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jueves, 3 de febrero de 2011

NIEBLA EN EL ESPEJO. Cuento

Esa mañana había amanecido con un fuerte dolor de cabeza. Se acercó al espejo para ver si tenía los ojos hinchados y dio un paso atrás, estupefacta.
Tras ella no se reflejaba su pieza, sino un bosque azulado, envuelto en niebla. Se apartó asustada y cerró los ojos. Cuando volvió a mirar, respiró con alivio. Allí estaban reflejados otra vez su cama, su velador y su muñeca negra, sentada sobre un cojín.
Atribuyó la alucinación a su dolor de cabeza y en el transcurso de la tarde ya lo había olvidado.
Pero, días después ocurrió lo mismo.
Se levantó embotada, con una ligera jaqueca y al mirarse al espejo, ahí estaba otra vez el bosque envuelto en niebla.
Ahora no se aterró. Se quedó tranquila mirando el extraño paisaje que parecía rodearla. Vio huellas en la tierra húmeda, como si alguien se hubiera acercado al borde del espejo. Sin duda, ella misma.
Durante la tarde, el espejo otra vez reflejaba su cama, la sonrisa de la muñeca y las cortinas de tul meciéndose en la brisa.
Con el tiempo, la alucinación se hizo cotidiana y su deseo de gozar de ella, más intenso.
Se quedaba largo rato mirando los árboles desnudos, esa atmósfera azul  que nimbaba el paisaje. La mezcla de luz crepuscular y de melancolía la atraía con una fuerza extraña. .
En primer plano, su cara en el espejo aparecía como difusa, como si la mirara tras un velo o una cortina de agua inmóvil que caía sin caer, como una lluvia congelada.
Cada vez le dolía más la cabeza,  pero no le importaba. Era el precio por acceder al bosque mágico del espejo, por escapar de la rutina diaria, del mundo prosaico en que se desarrollaba su vida.
Una mañana despertó con frío. Estiró el brazo buscando la frazada y sus dedos tocaron un césped escarchado. Abrió los ojos y se vio tendida bajo un árbol del bosque.
Se paró asustada al principio, pero luego sintió que todo, por fin, estaba en orden. A lo lejos, percibió un hueco en la niebla. Eran los bordes del espejo. Se asomó y vio su pieza. La muñeca negra sonriendo y la huella de la almohada donde había reposado su cabeza.
Entró su madre a despertarla como cada mañana y al ver la cama vacía, dio un grito.
Pero a ella no le importó. Se volvió de espaldas a su pieza y se internó en el bosque azul que parecía invitarla a quedarse para siempre.  


3 comentarios:

  1. Carlos Morales Encina20 de febrero de 2011, 7:49

    Gran manejo de la mezcla de realidad e imaginación. Un cierto.

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  2. me cautivo creo que es la más hermosa formar de partir. de dejar todo atrás, de alguna manera todos( pienso) y en mi caso particular, tenemos un bosque en el espejo, pero solo tú lo supiste interpretar. Gracias por ello.

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  3. Este cuento me resulta inquietante. No sé si tu idea era la de un bosque / una nueva vida para la joven (todo apunta a que sí), con esa niebla ideal para perderse / escapar de su entorno, pero yo imaginé un mundo trampa que logra atrapar a la mujer en su interior. Los espejos tienen algo inquietante...

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