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jueves, 10 de febrero de 2011

HOGAR, DULCE HOGAR. Cuento

Era tan vieja que no le quedaba otro remedio que creer en Dios.
¿De qué otra cosa podía aferrarse en esas noches en que tenía tanto miedo de la oscuridad como cuando era niña?
No le gustaba el Hogar al que la habían llevado.
Fue tan sorpresivo todo que parecía que había sido ayer ese Sábado en que Braulio, su sobrino,  le indicó que hiciera su maleta. No supo qué poner en ella. Olvidó la mitad de las cosas y sobre el velador se quedó el audífono, que de todas formas ya casi no le servía.
Y atrás quedaron también su piano, la planta de begonia que se había puesto tan bonita y su televisor.
Al principio no se afligió tanto. Creyó que sería cosa de días. Que a lo mejor la querían asustar solamente. Castigarla por haber echado a la Marta. Esa ladrona que le robaba las cosas, que le ponía todo arriba del ropero para que no lo pudiera alcanzar.
Un día estuvo como media hora atascada con la silla de ruedas en la puerta del baño y aunque la llamaba, la Marta se hacía la que no oía y adrede subía el volumen de la radio.  ¡Era tan mala!
Se darían cuenta de que ella tenía razón y la llevarían de vuelta a su casa.
¡Tenía tanto miedo en la noche! Oía toses y gemidos que atravesaban el pasillo y no la dejaban dormir.
Pero mañana. . . Seguro que mañana venía Braulito  a buscarla.
-Todo fue una broma, tía-le diría-para que no sea tan mañosa.
Sí, eso le diría y llegaría en su auto nuevo, tan lindo, para llevarla a su casa otra vez.
En la oscuridad apretó el rosario y quiso rezar, para que todo fuera como antes. Creyó que iba a recitar el Padre Nuestro en voz alta, pero le salió un gemido como de niña y susurró despacito:
-Mamá. . .

3 comentarios:

  1. Aunque no me gustó tu cuento "Hogar, Dulce Hogar" sigo pensando que tienes mucho talento para sacar cuentos muy originales de hechos triviales y cotidianos. Por otra parte, me gustaron tus poemas "Sueños" y "La Muerte". Muy buenos. Sobre todo "Sueños". Insisto en que debieras publicar.

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  2. Ya murió aquella anciana que motivó este cuento. Murió triste, en aquella casa de reposo donde la llevaron a la fuerza, arráncandola de su hogar.
    Pero ¡Qué paradoja! Aquel hermano frío y eogista, que la fué a dejar allá, como una forma de librarse de ella, ahora, enfermo y viejo, se encuentra en ese mismo hogar de ancianos, a donde sus hijos lo fueron a tirar a él. Y al igual que la Yami, que así se llamaba ella, añora su hogar y se ilusiona con salir de ese ambiente de soledad y anonimato que es un Hogar de ancianos, que bién poco tiene de hogar.











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