En los suaves años de mi madurez,
construí una casa, fuerte y duradera.
La alcé frente a un campo de dorada mies
y es mitad de piedra y mitad de madera.
Esta casa mía la fui construyendo
con trozos de vida y retazos de mi alma.
Es de base firme, pues le fui poniendo
sentimientos hondos, alegría y calma.
Hay amplios salones, penumbra dorada
donde la nostalgia transita muy queda.
Allí me refugio, tranquila y confiada,
a tejer mis sueños con hilos de seda.
En muebles pequeños guardo los recuerdos.
Tienen un perfume de épocas pasadas.
A veces se escapan volando y los pierdo,
como mariposas de alas empolvadas.
Una puerta mágica se abre a verdes prados
y salgo corriendo a encontrar mi niñez.
Así vivo días serenos, confiados
en la hermosa casa de mi Madurez.
Aquí la poetisa muestra nostalgia ternura y reflexión. De antología.
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