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lunes, 28 de octubre de 2013

NOCHE DE HALLOWEEN.

Jorge estaba sentado en un sillón, esperando que Pablo llegara a buscarlo. Asistirían a una fiesta de Halloween y se habían puesto de acuerdo para ir de zombies. Era el disfraz más fácil y el más barato, para salir del apuro.
Ya eran más de las doce y  miró su reloj con impaciencia.
En ese momento, sonó el timbre y se paró a abrir, preparándose a recriminarlo por el atraso.
Pero, en la puerta había una muchacha vestida de blanco. Estaba muy pálida y grandes ojeras azules le sombreaban los pómulos. Una mancha roja, muy convincente, parecía ir creciendo en la mitad de su pecho.
-¿No estarás muy grande para andar pidiendo dulces?- le preguntó, burlón.
-¡No quiero dulces!- gritó ella- ¡quiero un teléfono! ¡Me acaban de apuñalar y necesito llamar a una ambulancia!
Sin esperar respuesta, lo apartó de un empujón y se precipitó dentro.
-¿Donde está el teléfono?
Jorge, aterrado, le señaló la pieza contigua. Su garganta, agarrotada, no lograba emitir  sonidos.
Ella pasó por su lado y cuando la vio de espaldas, notó que el mango de un cuchillo le sobresalía entre los omóplatos. Comprendió que la había atravesado.
Antes de llegar a la puerta, súbitamente desapareció.
Se desvaneció sencillamente y Jorge se encontró solo en el departamento.
Se le doblaron las piernas y se dejó caer en el sillón.
-¡No puede ser!  ¡No puede ser!- repetía- Me quedé dormido y lo soñé. ¿O me estaré volviendo loco?
Se demoró un rato en recuperar el ritmo normal de su corazón. Cuando ya se sentía más calmado, volvió a sonar el timbre.
-¿Y si es ella, de nuevo?-se preguntó, espantado y se aferró a los brazos del sillón, sin valor para levantarse a abrir.
El timbre sonó varias veces y luego, alguien empezó a golpear la puerta con violencia.
-¡Jorge! ¡abre!- gritaba Pablo- ¿Qué te pasa? ¿Te quedaste dormido?
Tambaleándose, se acercó a la puerta.
-¡Qué bien te quedó el disfraz!- se rió su amigo- Estás blanco como un cadáver. ¿Te pusiste los polvos de tu mamá?
Jorge dudó si contarle lo que acababa de vivir y al final decidió no hacerlo. Lo tomaría por loco. Y a fin de cuentas, ni siquiera él estaba seguro de no haber tenido una pesadilla.
-¿Tienes una cerveza?-preguntó Pablo, dirigiéndose a la cocina.
Entonces sonó el timbre.
-¡No vayas!  ¡No vayas, por favor! Es ella, de nuevo...
-¿Quién?  Pero ¿qué dices?  Seguro son niños pidiendo dulces. Recién escuché a un grupo, que subía la escala.
Jorge vio a Pablo dirigirse a la puerta y en ese instante, se desmayó.
Cuando recuperó la conciencia, estaba tendido en el sofá y Pablo le echaba aire en la cara con una revista.
-¿Qué te pasó, hombre, por favor?
-El timbre...-logró articular Jorge- El timbre... ¿Quién era?
- ¡Nadie! O unos niños que arrancaron. No sé...
Jorge abrió los ojos, aliviado.
Y entonces la vio.
Estaba sentada en el sillón, frente a él. Lo miraba fijamente, mientras la macha de sangre seguía creciendo, sobre la pechera del vestido blanco.
     -¿Nos vamos ya a la fiesta?- preguntó Pablo- Si seguimos demorándonos, se va a acabar antes de que lleguemos.


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