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domingo, 28 de octubre de 2018

EL JUEGO DE LOTERÍA.

Julio yacía conectado a varias máquinas que lo mantenían con vida. Los doctores guardaban silencio. " Estable dentro de su gravedad"  era el ambiguo diagnóstico.
Rosa, su mujer, se desesperaba. Sentía que lo estaba perdiendo, pero a toda costa mantenía la esperanza.
Para darse ánimo, le compró una camisa rosada, a tono con la primavera que se anunciaba tras los vidrios de la Clínica. ¡ Se la pondrá cuando salga!-  suspiró ilusionada.
Se la imaginaba sentado en la cama, ya libre de la maraña de tubos, abriendo el paquete de la camisa y mirándola a ella con amor.
Pero, la mayoría del tiempo la dominaba el pesimismo. Notaba que la vida era solo un débil hálito que se iba escapando de su cuerpo maltrecho.
¿ Qué sería de ella si Julio moría? 
Se le ocurrió poner un letrero en la puerta de la pieza:  " Se prohíbe la entrada a la Muerte"
Los médicos se miraron entre ellos y sonrieron con lástima.
Una tarde, llegó la Muerte a cumplir con su trabajo y al ver el letrero, se detuvo sorprendida.
Se asomó por una rendija de la puerta y vio adentro a Rosa, montando guardia junto a la cama de Julio.
Su boca apretada en un gesto decidido le advirtió que por ningún motivo la dejaría acercarse.
-¡ Ya veremos!- dijo la Muerte.
Entró en el vestidor de las enfermeras y sacó un uniforme del armario.
Luego fue a golpear la puerta de la pieza de Julio.
-¡ Vengo a tomar la presión al enfermo!- dijo, con tono autoritario.
-Pero ¡ si acaba de venir otra enfermera!- exclamó Rosa y reconociendo a su enemiga, le gritó:
-¡ Salga de aquí, maldita !
La Muerte retrocedió y se alejó por el pasillo.
Fue al cuarto de aseo y sacó un guardapolvo y una gorra que le cubría hasta los ojos.
Vestida así estaba segura de que nadie la reconocería.
Avanzó por el pasillo empujando un carro con trapos y escobillones y golpeó en la puerta de la habitación.
Cuando Rosa abrió, la Muerte se inclinó ante ella con humildad.
-¡ Por favor, señora!  Tengo que entrar a limpiar, si no, perderé mi empleo...
Pero Rosa divisó entre las escobas el brillo siniestro de una guadaña.
-¡ Váyase, bruja despiadada!  ¿ Qué viene a buscar aquí ?
La Muerte se alejó otra vez, fastidiada. ¡ Ya está bueno de bromas!- pensó. Estaba empezando a perder la paciencia.
Fue a una tienda cercana y compró un traje formal y un maletín de vendedora.
Golpeó suavemente  en la puerta del enfermo.
-¿ Quién es, ahora?- preguntó Rosa con desconfianza y se asomó por un resquicio.
-Señora, vengo de la Agencia de Lotería. ¡ Le quiero ofrecer un número para el próximo sorteo!  Se ha acumulado un pozo millonario...
A Rosa le brillaron los ojos. Era fanática de los juegos de azar y vio la ocasión de saldar la tremenda deuda que venía acumulándose en la Clínica.
Al notar el resplandor de codicia que iluminaba su cara, la Muerte supo que esta vez había acertado.
-Tengo que entrar, para mostrarle los números- dijo con astucia- Usted sabe que aquí están prohibidos los vendedores...
Ya dentro de la pieza, extendió ante Rosa los pliegos de números. 
-¡ Seguro que saca el ganador!- le susurró al oído con tono insinuante y mientras ella los miraba uno por uno, sin saber cual elegir, la Muerte sacó una tijera de su maletín.
Pareció que iba a cortar el número elegido, pero en lugar de eso, como un rayo se precipitó hacia la cama de Julio y de un solo chasquido, cortó los tubos que lo mantenían con vida.
Luego soltó una carcajada triunfal y se desvaneció en el aire, como si fuera humo.


domingo, 21 de octubre de 2018

SUEÑOS Y AÑORANZAS.

A Felipe le parecía que vivir era como ir manejando un automóvil por una carretera árida. Y que el Futuro era un destino incierto al que temía llegar.
Solo el Pasado lo matenía a salvo de la incertidumbre y sus recuerdos lo llenaban de añoranza, quitándole fuerzas para enfrentar el porvenir.
Tal vez esa actitud pusilánime ante la Vida, lo llevó a tener un extraño sueño.
Una noche se vio conduciendo un auto por un camino solitario. A lo lejos vio una ancha reja de hierro que le cerraba el paso.  Distinguió en ella una puerta en cuyo dintel se leían la palabra  "Pasado".
Al llegar a ella, la puerta se abrió sin un rumor.
Felipe sintió una gran alegría. ¡ Volver atrás!  ¡ Revivir su infancia!  Todo lo bueno que la vida  le había arrebatado, arrójandolo a la tierra árida de la adultez...
Le imprimió velocidad a su automóvil y atravesó la puerta.  Pero, tras ella encontró una ciudad en ruinas.   Cuadrillas de obreros la estaban demoliendo, entre nubes de polvo. Solo unas pocas murallas quedaban en pie.
-¿ Qué hacen?- les gritó Felipe, angustiado- ¿ Por qué demuelen el Pasado que tanto añoro?
-Porque no puedes seguir viviendo en él -le contestó el capataz- ¡ Hay que hacer polvo estas ruinas y sobre ellas construir el Porvenir!
-¡No! ¡ No quiero!- gritó Felipe en su sueño, y subiendo a su auto dio marcha atrás y deshizo el camino.
Al borde de la carretera vio una niñita con uniforme escolar, que le hacía señas para que la llevara.
- ¿ A donde vas?- le preguntó Felipe.
-¡ Al Futuro! -dijo ella con energía- ¡ Quiero ir al Futuro cuanto antes y ser grande de una vez!
- ¡No sabes lo que dices!-  lamentó él -La vida es muy dura, ya lo verás...
Siguió manejando sin mirarla, pero al cabo de un rato la oyó suspirar y comprobó que estaba dormida.
Sus trenzas se habían deshecho y le pareció que se veía mayor.
Lo cierto era que a medida que se alejaban del Pasado, la niña había ido creciendo.
  Pocos kilómetros más allá, ya representaba dieciocho años y Felipe la miraba entusiasmado.
-¿ Falta mucho para que lleguemos?- preguntó ella, despertando.
En la caseta del peaje, en lugar de un recibo de dieron una rosa roja y se volvió hacia la muchacha para ofrecérsela.
Unos estridentes bocinazos lo sobresaltaron...Pero no era una bocina, era la campanilla de su despertador.
Se encontró en su cama, aturdido y al principio, le costó entender que había estado soñando.
Pero la hora corría y se metió a la ducha rápidamente, confiando en que el agua fría terminaría de despertarlo.
Al entrar a su sección en el Banco, notó un movimiento inusitado. Varios de sus compañeros se levantaron de su escritorio para darle la bienvenida a una nueva funcionaria.
Alguien llamó a Felipe para presentársela.
Comprobó, estupefacto, que era la jovencita de su sueño. Ella lo miró sonriendo y le hizo un guiño, como si  se conocieran de antes...
En ese momento, el presente ya  no le pareció árido y el Futuro se le presentó lleno de expectativas.

En cuanto al Pasado, dicen que lo enterró definitivamente y sobre su tumba puso una rosa roja.   


domingo, 14 de octubre de 2018

DON JUAN ENAMORADO.

En la Empresa, Mauricio tenía fama de galán.
No solo era simpático y buenmozo, sino que un conquistador innato. Siempre se lo veía acompañado de las mujeres más estupendas  y eso lo hacía ser respetado y envidiado por el resto de sus compañeros.
El no presumía de sus conquistas. Se mostraba más bien modesto al respecto, pero le gustaba imponer su criterio frente a la belleza femenina. Le halagaba la atención que los más jóvenes que él,  prestaban a sus opiniones. Y le encantaba modificar a su antojo el criterio de los demás. Era un juego que ensayaba a menudo, burlándose en secreto de la ingenuidad de sus seguidores.
A la Empresa llegó una pelirroja sin duda atractiva, pero, después de mirarla un rato,  Mauricio dijo con tono de conocedor:
-Dicen que las pelirrojas son de temperamento ardiente, pero eso no es más que un mito. Y a esta chica, basta darle una segunda mirada para notar que tiene angostas las caderas y carece de chispa al conversar. En realidad, lo único llamativo que tiene es el pelo.
Sus palabras tuvieron efecto inmediato y  la pelirroja dejó de ser considerada una belleza irresistible. Con eso quedó demostrado que le creían más a los ojos de Mauricio que a los suyos propios.
Por otra parte, había en la Empresa una chica llamada Tamara que no llamaba la atención de nadie. Era pálida hasta ser descolorida y esbelta hasta ser flaca.  Las miradas resbalaban sobre ella o la atravesaban como si fuera de vidrio.
Hasta que un día Mauricio se quedó mirándola y comentó:    
-Hay mujeres que resultan atractivas a primera vista, pero otras tiene una belleza oculta que solo un conocedor es capaz de notar. Por ejemplo, Tamara ¿ han visto qué piernas tan largas tiene? ¿ Y ese cuello tan fino que parece el de un cisne?  Su palidez resulta muy seductora...Me recuerda a las magnolias...¡ Y qué afortunado el que la haga sonrojar!
Varios pares de ojos se volvieron hacia Tamara con un nuevo interés y esa tarde, muy sorprendida, recibió dos invitaciones para salir.
Pero, mientras Mauricio había caído en su propia trampa de Don Juan.
Conoció a una joven  a quien encontraba todos los días en el Estación del Metro y que lo tenía enamorado. Y él, tan atrevido y conquistador, no se atrevía a hablarle.
Era menudita, graciosa, pero muy seria y parecía dispuesta a mantener a raya a cualquiera que se atreviera a acercarse con alguna intención.
Una tarde, Antonio, uno de sus compañeros más jóvenes y que seguía sus opiniones como si fueran La Biblia, se acercó a Mauricio, a la hora del café:
-Amigo, me gustaría que esta tarde te dieras una vuelta por el bar de la esquina. ¡ Te invito a un trago!  Voy a estar ahí a las siete y quiero presentarte a mi novia.
Mauricio adivinó de inmediato que quería pedirle su parecer sobre la niña en cuestión y aceptó halagado. También se rió por lo bajo al sospechar la inseguridad de Antonio sobre su propio criterio.
Esa tarde, al entrar al local, se quedó mudo al comprobar que la novia de Antonio era la chica de la Estación del Metro. ¡ Y estaba ahí con ese tonto  que, según parecía, no era capaz de apreciarla !
 Tragándose su frustración, avanzó hacia ellos con su paso atlético y su sonrisa irresistible.
A otro día, en la oficina, Antonio lo encaró:
-Bueno y dime ¿ qué te pareció?
Mauricio pareció dudar.
-Sí, ya sé que no es linda- reconoció Antonio, inseguro.
Mauricio guardaba silencio.
-Y tal vez las pecas le afean el cutis- agregó el otro, ya por completo mortificado.
-Bueno, linda, linda no es - habló Mauricio, por fin -Pero es cuestión de gustos, no tienes para qué guiarte por mi opinión.
Semanas después, cuando estuvo seguro que sus palabras habían surtido efecto, se acercó a la joven en la estación del Metro.
-¡ Hola!  ¿ Te acuerdas de mí ?
Ella lo miró dudosa.
- Nos presentó Antonio en el bar, hace unos días...
-¡Ah! Antonio- dijo ella y un velo de reserva cubrió sus rasgos- Hace tiempo que no lo veo.
Mauricio contempló sus adorables pecas y emocionado, renunciando a la arrogancia de otros tiempos, le pidió humildemente:

-Ahora que ya no estás saliendo con Antonio ¿ irías a tomar conmigo una taza de café?


domingo, 7 de octubre de 2018

BETTY HACE DEPORTES.

No será mi belleza precisamente la que me pondrá en apuros en este mundo...
Ese fue el pensamiento nada de alentador que tuvo Betty al mirarse en el espejo esa mañana.
Nunca había sido muy linda, pero ahora, un nuevo enemigo la atacaba a traición.  Era el sobrepeso que había permanecido oculto bajo los sweters gruesos que había usado durante el invierno.
-¡Estoy gorda!- gimió, tironeando su blusa hacia abajo, sin compasión. Pero, no había forma de disimular los almohadones que se le habían formado en las caderas...
Tanto chocolate saboreado impunemente, mirando películas románticas o llorando desengaños de amor. La ropa gruesa es una buena aliada de la gula... Como una amiga traicionera que te conforta, pero en secreto te desea lo peor.
Nora la encontró haciendo ascos a una taza de café con sacarina.
-¡ No te amargues, Betty!  Ya no se usan las anoréxicas. Ahora las prendas de talla mediana son las primeras en agotarse en las liquidaciones.  Las mujeres como nosotras no tenemos nada que envidiarle a " Las tres Gracias" de Rubens.
-¡ A las tres grasas, querrás decir!- exclamó Betty, malhumorada- Rubens era un viejujo caduco al que le gustaban las gordas. Modigianni en cambio pintaba puras mujeres flacas, y él era mucho más moderno, si me permites hacértelo notar..
-Bueno, no te enojes. Creo que lo mejor es que vayamos a trotar al San Cristóbal. Mucha gente linda se junta a transpirar ahí las mañanas de Sábado...Y en una de esas, conocemos a un par de gorditos sexis...
-¡ Claro!  Tal como estamos, solo podemos aspirar a un par de gordos adiposos.
-¡ Pero, Betty!  ¡Con el trote van a bajar de peso y  quedarán esbeltos y regios!
-Y entonces nos dejarán por dos flacas.
-Betty, estás intratable- suspiró Nora. Pero no cejó hasta arrancarle la promesa de que irían a trotar el Sábado.
Se levantaron muy temprano y partieron al cerro. Había mucha gente luciendo atuendos glamorosos, pero Nora se desanimó al notar que en su mayoría eran parejas.  Aunque había uno que otro tipo solitario sudando bajo el sol primaveral.
Al Sábado siguiente conocieron a Raúl y Carlos.
Nunca las había visto, comentó Raúl. ¡ Me acordaría! aseguró Carlos, mirando a Betty con ojos apreciativos.
Pero, dos semanas después, Carlos apareció acompañado de una rubia tonificada.
-¡ Hola, gorditas!- las saludó la pérfida, mirándolas en forma despectiva- ¡ No pierdan la esperanza!
Nora renunció humillada y dando por perdido a  Carlos,  al Sábado siguiente, no quiso ir a trotar.
-Total, ya logré perder un kilo y era el único que me sobraba- comentó con total desparpajo.
Betty se guardó el comentario sarcástico y reconoció que también había perdido la ilusión.  Llevaba meses almorzando una hoja de lechuga y no notaba ningún cambio.  Lo único nuevo eran los calambres en las pantorrillas, que no la dejaban dormir.
Total, decidieron quedarse en cama hasta tarde y no sacrificarse más.
Dos semanas después,  al anochecer, sonó el timbre del departamento de Betty.
Pensando que era Nora, salió a abrir en pantuflas y con el pelo erizado.
En el umbral estaba Carlos. Casi no lo reconoció. Llevaba un pantalón pitillo y una camisa abierta que le sentaba muy bien. Betty lo notó más delgado.
-Como no has ido a trotar,  vine a ver si estabas enferma...
-¡ Estoy muy bien!- mintió Betty- He cambiado el trote por la natación.
Fue al refrigerador a buscar un pote de helado de chocolate y se sentaron en el balcón, a saborearlo sin remordimientos.
-¡ Qué linda noche!- suspiró Betty.
-¡Preciosa!- respondió él, pero no miraba el paisaje sino a Betty, demostrando que le gustaba de veras, aún con su pelo erizado y sus kilos de más.

¡No hay como ser una misma !- pensó Betty relajada- Es lo más cercano a la belleza que se puede lograr...