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domingo, 26 de febrero de 2017

LA BLUSA ROJA.

Nelly escuchaba desde hacía rato el canto de los pájaros y el despertar lento de la ciudad.  Era como una enorme fiera que se despereza gruñendo...
Pero ella no quería abrir los ojos. Luchaba vanamente por caer otra vez en la inconsciencia.  No quería estar lúcida para no enfrentarse a la humillación del día anterior, que le escocía en lo más vivo de su corazón.
Días atrás René la había llamado sorpresivamente por teléfono. Actuó como si hubieran hablado  el día anterior, aunque hacía más de un año que no se veían.
Le dijo que una alumna suya de Literatura quería conocerla. La chica admiraba sus cuentos y tenía muchas preguntas que hacerle.
Fijaron una cita en un café, para presentársela. El  mismo  que en otro tiempo ellos dos habían frecuentado.
¿ Lo hacía a propósito?  ¿ Quería que ella recordara su pasado con él?
Nelly no había podido olvidarlo. Y la ciudad parecía achicarse alrededor de ellos para juntarlos, para que se encontraran en las esquinas más improbables.
Habían vivido como nadando en la corriente de un río que los zarandeada entre sus olas  y parecía lanzarlos uno a los brazos del otro. Aunque  su pasión se había apagado hacía mucho tiempo.
 Pensó que René había inventado ese pretexto para verla. Su corazón aceleró los latidos y una nueva ilusión empezó a cosquillearle muy adentro, sacándola de su rutina gris.
Esa tarde se demoró mucho en maquillarse. El espejo se obstinaba en devolverle la imagen de una mujer gastada. Una y otra vez trató de alisar con crema los surcos amargos que había descubierto de pronto al rededor de su boca. 
"¿ Qué me pasó?  ¿ En que momento se fugó mi juventud? "
Luego pensó que René también estaba viejo. La última vez que lo vio, se había sorprendido de su barba canosa y de su espalda encorvada...
" Además, él es mayor que yo, de todas maneras. "
    Después de su llamado, había revisado su closet y todo le pareció feo y avejentador.  ¡Necesitaba iluminar su cara con algo nuevo, algo que reflejara su estado de ánimo!
Esa misma tarde salió a comprase una blusa roja.
 La colgó en el closet y durante varios días le pareció que le salía al encuentro cuando lo abría.  Con sus destellos audaces que le recordaban que aún era joven y atractiva... Y que le anticipaban la emoción de su reencuentro con René.
Y ahora, por fin, la llevaba puesta.
Consultó su reloj para no llegar ni un minuto adelantada. No quería que la ansiedad la traicionara. Quería aparecer frente a él sonriendo casual, como si la cita fuera un hito más de su día ajetreado...
Desde lejos los vio a los dos. La chica, muy joven y con un pelo dorado natural que a Nelly ninguna tintura le había podido brindar jamás. El, canoso pero interesante, inclinándose ávido hacia ella, como si no quisiera perderse una palabra.
Cuando  Nelly se acercó a la mesa, la miró con frialdad. Casi pareció molesto de que hubiera llegado a interrumpirlos.
La chica le sonrió amistosa, pero no le hizo ninguna pregunta. Se notaba a las claras que apenas había hojeado el libro de cuentos de Nelly.
Entonces, ella comprendió que la idea había sido enteramente de él.
- Tengo una amiga que escribe- le habría dicho- Pienso que te convendría conocerla para que te de algunos consejos.... Podríamos juntarnos y te la presento.
Nelly había sido el pretexto para atraer a la joven al  café y no al revés, como había pensado ella.
Se ruborizó de vergüenza ante su propia ingenuidad, pero sonrió con valor e inició una charla intrascendente...
Lentamente la fue invadiendo el dolor y la rabia. Disimuló como pudo y  a medida que pasaban los minutos, casi una hora, comprobó que había logrado alcanzar  la orilla, manoteando y tragando agua, pero sin ahogarse...
Al fin se pudo parar de su silla sin parecer descortés y pretextó un compromiso.
René se levantó solícito. La chica dijo que también se iba y él se ofreció a acercarla a su casa.
- A ti no te ofrezco, Nelly, porque sé que vives aquí cerca...
Los miró alejarse entre las mesas del café y doblar la esquina. El, con su pelo gris que Nelly había acariciado tantas veces cuando era negro como el ala de un cuervo. La chica, meciendo sus caderas al caminar, ondeando en el aire su melena rubia. Dueña del mundo y de la vida, que para ella recién empezaba...
Y eso fue todo.
Nelly se tapó la cara con la sábana, incapaz de soportar la luz del sol chocando contra sus párpados.
La puerta de calle se abrió con estrépito, anunciando que Aurelia, la mucama, llegaba.
Nelly miró la blusa roja que se había quitado a zarpazos la tarde anterior y que yacía en el suelo, arrugada.
Se dio cuenta de que la aborrecía, que no soportaba verla ni un minuto más.  Se levantó a recogerla.
-  ¡Aurelia!- llamó desde el dormitorio- Mire esta blusa, es muy linda, pero me aprieta debajo de los brazos.... ¡ Pienso que a usted le quedaría mejor! 

 
 

domingo, 19 de febrero de 2017

VOLVER A SOÑAR.

Marcos llevaba semanas sintiéndose mal. Aunque dormía toda la noche, le parecía que no descansaba y al amanecer su cuerpo y su mente estaban tan agotados como al final del día anterior.
Pidió una cita con el médico. Este, después de examinarlo y de no encontrarle nada físico, le dio un somnífero suave y lo hizo dormir en un sillón de su consulta.
Cuando despertó, Marcos notó que el médico le había rodeado las sienes con una banda de goma conectada a una máquina eléctrica. Supo que había estado midiendo sus ondas cerebrales.
Al término del procedimiento, el médico le dijo:
-Lo que pasa, Marcos es que usted no sueña. Y los sueños son imprescindibles para que su mente descanse.  ¿ Desde cuando está así?
Marcos reflexionó y notó que  hacía tiempo que no recordaba haber soñado nada.
La última vez ...¡ah!..  ¡ Había sido algo muy extraño!  Al despertar creyó ver a un hombre alto y flaco que salía de su dormitorio cargado con una maleta.  Medio dormido aún, lo vio desvanecerse en la claridad difusa del amanecer.  ¿Y si ese hombre realmente existía y era un ladrón que  robaba los sueños ?
Pensó que él no era el único al que le pasaba eso. En el Metro había notado que todos iban con mala cara, como si se hubieran levantado agotados. La gente tenía una expresión amarga y hostil. Nadie miraba a nadie , ninguno saludaba. Todos parecían haber olvidado sonreír.
¡ Tenía que ser eso! Que la gente ya no soñaba...¡ Por eso todos se sentían tan mal!
Empezó a buscar por las calles al ladrón de los sueños. Seguramente recorría la ciudad en la noche, cuando la gente dormía. ¡ Tenía que atraparlo antes de que siguiera cometiendo su delito!
Ya había perdido la esperanza de hallarlo, cuando una tarde en el Metro, vio a un señor gordo que roncaba, apoyado contra la ventanilla. A esa hora el vagón iba lleno de gente cabizbaja y nadie más que Marcos notó al hombre flaco que se abría paso hacia el asiento del dormilón.
En una mano llevaba una maleta y en la otra blandía unas tijeras .
Se inclinó sobre el pasajero dormido  y con rápidos chasquidos empezó a cortar una especie de cinta sedosa que rodeaba su frente.  ¡Eran sus sueños!
Los echó rápidamente en la maleta, luego se abrió paso a empujones hasta la puerta y se bajó.
Marcos descendió tras él y empezó a seguirlo sin que el ladrón lo notara.
Lo vio entrar en una casa vieja y sombría y se acercó a espiarlo por una ventana.
Lo vio abrir la maleta y guardar su contenido en un armario grande que ocupaba casi toda la pared.  Luego volvió a salir y se perdió por una calle, seguramente para continuar su tarea.
Cuando  lo vio perderse a lo lejos, Marcos empujó con fuerza la puerta desvencijada y ésta cedió bajo su peso.
Se encontró en la habitación en penumbra y se dirigió al armario. Vio que tenía numerosos cajones, cada uno con un rótulo:
Sueños fantásticos.  Sueños tristes.  Sueños de amor. Sueños infantiles.
¡ Ah! ¡ Qué tesoro había allí!  Pensó llevarse algunos  sueños de amor...También sueños infantiles... ¡Hacía tanto tiempo que su mente no se deleitaba con algo así!
Pero luego comprendió que estaba siendo egoísta. Que debía pensar en las otras personas también.
Abrió los cajones y tomó a puñados la materia sedosa que contenían. Solo los sueños tristes los dejó encerrados, por más que pugnaban por salir de su prisión.
Se le pegaban en los dedos, como ese algodón rosado que comía cuando era niño.  Pero logró abrir la ventana y liberarlos a manos llenas sobre la ciudad.
Lo sueños flotaron un momento en el aire y luego subieron...¡ subieron en un vértigo dichoso sobre los techos y se perdieron en la noche buscando a la gente que dormía !
Marcos reservó algunos  para él.  Al llegar a su casa, los guardó bajo la almohada y se acostó feliz.
 Estaba seguro de que al otro día vería caras alegres en las calles y en el Metro. Las personas que antes se cruzaban  o viajaban juntas diariamente sin siquiera mirarse, ahora se saludarían, conversarían unos con otros y se dirían:
-¡ Qué lindo sueño tuve anoche ! ¿ Te lo puedo contar? 



domingo, 12 de febrero de 2017

DULCE SAN VALENTIN.

Florencia tenía miedo de que llegara San Valentín y pasara como un día más, sin traerle el amor que soñaba.
Hacía días que se deleitaba imaginando que Juan le mandaba una tarjeta. Era grande, con rosas rojas y al abrirla, tocaba una canción romántica. O bien, llegaba un mensajero del Mall trayendo un enorme oso de peluche envuelto en celofán. -¿ La señorita Florencia?  -preguntaba- Esto se lo manda Juan.
Estaba consciente de lo difícil que sería que sus sueños se realizaran, porque Juan ni siquiera sabía que ella existía, aunque vivían en la misma cuadra.
Todas las tardes, ella se sentaba a leer en un banco de la Plaza vecina para verlo pasar en bicicleta.
Pedaleaba airosamente y sus rizos castaños se escapaban del casco y volaban al viento. Ella fingía estar absorta en la lectura, pero nunca pasaba de la primera página...Y eso que le fascinaban las novelas de Jane Austen.
En su imaginación, Juan detenía su bicicleta frente a ella y le preguntaba:
-¿ Qué estás leyendo?
-" Orgullo y prejuicio."
- El  título me parece muy bueno.
-¿ Por qué dices eso?
- Porque el orgullo y los prejuicios son como la borra en el café del Amor.
El diálogo variaba según el libro que estuviera leyendo Florencia, aunque siempre eran de Jane Austen, naturalmente...
- Y ahora ¿ qué lees?
-" Sensatez y sentimiento"
-Mmm ¡ Qué título tan contradictorio!
-¿ Por qué lo crees ?
-Porque el Sentimiento es un loco y la Sensatez es su camisa de fuerza...
Y así se entretenía imaginando diálogos en los cuales Juan siempre  lucía una pirotecnia intelectual digna de un buen lector...aunque ella nunca lo había visto con un libro en la mano.
Para colmo, en las últimas semanas  le había aparecido un nuevo admirador al que no quería ver ni en pintura. Era Javier, un gordito ingenuo  al que parecían no entrarle las balas de su desprecio.
A todas horas se lo encontraba y él siempre fingía un encuentro casual.  Y cuando la veía, echaba mano al bolsillo y sacaba una bolsita de calugas:
-¿ Te sirves?
Un par de veces la había invitado al cine y ella nunca había aceptado. ¿ Como arriesgarse a que Juan la viera con él y desistiera de invitarla?
En la Biblioteca también se encontraba con el gordito. Al principio pensó que la seguía y le dedicó una mirada feroz, pero luego notó que le gustaba la lectura. Lo vio entusiasmado con un libro de Salinger y aunque Florencia sabía que era un buen escritor, cuando él se lo recomendó, le hizo un mohín desdeñoso.
  Javier no se dió por ofendido y sonriendo, le alargó la bolsita de calugas:
-¿ Te sirves?
- Con razón está tan gordo-rezongaba Florencia y le daba mucha rabia que fuera él quién le demostrara interés, mientras el dueño de su amor pedaleaba airoso, con sus rizos al viento sin concederle más atención que a un accidente topográfico.
La víspera del Día de San Valentín pasó varias veces frente al banco donde Florencia fingía leer y a ella le pareció que la miraba de soslayo...¿ No sería que estaba interesado y sólo fingía indiferencia para incentivar su amor?
A las once de la mañana del 14 de Febrero sonó el timbre.
¡Era un mensajero que le traía un paquete envuelto en papel plateado!
En su dormitorio, lo desenvolvió ansiosa y vio que era una caja de chocolates en forma de corazón. Traía una tarjeta que decía:  ¡ Me has conquistado y  te entrego mi amor !  Firmado : J.
¡ " J" de Juan, naturalmente! 
Florencia apretó la caja contra su pecho. ¡ Por fin su sueño se hacía realidad!
Todo el día lo pasó entre nubes y al atardecer se peinó y se perfumó para ir a la plaza.  ¡Seguro que él la estaría esperando!  Junto con su libro llevaba la caja de chocolates, para que él viera cuanto la había apreciado...
Escuchó la campanilla de su bicicleta y sintió que se le paraba el corazón. Pero él pasó de largo como si no la hubiera visto.
Al mismo tiempo vio avanzar por la vereda la voluminosa figura de Javier. Se dirigió a ella con una sonrisa ufana que abultaba como nunca sus mofletes colorados:

-¡ Qué bueno que trajiste los chocolates, Florencia! ¡ Tenía unas ganas de probarlos! 


domingo, 5 de febrero de 2017

ANSIAS DE VIVIR.

Marina era feliz como nunca antes. Hubiera querido vivir eternamente, para disfrutar de su amor. Edmundo se había convertido en poco tiempo, en lo más importante de su existencia.
Antes de conocerlo, se sentía a menudo triste y sin entusiasmo. Pero cuando lo vio y sus miradas se cruzaron, una ráfaga de alegría arrebató su corazón y lo elevó como una cometa, más arriba de las nubes.
¡ Y qué suerte, qué suerte que él también se hubiera enamorado!
Eso iba pensando mientras se dirigía muy temprano a su trabajo. Sonreía sin darse cuenta y mucha gente le devolvía el gesto, pensando tal vez que la conocían o sencillamente porque se alegraban de ver sonreír a alguien a esa hora de la mañana.
Al pasar frente a una Iglesia, sintió un vehemente deseo de entrar a darle gracias a Dios por su buena suerte.
Se arrodilló frente al altar mayor y estuvo rezando durante unos minutos. Sin querer, se fijó en una puerta vieja y herrumbrosa que había a un costado del altar y en la que nunca había reparado antes.
-¿ Ha estado siempre ahí?- se preguntó, intrigada.
 La empujó suavemente y la puerta cedió al contacto de su mano.
Quedó sobrecogida al encontrarse en un recinto muy grande, sumergido en una especie de penumbra azul. Allí no había imágenes sagradas ni reclinatorios. Solo grandes mesones sobre los que ardían miles de lamparitas. Eran vasos de vidrio conteniendo aceite, sobre el que flotaban mechas encendidas. En algunos, el aceite estaba casi al tope . En  otros, apenas quedaba un resto y la llama empezaba a extinguirse por falta de combustible.
-¿ Qué es ésto?- exclamó Marina en voz alta- ¿ Qué serán todas estas lámparas?
-Cada una es la vida de una persona- replicó una voz a sus espaldas.
Era un monje muy anciano el que hablaba y su expresión era serena y bondadosa.
-Entonces ¿ está también la mía?
-Por supuesto que sí. Cada mesón representa un año. Busca el que corresponde al de tu nacimiento y seguro que la vas a encontrar.
La dejó sola y Marina empezó a recorrer el enorme recinto hasta que localizó al fin su lámpara. Angustiada vio que le quedaba poco aceite.
-Pero ¿ como?  Eso quiere decir que voy a morir pronto...Y yo, que lo único que quería era vivir junto a mi amor el mayor tiempo posible... ¡ No puedo aceptar algo tan cruel!
Sin querer, se fijó en el vaso contiguo al suyo y vio que estaba lleno de aceite hasta el borde.
  Titubeó un momento, pero luego cedió a la tentación y  lo tomó.  Solo quería sacar unas gotas, pero, al escuchar los pasos del monje hizo un movimiento brusco y sin querer, vació casi todo el contenido en el suyo.
-¿ Qué haces, niña?- le reprochó el anciano- ¿ Estás robando la vida de otro?
-¡ Lo siento!   Quería un poquito de aceite, nada más...¡ Ansío tanto vivir!   Ahora que he encontrado el amor, necesito más tiempo para disfrutarlo junto al hombre que amo...
-¿ Y no miraste el nombre de la persona a quién estabas despojando?
-No se me ocurrió...
-¡ Ahora puedes mirarlo!
-¡ Edmundo! -gritó ella aterrada  -¡ No puede ser!  ¿ Qué hice, Dios mío?
El monje la miró con severidad.
-¡ Por favor!  Ayúdeme a devolver el aceite...¡ Quiero que él viva!   No me importa morir yo.
-Lo lamento. Ya no es posible deshacer lo que hiciste.
Marina escapó llorando a gritos. Salió corriendo de la Iglesia. La desesperación y el horror  la aniquilaban.
-¡ No puede ser! ¡ No puede ser!   Edmundo, mi amor... ¿ Qué hice?
Iba llorando por la calle y la gente la miraba sorprendida. Otros se reían, creyéndola una loca.
Se detuvo y quiso volver sobre sus pasos. ¡ Necesitaba hablar con el monje ! Tenía que haber alguna forma de remediar lo que había hecho...
Entró en la Iglesia y buscó la puerta que conducía al recinto secreto. Pero fue inútil. Junto al altar mayor únicamente había un muro sólido.
-¡ Entonces quiere decir que soñé despierta! - exclamó, esperanzada-  Nada de eso sucedió. Todo fue fruto de mi imaginación.
   Se había hecho tarde y en lugar de ir al trabajo, tomó un taxi para llegar pronto al departamento que compartía con Edmundo.
-¡ Mi amor!  ¿ Donde estás?- gritó desde la puerta - Tenía tantas ganas de volver a verte...
Lo encontró sentado en un sillón, con aspecto abatido. Ni siquiera levantó la cabeza al oírla entrar.
-¿ Qué te pasa, mi amor?  ¿ Qué te preocupa?
-Ha pasado una cosa terrible- le respondió él, con voz alterada- Yo me sentía muy sano....Pero esta mañana me pidió el médico que fuera a su consultorio...Tenía el resultado de mis exámenes. Me dijo la verdad, sin miramientos...Estoy muy enfermo.  Me quedan apenas seis meses de vida.