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Les doy la bienvenida a mi blog y les solicito encarecidamente que me dejen sus comentarios a mis entradas, pues su opinión es de gran valor para mí.



domingo, 27 de septiembre de 2015

DOS VIDAS.

-¡Qué oficio tan ingrato es el mío! - reflexionaba La Muerte, mientras subía a un autobús, para dirigirse a cumplir con su trabajo. El hombre al que debía encontrar vivía en los suburbios y a esa hora de la noche, ya le dolían demasiado los pies.
Al subir a la pisadera,  le crujieron todos los huesos y sintió un dolor agudo en la cintura, como si le clavaran un cuchillo en los riñones.
-Es el peso de los siglos- constató, apesadumbrada - ¿ Cuando me podré jubilar?
Se acordó con rencor de su hermana La Vida, siempre tan joven y rozagante.  Tenían exactamente la misma edad, pero mientras La Muerte parecía envejecer y encorvarse con cada vida que arrebataba, su hermana rejuvenecía a la par de los nacimientos que ocurrían en el mundo.
- ¿Por qué me tocó a mí este destino?  Todos me odian y procuran escapar de mí, mientras a ella la aman y lo único que anhelan es poder conservarla....
Rumiando su amargura, se pasó de largo por la esquina en que debía bajarse, pero, luego de caminar unas cuadras, llegó a la casa de Juan, que así se llamaba el candidato que aparecía en su lista.
En el reglón siguiente decía:  Edad : treinta y un años. Causa de muerte: Ataque cardíaco.
-¡ Vaya!  ¡ pobre!  Tan joven aún...  -pensó con lástima fría, porque su corazón ya estaba encallecido y era difícil llegar a conmoverlo.
Cuando Juan la vio entrar, adivinó de inmediato quién era.
- ¡ Por favor, te lo ruego!  ¡ Dame un día más!
- ¿ Y por qué un día más?  ¿ Crees que en veinticuatro horas te puede cambiar la vida?
- ¡ Sí !  ¡ Estoy seguro!  Porque  ella vendrá...Le escribí diciéndole que estoy enfermo y que necesito verla una vez más. ¡ Que en todo este tiempo no he podido olvidarla!
- ¡ Bah!  ¡ Este es un caso serio de Amor !  Hacía tiempo que no veía uno - se burló La Muerte, con acritud- Antes, era frecuente morir de amor, pero ahora...
- ¡ Por favor!- le rogó Juan- ¡ No me lleves aún!   Ven pasado mañana, cuando la haya visto y haya podido decirle lo que antes me callé por orgullo.  ¡ Ese estúpido orgullo que me hizo perderla, cuando la amaba tanto!
Si hubiera sido más temprano, La Muerte no habría hecho caso de sus ruegos, pero a esa hora de la noche estaba tan cansada  y quebrantada emocionalmente que no le quedaban fuerzas para discutir.
-Está bien- le respondió con voz dura, no fuera a ser que Juan se diera cuenta de que había logrado conmoverla y tratara de aprovecharse de su debilidad.
-Hoy es Martes, te doy hasta el Jueves a medio día ¡ y ni un minuto más! 
Salió arrastrando los pies y volvió a consultar su lista.  El siguiente nombre era el de una mujer.
 Mireya. Edad:  veinticinco años. Causa de muerte:  atropello en la vía pública.
-Esta mujer vive en la ciudad vecina-comprobó La Muerte al leer la dirección - Me iré en tren y así podré dormir un rato.
Llegó al amanecer, más animada por unas horas de buen sueño y se dirigió a casa de Mireya.
La encontró preparando una maleta.
Al verla entrar, la joven se puso pálida y se afirmó en el borde de su cama.
-¿ Por qué vienes a buscarme ? - balbuceó- No estoy enferma...
-No es parte de mi oficio el dar explicaciones- le respondió fríamente.
-Tienes razón, perdona...Pero, te ruego que me concedas un día más.
- Y ¿ por qué, si puede saberse?
- ¡ Es que tengo que ver a alguien !  El me está esperando.  ¡ Necesito explicarle todo!  ¡ Ay !¡El no sabe cuanto he sufrido todo este tiempo!
Estalló en sollozos y La Muerte la miró, sorprendida.
- ¡ Bah!  Será verdad entonces que el Amor todavía existe...- pensó algo incrédula- Nadie lo diría, a juzgar por la forma como marcha el mundo.
- Está bien. Pero sólo un día, mira que mi tiempo es valioso y no estoy acostumbrada a conceder prórrogas.
Agradecida, Mireya cerró su maleta y se dispuso a partir.
- Te esperaré aquí- dijo La Muerte- Tienes una cama muy blanda y a mis pobres huesos le vendrá bien un poco de reposo.
 Sin embargo, la curiosidad la impulsó a seguirla. Era mucha la coincidencia .... Y quería comprobar su presentimiento.
La vio subir a un tren y sigilosamente se acomodó al fondo del vagón, donde Mireya no pudiera verla.
Se bajó pegada a sus talones, como si fuera su sombra.
Poco a poco,  empezó a reconocer el barrio donde había estado la noche anterior.
Mireya apuraba  el paso, empujada por la ansiedad de llegar pronto.
Cruzó la calle sin mirar y un automóvil que corría a gran velocidad, se precipitó sobre ella. Pero, en el último segundo, La Muerte la tomó del vestido y la arrastró hacia la vereda. Se escucharon gritos y un chirrido de frenos.
La Muerte estaba asombrada de sí misma. ¡ Acababa de salvar una vida, ella, que lo único que hacía era arrancarlas de cuajo, sin piedad !
Recordó que la causa de muerte debía ser por atropello... Al consultar la lista, vio que el nombre de Mireya se había borrado y comprendió que ella misma había desperdiciado su oportunidad.
Sin sorprenderse, la vio parada frente a la casa de Juan. La puerta se abrió de inmediato, como si alguien hubiera adivinado su presencia.  Un grito y un suspiro marcaron el instante en que cayeron uno en los brazos del otro.
La Muerte los observaba sin que ellos notaran su presencia.
- Sí, es verdad que el Amor existe- murmuró complacida.

  Y sin importarle tener que asumir un doble fracaso,  borró también de su lista el nombre de Juan.

domingo, 20 de septiembre de 2015

UNO NUNCA SABE....

Graciela iba por la vereda arrastrando sus pesados botines cubiertos de barro. Con las manos en los bolsillos de sus jeans y la cabeza baja. Al final de un día de trabajo en el Supermercado, no le quedaban ganas de mirar otra cosa que el suelo.
Los dorados y rojos que el crepúsculo derrochaba sobre la ciudad le eran indiferentes. Los empujones que la gente le daba al pasar apenas la sacaban de su ensimismamiento. Los lindos vestidos tras las vitrinas de las tiendas, no la atraían. ¿ Cuándo y dónde los iba a lucir?
En una esquina vio a un viejito que tenía un montón de mercadería  extendida en el suelo sobre un cartón. 
-Señorita ¿ necesita algo ?- le preguntó sonriendo.
- No, no necesito nada- respondió Graciela con voz agria, pero levantó la vista y sus ojos se encontraron con los del anciano. Eran luminosos y mansos, llenos de serenidad.
Se detuvo entonces, a su pesar, y contempló los objetos. Había cajas de botones, paquetes de agujas...¿ qué podía ella querer de todo eso?
Pero el anciano metió su mano en una bolsa y sacó un sobre de celofán que contenía un par de medias.
-¡ Esto, señorita!  ¡ Esto es lo que usted necesita!
-¿ Y para qué voy a querer yo unas medias transparentes?
-¡ Uno nunca sabe!...¡ Llévelas!  Cuestan sólo mil pesos...
Lo miró dudosa y entonces supo a quién le recordaba el viejo con su cara dulce y su pelo blanco. ¡ A su abuelo, que había muerto hacía poco!
-¡ Está bien, abuelito! ¡ Las llevo!- y sacó de su bolsillo el billete de mil pesos que guardaba para su pasaje en autobús.
Se fue a pie, pero ya no arrastraba los pies. Estaba contenta de haber ayudado al anciano.  Seguro que nadie más le iba a comprar esa noche...
Al rato, pasó Julián por esa misma esquina. También arrastraba los pies, cansado de recorrer las calles inútilmente, en busca de un empleo en algún comercio.
Solo había recibido miradas desdeñosas y frases amargas:
-¿ Y para qué voy a necesitar a alguien que me ayude si no se vende nada, me quiere usted decir...?
En la esquina estaba el viejito con su mercadería extendida sobre el cartón.
-¿ Necesita algo, joven?
-¡ Por supuesto que necesito muchas cosas, pero nada de lo que vende usted, abuelo !
-¿ Y qué le parece ésto?
- ¡ Una corbata!  No me haga reír...¿ Para qué voy a necesitar una corbata?
-Uno nunca sabe...¡ Llévela!   Son sólo mil pesos.
Julián miró la cara del viejo y le pareció que su sonrisa despedía un suave resplandor en la penumbra del crepúsculo.
¡ Pobre viejo!  Yo al menos tengo juventud para luchar- pensó Julián y sacó de su bolsillo los últimos mil pesos que le quedaban.
Había pensado comprar un pan y una taza de café....pero ¡ bueno! - se dijo- Mañana será otro día.
Al llegar a la pensión, la dueña le entregó un papel.
-Vino un amigo suyo y le dejó éste recado.
Decía lo siguiente:   Julián, estás de suerte. Mañana a las nueve tienes una entrevista por un trabajo. Mencionaba una dirección y el nombre de una empresa. Y agregaba ¡ preséntate bien vestido, que son exigentes con la apariencia !
  Entró a su pieza frenético. Sacó del closet su único traje, una camisa blanca y... ¿corbata?... ¡No tengo corbata!...  ¡Pero, sí, la que me vendió el viejito!
La sacó de su bolsillo y la extendió sobre la cama. Sus sobrios colores parecían brillar con el delicado fulgor de la seda. ¡ Qué fina es!   pensó. ¿ Como pudo costar solo mil pesos?   ................................................
Mientras, Graciela llegó a su departamento cansada por la larga caminata y entró a la cocina a prepararse un té.  Sonó el teléfono y pensó no contestar. No quería hablar con nadie...Luego se arrepintió.
-¡ Hola, chica!  ¡ Qué bueno que te encuentro!- resonó en su oído la voz de Silvia, su única amiga- ¡ Te tengo una invitación para el Sábado !
-¿ Qué cosa?  ¿ Una fiesta ?
- Sí, chica. Una fiesta en la casa de Letizia. ¡ Irán chicos guapos así es que tienes que ponerte tus mejores galas!
 ¿Mis mejores galas?....Graciela miró sus botines viejos y sus jeans gastados, pero luego recordó su vestido azul y las medias finas que le había vendido el anciano.
Sonrió ilusionada. Después de todo, uno nunca sabe....
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Julián había aceptado contento la invitación de Letizia para ir a su fiesta de cumpleaños.
¡ Había conseguido el empleo y su vida se veía promisoria!  Bien merecía celebrar su triunfo.
Al entrar, vio al fondo de la sala a una chica preciosa. Al contrario de las otras, no llevaba pantalones ceñidos ni botas, sino un vestido azul cuyos suaves pliegues rozaban sus piernas enfundadas en medias transparentes.
Sin vacilar, se dirigió hacia ella.
-¡ Qué linda tu corbata!- le dijo Graciela, mientras giraban al compás de la música.

-¡ Sí!  Y creo que me trae suerte...- respondió Julián, apretándole la mano.



domingo, 13 de septiembre de 2015

UNA CASA CON FANTASMAS.

Cuando a Armando le avisaron que había heredado la casa de sus abuelos, quedó consternado. ¿ Qué iba a hacer con ese caserón monstruoso, de veinte dormitorios, edificado en las afueras de un pueblo del Sur?
Cuando niño, había pasado ahí sus vacaciones, con una pandilla de hermanos y de primos. Pero ahora ¡ qué clavo!   Venderlo era difícil y vivir en él, imposible. Sonia se opondría y él no quería contrariarla. Ya el médico le había advertido de la delicada constitución de su sistema nervioso....
Al menos, logró convercerla de que viajaran a visitar la casa.
Desde la estación, tomaron un taxi que fue dando saltos por los baches del camino y quedándose pegado en los charcos de barro.  ¡ En esa zona llovía siempre !
Cuando estaban cerca de la casa, se detuvieron a cambiar un neumático.
-¿ Quién es esa mujer que se acercó al vidrio y se quedó mirándome?- preguntó Sonia.
-¿ Qué mujer, mi amor?  No hay nadie... Se nota que estás cansada.
En realidad, el camino se veía desierto,  inmerso en el verdor húmedo de los canelos.
La casa era más linda de lo que recordaba. Los muebles estaban intactos. Le parecía que en cualquier momento vería entrar a su abuela con un cesto de arándanos recién cortados.
Sonia se fue a la cama en seguida y Armando se quedó conversando con Pedro,el jardinero.
-¡ Ojalá se queden, patrón!  La casa está muy sola desde hace tiempo. El abogado viene a pagarle puntualmente al personal, pero hace falta que alguien viva aquí....¡ para que se encargue de espantar al fantasma!
-¿ Fantasma dice ?
- Pero, ¡ cómo, patrón!  ¿ Que no se acuerda del fantasma de la señorita Paulina, que se ahogó en la laguna hace tantos años?
 Armando algo recordaba de una leyenda con la cual lo habían asustado de niño.
-¡ Yo no creo en fantasmas !  Cómo se le ocurre...
- No se ría, don Armando. Si es cierto. Anda siempre por los jardines, al atardecer, y nos mira con unos ojos tan tristes que da pena verlos...Pero, si le hablamos, desaparece.
Armando subió a acostarse y no pensó más en los comentarios del jardinero.
Al despertar, a la mañana siguiente, vio que Sonia no estaba en la cama.  Se asomó a la ventana y la divisó abajo, en el jardín. Estaba sentada en un banco de piedra, bajo un enorme árbol de lilas. Hablaba y sonreía como si conversara con alguien, pero Armando no vio a nadie. Supuso que habría una persona oculta por los arbustos.
-¿ Quién estaba contigo en el jardín?- le preguntó mientras desayunaban.
-¡ Nadie!  ¡ No había nadie!- afirmó Sonia, pero él creyó ver un relámpago de desafío y de ocultamiento, cruzar entre sus pestañas.
Pasaron los días y llovió copiosamente. El paisaje naufragaba en un verde profundo. Al anochecer paraba la lluvia y un crepúsculo plateado envolvía todas las cosas,como si estuvieran sumergidas bajo el agua.
Sonia no volvió a insistir en volver a Santiago. Se levantaba temprano y salía a vagar por el parque. Siempre se las arreglaba para evadir su compañía, como un niño travieso que se esconde. Pero se veía contenta y Armando la dejaba hacer lo que quisiera. Eso le daba tiempo para revisar los papeles y hablar con el abogado.
Un día, la cocinera lo retuvo, cuando salía del comedor.
-Don Armando, dígale a la señora que tenga cuidado. Siempre la veo cerca de la laguna. Seguro que el fantasma la lleva para allá. Como siempre andan juntas...
-¡ Pero, Odilia!  Debe estar soñando...La señora siempre sale sola.
-Claro, patrón. Sale sola de la casa, pero afuera la está esperando ella. Yo las oigo conversar y la señora se ríe contenta y se pone a cantar las mismas canciones viejas que cantaba la señorita Paulina...
Armando perdió la paciencia.
- ¡ Basta de cuentos, Odilia!  Yo nunca he visto ese fantasma...
-Porque no quiere verlo, pues, patrón- murmuró la mujer, casi con lástima, como si le dijera:  Usted se lo pierde, no más.
Armando aparentó no hacerle caso, pero quedó preocupado.
Era evidente que Sonia estaba cambiada.  Ya no se quejaba del frío ni pedía regresar a Santiago. Estaba silenciosa, como ensimismada y de vez en cuando lo miraba con un aire misterioso, como si le escondiera un secreto.
Si él le hablaba, sonreía sin contestarle.
A menudo la escuchaba monologando en el jardín. Se acercaba sigiloso y aunque siempre la encontraba sola, ella lo miraba con fastidio, como si interumpiera algo.
- No te acerques a la laguna, Sonia- le advirtió un día- Es peligroso.
-¡ Pero si Paulina dice....!- y se interrumpió como asustada de haber revelado algo.
Una vaga inquietud empezó a apoderarse de él. Le parecía que la casa entera funcionaba en torno al fantasma.Todos lo veían, menos él. Y por ese motivo lo miraban con frialdad y distanciamiento. En cambio a Sonia, la consideraban una de ellos.
Quiso saber más sobre la tragedia de Paulina.
-¿ Cómo se ahogó?  ¿ Fue un accidente? - le preguntó a Pedro.
- Un día, sencillamente caminó hacia adentro de la laguna y no paró de andar hasta que desapareció. Desde la casa la vieron y corrieron aterrorizados. Pero, al llegar a la orilla, ya era tarde. Sólo su pelo negro flotaba en la superficie, como una mata de algas. Y después también se hundió.
- Pero ¡ debe haber estado enferma!  Deprimida...¿ No la notaron rara?
-Andaba siempre sola. Pero, alguien dijo que la había visto hablando con una mujer que se ahogó también  en la laguna, hace más de medio siglo...Un fantasma, quiero decir.  Aquí siempre ha habido fantasmas, aunque usted no quiera creer en ellos. Y la gente los acepta, porque son parte de la vida misma. 
Armando pensó que si dejaba a un lado su escepticismo y aceptaba que hay cosas más allá de la razón, lograría ver también al fantasma de Paulina. Sería una forma de proteger a Sonia de esa especie de neurosis que se había apoderado de ella y que la apartaba de la realidad.
Una tarde, cuando ya caían las sombras de la noche, la vio por fin.
Estaba parada afuera de la casa. Su vestido mojado se apegaba a su cuerpo y su largo pelo negro goteaba sobre las losas del jardín. Le hacía señas a alguien que estaba en la casa.
Vio que era a  Sonia, que estaba asomada en la ventana del dormitorio.
Corrió por la escala, queriendo salir, pero él la retuvo por un brazo.
-¡ No salgas, Sonia!   Ya es casi de noche y va a llover.
Ella trató de soltarse y lo miró con rabia. Fue la última vez que se miraron a los ojos.
Armando recordaría siempre con dolor esa última mirada de Sonia, tan cargada de resentimiento y desamor.
A la mañana siguiente, al despertar, notó que ella no estaba en el dormitorio.
Se asomó a la ventana y la vio dirigirse hacia la laguna. A su lado caminaba el espectro de Paulina.
Armando no adivinó las intenciones de Sonia, hasta que ya era tarde.
Desde lejos la vio internarse en la laguna de la mano de su amiga, que parecía guiarla.
Juntas se hundieron en la profundidad, apaciblemente, sin un gesto de alarma o de temor.
Armando corrió enloquecido, llamando a gritos al personal de la casa.

Cuando llegaron a la orilla, solo vieron el cabello oscuro de Sonia, flotando en la superficie como un manojo de algas. Luego, también se hundió.

martes, 8 de septiembre de 2015

SEPTIEMBRE.

Era  ya Septiembre. El mes en el calendario se lo exigía, pero el Invierno tenía muy pocas ganas de irse.
Se puso a hacer su maleta con desgano, pero comprobó que le había sobrado un aguacero helado y una tarde de granizo.  ¡ Y no era cosa de desperdiciarlos!
- ¡No tengo más remedio! - dijo el Invierno en voz alta, fingiendo contrariedad...Y soltó el aguacero sobre los campos.
Este salió de estampida, loco de alegría y se lanzó sobre los cerezos recién florecidos.
Inundó varios nidos y mató a los pajaritos sin plumas que piaban en su interior.
El pasto quedó cubierto por un manto de pétalos.
-¡ Nuestro destino era ser sabrosas frutas!- suspiraron las flores al expirar.
Súbitamente, bajó la temperatura y el granizo apareció danzando.
Brincó con sus zapatitos de vidrio sobre los techos y golpeó los cristales, llamando a los niños para que salieran a jugar.
Sus abalorios de hielo enjoyaron los árboles y troncharon los tallos de unos lirios que se preparaban a florecer.
Y en ese preciso instante, llegó la Primavera.
Venía riendo y saltando por el camino. Un cinturón de pájaros ajustaba su túnica y miles de mariposas la seguían como un séquito triunfal.
De pronto, sus pies desnudos se hundieron en un charco de agua helada. Se detuvo sorprendida y un escalofrío le recorrió la piel.
¡ Estaba lloviendo!
Su túnica mojada se adhirió a su cuerpo y sin saber cómo,  la Primavera estornudó.
Los árboles recién brotados se apresuraron a tenderle sus hojitas sin estrenar, para que las usara de pañuelo. Pero, el mal ya estaba hecho:  Se había resfriado.
El Invierno se rió satisfecho.   -
 -¡Ahí tienes, chiquilla  impertinente ! Te dejo el campo libre para que puedas bailar, si te quedan ganas todavía....

Enrolló la bufanda de nubarrones en torno a su cuello y tomando su maleta, se alejó sin mirar atrás. 


domingo, 6 de septiembre de 2015

LOS SINSABORES DE BETTY.

Nora estaba en la cocina preparando su almuerzo, es decir, una hoja de lechuga y una salchicha vienesa, cuando entró Betty como una tromba.
Sin saludarla siquiera, se arrojó sobre una silla y se quedó ahí, pálida y con cara de dolor de muelas.
-Qué te pasa, Betty?  -le preguntó Nora, más que todo para darle la oportunidad de hablar, porque era evidente que se atragantaba por desahogarse.
Pero ella permanecía muda, apretando los labios con fuerza, como si temiera que se le escaparan los dientes.
-¡Ya, pues, Betty!   ¡Habla de una vez, que estoy empezando a preocuparme!
-He sabido algo terrible, monstruoso, inconcebible...
-¿Qué?  ¡Por favor!
-Felipe está saliendo con otra.
-¡A ver! Un momentito...¿Me he perdido algo?  ¿Que había estado saliendo contigo?
-No, la verdad es que no...¡Pero me miraba harto y yo creí...!
Betty se arrojó sobre el lavaplatos y tuvo un ataque de llanto que duró exactamente cinco minutos. Nora lo supo porque le estaba tomando el tiempo al cocimiento de la salchicha.
Pasado el acceso, Betty se irguió con arrogancia y aseguró:
-¡Esto no se va a quedar así!  No ha nacido todavía el hombre que quede impune después de traicionarme.
-  ¡Pero, Betty, si tú misma reconoces que nunca saliste con él ni te insinuó nada !
-Sí, pero sus ojos era más sugerentes que veinte páginas del  Kamasutra...
  No quiso atender razones y se fue tal como había llegado, furiosa y despidiendo chispazos pirotécnicos.
Nora no quedó muy preocupada. Ya estaba acostumbrada a los dramas de Betty. Siempre enamorada, desengañada y vuelta a enamorar.  Zigzagueando entre las estrellas y los hoyos negros, pero siempre cayéndose en éstos últimos, que parecían atraerla con fuerza gravitacional.
Era su forma de vivir. "A concho" como decía ella. Pero parecía que en el fondo de su botella sólo quedaba borra, porque siempre terminaba dando manotazos en una agua negra que se empecinaba en entrarle por la nariz.
Nora pasó dos semanas sin saber de ella y prefirió no llamarla, para que la tormenta amainara por sí sola.
Con gran sorpresa, recibió una postal desde Cancún.
"Pasándolo divino con Carlos. Abrazos, Betty."
¿Quién sería ese Carlos?- se preguntaba Nora. Después se acordó de un gordito que Betty había conocido en las clases de Tango.
¡Pero si decía que no le gustaba!  Que bailaba con la gracia de un cachalote y que insistía en apretarla hasta dejarla sin respiración.
¡Vaya!  Esos apretones seguramente la habían hecho expulsar su amor fallido, como cuando una se atraganta con un hueso de pollo en el restorán...
Al cabo de una semana, volvió contenta y luciendo un tostado arrebatador.
De Felipe, ya no volvió a acordarse.

A Nora le dió un poco de envidia verla tan adolescente, tan irresponsable...Pero, se guardó su envidia, muy al fondo del corazón.