Bienvenidos a Mi Blog

Les doy la bienvenida a mi blog y les solicito encarecidamente que me dejen sus comentarios a mis entradas, pues su opinión es de gran valor para mí.



domingo, 25 de marzo de 2018

LA CHICA SOÑADA.

Pablo era muy amigo de Jorge, aunque secretamente lo consideraba un latero.
Cuando empezaba con las reminiscencias de su niñez en el Sur, no había quién lo parara.
Pero era un buen tipo y tenía la más envidiable colección de discos de Jazz que un amante del género pudiera soñar. Y Pablo era un fanático.
A menudo Jorge lo invitaba a su departamento a escuchar música.  Lo malo era que las melodías parecían  inspirar sus recuerdos y al rato estaba tan embalado en su cháchara nostálgica que hasta se le olvidaba respirar.
A Pablo le bajaba sueño y luchaba por mantener los ojos abiertos. Pero, sin poder evitarlo se ponía a cabecear.
Una tarde estaba entregado a su secreta lucha contra la somnolencia, cuando de pronto entró a la pieza una chica espectacular. Alta y pelirroja, con una figura espléndida.
Pablo alcanzó a pensar que sería una hermana de Jorge y que éste podría presentársela. Ensayaba una sonrisa conquistadora, cuando la chica, sin más, desapareció.
Jorge seguía hablando, la música seguía sonando...y Pablo comprendió que, por un par de segundos, se había quedado dormido y había tenido un sueño.
Por si acaso, le preguntó a Jorge:
- Viejo ¿ tú tienes alguna hermana?
-No, soy único hijo...Pero, ahora que lo dices, me acuerdo que mi mamá...
Y siguió hilvanando sus recuerdos sin hacerle caso.
Esa noche, en su cama, Pablo se ilusionó pensando en que, quizás, al quedarse dormido, volvería a soñar con la chica pelirroja. Y tanto deseaba dormirse, que al final se desveló y pasó todas la noche con los ojos pegados en el techo.
Días después, fue al departamento de Jorge a escuchar discos. La tibieza del ambiente, la música en sordina y el monólogo de su amigo volvieron a adormecerlo. Y de nuevo se encontró frente a la mujer de sus sueños.
Esta vez, ella cruzó la habitación y se sentó a su lado. Pablo vio de cerca sus ojos verdes donde saltaban chispitas de luz. Emocionado, Iba a hablarle, cuando ella se esfumó...
Varias veces volvió a soñar con ella por unos segundos y siempre era de día. Generalmente, bajo el influjo hipnótico de la charla de Jorge, que lo hacía dormir.  Terminó por convencerse de que era obra suya  la magia que hacía aparecer  a la chica pelirroja.
Y lo buscaba para pedirle que le contara más cosas de su niñez.  Jorge , engañado sobre sus habilidades como narrador, hasta pensó escribir una autobiografía....
     Pero Pablo no se conformaba con soñar.  Estaba convencido de que la chica tenía que existir.   ¿Por qué iba a soñar siempre con ella si no era real?
Empezó a buscarla entre la muchedumbre. A toda hora, día y noche, escrutaba las  caras a su alrededor.  Echaba a correr si a lo lejos vislumbraba un cabello cobrizo...Si lo invitaban a una fiesta, de inmediato pensaba que era allí donde la iba a encontrar. Que el Destino por fin iba a terminar con su incertidumbre.
Un día, iba manejando por la carretera. De pronto, otro auto se salió de su carril y se le atravesó por delante. El choque fue brutal.
Pablo quedó atrapado entre los fierros. Luchando por no desmayarse, fijó sus ojos en el otro conductor. Era una chica.  Una preciosa mujer pelirroja que se bajó de su auto y se acercó a él, llorando. Parecía ilesa, excepto por un ligero rasguño en la mejilla.
-¡ Ay, por Dios!- gemía- ¡ Perdóname!  ¡ Qué hice! , Dios mío!  ¿ Te sientes mal? ¿ Estás herido?
Pablo la miraba incrédulo.  ¡ Era la chica de sus sueños!
 -¡ Eres tú!- balbuceó con un hilo de voz- ¡ Sabía que existías!  Por fin te he encontrado...
Y sonreía dichoso mientras ella se inclinaba sobre él, tratando de entender lo que decía.
..............................................
- ¡Mira, compadre!- exclamó el empleado de la Morgue- ¡ Nos llegó un cadáver sonriente!  Pobre tipo....¡No hay duda de que se murió feliz!



domingo, 18 de marzo de 2018

LA REINA DE AJEDREZ.

Josefina  se sentía total y profundamente enamorada de Diego.
Tenía diecisiete años...Esa edad en que los amores son eternos y en que abundan los corazones destrozados que siguen latiendo por pura inercia, nada más.
Desde que lo vio, le fascinó su aire serio e intelectual.  Y lo más interesante de todo era que jugaba ajedrez.
Josefina también sabía jugar y bastante bien, pero era un secreto que guardaba celosamente.
No quería que sus amigas la tildaran de fome y sabelotodo.
Cuando vio a Diego con el tablero bajo el brazo, supo que lo amaría para siempre.
Al mismo tiempo, decidió que nunca le confesaría que ella también sabía jugar. Y menos que a veces le ganaba a su papá...
En el Liceo, Josefina se hizo amiga de una chica llamada Maritza y sintió que congeniaban tanto, que se atrevió a hablarle de su amor por Diego.
Maritza le prometió lealtad absoluta:  Jamás le  contaría  a nadie  su secreto ni menos miraría a Diego con interés.  Sin embargo, a Josefina le parecía a veces que Diego sí  miraba a Maritza y temía que se estuviera fijando en ella.
-¡ Como se te ocurre!-  la tranquilizaba Maritza- ¡ Si ese tipo es un fome!  ¡ Lo único que le interesa es esa lata del ajedrez !   Además, yo jamás traicionaría a mi mejor amiga.
Por boca de otras chicas se enteró de que la siguiente semana era el cumpleaños de Diego.
No podía pensar en nada más que en hacerle un regalo a su amado. Pero ¿qué?
Quería regalarle algo especial y único. Todo le parecía vulgar e inapropiado para él.  Lo malo era que ya no le quedaba ni un peso de su mesada.
Tendida en su cama reflexionaba sobre ese problema cuando sus ojos tropezaron con una pieza de ajedrez que estaba sobre su cómoda.
Era una reina tallada en madera clara, de hermosas formas, única pieza que quedaba de un viejo juego de su abuelo.  Para ella era muy valiosa, pero para Diego sería insignificante...A menos de que ella le inventara una leyenda, algo mágico que acrecentara su valor.
La envolvió en un lindo papel de regalo y el día del cumpleaños se presentó en la casa de Diego.
-Te traigo un regalo muy especial- le dijo- Ha estado en mi familia por varias generaciones.
Es una pieza de ajedrez que llevaba mi tatarabuelo  apretada en su puño cuando lo rescataron del Titanic...El naufragio lo sorprendió jugando una partida trascendental...
Diego la miró impresionado.
-  Pero ¡ Cómo vas a regalármela! ¡ No debes renunciar a ella!- exclamó.
-Es que quiero que tú la tengas. ¿ Quién sino tú, que ama tanto ese juego podría apreciarla en su justo valor?
-¡ Gracias, Josefina!  Es un regalo maravilloso...Jamás me desprenderé de él.
Le dio un rápido beso en los labios y Josefina salió de ahí como flotando en una nube color de rosa.  Estaba segura de que él comprendía ahora la inmensidad de su amor...Y lo más probable era que empezara a corresponderle.
A los pocos días se encontró con Maritza y fueron juntas a tomar un helado.
Al ir a pagar  a la caja, a Maritza se le cayó el monedero, que se abrió, soltando una lluvia de monedas por el piso .
Josefina se agachó para ayudarle a recogerlas y entonces vió entre las monedas caídas, había una pieza de ajedrez.   Era la reina que ella le había regalado a Diego.
Se quedó mirándola, incrédula. ¿ Qué hacía ahí su preciado regalo?
En realidad, no era difícil comprender....  Una zarpa helada le apretó el corazón.
Con disimulo, empujó a la reina con el pie y la hizo rodar bajo el mostrador. Maritza no se dio cuenta de nada.
Un rato después, mientras caminaban por la plaza, le preguntó con tono casual:
-¿ Has estado viendo a Diego?

-¿ A ese fome?   ¡ Como se te ocurre!...No podría, sabiendo que te gusta.... ¡ Yo nunca traicionaría a mi mejor amiga! 


domingo, 11 de marzo de 2018

TARDE DE LLUVIA.

Alicia se había acomodado recién junto a la estufa y se preparaba a continuar la lectura de un libro apasionante, cuando sonó el teléfono.
Era Paulina, su amiga del alma.
-¡Ay!  Alicia ¡ necesito que vengas!   Estoy tan deprimida ...¡ No sé qué hacer!
-Pero, Paulina...Estoy resfriada - mintió sin remordimientos- Y  además está lloviendo ¿ Por qué no vienes tú?
-Es que también estoy resfriada- dijo Paulina, ensayando una tos que parecía maullido de gato- Si salgo, con el decaimiento que tengo , seguro que me pesco una pulmonía... ¡Por favor, ven!  Necesito tanto hablar contigo...
Alicia estaba calentita, envuelta en una bata, y ni por todo el oro del mundo habría salido a mojarse. Así es que también tosió y se sonó la nariz en forma convincente y las dos cortaron el teléfono, algo enfurruñadas.
El viento arrojaban manotadas de lluvia contra los cristales de la ventana.  Alicia trató de concentrarse en la lectura, pero no pudo.
-Y si Paulina está  tan deprimida que se le ocurre poner fin a su vida...¡ Oh! Jamás podría perdonármelo.  ¡Nunca le he fallado!  Una lluviecita de morondanga no puede echar a pique nuestra amistad.
 Sacando el paraguas del closet, se lanzó a la calle inundada.
Mientras, en su casa, Paulina reflexionaba:
- Es mucho lo que le pedí, después de todo. Si necesito desahogarme de mis penas, tendría que ser yo la que fuera  a su casa.  Y si por mi culpa se agravara su resfrío, no me lo podría perdonar...
Se imaginó llorando en su funeral, abatida por los remordimientos y sin pensarlo más, tomó su paraguas y salió a enfrentar el aguacero.
 Me iré por el medio de la plaza, para acortar camino- pensó Alicia.
 Me iría por la plaza, pero me voy a hundir en los charcos de barro que se forman ahí- razonó Paulina- Mejor tomo otra ruta ...
Y así fue como se cruzaron de lejos, sin encontrarse.
La mamá de Alicia abrió la puerta sorprendida al ver a Paulina:
-Pero ¡ como!  Si fue a tu casa. Ya debe estar llegando allá.
Mientras, el hermano de Paulina miró a Alicia sin entender:
-¡ Pero si Paulina me dijo que iba a tu casa a verte porque estás resfriada!  Si es así, chica, con lo empapada que estás, mañana te llevan a la clínica...
Las dos amigas corrieron bajo la lluvia, tratando de divisarse entre las sombras del atardecer. Pero fue inútil.
Cada una se arrepentía de haber sido tan egoísta y haber inventado un resfrío para no abandonar la comodidad de su casa.
Pero, esa noche, después de haberse reconciliado por teléfono, se acostaron estornudando y al otro día no pudieron levantarse....
El doctor recomendó  aspirinas y mucha limonada caliente...

Pero lo que quedó muy claro es que la amistad es más poderosa que el más formidable de los aguaceros.  


domingo, 4 de marzo de 2018

LA NIÑA MUÑECA.

Edelmira tenía seis años y era inquieta como todas las niñas de su edad. Le gustaba correr, saltar y gritar, porque sentía que de no hacerlo, su cuerpo iba a explotar como un globo demasiado lleno de gas.
Pero, sus papás siempre estaban haciéndola callar y pidiéndole que se estuviera quieta.
-Edelmira ¡ basta!  ¡Siéntate derecha y come en silencio!
-¡ Edelmira!  ¡Te dije que no salieras al jardín!  ¡Mírate como te has ensuciado el vestido con barro!
-¡ Edelmira! No corras que me duele la cabeza...¿ Por qué no ves televisión tranquila y con el volumen bajo?  Las niñas educadas saben jugar en silencio y sin molestar a su mamá.
Y así, todo el día se iba en reprimendas.
Edelmira se fue poniendo triste. Andaba de puntillas por la casa para no hacerse notar y se quedaba largas horas mirando el jardín, pegada a los cristales de la ventana. Desde ahí, las flores y las mariposas la llamaban para que saliera, pero ella tenía miedo de ensuciarse el vestido.
Su tío, que era un famoso fabricante de juguetes empezó a observarla, cada vez que iba de visita a la casa. La quería mucho y se preocupó al verla tan silenciosa y apática.
La llevó al Mall a tomar un helado y le preguntó qué le pasaba.
- Es que a mis papás no les gusta que haga ruido. Quieren que esté quieta todo el día y me porte como una niña educada.
Su tío se quedó pensativo y luego le dijo:
-¡ No te aflijas, Edelmira!  Alguna solución vamos a encontrar a tu problema...
Se fue directo a la fábrica de juguetes y se encerró en su taller una semana entera.
Nadie sabía lo que estaba haciendo y sus empleados comentaban:  ¡ Seguro que está diseñando un nuevo juguete para esta Navidad!
Un día se abrió por fin la puerta y lo vieron salir con un paquete muy grande bajo el brazo.  Se quedaron intrigados tratando de adivinar qué sería...
Esa tarde, el tío pasó a buscar a Edelmira.
La llevó a su  casa y le mostró una muñeca tamaño natural que estaba sentada en una silla.
Era tan igual a Edelmira, que puestas una junto a la otra, nadie habría sabido distinguirlas.
La niña se quedó muda contemplándola.
-¡ Tío!  ¿ Me has fabricado una hermanita para que juegue con ella?
-No, Edelmira. Esta es una niña- muñeca, que seguramente le dará en el gusto a tus papás. Se quedará muy quietecita y solo contestará cuando le pregunten...
Y esa tarde, en lugar de llevar a Edelmira de regreso a su hogar,  la cambió por la muñeca que había fabricado.
Sus papás no se dieron cuenta de la sustitución y quedaron encantados al ver lo bien que se portaba la niña.
Se sentaba muy derecha en su silla y se comía toda la comida. Cuando le servían brócoli o betarragas las aceptaba con una sonrisa y no dejaba sobras en el plato.
Al terminar de comer, se iba a lavar los dientes sin que se lo recordaran y contestaba amablemente a todo:  Sí, papá.  Muy bien, mamá.
Sus papás estaban contentos y orgullosos. ¡ Qué niñita tan bien educada habían logrado criar!
La muñeca, en lugar de corazón, llevaba una batería recargable con energía solar, así es que seguiría funcionando indefinidamente.
Mientras, el tío de Edelmira viajó con ella a un pueblo que quedaba a la orilla del mar. Ahí había vivido él  durante su infancia, cuando ya soñaba en convertirse en un famoso fabricante de juguetes.
La llevó a la casa de una familia amiga, donde había muchos niños.
Todos se alegraron al recibir a Edelmira.
-¡ Vamos a jugar a la playa!- gritaron y tomándola de la mano, corrieron con ella hasta el mar.
Jugaron toda la tarde en la arena. Persiguieron las olas , se empaparon la ropa sin preocuparse y solo volvieron a la casa cuando se escondió el sol.
Esa noche, Edelmira se acostó rendida. Había corrido y gritado hasta quedarse ronca, sin que nadie la hiciera callar.
Mientras, en su cama de la ciudad, dormía la niña-muñeca.... Tan quietecita que ni arrugaba las sábanas.¡ Tal como le gustaba a sus papás!