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miércoles, 6 de abril de 2011

UN AÑO SIN TIEMPO.

(Tarea del Taller)

A Isabel la mandaron a un internado durante la enfermedad de su madre. Su papá estaba demasiado absorbido por su trabajo en la Fundición para preocuparse por ella.
En un Marzo lluvioso llegó al edificio gris  que se desdibujaba en la niebla. La recibió una monja de rostro pétreo que dijo llamarse Sor Paula. Sin una sonrisa la condujo al dormitorio que compartiría con otra niña.
Apenas se quedó sola, Isabel apretó su frente contra los vidrios de la ventana. Era un tercer piso y abajo había un jardín. Luego una muralla y más allá la Estación a donde  había llegado. Al otro día se presentó su compañera de pieza. Era una niña rubia que venía de otro país. En las noches lloraba con la cara apretada contra la almohada. Isabel fingía no oírla. Ella también lloraba, pero sin lágrimas. Su llanto era una lluvia fría que caía dentro de su corazón.
No supo como trascurrió ese Invierno. Llegó una carta de su papá asegurándole que su mamá mejoraba y pidiéndole que estudiara mucho. Pero no podía concentrarse y  sus notas eran cada vez más bajas. Sor Paula la castigaba frecuentemente y se notaba que reprobaba todo cuanto Isabel hacía.
Llegó la Primavera y el jardín floreció con una explosión de perfumes y colores. Ella quiso salir pero estaba castigada. Debía estudiar en la biblioteca durante todo el Domingo. El Lunes había prueba de matemáticas. -Pero el mundo es tan hermoso, madre-le dijo a Sor Paula-¿Cómo Dios no va a querer que yo vaya a disfrutarlo?
La monja se volvió bruscamente y le dio una bofetada.
Entonces Isabel decidió huir del colegio.
Metió en su mochila un sweter grueso y una muda de ropa y la escondió entre los rosales del jardín. A media noche bajó por la enredadera que cubría la muralla y se dejó caer en silencio sobre el pasto húmedo. Cogió la mochila y se deslizó por la pequeña puerta que usaba el jardinero. No estaba con llave.
Se encontró en la estación y dormitó en un banco hasta que amaneció. Eran las seis cuando el primer tren se detuvo en el andén. Isabel subió sin saber a dónde se dirigía. Sólo quería irse y pensaba vagamente que de algún modo llegaría a su casa.
El tren viajó durante dos días por campos desconocidos. Luego cambió el paisaje y empezó a llegarle una brisa con olor a mar. Tenía hambre, aunque una mujer que viajaba frente a ella le había dado una manzana y un trozo de pan.
El tren se detuvo frente a un embarcadero y vio que un barco de carga recogía a algunos pasajeros. Isabel subió a bordo con ellos porque no tenía otra cosa que hacer. Cada vez hacía más frío y se arrebujó en su sweter, pero aún así tiritaba. No le cabía duda de que se había alejado cada vez más de su casa. Todo le resultaba extraño y no sabía donde se encontraba.
Llegaron a una isla donde la Primavera era fría y el viento helado enrojecía los rostros de la gente. Había una multitud en el muelle esperando con ansiedad la llegada del barco. Isabel no supo a donde ir y se quedó tiritando aferrada a su mochila.
-¿Buscas a alguien?-le preguntó una muchacha alta que llevaba botas de goma y una chaqueta de hule.
-No sé-dijo Isabel-No conozco a nadie.
-Soy Salka Valka y trabajo en la Conservera. Si quieres, vienes conmigo a mi casa. Hace demasiado frío para que te quedes parada ahí.
Mientras se alejaban, el barco hizo sonar dos veces su sirena y empezó a apartarse del muelle.
Isabel se alojó en casa de Salka, que era pobre pero acogedora. Un gatito ronroneaba junto a la estufa y unos tulipanes florecían en el alféizar de la ventana.
-Apenas llegue otro barco debo irme-dijo Isabel-En mi casa no saben que dejé el colegio.
-Pero no llegará ninguno hasta la próxima Primavera. Viene una vez al año, con el correo y las provisiones.
Isabel se  echó a llorar pensando en su mamá. Se enfermaría más si sabía de su escapada. Las monjas le avisarían a su papá apenas descubrieran su ausencia.
-¿Qué puedo hacer?
-No puedes hacer nada -dijo Salka- Sólo esperar que el barco llegue. Mientras, puedes trabajar conmigo en la Conservera.
Había largos mesones al aire libre donde veinte mujeres o más destripaban el pescado y lo iban echando en barriles con sal. Le dieron a Isabel unas botas y un mandil de hule. Nadie objetó su presencia.
Arriba planeaban las gaviotas y sus gritos ensordecían la charla de las mujeres. Salka, a su lado, trabajaba cantando sin reparar en sus manos enrojecidas por el frío y la salmuera.
-¿Donde estamos?-preguntó Isabel.
-Esto es Oseyri, en el fiordo de Axlar.
Pero, ¿dónde está esto?
_Esto está en Islandia.
Isabel no comprendía cómo podía haberse alejado tanto de su colegio, de su casa, de todo. Era tan irreal lo que le pasaba. Estaba en otro país y tendría que esperar un año para volver a su casa. En la Primavera un barco llegaría a cargar el pescado salado para llevarlo al Continente Pero ¿qué habría pasado mientras? ¿Qué pensarían sus padres al enterarse de su fuga?
Salka le prestó ropa de abrigo para enfrentar el Invierno y los Domingos iban juntas a pasear por la costa. Salka cantaba:
Gaviota se llama el pájaro
que está en la playa.
Como seda brilla su cabecita.
Gaviota se llama el pájaro
y es un hermano tuyo.
Su voz fuerte y ronca se iba con el viento por sobre los picos de las montañas. A veces improvisaba una danza con sus gruesos zapatones claveteados y luego se echaba a reír como avergonzada de su niñería.
En los días de viento huracanado no podían salir de la casa ni las lanchas de los hombres adentrarse en el mar en busca del pescado.
Pero llegaron los días verdes y azules que presagiaban la Primavera y una brisa fresca traía el aroma de las primeras flores que brotaban en la falda de las montañas.
Una mañana luminosa escucharon que la gente corría alborozada hacia el muelle. ¡Era el barco que llegaba!
Isabel abrazó a Salka y esta vez sí lloró, pero de emoción y de alegría. Ella agitó su mano desde el muelle hasta que el barco se alejó mar adentro y luego se encaminó a la Conservera para continuar el trabajo.
Fueron largos días en el mar y en el tren, pero Isabel estaba ansiosa de recuperar su vida. ¿Qué le dirían en el Colegio? ¿Qué castigo le daría Sor Paula?
Era de noche cuando se deslizó otra vez por la puerta del jardinero. Con la mochila en la espalda volvió a subir por la enredadera. En el dormitorio, vio a la niña extranjera durmiendo con su pelo de oro extendido sobre la almohada.
Sin querer hizo un ruido que la despertó. La niña se incorporó y le dijo soñolienta:
-No te olvides que mañana es la prueba de matemáticas.
Isabel miró el calendario sobre el escritorio y vio que marcaba el Domingo doce de Septiembre, el mismo día que ella había decidido escapar del colegio.
Había sido un año perdido en el tiempo, talvez vivido en otra dimensión.
Se acostó en silencio y antes de dormirse pensó en Salka Valka. De pronto recordó que era un personaje de una novela que había leído en las vacaciones del Verano pasado.

2 comentarios:

  1. Para mantener el equilibrio y no enloquecer por la tristeza, el subconciente inventa escapes en los sueños. Amiga Lilian, pienso que sabes bastante de las sombras del "Alma" Me gusta tu sensibilidad. ¿Algo de eso ha sido vivido por tí en colegio de monjas, talvez? El detective ACV2

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  2. María Teresa González20 de marzo de 2012, 4:58

    He leído tres cuentos tuyos, éste que te nombro, Allá y María La Bella.
    Estoy maravillada. ¡Qué imaginación tienes! Le otorgas un suspenso a tus relatos que lo tienen a uno en suspenso, con ganas de seguir leyendo para llegar pronto al final y saber el desenlace de la historia. Muy buenos. Creo que tienes inspiración de largo aliento para escribir una novela. ¿No te lo has planteado?

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