Me he puesto a pensar en que, si bien ahora me siento equilibrada y en paz, era más yo misma cuando me encontraba desesperada, angustiada y triste. Mi vida tenía una intensidad de la cual ahora carece.
A los quince años pensaba que mi alma era un bosque azul dentro del cual caminaba.
Ahora salí a la superficie y transito por una explanada. Bajo la fiera luz del sol.
Mi vida, de tan ordenada y razonable se ha vuelto árida.
Es cierto que he vencido la angustia de vivir, pero ¿Dónde están la melancolía agridulce, el poético dolor de ser un extranjero en la propia vida?
Maduré, es cierto. Me volví cuerda. Pero ¡Cómo me gustaría estar un poco loca otra vez!
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