Hoy desperté totalmente aplastada por mi propio yo.
-¿Qué me pasa?-dije-¿Será que, como Gregorio Samsa, he despertado convertida en cucaracha?
Me arrastré fuera de la cama con cierta precaución. No fuera que se me enredaran las antenas o alguna de mis frágiles patitas en los pliegues de la frazada.
Me asomé al borde del espejo como quien tira un guijarro en un estanque. y ¡Ahí estaba yo!
No Gregorio Samsa. Sólo yo, con las mechas disparadas hacia el techo y bolsas debajo de los ojos.
-¡Qué alivio!-dije-Una cara conocida. No será simpática, pero al menos con ella me siento en confianza.
Y me dispuse a empezar el día, ovillando la madeja desde el comienzo.
Probablemente era lunes...
ResponderEliminarQuerida Lillian, he leído todos tus cuentos desde que empezaste a publicar en tu blog. He gozado con ellos y con los dibujitos que a veces los acompañan. Espero y deseo que pronto pueda encontrarlos en el papel de un libro. Tienen el sabor de la espiritualidad que conocí en ti desde que éramos unos niños. Eres un misterio profundo que se muestra en las pequeñas grandes luces que escribes
ResponderEliminarUn cuento simpático, aunque esté el espejo de por medio, que además impulsa a investigar y querer saber.
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