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Les doy la bienvenida a mi blog y les solicito encarecidamente que me dejen sus comentarios a mis entradas, pues su opinión es de gran valor para mí.



domingo, 31 de agosto de 2014

COSAS QUE PASAN.

A Julián lo abrumaba la nostalgia del pasado. Pensaba que su niñez había sido la única época en la cual se había sentido feliz. Que al crecer sólo había conocido el fracaso, la traición de los amigos y el desamor.
No advertía que la nostalgia es como una niebla que desdibuja la realidad y que a menudo los recuerdos son hermosas mentiras que nos contamos a nosotros mismos.
La melancolía por el ayer perdido debilitaba su voluntad de vivir. El presente le era indiferente y el futuro sencillamente no existía para él.  Inmerso en su añoranza, cada vez más solitario, vagaba por las calles sin mirar a su alrededor.
Tal vez fue por eso que, al cruzar una esquina con luz roja,  un autobús lo atropelló.
Quedó tendido inconsciente en el pavimento, mientras los transeúntes lo miraban horrorizados, creyéndolo muerto.
Julián no supo cuando lo subieron a una ambulancia y lo transportaron a un  hospital.
El golpe en su cabeza lo había dejado sumido en un desmayo profundo. Pero una parte de su mente permanecía activa y empezó a soñar.
Se vio caminando por un bosque sombrío y sus pasos lo llevaron hasta un muro cubierto de musgo. Distinguió una puerta casi oculta por las hojas de una hiedra. Sobre el dintel había un letrero que decía :  "AL PASADO".
-¡No es posible!- exclamó- ¿Quiere decir que detrás de este muro está la vida que viví, los momentos felices que ansío recobrar?
Empujó la puerta con ansiedad, pero frente a él sólo vio una llanura blanca y vacía. No había suelo ni cielo. No había nada.
Junto al umbral vio a un viejo que llevaba un tarro de pintura blanca y una brocha. Sonreía satisfecho como quién acaba de terminar una tarea.
-¡Cómo!  ¿Tú lo has borrado todo?  ¿Por qué lo has hecho?
- Lo hice para que entiendas que quedarse en el pasado es una cobardía. Vives fabricando recuerdos de cosas que nunca ocurrieron , porque no tienes valor para enfrentar la realidad.
-Pero ¡yo quería reencontrarme con mis horas de dicha, las únicas que tuve y tú me lo has impedido!
En un arranque de ira se arrojó sobre el viejo, queriendo pegarle, pero sintió que se diluía entre sus dedos como un girón de niebla y se encontró solo frente al infinito desierto blanco.
Mientras, el cubo se había volcado y la pintura corría como un río hasta alcanzar la puerta. Vio con horror que empezaba a borrarla.
Alcanzó a adelantar un pie y traspasó el umbral antes que desapareciera.
Abrió los ojos y se encontró en una cama de hospital.
De espaldas a él, sin notar que había despertado, conversaban dos médicos.
-¡Sí!  ¡Va a vivir! - decía uno- Sin embargo, el daño en su cerebro no da un buen pronóstico sobre su calidad de vida....
- ¡Pero es un daño parcial !- objetaba el otro- Sólo tiene lesionada la zona que corresponde a la memoria...
- Y eso no es tan sencillo, estimado colega.... ¡Piense a lo que se enfrentará este hombre....!   Ha perdido todos sus recuerdos. El pasado ya no existe para él ....  Como se dice vulgarmente, ¡ha quedado con la mente en blanco!

miércoles, 27 de agosto de 2014

NOSTALGIA. Tarea de Taller .




La nostalgia dibuja con un lápiz de bruma
en un cuaderno gris.
Va esbozando el paisaje,
ya perdido en el tiempo,
de un lejano país.

Vuelvo a andar por las calles
que recorrí de niña camino de mi hogar.
Y tras de una ventana,
mi madre me sonríe,
mirándome llegar.

Los muros de la escuela que hace años demolieron
se alzan de nuevo allá,
y a jugar en el patio, la traviesa campana
de nuevo llamará.

Está el viejo manzano
en el que acostumbraba columpiarme y soñar.
Y la plaza del pueblo, donde el agua reía
de la pila al brotar.

Transido de recuerdos,
el corazón se escapa al lejano país.
Allí todo está intacto.
La nostalgia lo pinta sobre un cuaderno gris.


domingo, 24 de agosto de 2014

UN CUENTO DESALMADO.

Un día, el alma de Juan le comunicó que se iba.
- ¿ Por qué?  ¿ Qué te he hecho ?
-Sencillamente me tienes cansada. Me agobian tus rencores y tus amarguras  ¡Yo quiero ser feliz!
-  Pero ¡ sabes que sin ti no soy nada!  ¡ Si te vas, me quedaré vacío !
- No me importa. Has malgastado tu oportunidad viviendo en medio de la acidia y la melancolía. ¿No sabes que hay un lugar en el Infierno para los que no saben disfrutar la Vida?
-Pero ¡si eres tú la que me ha hecho desgraciado a mí!
-¡Te equivocas!  Es tu pensamiento.  Ese pensamiento escéptico que te roe como un gusano. Yo llegué a ti con mi túnica blanca y sin mácula y mírala ahora, ajada y llena de manchas...
El alma de Juan bajó los ojos con disgusto hacia su vestido.  Luego, le volvió la espalda y se alejó, perdiéndose calle abajo.
-¡No puedes irte así!- gritó Juan, angustiado- ¿Qué voy a hacer ahora?
Sentía en su pecho algo parecido al dolor. Pero no era dolor, era ausencia. Los latidos de su corazón resonaban con un eco extraño, como los pasos de alguien  que camina en un recinto vacío.
Deambuló por las calles como cegado, dando tropezones. La buscó en vano para convencerla de que volviera, pero comprendió que se había ido definitivamente.
¿Qué hacer?   No se sentía él mismo. El reflejo de un espejo le devolvió al pasar unos ojos sin brillo. El fuego de su alma  ya no ardía en ellos.
¡Qué injusta, qué cruel había sido al abandonarlo!
Pensó que quizás pudiera encontrar otra alma que quisiera llenar el hueco que dejara la ingrata. Pero ¿ a donde?
De pronto tuvo un idea. ¡El Cementerio!
¡Allí seguramente andarían rondando aún aquellas a quienes la Muerte había despojado de sus cuerpos y que tal vez ansiaran encontrar otro hospedaje!
Traspuso la reja del Campo Santo y se aventuró por una avenida de cipreses.
Desde lejos vio un grupo de personas reunidas junto a un tumba. Un sacerdote repetía las huecas palabras de consuelo que en nada ayudan...
Lentamente, bajó el ataúd a la fosa mientras algunos le arrojaban flores.  Dos o tres  lloraban. Otros se llevaban un pañuelo a los ojos secos mientras con disimulo consultaban el reloj...
Cuando se fueron, Juan se acercó y vio una figura blanca sentada sobre la tumba, sollozando sin consuelo. ¡Era el alma del difunto!
-¿ Por qué lloras?- le preguntó Juan, para iniciar la conversación.
-¿ Cómo quieres que no llore?  Acaban de enterrar a aquel que me albergaba.  ¡ Era joven aún!   Pero llegó la Muerte con su guadaña y lo segó como a una espiga...
 A Juan le pareció de lo más cursi esta última frase, pero la atribuyó a la obnubilación de su congoja. 
- ¡No te aflijas !- le respondió- Yo he perdido mi alma y te ofrezco que ocupes su lugar.
Ella dejó de llorar y fijó en él unos ojos de mirada crítica.
-¿Tú?  ¿No estarás un poco viejo?  Mira que no quiero quedarme sin cuerpo otra vez...
-¡Oh, no!- rebatió Juan, ofendido- Estoy demacrado y sin brillo por el vacío que hay en mi interior. Pero si tú consientes en habitar mi pecho, me harás revivir de inmediato.
 El alma aceptó la petición y se introdujo en el pecho de Juan. ¡ Después de todo, quizás no se le presentara otra oportunidad en mucho tiempo !
Aquella noche, Juan durmió sin sobresaltos, pero a la mañana siguiente, despertó presa de un abatimiento inusitado.
Miró por la ventana y vio un cielo gris y pesado colgando sobre la ciudad. Sintió que ese mismo peso  lo aplastaba, quitándole todas las ganas de vivir.
Una opresión extraña se había alojado en su pecho, como si el alma recién adquirida estuviera hecha de plomo. Horribles ansias de muerte lo embargaban. Pensó que arrojarse por el balcón era su única salida...
Pero reaccionó a tiempo. No era normal lo que le pasaba. Nunca antes se había sentido así  y era evidente que tenía que ver con el alma de aquel difunto. ¿ Habría cometido un error al aceptarla  sin averiguar primero sus antecedentes?
Agobiado, vagó por la ciudad sin saber qué hacer y sus pasos lo llevaron de nuevo al Cementerio.
 Junto a la tumba que visitara el día anterior vio a una mujer llorando.
Se acercó y se arrodilló a su lado, con la esperanza de averiguar algo.
-¡Quisiera saber de qué murió!- exclamó sin poder contenerse.
-¡ Cómo!  ¿No lo sabe usted ? - respondió ella extrañada- Se sentía un escritor fracasado.  Decía que nadie compraba sus libros...  ¡Por eso se mató!

domingo, 17 de agosto de 2014

LA PESADILLA.

En el último tiempo, Julia trataba de quedarse despierta leyendo hasta altas horas de la noche, porque tenía miedo de quedarse dormida.
Sabía que la misma pesadilla se presentaría para torturarla una vez más.
En ella, se veía en la cárcel, sin saber qué delito había cometido.  En vano se lo preguntaba a la celadora, una mujer corpulenta de mirada impasible. Ella se burlaba en su cara y le decía:
-¡Claro!  ¡Ahora me vas a decir que eres inocente! Podrías tratar de ser un poco más original...
-Pero ¿ qué hice, por Dios?  ¡Le juro que no lo recuerdo!
La mujer le volvía la espalda y cerraba la reja con estrépito.
Noche tras noche soñaba lo mismo. Le bastaba poner la cabeza en la almohada para verse transportada a la estrecha celda, siempre iluminada con una luz cruda que martirizaba sus ojos.
Despertar en su cama, cada mañana, era un alivio, pero se levantaba extenuada por la angustia de ver repetirse el mal sueño una y otra vez.
Terminó por creer que era premonitorio. Que ella estaba destinada a cometer un delito grave, un asesinato y que esa pesadilla no hacía más que mostrarle lo que le deparaba el futuro.
Pero ¡no! ¡ No era posible!  No odiaba a nadie ni nunca había pensado siquiera en hacerle daño a alguna persona. ¡ No podría!  No estaba en su naturaleza....
Hasta que supo que Carlos la engañaba.
Hacía tiempo que sus amigas venían diciéndole que lo habían visto con otra. Pero ella no les hacía caso y  lo atribuía a la envidia. ¡Siempre le habían demostrado su escepticismo al ver que Carlos se había fijado en ella! 
-Deberías arreglarte más-le decían- Te resultará difícil retener a un hombre tan buenmozo como Carlos....
Y hasta el día antes de la boda habían tratado de arrebatárselo.
Pero su incredulidad en los comentarios y su fe en él se terminaron abruptamente el día que encontró una nota arrugada en uno de sus bolsillos.
" Amor, a las siete en el lugar de siempre".  En lugar de firma había una letra L.
Comprendió que se trataba de Leticia, la nueva secretaria, una mujer rubia y llamativa que  le habían presentado en una fiesta de la oficina.
Pero su odio no se concentró en ella sino en Carlos, a quién tanto había amado y quién seguía fingiéndole amor mientras la apuñalaba por la espalda.
Entonces decidió matarlo.
No tuvo dificultad en comprar una pistola para su defensa personal.
-Vivo en un barrio peligroso- le dijo al vendedor en la armería y él le sonrió comprensivo. Bastaba abrir los diarios cada mañana para saber que la delincuencia iba en aumento...
Le pareció casi divertida la expresión de incredulidad de Carlos cuando la vio parada frente a él  con la pistola en la mano. ¡ Ella, tan serena, tan quitada de bulla, tan señorita de colegio inglés...!
-¡Julia!  ¿Estás loca?  ¿Qué te pa....?
La palabra se truncó en sus labios en el mismo segundo en que la bala penetró en su corazón.
Esa noche no tuvo pesadillas. Durmió con un sueño turbio y sin imágenes. Y desde entonces, la pesadilla recurrente no la volvió a atormentar.
La llevaron a juicio y aunque el abogado hizo lo posible por defenderla, la condenaron. Tal vez porque ella se negó a hacer la comedia del arrepentimiento.
Escuchó la sentencia sin alterarse. Ahora que Carlos estaba muerto, todo le daba lo mismo.
La empujaron al interior de una celda estrecha, alumbrada por una luz cruda que martirizaba sus ojos.
Entró la celadora, una mujer corpulenta de rostro impasible. La miró sin sorpresa, como si llevara mucho tiempo viéndola y le espetó con sorna:
-Bueno ¿ y tú vas a seguir con la cantinela estúpida de que eres inocente?  Te advierto que me tienes cansada...
-No se preocupe- respondió Julia- Ya no lo volveré a repetir. 

viernes, 15 de agosto de 2014

LA OTRA.

( Tarea de Taller.  Inspirada en el texto  "Borges y yo"   de Jorge Luis Borges.)
  
Alguien me dijo hoy que si pudiéramos vernos como nos ven los demás, creeríamos estar frente a una persona extraña.
Esa idea me sorprendió y luego me precipitó en un mar de perplejidades.
¿ Será posible- pensé- que no sea quién creo ser sino esa otra, la que ve la gente y que a menudo juzga con ojos despiadados?
Me fui reflexionando camino a mi casa y terminé por preguntarme si la verdadera soy yo tal como me percibo, o ella, como la ven los otros.
Al entrar, vi un abrigo colgado en la percha del vestíbulo.
En mi turbación, no lo reconocí como mío.
-¿ De quién es esto?-  exclamé- ¿Quién entró aquí mientras yo no estaba?
Vi un texto empezado sobre mi escritorio.  Alguien había estado escribiendo y se había interrumpido para salir. Porque era evidente que en la casa no había nadie.
-¿Quién está viviendo aquí sin mi permiso?- pregunté indignada. 
Casi de inmediato tuve la respuesta.  Sin duda es esa otra,la que todos ven creyendo conocerme y que en realidad tiene tan poco de mí misma.
¡Ay de mí !   ¿Qué saco con entregarme confiadamente, esperando ser amada, si ella le muestra a las demás personas una imagen distorsionada  de quién realmente soy ?
¡Traidora!  ¡ Cómo se solaza en perjudicarme!
Voy a esperar que llegue y se las cantaré bien claras. Le diré que su juego se acabó, que no toleraré ni un minuto más que siga suplantándome.
Mientras la espero, veré si puedo continuar escribiendo el cuento que ella empezó mientras yo no estaba.
Por lo que leo, se trata de una tal Lillian que un día descubrió que no era una sola persona sino dos.  ¡Qué argumento tan tonto se le ocurrió inventar!   ¿No digo yo que es estúpida?

domingo, 10 de agosto de 2014

GENOVEVA.

Todas las mañanas, mientras se peinaba, Genoveva conversaba con el espejo.
Eso no era raro, porque el resto del día en la oficina, lo pasaba casi en silencio, contestando con monosílabos si alguien le dirigía la palabra.  Su malhumor era permanente y sus compañeras sabían que si le hablaban de otra cosa que no fuera del trabajo, se arriesgaban a recibir una respuesta desagradable.
El espejo era su interlocutor favorito porque nunca la contradecía.
-¡Qué día tan feo amaneció hoy!- decía Genoveva, acostumbrada a ver siempre el lado malo de las cosas- Recién empieza el otoño y ya está lloviendo...¡Qué nos espera para más adelante!
-¡Tienes razón!- respondía el espejo- Antes de llegar al Metro, ya tendrás los zapatos empapados. ¡Fijo que te pescas un catarro! Aparte de que habrás arruinado tus zapatos nuevos...
No cabía duda de que Genoveva y su reflejo habían llegado a la misma conclusión:  La vida era un asco y más valdría quedarse en cama y no levantarse más.
Una mañana de tantas, Genoveva comentó mientras se peinaba:
-¡De sólo pensar en todo el trabajo atrasado que tengo, ya me duele la cabeza!  ¡No cabe duda de que éste será un día miserable!
Pero esta vez el espejo, cansado tal vez de hallarle siempre la razón, la contradijo:
-¡Te equivocas!   ¡Este será un día maravilloso!  Encontrarás la Felicidad y el Amor...¡Así es que más vale que te esmeres en tu arreglo, no sea que la Buena Suerte pase por tu lado sin detenerse!
Gernoveva se quedó muda contemplando su imagen. En sus ojos redondos de sorpresa, se mezclaban el escepticismo y una leve esperanza. ¿Sería verdad que todo iba a cambiar?
Se observó con atención y no le gustó lo que veía.
Se quitó el lazo que sujetaba su pelo y sus rizos castaños bailaron en el aire y se esparcieron sobre sus hombros. Luego pensó que hacía ya varios días que llevaba el mismo sweter gris y la misma pollera informe.
Abrió el closet y algo rojo parpadeó y le hizo guiños desde un colgador. ¡Era la blusa que su mamá le había regalado por su cumpleaños!
Se la puso y salió a la calle con una nueva disposición.
En lugar de caminar con la cabeza baja, levantó la vista y notó por primera vez el esplendor del otoño. Atravesado por los rayos del sol, el follaje de los árboles parecía arder. Púrpura y oro se mezclaban, vistiendo las ramas con suntuoso ropaje.
Un cosquilleo agradable le desordenó el alma. ¿Cómo no se había fijado antes?
En la oficina, se sentó ante su escritorio y pensó que debía apresurarse en terminar el trabajo atrasado. Si se desocupaba temprano, quedaría libre para esperar el Amor y la Felicidad que ya debían venir en camino.
Una chica que volvía por cuarta vez de la oficina de un jefe iracundo, exclamó al pasar a su lado:
-¡Este será un día muy desagradable ! 
Genoveva la interrumpió:
-¡Te equivocas!  ¡Este va a ser un día especial en el que van a suceder muchas cosas buenas!
Sus compañeras la miraron sorprendidas. Pocas veces le habían escuchado hilvanar una frase tan larga... ¡Y sonriendo!  ¡Esa si que era una novedad!
A la hora de la colación la invitaron a ir con ellas a comer una hamburguesa en el Mall. Dudó en ir, pues se había hecho la idea de que todas ellas eran tontas y presumidas, pero lo pasó muy bien y se rió tanto que le dolieron las comisuras de la boca, acostumbradas a curvarse hacia abajo en una gesto displicente....
Le sobró toda la tarde para esperar los acontecimientos prometidos y mientras llegaban, le ayudó a la chica del escritorio vecino a terminar el trabajo atrasado.
Ella le dijo: Genoveva, no sabía que eras tan buena compañera. Gracias a ti, se me compuso el día.
Y Genoveva se sintió muy bien.
Pasaron las horas y el día fue llegando a su fin, sin que nada especial hubiera ocurrido.
Regresó a su casa muy decepcionada y se paró delante del espejo para reprocharle su engaño.
-¡Me dijiste que hoy llegaría la Felicidad y no la he visto por ninguna parte!
-¿Cómo que no?  ¿Acaso no te sentiste feliz esta mañana, al notar el esplendor del otoño? ¿Y luego, cuando saliste con tus compañeras y descubriste lo amables que son y te reíste como hacía años que no lo hacías?  Y en la tarde ¿no fue felicidad lo que sentiste al ayudar a tu compañera y recibir sus palabras de agradecimiento?
-¿Y eso es todo?
-¡Por supuesto! La Felicidad está en las pequeñas cosas de cada día ¿o tú creías que iba a llegar precedida de relámpagos y truenos?  Bueno, aveces es así... Pero resulta efímera comparada con la que se construye con estados del  alma y brota desde nuestro interior.
-Pero ¿y el Amor?
-Bueno, ese necesita algo más de trabajo. Pero, sigue sonriéndole al mundo, continúa mirando a la gente con ojos confiados... Hoy plantaste la semilla.  ¡Mañana llegará el jardinero a cultivar la flor!


domingo, 3 de agosto de 2014

INVIERNO.

-Pobre y viejo, dos veces pobre...- suspiró José mientras se afeitaba frente al espejo del baño.
Una telaraña de arrugas rodeaba sus ojos y dos surcos curvos aprisionaban su boca,como si todo lo que fuera a decir estuviera entre paréntesis. Ajeno al tema central de la conversación, que era la Vida misma.
Esa Vida que le había pasado por el lado esquiva, casi sin saludarlo. Una leve inclinación de cabeza, una mirada de soslayo.... y si te he visto, no me acuerdo.
¿Qué había tenido él desde joven, que no fueran desengaños?
¿Qué había acumulado a lo largo de su existencia, que no fueran tristezas?
Y el Amor, ese misterio perfumado y arrebatador, como una rosa que se abre al amanecer, en el caso de él, parecía haberse abierto ya marchita...
Pero, ¡no!  ¡Aún tenía una ilusión!   ¡Margarita!
Creyó ver frente a él su rostro fresco y sonriente.  Ella siempre lo había mirado con simpatía. Aveces, había sorprendido una chispa de ternura en sus ojos ... ¿Por qué nunca había tenido el valor de hablarle de sus sentimientos?
¡Quizás aún era tiempo!
Decidió ir a su casa esa tarde, a la hora que ella habría vuelto del trabajo. No sabía qué pensaría al verlo llegar de improviso, pero, lleno de esperanza, se vistió con esmero. A la camisa blanca le agregó su mejor corbata, la de poliester imitación seda que le había regalado su hermana...Sabía que esa nota de color le rejuvenecía los rasgos.
Palpó sus bolsillos y con cierto temor impeccionó su billetera. Anoréxica la pobre, como siempre, lo poco que comía lo vomitaba de inmediato...Pero vio que le alcanzaba como para un ramo de flores. ¡De  margaritas, la flores que llevaban el nombre de ella!  La florista le vio tal cara de enamorado, que se conmovió y les agregó una cinta y un papel celofán...
Le faltaba media cuadra para llegar a la casa de ella, cuando vio a un joven muy elegante parado frente a la reja. Llevaba un gran ramo de rosas rojas cuyo perfume exquisito llegó hasta la nariz de José. El sintió que lo que olía era una corona fúnebre...
Lo vio tocar el timbre con una confianza que a José le pareció descaro y de inmediato apareció Margarita.
Al verlo, sonrió complacida. Se cogió de su brazo y se fueron caminando juntos.
Al pasar, el joven sin querer rozó a José, que permanecía inmóvil junto a un árbol.
-¡Perdone, abuelo!- se disculpó con gentileza. Margarita no lo vio o fingió que no lo conocía.
José miró su triste ramo de flores, que en un segundo parecían haberse marchitado, tal vez porque las llevaba apretadas contra el rescoldo agonizante de su pecho. No sabiendo qué hacer con ellas, se quitó la corbata y las ató con ella a los barrotes de la reja.
Un dolor sordo atenazaba su corazón.
-¿Qué me queda ahora sino esperar la Muerte?- suspiró José y se sentó en un banco del parque. Una hoja seca se desprendió de una rama y bajó volando hasta sus pies.
Al cabo de un rato, vio venir a una joven muy linda que le sonreía desde lejos.
-¿Será a mí? - se preguntó aturdido y miró a su alrededor, sin ver a nadie.
-¿Me esperabas?- le preguntó ella con coquetería.
-Es decir...no...Para serte sincero, yo esperaba a la Muerte.
-Bueno ¿y quién crees que soy yo?
-¿Tú?   Pero, ¡si eres tan joven y tan hermosa!
-Yo nunca envejezco, como comprenderás...¿Y por qué no iba a ser hermosa?  ¿No es hermosa la Vida acaso?   Y las dos somos hechas de la misma sustancia...
Lo tomó del brazo con suavidad y lo guió hasta los últimos resplandores del sol, que se extinguía tras de los pinos.