacío que ni los más hondos suspiros podían aliviar.
¿A qué engañarse?  Quería encontrar el amor, antes de que fuera demasiado tarde.
Se acordó de que su mamá le decía que a los hombres se los conquista por el estómago y se inscribió en un curso de cocina, al que asistía después del trabajo.
En su departamento ensayaba las recetas aprendidas y luego se las comía a solas, melancólicamente.  Cerraba los ojos y se veía a sí misma sirviéndoselas a un hombre que la miraba arrobado:
-¡Te amo, Mónica! ¡Quiero saborear tus guisos hasta que la muerte nos separe!
Una tarde en que deambulaba por el centro, entró a una exposición de pintura.
Era una colectiva de artistas emergentes.
De inmediato se sintió cautivada por un paisaje de otoño.  Sólo por curiosidad le consultó el precio a un joven que fumaba una pipa junto a la mesa de los catálogos.
Mónica vio encenderse una chispa de expectativa en sus ojos, pero cuando él supo cual era el cuadro que le interesaba, la chispa se apagó y apareció en sus labios un leve mohín desdeñoso.
Ella adivinó que era uno de los expositores.
-¿Hay también algún cuadro suyo en esta muestra?
-Sí- le respondió sin mirarla- Pero a usted no le interesaría.
Su tono daba a entender que ella era demasiado ignorante como para apreciar otra cosa que no fuera una ilustración de calendario...
Mónica sintió picarse su amor propio y de pura rabia compró el cuadro que él había pintado.
Era bastante bueno, pero el precio era exorbitante. Tendría que ordenar sus finanzas y ver si lograba llegar a fin de mes...
Días después se cerró la exposición y Mónica pasó a retirar su cuadro.
Ahí estaba él, fumando su pipa y mirando de soslayo con un aire desdeñoso.
Ella quedó subyugada. Y se le ocurrió una astuta idea para volver a verlo.
-Me gustaría tanto que me ayudara a ubicar su cuadro en mi departamento. Usted que entiende de luz y de sombras....No quiero que su pintura se vea perjudicada por mi ignorancia.
Al notar su mirada displicente, agregó con un hilo de voz:
-Podría quedarse a cenar...
Para su sorpresa, él aceptó ir más tarde y ella corrió a su departamento a preparar la receta que mejor le quedaba. ¡Suflé de camarones a la portuguesa!
  Al abrirle la puerta, captó en una sola mirada lo gastado de su ropa y la delgadez de su cuerpo.
Y al verlo comer ávidamente, se dio cuenta de que no sólo era pobre sino que también estaba hambriento.
Y así empezó el idilio entre el estómago del pintor y el corazón de Mónica.
Se hizo costumbre que fuera a cenar dos veces por semana.
Ella sabía por qué iba, pero no le importaba. Era feliz viéndolo devorar los manjares que le preparaba en el calor del horno de la cocina y el de la hoguera de su pasión.
Al terminar de comer, él partía apresurado. Siempre tenía una urgente diligencia que hacer.
Ella se quedaba lavando los platos, perdida en sus ensueños. Estaba segura de que un día  la tomaría en sus brazos y le declararía de amor...
Un día se encontró con Lola, su amiga del Liceo. Como siempre, estupenda y acompañada de un hombre...¿Alguna vez la había visto sola?
Mónica quiso deslumbrarla presentándole a su amado. Se imaginó su admiración y su envidia al verla relacionada con un artista. ¡Ninguna de las opacas conquistas de Lola podía estar a la altura de aquel pintor talentoso...!
-¡Quiero presentarte a alguien!- le susurró misteriosa. Y quedaron en  que iría a cenar esa noche.
El ya había llegado  cuando hizo su entrada Lola...
 Se paró de un salto y se quedó mudo, contemplándola. Ella le tendió una mano lánguida y la dejó un instante en la suya, como si se entregara.
Un silencio cargado de electricidad los envolvió, separándolos del resto del mundo.
En medio de ese silencio, Mónica creyó escuchar la pala del sepulturero, cavando la tumba de su corazón.
Cuando Lola se levantó para irse, él se ofreció a acompañarla. Sus risas cómplices resonaron un momento, en la puerta del ascensor.
Mónica no tuvo fuerzas para ir a lavar los platos.
 Se quedó sentada llorando, frente a las sobras de la cena y de su vida. Y durante un largo rato, sus lágrimas continuaron cayendo sobre los restos del suflé.


viernes, 28 de marzo de 2014

HOMENAJE A "EL NIÑO QUE ENLOQUECIO DE AMOR."

(Tarea de Taller)

El niño de ojos dulces languideció en la sombra.
Su noche nunca tuvo dorado amanecer.
Lo acunó La Tristeza, vieja nodriza amarga,
pero en lugar de leche puso en sus labios hiel.
La primera palabra que le enseñó fue "Nunca"
y trajo mariposas nocturnas de alas mustias
y pájaros errantes, para jugar con él.
El niño de ojos dulces fue como un frágil lirio.
Ha quemado sus pétalos un soplo abrasador.
La noche que lo envuelve no tiene luz de luna
ni cayeron estrellas a su pozo interior.
Las sombras se adueñaron de su mirada pura.
Perdido en su delirio de amor y de locura
traspasó las fronteras de un país irreal.
En la casa vacía aún oímos sus pasos.
En medio de la niebla le tendemos los brazos...
y se van deshojando las rosas del rosal.


EL ARBOL.

(En la Hora del Planeta. Sábado 29 de Marzo)

La mujer y el niño habían vivido siempre en el lindero del bosque.
El niño había nacido débil y el médico dijo que no viviría mucho tiempo. Su existencia sería como la llamita de una vela que alguien hubiera encendido bajo la lluvia.
Sus  huesos eran frágiles y sus delgadas piernas no podían sostenerlo.
Todas las mañanas, su madre lo cogía en brazos y lo sentaba bajo los árboles. El niño jugaba en la hierba y escuchaba el canto de los pájaros. El aire fresco se escurría entre las ramas y le acariciaba las mejillas , poniendo en ellas un poco de color.
En el otoño, le gustaba estar sentado sobre una alfombra de hojas secas. Las levantaba, una por una, para que los rayos del sol las atravesaran. Entonces sus colores rojos y dorados resplandecían como llamas.
Pero un día, llegaron hombres con hachas y con sierras y empezaron a talar el bosque.
Huyeron los pájaros y sólo se escuchaban los grito de alerta y  el ruido de los troncos al caer.
Ya la madre no podía llevar al niño hasta allá, por el peligro que corría.  Entonces lo sentaba en una manta, a la entrada de la casa.
Se fue poniendo taciturno y aumentó su palidez, como si la savia derramada por los troncos heridos fuera la sangre de su corazón.
  Una mañana en que la mujer se demoró en la cocina, el niño se arrastró varios metros sobre el pasto húmedo, en dirección al bosque.  ¡Quería alcanzar a toda costa los árboles que era sus únicos amigos!
Logró estar tan cerca, que alargó sus bracitos creyendo que podría tocarlos. Pero el esfuerzo se había llevado su última energía y cayó desfallecido.
Su madre lo encontró muerto y estrechándolo en sus brazos, lloró hasta que pareció que toda su vida se vaciaba desde su corazón.
Apretó al niño contra su pecho.
De pronto sintió que sus brazos se transformaban en ramas. Sus pies se hundieron en la tierra y se aferraron a ella, como raíces.
Una plateada corteza fue cubriendo su cuerpo y el del niño, fundiéndolos en uno solo. Luego, una fronda de hojas rumorosas creció desde sus hombros y pronto estuvo llena de alas y de trinos.
Cuando llegaron los hombres con sus hachas y sus sierras, vieron asombrados un árbol gloriosamente vivo, erguido entre los despojos que quedaban del bosque.
 Los pájaros trinaban jubilosos entre sus ramas y los rayos del sol lo envolvían como un manto dorado.
Enmudecieron, sintiendo que estaban ante un prodigio. Y hubo uno que se quitó el sombrero y cayó de rodillas, como si adivinara la presencia de Dios.
Se alejaron de allí, dejando el árbol intacto y a nadie le hablaron de su existencia.



domingo, 23 de marzo de 2014

OLVIDANDO A ELENA.

Cuando Elena le dijo que quería divorciarse, que su matrimonio había sido un error, Pablo se sintió humillado hasta el aniquilamiento.
Dos lágrimas rodaron por su cara mientras ella lo miraba con una lástima fría, como se mira a un animal enfermo.
Le había confesado que cuando recién se casaron había creído amarlo y después se dio cuenta de que no podía amar a nadie. Al principio, se había afligido ante ese descubrimiento, pero después se sintió libre porque pensaba que el amor es sólo una obsesión estúpida que esclaviza a la gente.
Pablo no pudo más y salió dando un portazo. No quería seguir escuchando esa confesión que para ella era un desahogo y para él, un dolor que lo atravesaba como una barra ardiendo.
Al cabo de dos días, volvió al departamento a buscar sus cosas. Elena no estaba pero, con una meticulosidad hiriente, le había dejado la ropa limpia y doblada sobre la cama.
El closet estaba vacío con la puerta abierta.  A Pablo le pareció que de ahí salía el espectro de su amor y le ayudaba a llevar las maletas hasta la salida.
Y así fue como empezó su vida de hombre solo y desilusionado. Pensó que otros como él formaban una muchedumbre que recorría las calles por la noche y llenaba los bares hasta el amanecer.
Una tarde en que deambulaba por un barrio desconocido, pasó frente a una casa de dos pisos.  En una ventana del piso superior vio a una mujer parada tras los cristales.
Estaba inmóvil mirando a los escasos transeúntes que pasaban a esa hora y sus ojos se fijaron en Pablo.
El aminoró su marcha para contemplarla. Le pareció bellísima.
Llevaba una corta melena pegada a su cráneo, semejante a un casco de oro. Era alta y su cuerpo era erguido y firme, como si llevara puesta una armadura también dorada.
-¡Una walkiria!- pensó Pablo, sin saber por qué. Y es que le parecía irreal y semejante a una diosa nórdica.
Aunque creyó notar que ella aún le miraba, se sintió obligado a seguir su camino. Pero, al cabo de un rato de vagar por las inmediaciones, volvió a pasar bajo la ventana donde la había visto.
Ya no estaba y en su lugar, un hombre de mediana edad se movía tras los vidrios. Pablo pensó que era su marido y decidió no volver.
Sin embargo, dos días después sintió la necesidad de verla.
La luz estaba encendida y no había cortinas que velaran el interior de la pieza. La vio parada frente al hombre, que parecía hablarle. Le puso las manos sobre los hombros y luego, delicadamente, manipuló algo en su nuca. Pablo pensó que le abrochaba el cierre de un collar.
Ella movió repetidas veces su cabeza y alzó los brazos. Luego los bajó  e hizo un gesto afirmativo. Todo parecía una especie de juego, pero él se mostró satisfecho y le dio unos golpecitos en su cabeza dorada, como quién acaricia a un niño.
Pablo se alejó embargado por la tristeza. ¿Qué tenía que hacer allí?  Era evidente que ella era casada y él no estaba dispuesto a volver a sufrir ni a interferir tampoco entre dos personas. ¡No tomaba el amor tan a la ligera!  Le dejaba a Elena la crueldad y la carencia de escrúpulos...
Pero, estaba obsesionado por la desconocida.
Empezó a ir todas las tardes a rondar por su calle. A menudo la divisaba en la ventana. Ella lo miraba fijamente pero no le hacía ni un gesto. A Pablo le parecía que en sus ojos había una tristeza anhelante, como si quisiera decirle algo.
El marido salía siempre solo dejándola encerrada en esa casa sombría. ¿Por qué nunca los había visto salir juntos?
Pensó que quizás era un tirano posesivo, que quería tenerla sólo para él.
Una tarde el hombre volvió sorpresivamente a la casa y antes de entrar, levantó la vista hasta la ventana donde estaba ella.
Debió subir en dos zancadas, porque casi en seguida, Pablo lo vio cogerla de los hombros y arrastrarla con brusquedad hacia el interior de la pieza. Ella no hizo ni un gesto de protesta ni dijo nada. Seguramente le tenía miedo.
 Pablo supuso que el marido había adivinado la muda comunicación que se había establecido entre ellos. Más de alguna vez habría notado su presencia en la vereda...
Pero, no podía dejarla. Estaba seguro que ella lo esperaba y que al verlo llegar, sus ojos se  encendían con un brillo secreto.  Su boca se entreabría en una semi sonrisa y Pablo se preguntaba con anhelo cómo sería besar aquellos labios pálidos.
Ya no pensaba en Elena. Ni le importaba tampoco el riesgo que corría al obsesionarse con una mujer casada.
 Nada es imposible para los que aman, pensaba. ¡La locura del Amor hace posible todo!
La adivinaba solitaria y triste como él y estaba convencido de que un día se decidiría a salir a hablarle. Le diría que era desdichada, que se la llevara con él, lejos de ese hombre frío y opresor, que la trataba como a un animal doméstico...
 Una tarde, el marido al volver lo miró con recelo. Le clavó unos ojos inquisitivos y luego se apresuró a abrir la puerta.
Pablo permaneció ahí, temiendo por ella. Quizás se preparaba a hacerle algún reproche violento. O lo que era peor, podía intentar hacerle daño.
Al cabo de un rato que le pareció eterno, la luz de la habitación se encendió y lo vio acercarse a ella con un arma en la mano. ¡No había duda!  Un brillo metálico pareció cortar el aire...
Horrorizado, Pablo corrió a llamar a un policía que patrullaba los alrededores de una industria vecina.
-¡Venga, por favor!  ¡En esa casa hay un hombre que va a cometer un crimen!
-¿Qué dice?
-¡Que va a matar a una mujer!  Lo vi acercarse a ella armado con un puñal !
   El policía llevó la mano a su pistola de servicio y ambos corrieron en dirección a la casa. Golpearon la puerta violentamente.
Momentos después, les abrió el dueño con cara de sorpresa.
-¿Qué pasa? ¿Qué es ese estrépito que están armando?
-Este señor me informa que usted está maltratando a una mujer- le respondió el policía.
-¿Qué....?  ¡Pero si aquí no hay nadie más que yo!  Soy ingeniero electrónico y este es el taller donde desarrollo mis inventos.
-Perdone, pero este señor lo vio acercarse a una mujer con un arma en la mano.
El hombre pareció reflexionar un momento y luego se rió burlón.
-¿Sería ésta el arma, por casualidad?
En su mano sostenía un desatornillador.
-Pasen, por favor-les rogó, distendido- y sin guardarles ningún rencor, agregó sonriendo- Ahora entiendo lo que pasó.
Lo siguieron por la escalera y entraron en una habitación llena de maquinarias y de aparatos electrónicos. El hombre tomó un control remoto de sobre la mesa y lo accionó suavemente.
La hermosa mujer que estaba parada junto a la ventana caminó gracilmente hacia ellos. El suave ronroneo de un motor, casi inaudible, acompañaba su desplazamiento.
-Este es el prototipo HD45-Z, mi última creación. Cuando ustedes golpearon la puerta, estaba a punto de hacerle unos pequeños ajustes. ¿Verdad que parece casi humana?


viernes, 21 de marzo de 2014

TAREAS DE TALLER.

LA FOTOGRAFIA.

Hacía días que algo extraño me estaba pasando.
Personas a quienes recién venía conociendo, me decían:  Estoy seguro de que nos hemos visto en otra parte.
Y lo que era peor, amigos míos me comentaban:
-Qué bien lo pasé contigo el sábado en el café.
O ésto otro :  Ayer me hizo mucho bien tu compañía. Estabas tan alegre y tan risueña que me compusiste el día.
Pero yo no había salido a tomar café el Sábado ni tampoco había estado con esa persona el día anterior.
Llegué a la conclusión que alguien andaba por ahí suplantándome.
Ayer  por fin se resolvió el misterio. Me vi a mí misma cruzando Providencia.
Aunque hacía frío llevaba un vestido veraniego  y alrededor de mi cabeza revoloteaban gaviotas.
Reconocí una fotografía que me tomaron en las últimas vacaciones.
¡Qué cosas pasan en estos tiempos en que la lógica ha sido derrotada por el absurdo!
Me acordé del caso del retrato de Dorian Gray. Pero lo mío es distinto. En la novela, Dorian Gray llevaba una vida perversa, mientras su retrato asumía las culpas.
En cambio yo, permanezco en mi casa, quizás más tranquila de lo que quisiera, mientras mi fotografía disfruta de la vida y me roba el cariño de mis amigos.
Porque es evidente que todos lo pasan mejor con ella que conmigo.
 Y esa impostora lo sabe y le divierte.
 Ayer, cuando traté de alcanzarla, me lanzó una sonrisa burlona por encima del hombro. Luego se escabulló entre la gente y la perdí de vista.    
Me pregunto si debo dejarla que se robe mi vida y ocupar el hueco que ella dejó en el álbum...




EL MISTERIO DE LA GIOCONDA.

En actitud reverente, abrí el libro de la Historia del Renacimiento, y me quedé mirando el retrato de la Gioconda.
Su rostro es como una puerta que parece conducir a un país ignoto.
Pero esa puerta permanece cerrada. ¡Ella nunca nos dejará entrar!
¿Cual es tu secreto, Gioconda?
¿Qué pensabas mientras te pintaba Leonardo?
¿Acaso en un amante que se escondía tras los cortinajes de tu alcoba?
Quizás sencillamente no pensabas en nada y te aburrías, mientras tu mente en blanco dejaba caer las horas, como guijarros, en el charco de la eternidad.
Tus ojos nos miran levemente burlones, como desafiándonos. Y tus labios, que apenas se curvan en una sonrisa escéptica, parecen decirnos:   ¡Nunca lo sabrás!
Es posible que el secreto que guardas vaya más allá de nuestro entendimiento.
 Por algo durante siglos los hombres se han arrodillado ante el altar de tu misterio. ¡Siempre han adorado lo que no pueden comprender!
Creo que cuando estabas ahí, sentada, posando para tu retrato, te fue revelado por medio de algún  sortilegio, el Sin Sentido  de la Vida.
 Y  que un ángel oscuro te habló al oído sobre la trivialidad de la Muerte.
Supiste entonces que los hombres son meros juguetes del Azar. Que Todo es Nada.  Y esa verdad es como un gusano que desde hace siglos te roe el  corazón.

domingo, 16 de marzo de 2014

PERSONAJES DE FICCION.

En mi barrio había un bar que parecía sacado de una película en blanco y negro, de allá por los años cincuenta.  Un tipo tocaba el piano y cantaba unos blues sin edad, que te ponían irremediablemente triste, apenas entrabas.
Me parecía que a ese bar acudían los desengañados y los escépticos, desde varias cuadras a la redonda. Todos aquellos a quienes la Vida había traicionado y que no tenían como sacar fuerzas de flaqueza porque estaban pulverizados hasta los tuétanos.
Ahí fue donde conocí a Arcadio.
Al principio me chocó su nombre. Se me ocurrió que era como sacado de una novela...¡ Y eso que no podía sospechar lo que se me venía encima...!
La primera vez que lo vi, estaba sentado a una mesa, con la cabeza hundida entre los hombros y los ojos clavados en un vaso a medio llenar.
Se notaba tan abatido que temí hallarme en presencia de un suicida potencial. Decidí distraerlo de algún modo y aprovechando que no había otras mesas disponibles, le pregunté si podía sentarme a la suya.
Asintió con un gesto, pero ni me miró.
El mozo me trajo una cerveza y para hacerme el simpático, miré al tipo, choqué su vaso con el mío y le dije:  ¡Salud!
Alzó sus ojos y me los clavó como puñales. Pero no era rabia sino dolor lo que trasmitía su mirada.
-¿Le pasa  algo, amigo?- le pregunté, bien desatinado, porque era obvio que estaba viviendo una tragedia.
-¡No soy nadie!- gimió- ¡Soy tan sólo un  títere, sin ninguna posibilidad de cambiar mi destino!
-¡No lo creo!  ¡Todos podemos enmendarle la plana a la mala suerte!   Es cuestión de encontrar la oportunidad...
-No en el caso mío. Mi vida está decidida de ante mano. Digitada y guardada en un disco duro al cual no tengo acceso...
-No entiendo-le respondí.
-Quiero decir que el único que puede cambiar mi destino es ese cretino que está escribiendo la novela de la cual soy protagonista.
-¡Ja ja!  ¡Qué buena broma!- exclamé vacilante, sin saber si estaba frente a un loco. O si se refería a Dios, en una metáfora irreverente.
-¡No es una broma!- suspiró, y ahí me reveló su estrafalario nombre-  Me llamo Arcadio, pero no soy real como usted, soy un personaje de ficción, al que le ha tocado protagonizar un argumento idiota...
-En el segundo capítulo de la novela- continuó desesperado- me fue dado conocer a la mujer más divina que pudiera imaginar...¡ Ursula!  El autor había decidido que debíamos enamorarnos  y  lo hicimos con locura. Creí que podríamos ser felices, pero él no lo va a permitir...
-¿Por qué?
-No sé, supongo que alguien le dijo al muy .....mercenario, que el romance está pasado de moda. Que lo que vende es la tragedia y la sangre. Así es que en el siguiente capítulo tendremos un accidente trágico y ella morirá. ¡No puede ser!  ¡La amo tanto!
Fingía tomarlo en serio, pero no podía creer lo que me decía.  ¿Habrían podido ustedes?
¡Un personaje de novela suelto por la ciudad!  Seguro que les habría parecido tan descabellado como a mí.
Terminé mi cerveza y me despedí con una palmadita en su hombro. Ni siquiera notó que me iba.
Unas noches después, entré al bar y ahí estaba, de nuevo.  Casi no lo reconocí. Llevaba una venda en la frente y un brazo en cabestrillo.
-Pero, hombre...¿Que le pasó?
-¡El accidente!- me contestó, con rabia- ¿O es que ya no se acuerda de lo que le conté?
-¿Y Ursula?- le pregunté en seguida.
-Murió, tal como él lo tenía decidido.  Y con eso, mi vida se acabó también. ¿Para qué seguir?  Y sin embargo, me veo obligado a continuar viviendo. Quedan varios capítulos y no sé cuantos dolores me esperan todavía...
-¿Y por qué no se escapa?
-¡No puedo!  ¿No ve que soy su creación?  A donde fuera, me encontraría...Cuando se duerme, aprovecho de venir aquí, pero no dura mucho mi libertad...Soy un prisionero suyo, un esclavo... ¡Creo que la única solución sería matarlo!
-¿Y no moriría usted también?
-¡Claro que sí! Y eso es lo que quiero. ¡Sin Ursula la vida me parece insoportable!
Pagó su trago y se alejó cabizbajo. Quise seguirlo, saber a donde iba, pero se me perdió entre las sombras.
Algo me decía que no volvería a verlo.
 Dos días después, al abrir el diario, me llamó la atención una noticia:
"Extraña muerte de un conocido escritor best seller.  La policía no encontró huellas de la participación de terceros, aunque tampoco parece haberse suicidado. Sin embargo, había sido borrado todo el contenido de su computador. ¿ Lo hizo él... o su asesino? Los editores están desconsolados, pues en estos días el novelista se aprestaba a entregarles el original de una nueva obra, que, como todas las suyas, prometía ser un éxito."
Me sentí muy contento al comprender que Arcadio había logrado liberarse.
En cuanto a los editores perjudicados por la muerte del escritor, bien podían volver a publicar sus primeras novelas.  Y luego sus cartas, sus diarios,sus composiciones escolares, la lista del supermercado y todo lo que los herederos pudieran suministrarles....¿No es esa la costumbre, cuando muere un escritor?