Bienvenidos a Mi Blog

Les doy la bienvenida a mi blog y les solicito encarecidamente que me dejen sus comentarios a mis entradas, pues su opinión es de gran valor para mí.



domingo, 30 de diciembre de 2018

LOS AMORES DE JOSE.

¡ De nuevo el mismo problema!  El Concurso de Cuentos cerraba en quince días y no se me ocurría nada...
Puse la cabeza sobre el escritorio y me adormecí sin darme cuenta.
Una tosecita cortés a mi lado me hizo dar un salto.
Frente a mí había un muchacho flaco, con aire triste, que me miraba expectante.
-Perdón ¿ quién es usted?
-Soy José ¿ no me recuerda?
Al ver mi cara de total desconocimiento, me miró ofendido.  Luego se avino a explicarme que era un personaje que yo había creado hacía un tiempo y que había desechado por fome.
-Esa vez no me ocupó en nada, pero como ahora me han pasado más cosas...Vine a ver si la puedo ayudar con el tema del concurso....
-Siéntese, por favor- le dije con gratitud- ¿ Quiere una taza de café?
-No, gracias. El café me pone nervioso- exclamó, retorciéndose las manos- A lo que vine es a contarle mi historia.
-¡ Qué bien!  Hable , que lo escucho...
-No sé si usted alguna vez ha estado enamorada - comenzó- Seguro que sí. Se nota en sus cuentos que tiene experiencia con el sufrimiento. Para mí el amor no es más que eso. Aunque al principio me sentía jubiloso y con ganas de vivir, aunque solo fuera para verla de nuevo.
La encontré por primera vez frente a un café. Alguien la empujó y se le cayeron unos libros de Arte que llevaba en los brazos. Se los recogí y caminé a su lado, acompañándola.
La noté reservada y no me atreví a preguntarle el nombre, pero de ahí en adelante, no hice más que pensar en ella.
Días después la volví a encontrar y la noté más amistosa, así es que me atreví a hablarle:
-¿ Te acuerdas de mí?
-La verdad es que no, pero no importa. Acompáñame mientras espero a una amiga.
-¿ Como te llamas?
-  ¡ Scarlet!- dijo riendo y me mostró el libro que leía. Era  "Lo que el viento se llevó"
La semana siguiente la vi con un grupo de estudiantes. Me acerqué confiado, pero ella me miró como si no me reconociera.
-Solo quería saber si ya terminaste de leer la novela... - murmuré, sin saber qué decir.
Me miró extrañada.
-No, yo no leo novelas. Eran unos libros de Arte los que me recogiste el otro día.
Y a continuación me dio la espalda y siguió hablando con sus amigos.
¿ Era voluble? ¿ Era coqueta?  ¿ Por qué actuaba así?  Retrocedí humillado.
No me dejé ver por el barrio universitario durante varios días. Pero no pude más de las ganas de verla y me puse a rondar por el café.
-¡ José!  ¡Qué alegría verte!
-¡ Scarlett!
-No me digas así- exclamó riendo-  ¡Dime Cosette! -  Y me mostró el libro que estaba leyendo. Era " Los miserables" de Victor Hugo.
Fuimos a tomar un café y las horas volaron, hablando de literatura.
- ¿Ahora me dirás tu verdadero nombre?
-Ya te dije que me llamo Cosette- contestó riendo y escapó sin que la pudiera retener.
Nos encontramos varias veces. Ella a veces se mostraba indiferente y fría y me saludaba apenas, como por obligación. Otras, se mostraba contenta de verme y pasaba largas horas conmigo, conversando en el café.
Esa situación de tira y afloja, de vaivén constante en sus actitudes me tenía al borde del colapso.  Decidí comentarlo con un amigo.
-Pienso que ella es bipolar o que tiene doble personalidad...Te juro que ya no aguanto este tormento.
-¿ Te refieres a la chica rubia con quién te vi en el café, el otro día?
-¿ La conoces?
-O sea, las conozco. Porque son dos. ¿ Nunca se te ocurrió que te enamoraste de dos hermanas gemelas?
-¿ Qué dices?- balbuceé, anonadado.
-¡ Que son dos, pues, hombre!  Una estudia Arte y la otra Literatura.
José terminó de hablar y me miró interrogante.
-¿ Qué le parece mi historia?- preguntó con triste sonrisa- ¿ Cree que le servirá de inspiración para algún cuento?
La verdad es que encontraba la anécdota de lo más tonta e improbable, pero no lo quise decepcionar.
Sonrió melancólico y se paró para irse.
-Me encantaría ser su protagonista- suspiró- Me consolaría un poco de mi fracaso de amor.

Cuando quedé sola, me senté otra vez frente al computador. Mi mente seguía en blanco y sin poder hilvanar ninguna frase.  ¡ Adiós, Concurso de Cuentos!


SER OTRA.

Ruth no se conformaba con ser lo que llaman " una chica del montón".  Sus facciones eran corrientes y su colorido, neutro. Debería estar acostumbrada a pasar desapercibida, pero no era así.  En su corazón ardía el resentimiento.
Envidiaba a otras chicas llamativas que parecían abrirse paso por entre un oleaje de deseos contenidos.
  Se acercaba el fin del año y después de una noche de insomnio, Ruth decidió cambiar su apariencia.  ¡ Año nuevo, vida nueva! -pensó.  ¡Ella también sería atractiva y provocadora!
Su modelo a seguir era Moira, la más popular del Liceo.
Muchas veces le habían chocado sus modales y su forma de vestir. Pero, estaba comprobado que era eso lo que se necesitaba para tener un séquito de admiradores y muchas invitaciones a salir.
En un salón de belleza  pidió que le decoloraran el pelo y se lo tiñeran de rubio platinado.
Luego fue al Mall y se compró una minifalda y una polera negra que apenas le tapaba la cintura.
En su dormitorio, se miró al espejo y comprobó que su nuevo look la hacía sentirse muy insegura . Sobre todo, cuando su mamá exclamó al verla:
-¡ Ruth!  ¿ Qué te hiciste?
-¡ Ay! Mamá, por favor...¿ Que acaso no me veo bien?
-Sí, mi hijita...Te ves bien. ¡ Solo que ya no eres tú misma!
Ruth ignoraba que en el Liceo había un muchacho que estaba enamorado de ella.
Al principio la había hallado poco atractiva. Pero con el paso del tiempo, se había ido fijando  en su modo de ser, franco y sin artificios. Y su sencillez le había parecido llena de encanto.
Durante unos meses, había estado saliendo con Moira. Era una chica espectacular y andar con ella le granjeaba la envidia de sus amigos.
-¡ Qué suerte tienes!- le decían- A mí no me hizo caso... ¡Ahora veo que le gustan los gansos!
Con el tiempo empezó a encontrarla superficial y falsa. Y sin darse cuenta, se encontró comparándola con Ruth.
Ella, tenía el  pelo castaño natural, apenas se maquillaba y sus ojos de mirada limpia,  siempre parecían decir lo pensaba.
Sintió que había estado perdiendo el tiempo. Que tenía que apurarse antes de que otro descubriera también su encanto.  No faltaría el que estuviera cansado, al igual que él, de las chicas pintadas que juegan a parecer vampiresas...
Decidió ir  su casa e invitarla a una fiesta en la casa de un amigo. Por el camino se detuvo en un puesto de flores y compró una rosa blanca.
Se parece a Ruth- pensó- Delicada y sencilla como es ella.
Le abrió su mamá y por un instante, lo miró dudosa. Luego dijo:
-Sí, sí está. Voy a ir a llamarla.
Un momento después,  vio venir hacia él a una rubia platinada, con los ojos pintados de azul. Llevaba minifalda y se equilibraba torpemente en unos zapatos de tacón.
Por un instante, creyó ver a Moira...
Al reconocer a Ruth, retrocedió.  Murmuró algo que ni él mismo entendió y se alejó sin despedirse.
  Una cuadra más allá, notó que aún llevaba el tallo de la rosa apretado en un puño.

Mientras caminaba, la arrojó en un papelero. 


domingo, 23 de diciembre de 2018

CUENTO PARA UNA NAVIDAD TRISTE.

Marina subió al altillo y sacó el árbol de Navidad y la caja con los adornos.
El árbol estaba cubierto de polvo. ¡ Hacía tantos años que no lo sacaba!  Le limpió con suavidad las ramas hasta que recuperaron el color verde. Pero, cuando abrió la caja, vio que las esferas de vidrio estaba rotas.
Se acordó de esa noche, hacía unos años, cuando su papá llegó borracho y las destrozó con el puño.
- ¡Aquí se acabó la Navidad!  ¿ Me oíste?
Su mamá los había abandonado.
Un día cualquiera, se fue sin despedirse. Al anochecer, encontraron la casa vacía y oscura. Todos sus vestidos habían desaparecido del closet.
Fue entonces cuando su papá empezó a beber. Y después de un tiempo,se fue, también.  Marina pensaba que habría ido a buscarla a ella...
Pero, ahora , a pesar de los recuerdos tristes, tenía ganas de celebrar la Navidad.
Adornó el arbolito lo mejor que pudo y preparó un vaso de leche y unas galletas, para Santa Klaus, como cuando era niña.
Se sentó a esperarlo. En medio de su tristeza, se aseguraba a sí misma que él vendría.
Empezó a tener sueño, pero luchó por mantenerse despierta.
Pasada la media noche, la puerta se abrió suavemente y entró Santa Klaus.
-¡ Sabía que vendrías! - exclamó Marina- Dime ¿ qué me has traído?
-¡ Ay!  No me queda nada...¡ Ya todo lo repartí !
Al ver su decepción, agregó:
-Pero,podría concederte un deseo...
-Mi deseo es volver a vivir una navidad de mi infancia. ¿ De verdad podrías concedérmelo?
Santa Klaus la tomó de la mano y la llevó fuera de la casa. Marina vio extrañada que los edificios habían desaparecido y que en su lugar había un bosque, tan tupido que parecía un muro infranqueable.
-La Navidad de tu infancia está detrás de ese bosque. ¿ No te da miedo la oscuridad?
Marina negó, sonriendo, y se internó entre los árboles sin vacilar. Le pareció distinguir a lo lejos, entre los troncos tupidos, un resplandor dorado.
Echó a correr, pero notó que perdía pie y se hundía en un pantano.
Vio a un hombre sentado en la orilla. Estaba bebiendo de una botella y no hacía caso de sus gritos.
Reconoció a su padre.
-¡ Papá ! ¡ Por favor, ayúdame, que me estoy hundiendo!
-¿ Quién grita así?  No distingo nada...
-¡ Soy yo!  Marina, tu hija.
-Yo tenía una hija, hace tiempo- balbuceó el hombre y siguió bebiendo, sin prestarle atención.
Marina sintió que el lodo la arrastraba hacia el fondo, pero aún pudo ver a lo lejos el resplandor dorado de la soñada Navidad.
Al amanecer, despertó asustada. El vaso de leche y las galletas continuaban intactas sobre la mesa.
No había venido Santa Klaus.




domingo, 16 de diciembre de 2018

RELOJES Y CORAZONES.

     Segundo Premio en el concurso de Cuentos de Providencia.

Llovía la tarde en que Julio esperó a Josefina a la salida del trabajo.  Estaba consciente de que ella era muy joven para él, pero no perdía la esperanza de  conquistarla.
-  ¡Nos pilló la lluvia sin paraguas, Josefina!  ¿ Me aceptaría un café?
-Es muy  tarde- objetó ella.
Julio consultó su viejo reloj de cuerda, herencia de su padre:
-¡ Son recién las siete!
Burlona, Josefina miró su celular.
-¡ Su reloj está atrasado, Julio!  Son ya las siete y media...
 -Yo también estoy atrasado- suspiró Julio- No me convenzo de que ya se me pasó la hora para amar...
En ese momento, se rompió su corazón. Emitió  un chasquido seco y vomitó un montón de piezas sueltas dentro de su pecho.
Desanimado, caminó sin rumbo y llegó a un local donde se reparaban relojes. Pensó que podría componer el suyo, que lo había dejado en vergüenza frente a Josefina.
El relojero estaba ocupado componiendo un enorme reloj de péndulo.
-¡ Siéntese y espere un momento, por favor!
Julio se sentó y cerró los ojos. Se sentía muy cansado... Luego vio frente a él al relojero que le decía:
-¿Qué quiere que le componga?  ¿ Su reloj o su corazón?
-¿ Qué también arregla corazones?
-  ¡ Relojes y corazones son casi lo mismo!   Le  arreglaré el suyo de inmediato...
Al cabo de un rato se acercó:
-¡ Listo, señor!  Le ha quedado como nuevo.
-Pero, no sentí nada...¿ y como lo arregló ?
-Le puse el mecanismo de un reloj cucú. ¡ Ahora tiene en el pecho un pajarito cantor! Va a ver como se le compone el ánimo...
-Pero ¡ usted  está loco! - gritó Julio- ¿ Quiere que vaya por la calle diciendo cucú cada cuarto de hora?
Indignado, se quiso parar de la silla y entonces despertó...
Frente a él estaba el relojero que le decía:
-Lo siento, señor. Su reloj es muy anticuado. ¡ Ya no tiene arreglo!



PREMIACIÓN.

Segundo premio Concurso Cuentos Providencia. 15 de diciembre 2018.


domingo, 9 de diciembre de 2018

GANAS DE VIVIR.

Un día, Federico decidió salir a buscar aquello que la Vida podía ofrecerle.
Salió a pie, con su vieja mochila colgada a la espalda.
A la salida del pueblo vio dos caminos.  Uno estaba pavimentado y por él circulaban 
numerosos automóviles . Varias personas transitaban presurosas por los costados de la vía.
  El otro camino era de tierra y se veía abandonado y solitario. La maleza crecía en los bordes y no había huellas de neumáticos sobre el polvo.
¿ A donde conducirá este camino?- se preguntó Federico. No sabía de nadie en el pueblo que lo hubiera recorrido. Sintió curiosidad y como solo tenía veinte años y mucho tiempo por delante, se echó a andar por él sin apuro.
Pero, era muy largo. Cayó la noche y aún seguía caminando sin ver que la senda desembocara en alguna parte.
Al amanecer se encontró por fin a la entrada de un pueblo.  Al pasar por la plaza, la campana de la Iglesia empezó a repicar alegremente y a Federico le pareció que le estaba dando la bienvenida
Mucha gente pasaba por su lado y todos lo saludaban sonrientes, como si lo conocieran de toda la vida.
En un banco vio a un anciano que alimentaba  las palomas con miguitas de pan.
-Señor- le preguntó cortesmente- ¿ Podría informarme como se llama este pueblo?
-Se llama Pueblo Feliz.
-¡ Qué nombre tan bonito! - observó Federico- Y ¿ hay alguna razón para que se llame así?
-Por supuesto. La razón es que aquí todos son felices. Incluso yo, que soy viejo. En lugar de sentirme afligido por mis achaques, despierto contento y agradecido por un día más.
 Federico se quedó pensativo. Se preguntaba como era que nadie de su pueblo había llegado antes allí.  Todos tomaban el camino pavimentado pensando tal vez que el camino de tierra era poco atractivo y no conducía  a ningún lugar interesante.
-¿ Para qué seguir andando?- pensó luego- Sería un tonto si me fuera de aquí.
Pero, con el trascurso del tiempo, empezó a sentirse inquieto. Un desasociego creciente y un tedio hicieron presa de él.  Aquella serenidad sin alteraciones le parecía monótona. Se dio cuenta de que allí no estaba la realidad que quería conocer.
Esto es como un sueño que nunca termina, meditó, pero yo no quiero soñar, yo quiero vivir.
Tomó su mochila y se dirigió a la salida del pueblo.
En la plaza estaba el anciano, como siempre, rodeado de palomas.
-¿ Por qué te vas?- le preguntó al verlo cargando su equipaje.
-Porque todavía no estoy preparado para ser feliz. Necesito sufrir primero. Cuando haya conocido el fracaso y la decepción,  recién entonces podré decir que he vivido. Solo se aprecia la felicidad cuando se ha conocido el sufrimiento.
Pasaron muchos años antes de que Federico regresara al Pueblo Feliz.
Al pasar por la plaza, vio el banco vacío. Las palomas merodeaban por los alrededores, buscando qué comer.  Comprendió que el anciano había muerto.
Se sentó un momento a  descansar,  porque le pesaba las piernas. La juventud hacía tiempo que era solo un recuerdo  para él.
Después fue a comprar pan y sentado en el mismo banco que el anciano ocupara ,empezó a desmigarlo lentamente.  Las palomas acudieron en tropel, entrechocando sus alas.
  Federico se sintió feliz y a pesar de sus achaques, agradeció a Dios por un nuevo día que vivir.




domingo, 2 de diciembre de 2018

LOS SUEÑOS ROBADOS.

Marcos despertaba cansado y sin ánimo, como si no hubiera dormido nada. Aunque se acostaba temprano y no sabía más de sí mismo hasta que sonaba el despertador.
Fue al médico y él ordenó unos exámenes.  Le colocó en la frente unos electrodos conectados a una máquina que registraba sus ondas cerebrales y lo hizo dormir con un poderoso somnífero.
Al término del procedimiento, el facultativo le dijo, preocupado:
-Lo que pasa, Marcos, es que usted no sueña. Su período REM ha desaparecido, no me explico como.  Y una persona que no sueña, no puede hacer descansar su mente.
Le recetó unos relajantes y dio por terminada la consulta.
Marcos se fue muy desanimado. Se preguntaba cuando había perdido la capacidad de soñar y qué era lo que había causado su desgracia.
Recordó que semanas atrás había despertado a media noche y había creído ver a un hombre flaco que salía de su dormitorio llevando una maleta. Estaba claro que había entrado a robar...Sin embargo no echó nada en falta... Ahora se le ocurrió pensar que tal vez era un ladrón que recorría la ciudad robando los sueños de la gente. 
 ¿ Para qué los querría?  ¿ Para venderlos a quienes no podían soñar?
Se dio cuenta de que en el Metro y en las calles había una cantidad cada vez mayor de personas  que lucían demacradas y sin ánimo, como si no hubieran dormido.  ¡ Seguro que al igual que Marcos , habían perdido la capacidad  de soñar!  No le cupo duda de que el hombre flaco con la maleta era el culpable de su fatiga crónica.
Pensó que era preciso atraparlo antes de que siguiera cometiendo sus delitos y en lugar de acostarse en las noches, se puso a recorrer la ciudad , buscándolo en vano.
Ya había perdido toda esperanza, cuando en una de sus correrías  nocturnas, vio en el Metro a un señor gordo que roncaba apoyado en el vidrio de la ventanilla. Por el carro semi desierto avanzó el hombre flaco llevando su maleta y en la otra mano, un par de tijeras. Con total sigilo se sentó al lado del durmiente y empezó a cortar una materia sedosa que le envolvía la frente.  ¡Eran sus sueños!  Los echó rápidamente en la maleta y se bajó en la siguiente estación.
Marcos alcanzó a bajarse también y se fue tras él, pegado a su sombra.
El hombre entró en una casa y al rato se encendió la luz en una habitación que daba a la calle. Marcos se acercó a la ventana y lo vio abrir su equipaje y guardar el contenido en numerosos cajones de un armario.
Al cabo de un rato, el ladrón volvió a salir con la maleta vacía y se perdió por las callejuelas, sin notar la presencia de Marcos.
Apenas hubo desaparecido tras una esquina, Marcos empujó la puerta de la casa y notó que cedía fácilmente a su contacto.
Al acercarse al armario, comprobó que cada cajón tenía un rótulo distinto : Sueños alegres. Sueños tristes. Sueños infantiles. Sueños de amor...
En el cajón de los sueños tristes tienen que estar los míos, pensó Marcos, que era un melancólico sin remedio.  Quiso sacarlos  y escapar corriendo,  pero vaciló. ¿ Por qué no llevarse mejor algunos sueños infantiles?  ¡ Hacía tanto tiempo que no soñaba algo lindo!
Abrió el cajón y tomó a puñados la substancia sutil que contenía. Era rosada, como el algodón de dulce que le compraban cuando era niño.  Se llenó los bolsillos y huyó rápidamente.
Esa noche vació el contenido sobre su almohada y cerró los ojos, lleno de esperanzas.
Casi al instante, vio que un ejército de enanitos rojos, verdes y azules surgían de la tierra y se ponían a saltar y hacer cabriolas sobre su cama. Lo tomaron de la mano y por un  camino amarillo lo condujeron al castillo del Mago de Oz. 
Luego se vio atado a los hilos de cientos de globos multicolores que lo llevaron volando sobre el país de su infancia.
Marcos sonreía en sueños y en sus labios flotaba la palabra más linda que había pronunciado en su  vida:  Mamá.


domingo, 25 de noviembre de 2018

EL DIA QUE DIOS SE FUE.

José se levantó una mañana y vio que la ciudad estaba vacía.  En las calles, los autos permanecían detenidos con el motor en marcha, mientras los semáforos les daban inútilmente sus luces verdes.
Las puertas de las casas estaban abiertas, pero nadie salía a caminar por las veredas.
Un silencio nuevo y desconocido se había adueñado de la ciudad.  Solo los pájaros continuaban cantando en los árboles, porque la ausencia de los humanos les era indiferente.
-¡Se fueron todos!- exclamó José- ¿ Habrá habido una alarma de ataque nuclear durante la noche y nadie me avisó?
Caminó todo el día por las calles desiertas.  Le dio hambre y sacó una caja de leche del anaquel de un supermercado. No había nadie que le cobrara, así es que dejó un billete sobre el mostrador vacío.
Una semana después, para entretener en algo su soledad, decidió limpiar las calles.  Se pondrán contentos si encuentran  todo limpio cuando vuelvan, imaginó, complacido.
Partió recogiendo los papeles y las colillas de cigarro. La ciudad no era muy grande, así es que al cabo de dos meses, había logrado eliminar la basura. También había barrido las veredas y regado los jardines,  y todo lucía limpio y brillante bajo los rayos del sol.
Pero  nadie volvía. Así es que decidió salir a buscarlos.
Atravesó muchas ciudades en las cuales encontró la misma aterradora soledad. Solo se veían algunos perros que vagaban gimiendo, en busca de sus dueños.
Comprendió que las cosas eran más graves de lo que había creído y decidió conducir hasta la Capital.   Allí  seguro habría alguien que pudiera darle una respuesta.
Entró al Palacio de Gobierno, que era una gran casa blanca, con una fachada adornada con columnas.
Sus pasos resonaban lúgubres en los corredores vacíos.
En una habitación donde las cortinas permanecían echadas, vio a alguien sentado en la penumbra.  Estaba encorvado y se sostenía la cabeza entre las manos.
Al escuchar un ruido, alzó la vista hacia José.   
- ¿ Quién eres?- le preguntó.
-Soy José. Y supongo que tú serás el Presidente.
Negó con tristeza.
-En realidad, soy Dios.
- Entonces, debes ser el responsable de la desaparición de la humanidad- le reprochó José, sin cohibirse demasiado.
- Sí y no. La verdad es que no quería que las cosas resultaran de este modo.
Ante el silencio interrogante de José, continuó hablando:
-Estaba enojado y quise castigarlos. Primero pensé en un diluvio, como el de Noé, pero los tiempos han cambiado.  Ahora, los hombres se salvarían en barcos acorazados y submarinos.  Si les mandara una tormenta de fuego, como en Sodoma, se refugiarían en los bunkers que han construido para protegerse de sus propias bombas...Dominé mi ira y decidí ser indulgente. Creé un programa computacional que garantizaría la salvación de todos los hombres generosos. Eché a andar el programa y me acosté a dormir. Cuando desperté, no quedaba nadie sobre la tierra.
-¿ Y yo? - preguntó José.
-Bueno, me imagino que eras el único hombre generoso que quedaba...
- ¿ Yo, generoso?  No creo... Diría que más bien soy un decepcionado. Hace tiempo que dejó de importarme mi propia vida y empecé a preocuparme por la vida de los demás.
-Esa sería una respuesta- sonrió Dios, y su cara ensombrecida se iluminó por un instante.
-Y ahora ¿ qué vamos a hacer?-  le preguntó José.
- Yo no quiero hacer nada. Solo quiero pensar y tratar de entender por qué fracasé de esta manera.
Volvió a cogerse la cabeza entre las manos y se sumió en sus amargas reflexiones.  José salió en silencio, para no molestarlo.
Al pasar por un jardín, vio un rosal con un único capullo que ya empezaba a florecer. Decidió regarlo y cuidarlo hasta que la rosa hubiera abierto por completo.
-Se la llevaré a Dios, para aliviar su tristeza, murmuró esperanzado y con una azada empezó a limpiar la tierra junto a las raíces.
Cuando la rosa desplegó sus pétalos, era tan bella que José  quedó deslumbrado y cerró los ojos.
Cortó el tallo con delicadeza y se dirigió a la casa de Gobierno.
Encontró a Dios tendido sobre un sofá de la estancia.   Estaba muerto. Junto a él había una carta dirigida a José.
" Pérdóname, José, por dejarte solo. Pero no tengo fuerzas para empezar de nuevo y no quiero seguir lamentado mi fracaso. Como soy Todopoderoso, puedo morir cuando lo decida,  y elijo este momento".
José tomó sus manos que colgaban exánimes y las juntó sobre su pecho. Entre sus dedos sujetó la rosa. Luego salió de puntillas, como si temiera interrumpir el reposo de Dios.
-Siempre supe que la vejez es un asunto solitario, pero nunca imaginé que la mía lo sería tanto.
Se sentó en un banco del  parque. Anochecía y miles de estrellas parpadeaban en el cielo. Un ruiseñor elevó su trino melodioso indiferente a quién pudiera escucharlo.
-¿ Cuanto tiempo más brillarán las estrellas ahora que Dios se fue?-  preguntó José, entristecido.

Sabía que su pregunta era inútil porque no quedaba nadie que pudiera responderla.