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domingo, 28 de abril de 2019

EL HADA DEL ARCOIRIS.

Una mañana de principios del mundo, cuando todo era nuevo y resplandeciente, llegó la lluvia y danzó largo rato sobre los prados.
A continuación, apareció el arcoiris y del él surgió un hada que bajó despacio a la tierra, pisando uno a uno los peldaños de oro que le tendía el sol.
Junto a un lago vio una garza blanca y le preguntó:
-¿ Sabes tú cuantos colores tiene el arcoiris?
La garza estaba orgullosa de su plumaje y creía que el único color valioso en todo el mundo era el blanco, así es que echó a volar sin responderle.
El hada siguió su camino y al borde de un trigal vio un tordo cuyo plumaje negro brillaba como el azabache.
-¿ Sabes cuantos colores tiene el arcoiris?- le preguntó.
El tordo, envanecido del negro de sus alas, la miró desdeñoso y emprendió el vuelo sin responderle.
El hada se encontró luego con un jardín recién florecido y lo interrogó con dulzura:
-¿ Sabes cuantos colores tiene el arcoiris?
-No lo sé- contestó el jardín, lanzando oleadas de perfume, para darse importancia- Yo sólo conozco  los de mis flores y sé que no existen más colores que esos en todo el mundo.
El hada siguió su camino y llegó a la orilla de un charco de agua estancada. Era oscuro y no había signos de vida en él.
Pero, cuando el charco escuchó la pregunta del hada, pareció resplandecer de orgullo porque ella le dirigía la palabra y luego, humildemente le respondió:
-¡ Claro que sé!  Los he visto copiarse en mí esta mañana, cuando cesó la lluvia. Los colores del arcoiris son siete:  rojo, naranja, amarillo, verde, índigo, azul y púrpura.
-¡ Cuanto sabes, amiguito ! -sonrió el hada- En premio, te daré un regalo.

Se inclinó y hundió su mano en el agua oscura. Instantáneamente, se volvió traslúcida y en ella aparecieron nadando cientos de pececitos de color.


domingo, 14 de abril de 2019

EL CONCIERTO.

Julio estaba eufórico.  Su cantante favorito, Paul X... daría un recital en la ciudad.
Había seguido su carrera paso a paso, hasta que su música lo había hecho famoso en el mundo entero.
Lo admiraba y secretamente soñaba ser él. A veces se sentía de tal modo identificado que al mirarse al espejo, creía ver la cara de Paul...Se peinaba como él e imitaba sus gestos, repitiendo la letra de sus canciones, que se sabía de memoria.
¡Lo admiro más que nadie!- pensaba- ¡ Solo yo soy capaz de percibir su talento en todo lo que vale!
Y ahora venía a la ciudad, por fin...
Pensó que podría costearse la entrada para el concierto, pero después supo que hasta la localidad más alejada del escenario estaba fuera de su alcance.
Se quedó merodeando al rededor del Teatro, junto a un grupo de fanáticos que no se conformaban con no poder entrar y esperaban no se sabe qué milagro. Quizás Paul en persona saldría a ordenar que los dejaran entrar a todos...
Pero los guardias empezaron a dispersarlos a bastonazos.
-¡ Ya!  ¡ Despejen, despejen!  Si no tiene plata para la entrada no sacan nada con quedarse aquí...¡ Están obstruyendo el acceso!
Julio pensó que todavía tenía tiempo de correr a su casa a buscar más dinero.
Sabía que su papá guardaba algunos billetes en su velador, por si surgía alguna emergencia.
En la casa no había nadie. Subió corriendo al dormitorio de sus padres, pero pronto comprobó que en el cajón del velador no había dinero. Su mano tanteó hasta el fondo y debajo de unos papeles, medio oculta, sintió el contacto duro de una pistola.
Estaba cargada y Julio se la echó al bolsillo sin pensar en lo que hacía.
Llegó de vuelta cuando ya las puertas del teatro estaba cerradas. Un pequeño grupo seguía merodeando por los contornos y algunos empezaron a desahogar su frustración apedreando los faroles de la calle.
-¡ Corran!- gritó alguien- ¡ Paul va a salir por la puerta trasera!
Se precipitaron hacia allá, esperanzados. Pasó un largo rato antes de que se abrieran las puertas y apareciera el cantante rodeado de guardaespaldas.
El maquillaje bronceado, unido al sudor, le goteaba en el cuello de la camisa. Lucía cansado y al ver a la multitud esperándolo, tuvo un gesto de contrariedad. Pero se sobrepuso y sonrió en forma artificial, luciendo la blancura de sus dientes.
-¡ Gracias, muchachos, por venir! - exclamó, saludando con la mano.
Julio se abrió paso, frenéticamente, empujando a los que tenía por delante. No supo como se encontró frente al cantante.
-¡ Paul! - le  gritó, con voz ronca- ¡ Yo te admiraba más que nadie!

Y sacando la pistola de su bolsillo, le disparó directo al corazón.


domingo, 7 de abril de 2019

UN EXTRAÑO EN LA CARRETERA.

Mariana no recordaba  cuantas horas llevaba conduciendo. Se había propuesto no detenerse
 hasta llegar a la ciudad donde la esperaba un empleo.
De pronto, vio a un hombre parado al borde de la carretera que le hacía señas para que lo llevara.
Se veía muy pálido. Quizás llevaba mucho rato esperando. Pero, Mariana no quiso parar. Jamás se le ocurriría llevar a un desconocido, con la cantidad de asaltos y robos que aparecían en los diarios.
Por el espejo retrovisor lo vio empequeñecerse en la distancia, mientras su boca esbozaba una mueca de amargura.
Por unos momentos, se sintió mal, pero luego, en una vuelta del camino lo perdió de vista y ya no se acordó más.
Continuó manejando, pero se notó cansada. Tuvo miedo de quedarse dormida y decidió detenerse en una bomba de bencina, para tomar un café.
Se disponía a frenar, cuando vio al mismo hombre que había dejado  muchos kilómetros más atrás. ¿ Como era posible que hubiera llegado hasta ahí?   El hombre la miraba fijamente y de nuevo le hacía señas para que lo llevara.
Tuvo miedo, no sabía de qué. ¿ Quién era ese hombre y por qué la perseguía?  Luego se tranquilizó pensando que sencillamente otro automóvil lo había llevado hasta la bomba de bencina y lo había dejado ahí. Era solo una coincidencia.
Siguió conduciendo sin detenerse hasta que empezó a oscurecer. Recordó que no había comido nada y que además, necesitaba un café.
Pensó hacer un alto en algún pueblo y pedir alojamiento en algún motel. Era peligroso que siguiera el viaje sin haber descansado unas horas primero.
Distinguió unas luces y aminoró la marcha. Pero, parado al borde del camino estaba el hombre otra vez.
Pensó que se estaba volviendo loca.           Que el cansancio la hacía ver visiones....
Se detuvo unos kilómetros más allá frente, a un restaurant carretero y decidió llamar a su madre.
Le respondió una voz desconocida.
-¡ Aló!  ¡ Aló!  ¿Quién habla?
-¿ Con quién desea hablar usted?
-Con la señora Elvira- dijo torpemente, sin poder controlar su angustia.
-Lo siento, ella  tomó un sedante por orden del médico y ahora duerme...
-¿ Qué dice?  ¿ Que le pasó?
-Es que la señora recibió una mala noticia .Su hija se accidentó....
En ese momento, Mariana fijó la vista en un periódico que había sobre el mostrador.
" Accidente fatal en la carretera. Dos muertos" - decía el titular. Más abajo explicaba que una conductora había arrollado primero a un hombre para luego estrellarse contra un árbol.
Mariana soltó el teléfono y cerró los ojos, confundida.
Cuando los abrió, vio al hombre parado frente a ella. Se fijó en su ropa llena de polvo, como si lo hubieran arrastrado por el suelo.
-Señorita ¿ me lleva?  Los dos vamos hacia el mismo lugar.