Bienvenidos a Mi Blog

Les doy la bienvenida a mi blog y les solicito encarecidamente que me dejen sus comentarios a mis entradas, pues su opinión es de gran valor para mí.



lunes, 28 de octubre de 2013

APUESTA DE HALLOWEEN.

Rubén se arrepentía amargamente de haber aceptado la apuesta.
¡Idea de Néstor tenía que ser!
¡Siempre dándoselas de ocurrente y siempre arreglándoselas para quedar al margen y que el perjudicado fuera otro!
Los cinco amigos no tenían ningún proyecto para la noche de Halloween.
Estaban aburridos ya de disfrazarse de zombies y de ir a bailar a la discoteca.
¡Había que probar algo nuevo!
Entonces a Néstor se le ocurrió hacer un sorteo. ¡El perdedor tendría que pasar la noche en el cementerio!
Y Rubén sacó la pajita más corta...
-¡Apuesto que no te atreves!- exclamó Néstor, desafiante.
Lo fueron a dejar a la misma puerta, para que no hiciera trampas.
A esa hora de la noche ya estaba cerrado, pero había un lugar en el que la reja estaba corroída por el óxido y faltaban un par de barrotes.
Lo hicieron pasar por el agujero, empujándolo hacia adentro con entusiasmo.
-¡Ya , Rubén!  ¡Aquí te vamos a esperar! ¡No creas que vas a poder hacernos tontos!
Y así fue como se vio caminando entre las tumbas, bajo la luz de la luna, que se veía pálida como la cara de un muerto.
Al principio, no tenía miedo. Pero, a medida que pasaban los minutos, una angustia sorda y un escalofrío persistente hacían presa de él.
Las hileras de lápidas se recortaban blancas a los dos lados del sendero. Eran las sábanas que arropaban a los durmientes...Un viento frío hacía crujir las ramas de los cipreses y de vez en cuando, el grito de un pájaro nocturno cortaba en dos la noche.
-¡No tengo miedo!- aseguró Rubén en voz alta- ¡Los fantasmas no existen!  Además, si me cruzara con un muerto, no me haría nada. Son los vivos los peligrosos. Si me encontrara con uno, hasta podría matarme para quitarme el celular.
  Siguió caminando con paso firme. De pronto vio a una figura sentada en una tumba.
Al principio pensó que era uno de esos ángeles de yeso que ponen como custodios del sueño del difunto. Pero, al acercarse más, vio que era un joven.
Estaba encogido, con la cabeza baja.
-¿Qué te pasó, amigo?  ¿Tú también hiciste una apuesta?
-Sí-respondió el muchacho, con un murmullo.
Cuando levantó la cara, Rubén vio que estaba pálido como un cadáver.
Para darle ánimo, se sentó a su lado, al borde de la lápida. Lo sobresaltó el olor turbio que despedía, como a tierra húmeda.
¡Este pobre debe llevar horas aquí!- pensó Rubén, compadecido.
 -¡Te pillaron volando bajo, amigo, igual que a mí!  Pero, no te aflijas. Conversando, se nos pasará el tiempo rápido...Yo, apenas aclare un poco, me voy a ir. ¿Y tú?
-Yo no-dijo el joven. Me tengo que quedar aquí...
-Pero ¿acaso no apostaste pasar la noche en el cementerio?
-No. Yo aposté a la ruleta rusa y me tocó la bala. ¿Ves?
Y apartando un mechón de pelo pegajoso que le cubría la sien, le mostró un agujero redondo, ennegrecido por la pólvora.
Rubén no paró de correr hasta llegar a la reja...
Se deslizó por entre los barrotes y salió a la calle.
No había nadie esperándolo.
-¡Traidores!- exclamó rabioso- ¡Se fueron a bailar a la discoteca!  


NOCHE DE HALLOWEEN.

Jorge estaba sentado en un sillón, esperando que Pablo llegara a buscarlo. Asistirían a una fiesta de Halloween y se habían puesto de acuerdo para ir de zombies. Era el disfraz más fácil y el más barato, para salir del apuro.
Ya eran más de las doce y  miró su reloj con impaciencia.
En ese momento, sonó el timbre y se paró a abrir, preparándose a recriminarlo por el atraso.
Pero, en la puerta había una muchacha vestida de blanco. Estaba muy pálida y grandes ojeras azules le sombreaban los pómulos. Una mancha roja, muy convincente, parecía ir creciendo en la mitad de su pecho.
-¿No estarás muy grande para andar pidiendo dulces?- le preguntó, burlón.
-¡No quiero dulces!- gritó ella- ¡quiero un teléfono! ¡Me acaban de apuñalar y necesito llamar a una ambulancia!
Sin esperar respuesta, lo apartó de un empujón y se precipitó dentro.
-¿Donde está el teléfono?
Jorge, aterrado, le señaló la pieza contigua. Su garganta, agarrotada, no lograba emitir  sonidos.
Ella pasó por su lado y cuando la vio de espaldas, notó que el mango de un cuchillo le sobresalía entre los omóplatos. Comprendió que la había atravesado.
Antes de llegar a la puerta, súbitamente desapareció.
Se desvaneció sencillamente y Jorge se encontró solo en el departamento.
Se le doblaron las piernas y se dejó caer en el sillón.
-¡No puede ser!  ¡No puede ser!- repetía- Me quedé dormido y lo soñé. ¿O me estaré volviendo loco?
Se demoró un rato en recuperar el ritmo normal de su corazón. Cuando ya se sentía más calmado, volvió a sonar el timbre.
-¿Y si es ella, de nuevo?-se preguntó, espantado y se aferró a los brazos del sillón, sin valor para levantarse a abrir.
El timbre sonó varias veces y luego, alguien empezó a golpear la puerta con violencia.
-¡Jorge! ¡abre!- gritaba Pablo- ¿Qué te pasa? ¿Te quedaste dormido?
Tambaleándose, se acercó a la puerta.
-¡Qué bien te quedó el disfraz!- se rió su amigo- Estás blanco como un cadáver. ¿Te pusiste los polvos de tu mamá?
Jorge dudó si contarle lo que acababa de vivir y al final decidió no hacerlo. Lo tomaría por loco. Y a fin de cuentas, ni siquiera él estaba seguro de no haber tenido una pesadilla.
-¿Tienes una cerveza?-preguntó Pablo, dirigiéndose a la cocina.
Entonces sonó el timbre.
-¡No vayas!  ¡No vayas, por favor! Es ella, de nuevo...
-¿Quién?  Pero ¿qué dices?  Seguro son niños pidiendo dulces. Recién escuché a un grupo, que subía la escala.
Jorge vio a Pablo dirigirse a la puerta y en ese instante, se desmayó.
Cuando recuperó la conciencia, estaba tendido en el sofá y Pablo le echaba aire en la cara con una revista.
-¿Qué te pasó, hombre, por favor?
-El timbre...-logró articular Jorge- El timbre... ¿Quién era?
- ¡Nadie! O unos niños que arrancaron. No sé...
Jorge abrió los ojos, aliviado.
Y entonces la vio.
Estaba sentada en el sillón, frente a él. Lo miraba fijamente, mientras la macha de sangre seguía creciendo, sobre la pechera del vestido blanco.
     -¿Nos vamos ya a la fiesta?- preguntó Pablo- Si seguimos demorándonos, se va a acabar antes de que lleguemos.


lunes, 21 de octubre de 2013

EDUCACION SENTIMENTAL.

No puedo mentir diciendo que mi vida era buena antes de conocerlo. En realidad, siempre había sido mala. Pero cuando lo conocí, se volvió peor.
Como reza el antiguo refrán: Fui por lana y salí trasquilada. Mejor dicho, fui por amor y salí traicionada.
Pero, es mejor que les cuente las cosas desde el principio.
Juan y yo coincidimos, un primero de Marzo, en una repartición de la Contraloría. Llegamos a hacer un reemplazo de un mes. La idea era que al terminarlo, nos contrataran definitivamente. Pero, cumplido el plazo, nos dijeron: " ¡Chao!  Mucho gusto de haberlos conocido."  Y ni siquiera nos pagaron.
Hubo una súbita restricción de fondos y fuimos nosotros los que contribuimos a disminuir el déficit, renunciando a nuestras humildes remuneraciones.
Lo peor fue que, habiendo llegado separados, nos fuimos juntos. "En las buenas y en las malas", "Contigo pan y cebolla"....  Porque de ahí salimos dispuestos a casarnos y a formular frente al altar la promesa de hacernos mutuamente desgraciados.
Pero, de nuevo me estoy adelantando a los acontecimientos.
Como les contaba, el primer día del reemplazo vi a Juan y me interesó de inmediato.
No porque fuera buenmozo, sino porque era feo.
Había tenido por padre a un Tenorio y estaba harta de tanto cinismo encantador y tanta infidelidad disfrazada. No quería que se repitiera en mí la misma historia.
Mi interés se intensificó cuando escuché la conversación de dos compañeras:
-¿Te has fijado en Juan?- decía una.
-¡Sí!  ¡Qué pena!  ¡Podría haber sido buenmozo si no fuera tan feo...!
-¿ Qué quieres decir?
-Que yo creo que nació bien aspectado y a mitad de camino se le descarriló el tren...
-¡Yo voy a tratar de enganchar a Diego!  Su sonrisa me tiene loca. ¡Dientes de arroz con leche tiene el muy canalla!
-A mí me gusta Fernando. Supe que está de novio, pero ese es un inconveniente menor, fácilmente subsanable.
Al oírlas, comprendí que tenía el camino libre hacia el corazón de Juan. ¡No había nadie interesada en disputármelo!
Lo que yo ignoraba era que él, precisamente por saberse poco atractivo, se había hecho a sí mismo la promesa de no desperdiciar ninguna ocasión de torcer los designios de su destino.
Cualquier mujer que lo mirara dos veces, aunque fuera por equivocación, se convertía en objeto de un asedio sistemático, que al final derribaba sus murallas.
O sea, que él también era un Tenorio.
Y aunque tenía que esforzarse un poco más, el mismo tesón y la insistencia  arrolladora que desplegaba en el esfuerzo, hacía sus conquistas más valiosas y definitivas.
Un día, lo vi casualmente caminando en la acera opuesta a la mía. Me puse a observarlo sin que se diera cuenta. Nunca se volvió a mirar a las mujeres que pasaban.
Yo pensé: ¡Qué serio es!  ¡Qué fiel a  mi cariño!
¡Ja!  Seguramente ya había elegido a su nueva conquista y no quería que nada lo distrajera de sus propósitos.
Al cabo de un tiempo, le devolví el anillo y me concentré en remediar el estropicio de mi corazón desengañado.
Aprendí que, buenmozos o feos, todos los hombres son infieles.
Como el escorpión, no pueden contrariar su naturaleza.

EL SIGNO ESCORPION.

(Dedicada a todos los que nacieron entre el 23 de Octubre y el 21 de Noviembre)

¿Quieren saber cómo es alguien
que lleva el signo Escorpión?
Tiene por cerebro un iceberg
y un volcán por corazón.
El fuego que hay en su pecho
solo lo puede apagar
la nieve que hay en su mente
y que lo hace razonar.
Es ardiente, emocional,
y aunque piense fríamente,
el Amor lo hará cruzar
a través de un continente.
En la amistad sabe ser
amable, tierno y constante.
Al amigo, le da todo
y no lo encuentra bastante.
La ira lo empuja a excesos
lingüísticos viperinos.
Si se siente traicionado
tiene instintos asesinos.
Empeñoso y persistente,
su empuje lo puede enviar
donde ni un ángel ni un tonto
se atrevería a llegar.
Es tan agudo en la crítica
como dulce en el halago.
Si de enemigo lo quieres,
ya sabes cuál es el pago.
De este signo es muy famosa
la abundante producción
de genios, locos, neuróticos,
poetas por afición,
colocadores de bombas
anarquistas sin razón.
Y enamorados fanáticos,
crédulos del corazón.
Los de Escorpión son temidos,
más de alguien les tiene inquina.
Pero son un fruto dulce
que por fuera tiene espinas.
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lunes, 14 de octubre de 2013

LA PUERTA.

Fabián tenía un sueño recurrente.
Siempre el mismo. Siempre idéntico.
Sólo eran distintas las emociones que lo embargaban y las preguntas que se hacía al despertar.
En el sueño, se encontraba parado frente a una puerta cerrada.
Al principio golpeaba suavemente, con una mezcla de incertidumbre y temor. Luego, con impaciencia. Después, más fuerte. Y al final terminaba gritando: ¿No hay nadie ahí? ¡Ábranme, por favor!, mientras sus puños chocaban inútilmente contra la madera.
Pero, nadie acudía a sus llamados y la puerta permanecía hermética.
¿Por qué siempre soñaba lo mismo?  ¿Y qué habría al otro lado de la puerta?
A veces, en el sueño, tenía miedo. Se quedaba inmóvil, vacilando en llamar. Presentía que al otro lado estaba oculto el porvenir, misterioso y amenazante. Que la puerta era la única barrera que lo separaba de un destino lleno de sufrimiento, que debería enfrentar tarde o temprano. ¡Y no quería saber en qué consistía!
Pero, no siempre el sueño le producía angustia.
Otras veces, el misterio de la puerta cerrada lo seducía y lo embargaba de una emoción placentera.
Imaginaba que ahí detrás se encontraba el pasado. Que un día la puerta se abriría y él volvería a correr por los prados de su infancia.
Al final de un camino lleno de sol, vería a sus padres venir a su encuentro, tendiéndole  los brazos. Todo el amor y la felicidad que le había arrebatado la vida estaban ocultos, seguramente, tras la puerta cerrada.
 O quizás, un día, se abriría sin ruido y en el umbral la vería a ella. La única mujer que había amado y que lo había abandonado hacía años, sin ninguna explicación.
Ella alzaría sus manos en un gesto de súplica y le diría:
-¡Perdóname! ¡Me equivoqué! ¡Eras tú mi amor verdadero y no supe comprenderlo!
Y él la recibiría en sus brazos, sin un rencor, transido de dicha. Sintiendo que su vida volvía a tener una razón, después de todo ese tiempo de soledad y de amargura.
Ya sí siguió soñando y preguntándose si algún día aquella puerta cerrada le revelaría su misterio.
Hasta que una noche, el sueño fue distinto.
La puerta estaba abierta y a través de ella le llegaba un pálido resplandor, como el de una llama que se extingue.
Traspuso el umbral sin vacilación y  vio a una hermosa mujer, vestida con una túnica color jacinto.
Estaba sentada frente a un telar, tejiendo. Y el hilo que empleaba era gris y sedoso como la materia de que están hechos los sueños.
-¿Qué tejes?- le preguntó.
-Es tu mortaja.
-¿Entonces, tú eres La Muerte?
-Sí. ¿Por qué nunca adivinaste que era yo la que te esperaba al otro lado de la puerta?
Fabián no sintió miedo. ¿Por qué había de sentirlo?
Toda la desazón y la ansiedad desaparecieron de su espíritu y se entregó a una dulce paz que nunca antes había conocido.
Aquella mañana, su reloj despertador tocó en vano.  Más tarde, el teléfono campanilleó imperioso e interrogante.
Pero allí no había nadie que pudiera responder a su llamado.

LA HORA DOBLE.

Laura se había enamorado de Diego apenas lo conoció.
Trató de disimular sus sentimientos, porque no quería que en él brotara un amor que fuera un mero reflejo del suyo.
Habían salido juntos un par de veces. Una tarde, a tomar café y, en otra ocasión, a una fiesta en casa de unos amigos.
Laura sentía que Diego se interesaba en ella.
Sus ojos la miraban con una mezcla de sorpresa y encantamiento, como si no pudiera convencerse de que ella existiera en realidad. Eso la halagaba y la llenaba de ilusión. ¡Estaba segura de que terminaría por amarla en la misma medida que ella lo amaba a él!
Una noche de Viernes salieron a caminar por las calles iluminadas.
Diego le dijo que a la mañana siguiente tenía que levantarse muy temprano, pues subiría a esquiar a la montaña, con unos amigos.
- ¡Debe ser tarde!- dijo con pesar.
Al consultar su reloj, exclamó, sonriendo:
-¡Mira!  ¡Una hora doble!
-¿Qué quieres decir?
-¡Que son exactamente las veintitrés, con veintitrés minutos!  ¡Una hora doble! Se supone que debemos pedir un deseo...
-¿Y crees que se cumpla?
-¡Eso no podría asegurártelo!- le respondió, riendo.
Laura pensó: Aunque no sea cierto, Igual voy a pedir un deseo. "Que estés siempre a mi lado. Que ni siquiera la Muerte, te separe de mí"
Pero no dijo nada y se rió también, como quitándole importancia.
Al despedirse, Diego la besó suavemente en los labios y Laura se quedó temblando, mientras él se alejaba apurado, sin volverse a mirarla.
El Domingo en la noche, le avisaron que había muerto.
Lo había sepultado un alud de nieve, cuando se fue a esquiar a un lugar no habilitado.
Laura se acostó llorando, sin poder imaginar cómo sería la vida sin Diego. ¡No verlo nunca más! Seguir existiendo en un mundo vacío de su presencia...
¡No puede ser!  ¡No puede ser!- repetía sollozando.
Se durmió agotada y la despertó el timbre del teléfono.
Lo buscó a tientas, sobre el velador.
-¡Laura!  ¡Soy Diego! Estoy frente a tu edificio. ¡Por favor, ábreme la puerta!
Pensó que se trataba de una broma macabra.
Abrió la ventana y miró hacia abajo. Lo vio parado en la vereda. Llevaba su ropa de esquiar, que se veía sucia y empapada.
Al escuchar el ruido de la ventana, levantó la cabeza y Laura pudo ver su rostro amoratado y sus ojos sin vida.
Lanzó un grito de espanto y retrocedió hacia la oscuridad de su cuarto.
Sin saber por qué, miró el reloj. Eran exactamente las veintitrés veintitrés...
-¡Quiero que me dejes!  ¡Quiero que te vayas!- rogó, aterrorizada.
Al cabo de un rato,  se atrevió a asomarse de nuevo a la ventana.
La calle estaba vacía. Frente al edificio no había nadie.

lunes, 7 de octubre de 2013

EL HOMBRE QUE SE BURLO DE LA MUERTE.

Hacía tiempo que Joaquín no lograba escribir nada nuevo.
Su primera novela había alcanzado cierto éxito de crítica. "Es un escritor que promete", dijeron. "Si ha empezado con tanta fuerza, pronto nos entregará algo aún mejor".
Pero, nada de eso había ocurrido.
Pronto cayó en ese vacío improductivo que llaman, vulgarmente, "sequía literaria".  Decidió regarla con alcohol, pero no logró que brotara de ella ni una sola idea. Sólo delirios de una borrachera triste, que terminaba llorando sobre una página en blanco.
Una noche en que, como siempre, estaba sentado frente a su escritorio, esperando un chispazo de inspiración, vio a su lado a una mujer que lo miraba fijamente.
Tenía un rostro frío, como esculpido en hielo, pero sobre sus labios flotaba una sonrisa imperceptible.
 -¿Por dónde entraste?- le preguntó Joaquín, sorprendido.
-Por ahí- respondió ella, señalando vagamente hacia el muro.
-¡Pero ahí no hay ninguna puerta!
-Será que yo no necesito puertas para poder entrar- respondió ella, con un dejo de ironía.
Joaquín tuvo miedo y la incertidumbre dio paso en su corazón a una revelación que lo llenó de angustia.
-Eres la Muerte ¿verdad?
Ella no respondió, pero se envolvió en su manto, como dispuesta a partir y le hizo una seña para que la acompañara.
-¡No!  ¡Por favor, no! ¡Ten piedad!- exclamó Joaquín- ¡Dame tiempo para terminar mi novela! Si no logro hacerlo, será como si no hubiera existido nunca. Nadie volverá a pronunciar mi nombre...
Ella lo miró en silencio y a su pesar, se sintió conmovida.
-¿Y cuanto tiempo necesitas?
-¡Un mes! ¡Sólo un mes! ¡Tengo muchas ideas!- mintió desesperado- ¡Ya verás que tu espera no será en vano!
-Está bien. Sólo un  mes- dijo la Muerte y se desvaneció en las sombras.
Joaquín creyó que el terror y la desesperación que lo embargaban, serían un acicate. Que las ideas fluirían a torrentes en su mente afiebrada. Pero nada ocurrió.
Compró entonces varios cuadernos y los apiló sobre su escritorio. Estaba seguro de que la sola visión de aquellas páginas en blanco le serviría de estímulo.
Abrió uno de los cuadernos y tomó el lápiz, con decisión.
Pero, pasaron los días sin que lograra otra cosa que frases inconexas y sin sentido, que luego tachaba con rabia.
Al cabo de un mes, regresó La Muerte.
Esta vez, venía decidida.
-¡No, aún no!- gritó Joaquín- ¡Necesito más tiempo!
Le señaló los cuadernos que se apilaban sobre su escritorio.
-¡Mira todo lo que llevo escrito! ¡Ya me acerco al final y será una obra maestra!
-Pero, no. No puedo esperar más. Yo cumplo órdenes de alguien que está por sobre mí.
-¡Dile que viniste y no me encontraste!
La Muerte se rió, despectiva:
-¿Y crees que a Él se le puede mentir?
-Pero, soy tan joven aún- gimió él, desesperado- ¿Por qué tengo que morir sin haber cumplido mi destino?  ¡Es injusto!
-Si nadie dijo nunca que la Vida fuera justa, no sé por qué crees que la Muerte debiera serlo.
-Te lo ruego ¡Otro mes más! ¡Otro mes más y termino!
Y así, con súplicas y promesas, logró ir dilatando el momento fatal.
Una noche, agotado, se durmió sobre un cuaderno abierto.
La Muerte entró despacito y sintió curiosidad por ver lo que llevaba escrito. ¿Sería realmente una obra maestra?
Tomó uno de los cuadernos que se apilaban sobre el escritorio y atónita, vio que las páginas estaban en blanco. Tomó otro y luego otro, sin encontrar una sola línea escrita. Con creciente furor, comprendió que había sido engañada.
Joaquín continuaba durmiendo y su cabeza reposaba sobre unos párrafos a medio escribir.
La Muerte desprendió el cuaderno con suavidad, para no despertarlo.
Vio que había empezado un cuento. Su título era:
 "El hombre que se burló de la Muerte"
Furiosa, blandió su guadaña y segó su vida, de un sólo golpe.