Querida Nora:
Como has faltado ya dos semanas al taller literario, me bajó la inquietud. Pregunté por tí a unas y otras y todas decían haberte visto: "Ayer en el café. Estaba regia", El Miércoles en la librería. Más vieja, eso sí", "El Domingo en misa. Pero, oye, ¿tú crees que es peluca eso? Porque le noté más pelo. "En fín, tú sabes la boquita que se gastan. Más vale que te rías.
Pero, la verdad, Nora, es que te desapareciste. Tu teléfono no contesta y como eres igual de antigua que yo y no tienes ni idea de lo que es un mail, no me quedó otra que escribirte una "carta con estampilla" cosa que me encanta, porque para mí es el sumun de la nostalgia.
¿Qué es de ti, Nora? Por favor, llámame o contesta.
Betty.
Querida Betty:
Gracias por preocuparte. Y qué bueno, porque así me das la oportunidad de desahogarme.
Me ha caído un ladrillo encima. No, con el último temblor no.
Otra clase de ladrillo. Fíjate que mi hijo me llamó desde Iquique para pedirme que aloje en mi casa a un amigo suyo, que viene por unos días a entrevistas de trabajo. No me gustó nada la idea. Más cocina, menos libertad, en fin...
Y ayer llegó el muchacho. Se llama Ignacio y debe andar por los treinta pero representa veinte. Con esas melenas que usan ahora que parece que a la peineta no la ven desde que su mamá los peinaba para llevarlos al kinder. Y la ropa. Igual que una cebolla. Capa tras capa de poleras de distintos colores y distintos largos. Y ellos juran que se ven "cool".
En fin, apareció con una mochila y un aire humilde de perrito con sarna, que suplica que lo acojan a pesar de todo, que me conmovió.
Me tiene trastornada la vida con sus entradas y salidas. Pero no creas que lo atiendo mucho. Apenas lo suficiente para no quedar como desalmada.
No te quise llamar y preferí escribirte para explayarme a gusto.
No te olvides de mí.
Nora.
Querida Nora:
¡Qué espanto lo que me cuentas! Te hemos echado de menos en el taller y al saber que estás alojando a un joven, no faltaron los codazos y las sonrisas maliciosas. Tú sabes cómo son. Mejor reírse Pero les diré que no he sabido más de ti. Así las dejo calladas.
Por favor, sígueme contando los avatares con el tal Ignacio, que ojalá se vaya luego para que reaparezcas en la superficie de la vida. Por el momento, te sentimos como metida en un socavón.
Betty.
Querida Betty:
Me he demorado en contestarte porque me siento confundida.
Ignacio sigue aquí y lo peor es que ahora lo echo de menos cuando sale. Pero no creas que le hago mucho caso. El se lava su ropa, como es natural.
Ayer metió en la máquina cinco slips y una polera roja. Después vi la ropa colgada en el patio. Ahora los slips son rosados como un sueño romántico. ¡Pobrecito! No creo que tenga plata para comprarse unos nuevos.
Entra y sale todo el día y yo vivo pendiente de la puerta.
Lo trato con sequedad y el pobre me mira confundido. Pero
¡Ay! algo está pasando en mi corazón. No puedo creer esta vergüenza.
Nora.
Querida Nora:
No te preocupes. Estas cosas pasan cuando una lleva mucho tiempo sola. No te avergüences y piensa que él pronto se irá y recuperarás la paz. Aunque talvez ahora ya no quieres que se vaya. . . Escribe por favor. Tienes en mí una amiga en la que puedes confiar.
Betty.
Querida Betty:
¡Te acuerdas cuando leímos "Los amores ridículos" de Milan Kundera ?.¿Te acuerdas que ahí se hablaba de una mujer que sentía el amor como a los veinte años pero que "estaba encarcelada en su vejez"?
Bueno, este es mi "amor ridículo ", Betty. Yo soy esa mujer encarcelada por sus años, que se ha enamorado de un joven.
¿Para qué negármelo más? ¿Para qué engañarme diciéndome que me recuerda a mi hijo?
Yo sé que esto no es amor maternal.
Me miro al espejo y estoy plenamente conciente de quién soy. Pero esa frase cruel:"Los amores ridículos" quisiera escribírmela en la frente y en el pecho, para que le sirva de freno a mi corazón.
Me siento la misma Nora de hace veinte años pero la Vida me hizo una feroz traición. Me dibujó un mapa de arrugas en la cara. Es el mapa de los caminos recorridos, de los países visitados. ¿Sabes cómo se llaman esos países? "Tristeza", "Decepción", Soledad". Domino todos sus idiomas. Soy una políglota de la desolación.
Pero, no quiero aburrirte más. Esto pasará. Él se va mañana y se irá sin haber sabido nunca lo que llegué a sentir por él. Nunca sabrá que una noche soñé con él, que también me quería. Pero, en el sueño yo tenía quince años y le pedía permiso a mi mamá.
¿Te ríes, Betty? Sí, riámonos mejor las dos. Riámonos de "Los amores ridículos" y te prometo que el próximo Martes nos vemos en el Taller.
Nora.
Me ha hecho mucha gracia este cuento en cartas, hay que ver que ni el corazón ni la carne jubilan. Puede que cambien, pero siguen sorprendiendo aunque alguien quiera esconderse en un rincón.
ResponderEliminarGenial el diálogo entre los comentarios de las compañeras hambrientas de aventuras y las dudas melancólicas de Nora, quien se esconde de la vida detrás de sus arrugas.
Me agradó, un tema bien tratado, siendo liviano para el lector nos lleva de un golpe a las tres palabras que seguramente todos llevamos en el corazón.
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