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Les doy la bienvenida a mi blog y les solicito encarecidamente que me dejen sus comentarios a mis entradas, pues su opinión es de gran valor para mí.



domingo, 30 de noviembre de 2014

ENCUENTRO EN LA LLUVIA.

Empezó al llover temprano y cuando Carlos dejó su oficina, las calles estaban inundadas.
En el paradero de buses vio a una joven. Estaba sentada con las manos sobre el regazo y miraba caer la lluvia con tranquilidad.
Varios buses pasaron sin que mostrara intención de subir a alguno. Ya oscurecía y Carlos, inquieto, le habló:
-Disculpe, la veo tan sola y ya cae la noche. ¿Puedo ayudarla en algo?
-No se preocupe- le respondió sonriendo- Estoy aquí porque alguien se está acordando de mí y en su recuerdo, me sitúa en este paradero.
-¡No le entiendo!
-Es bien simple. Yo soy solo un recuerdo. Alguien me trae aquí con la fuerza de su nostalgia y sólo me quedaré durante el tiempo en que esté pensando en mí.
De pronto, su figura empezó a palidecer y a diluirse en la penumbra.
-¿ Lo ve?- preguntó con tristeza- Ahora ya me ha apartado de su mente.
Clavó en Carlos sus ojos melancólicos y en seguida desapareció.
El se quedó confuso y por un momento creyó que había tenido una visión.  No podía ser real un diálogo tan absurdo....¿Lo habría soñado?
Había leído que era posible dormirse de pie por dos o tres segundos e incluso soñar. ¿Sería eso lo que le había pasado?
Después de una semana, volvió a llover y encontró a la joven en el mismo paradero.
 Llevaba el abrigo gris y la boina de la vez anterior y el cabello le caía húmedo sobre los hombros.
-¿Alguien la está recordando de nuevo?- le preguntó, un poco irónico.
Ella lo miró serena y le respondió con sencillez, como si no percibiera el escepticismo de su tono:
-Fue un día de lluvia, en este paradero, cuando nos encontramos por primera vez. Por eso, cuando llueve, él piensa en mí y la fuerza de su nostalgia me trae al lugar donde nos conocimos.
-Y si la quiere tanto ¿ por qué no sale a buscarla en lugar de pensar en usted?
-Porque ya no hay ningún lugar en este mundo donde pueda encontrarme....
-¿ Quiere decir que ya no existe?
-Sí. Han pasado dos años desde mi muerte y sé que me va olvidando. Lucha por no hacerlo pero la fuerza de la vida lo está venciendo y pronto me borrará de su memoria.
-¡No diga eso!
-Pero ¿es que acaso no lo ve ?  ¿No ha notado como mi figura se vuelve difusa y se van disolviendo los rasgos de mi cara?
Carlos la miró y notó, sobrecogido,que su cuerpo se iba volviendo transparente. A ratos se mezclaba con las sombras del anochecer y a través de él, se veían los troncos mojados de los árboles.
-Debiera alegrarme de que se vaya librando de su dolor - suspiró ella-y sin embargo, sufro. Todos los que me quisieron han empezado a olvidarme. Ya nadie me recuerda con la suficiente fuerza como para traerme de vuelta a este mundo.
Mientras hablaba, su imagen se fue diluyendo en la lluvia. Lo último que Carlos vio fueron  sus ojos, grandes y tristes, confundiéndose con la penumbra violeta del anochecer.
Nunca más volvió a verla y comprendió que ya todos la habían olvidado.

domingo, 23 de noviembre de 2014

RAQUELITA.

Raquelita estaba consciente de que la suya era una belleza excepcional. Pero no la envanecía ni la intranquilizaba. La tomaba como algo natural, tal como una flor acepta su perfume y una mariposa disfruta sus colores.
Desde que era una niñita llamaba la atención en las calles. Y cuando creció, rubia y espigada, adquirió el porte de una reina.
Cuando los Domingos, a la salida de misa, paseaba con sus amigas por la Plaza del pueblo, ellas parecían como meras damas de honor en torno a una soberana.
Enmudecían los hombres a su paso y un vientecillo de anhelo y ensoñación erótica parecía estremecerlos. Luego se quedaban en silencio, como aturdidos, mordisqueando en secreto la frustración de saberla inalcanzable.
Raquelita había tenido por niñera a una campesina del sector, conocedora de los secretos de las hierbas silvestres.
Toda su sabiduría de bruja se la traspasó a la niña.
Por las noches, las dos se reían en la cocina, comentando los humillantes descalabros intestinales que la ingestión de algunas hierbas producía. Y más de una vez, Raquelita se sintió tentada de probarlas con sus amigas...
Envuelta en un paño, había una raíz oscura, de extraña forma,  que la mujer no quería mencionar.
- Esta raíz mata sin dejar huellas- susurró al fin, acercando su boca desdentada al oído de Raquelita.
El día de su boda, se la entregó en una bolsa de terciopelo, atada con una cinta azul.
-¡Por si llegara a necesitarla, mi niña!  Total, una nunca sabe...
Raquel se casó con un hombre joven y buenmozo, dueño de vastas tierras y cientos de cabezas de ganado.
Ese día, el pueblo entero se agolpó a la salida de la iglesia.
Ella apareció en el atrio, rubia y blanca, coronada de azahares. Todos lanzaron un suspiro de admiración reverente. No habría sido más grande la conmoción si hubieran visto salir a Nuestra Señora llevando en sus brazos al Niño...
Pero, lo cierto fue que ningún niño llegó a alegrar el hogar de Raquelita.
Su marido, a los pocos meses, empezó a pasar el tiempo con los amigos, jugando a las cartas y emborrachándose hasta el amanecer.
Nadie se explicaba por qué dejaba sola a su mujer por las noches ni por qué había cambiado su modo de ser, de hombre correcto y trabajador a disipado y embrutecido.
El pueblo hervía de murmuraciones. Las mujeres le echaban la culpa a ella, los hombres, a él.
Raquelita continuaba yendo a la misa del Domingo, solitaria y majestuosa, con su cabello rubio cubierto por una mantilla negra . Su rostro sereno no revelaba la menor turbación.
Cuando estaba sobrio, su marido salía a recorrer las tierras montado en su caballo.
Un día se empecinó en montar, aunque había bebido. El capataz trató en vano de disuadirlo.
El jinete clavó las espuelas en los hijares del caballo, que enfurecido por el dolor lo arrojó contra una cerca. Quedó inconsciente y los peones lo llevaron en unas angarillas hasta la casa patronal.
Raquelita lo vio llegar en silencio y sin un gesto de alarma, mandó llamar al único médico que había en el pueblo.
El herido se quejaba rabioso de dolores musculares, pero el diagnóstico fue tranquilizador. No había huesos rotos y bastaría con una semana de reposo en cama.
Raquelita no se apartaba de su lado, cambiando ella misma las sábanas y sirviéndole las comidas.
Sobre todo, se esmeraba en prepararle un té amargo, y le aseguraba que si se lo tomaba todo, estaría en pie al cabo  de unos días.
Pero la verdad era que el enfermo se sentía empeorar. Desanimado, notaba que iba perdiendo fuerzas y el médico, en sus visitas, lo miraba con preocupación.
Apenas se iba, Raquelita corría a la cocina a prepararle el té misterioso.
-Ese médico no sabe nada...Esto te va a curar. Es cosa de que tengas paciencia...
Nadie se explicaba el paulatino decaimiento que lo iba invadiendo. ¡Un hombre tan fuerte, tan vital!  Ahora se veía consumido, como si un mal interno lo estuviera minando.
¿Y todo por una caída del caballo?  No podía ser...
El médico insinuó un traslado al Hospital de la ciudad más cercana. Pero Raquelita movió la cabeza con escepticismo y se negó a moverlo.
-Los remedios naturales son los mejores- decía- y se esforzaba en deslizarle cucharadas de té por entre los labios resecos.
-Es cosa de que tengas paciencia....le repetía.
Se lo siguió repitiendo hasta dos días antes del funeral.
Al volver del cementerio, fue a su cómoda y sacó del fondo de un cajón una bolsita de terciopelo.
Comprobó que aún le quedaba la mitad de la raíz y se sintió tranquilizada.
La volvió a amarrar firmemente con la cinta azul y la escondió entre sus ropas.
-Total, una nunca sabe...

SOÑE QUE ESTABA DESPIERTA.

Tarea de taller.

Soñé que estaba despierta y no podía dormir. 
En mi sueño, luchaba contra el insomnio. Los ojos me ardían y desesperada, apretaba los párpados con furia.Luego volvía a abrirlos, fijando la vista en el vago contorno de los muebles que se dejaba adivinar apenas entre las sombras del dormitorio.
De pronto, un rayo de luna cayó sobre un trozo del muro y vi brillar en él algo que no había notado antes.
En mi sueño, me levanté a tientas y me acerqué al objeto que destellaba débilmente en la oscuridad.
Era el picaporte de una puerta que estaba semi abierta. Por el insterticio, se filtraba una luz azulada que venía desde el exterior.
La madera cedió al contacto de mi mano y me encontré en una calle desierta. La luz de un farol dejaba ver una hilera de casas, todas a oscuras. Sólo en una de ellas había una ventana iluminada.
Tras una delgada cortina, divisé la silueta de una mujer que cosía bajo la luz de una lámpara.
Al verme parada en la vereda, ella me invitó a entrar.
-¿Qué está cosiendo?- le pregunté.
-Es un vestido para mi hija Lily. Sé que no podré entregárselo, pero igual me deleito pensando en lo bonita que se vería si se lo pusiera.
-¿ Y donde está ella?
-Está lejos...En ese otro lugar en donde vive la gente. Me vine de allá hace mucho, no sé cuanto , porque aquí el tiempo ya no transcurre más...
Levantó hacia mi su rostro y en ese instante reconocí a mi madre.
-Mamá, yo soy Lily ¿ no me reconoces?
-¡Es que has cambiado tanto!- suspiró.
La tomé de la mano y la llevé frente a un espejo que había en la pared.
- Moriste a la misma edad que yo tengo.  ¿ Te das cuenta?
Nos quedamos contemplando nuestra imagen en el espejo.Una al lado de la otra,  nos veíamos iguales.
 Ella dijo, sonriendo:-Ahora somos hermanas.
 Permanecimos tomadas de la mano, mientras  empezaba a amanecer. La luz de la lámpara dio un último destello y se apagó.
Entonces me encontré en mi cama. El rayo de luna iluminaba el muro donde no existía ninguna puerta....
Todo esto sucedió una noche en que al quedarme dormida, soñé que estaba despierta y no podía dormir.

domingo, 16 de noviembre de 2014

UN TREN ESPECIAL.

Juan se había enamorado de una chica que conoció en el Norte, durante sus vacaciones.
¡Cómo se arrepentía de no haberle confesado su amor cuando se despidieron!   Ahora, ella no contestaba los correos y Juan no hallaba qué hacer para volver a verla.
Se convenció de que la única opción que tenía era viajar a su encuentro y se dirigió a la estación para tomar el siguiente tren.  Olvidó que la Estación había sido clausurada como tal desde hacía años y estaba convertida en un recinto de exposiciones artísticas.
Al llegar, vio que se estaba desarrollando la Feria Internacional del Libro. Pero, como era terco, se sentó en un banco a esperar que pasara el tren.
Mientras, observaba la Feria y notaba que lo que menos se vendía era libros. La gente se agolpaba en los puestos de comics. Los preferidos eran los de terror.
Mientras, los libros permanecían arrinconados, pálidos de envidia.
Poco a poco, las palabras iban resbalando de sus páginas y dejándolas en blanco. Caían al suelo, como las hojas en Otoño y ya habían formado una gruesa alfombra de letras, que la gente pisaba sin fijarse. Las palabras más agresivas les mordían los tobillos cuando pasaban y las más sentimentales, les humedecían los zapatos con sus lágrimas.
-Nuestro destino es la muerte lenta- vaticinó lúgubremente el segundo tomo de una novela rusa.
-¡ Ya nadie lee poesía!- suspiró un librito pequeño encuadernado en azul- Ahora a alguien se le ocurrió inventar la anti-poesía, que no es más que el mal chiste de un payaso senil...
Juan escuchaba ese diálogo mientras esperaba que sonara el pito que anunciaba la llegada del tren.
Al rato, se le acercó una chica y le preguntó:
- ¿ Esperas a alguien?
-No. Estoy esperando el tren para ir a ver a una amiga...
Iba a decir " a mi novia", pero al ver lo agraciada que era la chica, se calló a tiempo.
-Pero ¿ cómo?- dijo ella- Si por aquí no pasa ningún tren.
En ese preciso instante sonó un pito y envuelta en una nube de vapor ingresó a la estación una locomotora, bufando y rechinando.
-¡No te subas!- le advirtió la chica- ¡Ese tren no existe!  Es sólo imaginación tuya... 
Juan no le hizo caso y saltó al primer vagón. No alcanzó a viajar ni diez segundos, cuando la locomotora chocó contra un muro y se desintegró. Se encontró sentado en el pavimento, frente a un puesto de libros de auto ayuda.
-¡ Te dije que ese tren no existía!- lo amonestó la chica.
Le tendió la mano para ayudarlo a levantarse. Luego le sacudió el polvo del traje y terminó por abrazarlo y darle un beso.
-¡No estés triste!- le dijo con dulzura- ¡Vamos mejor a comprar algún libro!
-¡No! -respondió Juan- los libros me aburren...¡Compremos mejor un comic de vampiros! 

domingo, 9 de noviembre de 2014

TODO EMPEZO EN HALLOWEEN...

Joaquín y Patricio habían decidido pasar esa noche de Halloween en el cementerio.
Tenían la vaga esperanza de divisar algún espectro o al menos, oír una voz de ultratumba que les erizara el pelo de la nuca. Algo verdaderamente aterrador, no esa lata de acompañar al hermano chico a pedir dulces o ir a bailar a la discoteca disfrazados de esqueletos.
Se metieron a escondidas al cementerio, por entre los barrotes de la reja e iban caminando muy tranquilos, cuando Joaquín exclamó:
-¡ Oye!  ¡ Me acabo de acordar de algo que escuché hace tiempo!  Dicen que si te llevas tierra de una sepultura, el espíritu del difunto se va contigo....
-¿ Y para qué va a querer uno llevarse a su casa un alma en pena?  ¿Para que no lo deje dormir en la noche con sus lamentos?
-¡No, hombre!  Al contrario...Asegura la gente que el espíritu se siente tan feliz de que lo hayas devuelto al mundo de los vivos, que te ayuda en todo y las cosas te empiezan a salir bien.
-¡Ah!  ¡Qué grandioso sería tener a un espíritu como socio!  -suspiró Patricio- ¡Con lo que yo necesito un poco de suerte en el trabajo!   Y en el amor... ¡Más vale no hablar!
-Bueno ¿ y qué esperas, entonces?  Mira esta tumba. Está recién ocupada, ni siquiera tiene lápida....Llegar y sacar...
Patricio escarbó con las manos y se llenó los bolsillos de tierra suelta.
En ese preciso instante, creyeron oír una voz quejumbrosa que decía:
 -¡Suéltame!  ¡Suéltame!  ¡No me quiero ir de aquí!
Joaquín salió corriendo despavorido y no se acordó nunca de mirar atrás para saber lo que había sido de su amigo.
Patricio estaba paralizado de espanto. Pero luego reaccionó y dando vueltas el forro de sus bolsillos botó toda la tierra que había en ellos. Luego corrió y no paró hasta llegar a su casa.
Allí se sintió más tranquilo y hasta lamentó haber reaccionado con tanta premura. ¿ Y si el difunto realmente le hubiera ayudado?
Al colgar su chaqueta, comprobó que aún quedaba tierra al fondo de los bolsillos y otro puñado se le había metido dentro de los zapatos en el momento de vaciarla.  La recogió con cuidado y la guardó en su escritorio, en una cajita que había contenido alfileres.
Por si acaso....pensó. Y se durmió sonriendo.
Al amanecer, lo despertaron unos suspiros:
-¡Ay!  ¡ Ay! ¡Quiero volver a mi casa!- gemía una voz que parecía venir desde otro mundo.
-¡Ah!  Así es que te traje para acá, después de todo-le contestó Patricio- Pero, no te aflijas. Te prometo que si me ayudas, te devuelvo al cementerio. Si no, ya sabes...Aquí te quedas.
A todo ésto, Patricio se preguntaba por qué el difunto tendría tantas ganas de seguir muerto. Joaquín aseguraba que todos querían volver....A menos de que se tratara de un suicida, pensó. Alguien a quién la vida lo tuviera hastiado a más no poder. Seguro que de eso se trataba.
En los siguientes días pudo notar la eficacia de la ayuda que estaba recibiendo.
Sorpresivamente, renunció el jefe del Dpto de Estudios de Mercado y el nombre de Patricio empezó a sonar como carta segura para reemplazarlo.
Una noche lo invitaron a una cita a ciegas y conoció a la chica más linda y más simpática que fuera posible imaginar. Y lo estupendo fue que ella lo miró con agrado y le prometió que seguirían conociéndose...
Se sentía tan feliz que ya ni se acordaba de la promesa que le había hecho al espíritu. Estaba consiente de que le había asegurado que si lo ayudaba, llevaría la tierra de regreso al cementerio y con ella, lo devolvería a su lugar de reposo.
Entre sueños, escuchaba los suspiros lastimeros que venían desde el escritorio, pero seguía durmiendo sin hacerles caso. Egoistamente, pensaba que podría necesitar algo más en lo que pudiera interceder el espíritu.  Era cierto que tenía un buen trabajo y la promesa de un ascenso. También tenía amor...¡pero había tantas otras cosas deseables en el mundo!
Un insistente rumor empezó a circular en la oficina. Había otro postulante para el cargo de Jefe de Estudios de Mercado....Y venía muy recomendado " desde arriba".
Patricio sintió que se hundía en una arena movediza. De un día para otro, su ascenso, que consideraba seguro, empezaba a peligrar.
Menos mal que esa tarde tenía cita con su chica. Ella le daría ánimo y le infundiría un nuevo optimismo. Son sólo rumores- le diría -No todo está perdido.
 Y por último, tenía su amor, que valía más que cualquier ascenso.
Pero, ella no acudió a la cita y su teléfono estaba fuera de servicio.
El mundo pareció desmoronarse y sepultarlo entre los escombros. ¿Qué había pasado para que de pronto se revirtiera su suerte?
Pensó en la cajita que contenía tierra del sepulcro...Era preciso cumplir su promesa. Aquella pobre alma en pena no tenía la culpa si fallaban las cosas de repente. Era cosa del destino.
Patricio sabía que lo había ayudado todo lo posible y que él, en respuesta, la había traicionado.  ¡Merecido tenía lo que le estaba pasando!
Esa tarde, en el cementerio, buscó la tumba durante más de una hora. Aterrado, pensó que no la hallaría nunca. Pero, al final, bajo un ciprés, la vio tan solitaria y tan mísera como siempre.
Vació la tierra con cuidado y se alejó. Había andado un corto trecho cuando le pareció escuchar un suspiro dulce y aliviado, como el que daría un viajero que llega al fin a su hogar.
A la mañana siguiente, lo nombraron en el puesto de jefe de Estudios de Mercado y su chica, que había tenido descompuesto el teléfono, lo llamó para decirle:
  -¡Te felicito, mi amor!
 

domingo, 2 de noviembre de 2014

EL CUADRO.

Un día, al pasar frente a una tienda de antigüedades, vi un cuadro que me atrajo con fuerza. Largo rato me quedé mirándolo, porque mis ojos no lograban apartarse de él.
Representaba un paisaje marino. Una lengua de arena y rocas se adentraba en las olas y en el extremo había un faro, azotado por ráfagas de espuma. El cielo era gris, salpicado de nubes blancas y en él revoloteaban algunas gaviotas.
Sin comprender por qué me atraía tanto, entré a la tienda a preguntar el precio. No era tan alto como suponía, pues se trataba de la obra de un aficionado. Regateé un poco y al final lo compré.
Lo puse en la pared frente a mi cama y era lo último que veía cada noche, antes de dormirme.
Una mañana, noté una poza de agua en el suelo, bajo el cuadro.
Reprendí severamente a mi perrito Monky, pensando que había olvidado sus buenos modales, pero aparte de eso,no le dí  importancia.
Sin embargo, al otro día había un charco más grande, imposible de atribuir a Monky y al tocar los bordes del cuadro lo noté mojado, como si el mar se estuviera rebalsando.
Esa noche me desvelé pensando en el misterio. Cuando al fin me estaba quedando dormida, escuché batir de olas y súbitamente, una de las gaviotas se salió de la pintura y revoloteó un par de veces por mi pieza.
Por supuesto creí que se trataba de un sueño y hubiera seguido pensándolo, si al otro día, al despertar, no hubiera encontrado  una pluma blanca caída sobre la alfombra.
Era cierto entonces que el cuadro tenía un misterio. Recordé la poderosa atracción que sentí cuando lo vi en la vidriera de la tienda y la necesidad  imperiosa de comprarlo, como si ya no pudiera prescindir de él.
Esa noche decidí no dormir y quedarme observando el cuadro sin perder un detalle.
Los párpados me pesaban de sueño, pero de pronto, todos mis sentidos se alertaron al unísono. Volvió a llegarme el rumor de las olas, escuché el grito de las gaviotas y me encontré respirando a bocanadas un aire salobre.
Salté de la cama y me paré frente al cuadro. En lo alto del faro vi la figura de un hombre que antes no estaba ahí y que me hacía señas para que me acercara.
Adelanté un pie desnudo y mis dedos tocaron arena húmeda. Sin saber cómo, me encontré en el promontorio rocoso que conducía al faro.
 Miré hacia atrás y a mi espalda pude ver mi pieza, en ella mi cama y en mi cama, yo.
-¡Bah!  ¡Es natural!  ¡Estoy soñando! - me dije sin inquietarme. Y la idea se afianzó en mi mente cuando noté un delicado cordón atado a mi cintura y que iba hasta la cama. ¡Era el cordón de plata que dicen que amarra nuestro espíritu al cuerpo cuando soñamos y que impide que nos extraviemos al despertar !
Seguí trepando por las rocas hasta llegar al faro. La puerta estaba abierta y al pie de la escalera me esperaba el hombre.
Me tomó de la mano y me condujo hasta lo más alto de la torre. Desde ahí vimos un paisaje maravilloso.  Vastas arenas blancas y en la línea del horizonte un barco pesquero que permanecía inmóvil.
En otra dirección, podíamos contemplar mi dormitorio y a mí envuelta en las frazadas.
-¡Mira!- le dije-Ahí estoy yo durmiendo. Eso prueba que ésto no es más que un sueño.
-Ya lo sé-  me respondió él- Yo también estoy soñando. A menudo vengo en sueños a esta playa, donde hace tiempo fui feliz.
Lo miré esperando que continuara , pero se quedó callado y me sonrió con melancolía.
Estuvimos acodados en la baranda del faro por mucho rato, sin hablar.
De pronto, llegó nítido a mis oídos el sonido de una campanilla.
-¡Es la alarma de mi reloj!- exclamé- ¡Debo volver antes de que mi cuerpo despierte!
El se quedó en lo alto del faro y agitó su mano, diciéndome adiós.
-¡Por favor!- le grité -¡Vuelve a soñar para que podamos encontrarnos!
Desde entonces, todas las noches me desvelo mirando el cuadro.
 Aveces las olas se embravecen y las gaviotas gritan despavoridas porque viene una tormenta.
Otras veces, el mar está sereno y límpido y no se sabe donde termina el agua y donde empieza el cielo...
Pero, al hombre del faro no lo he vuelto a ver.