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Les doy la bienvenida a mi blog y les solicito encarecidamente que me dejen sus comentarios a mis entradas, pues su opinión es de gran valor para mí.



domingo, 29 de noviembre de 2015

LA BOTICA DE LOS SUEÑOS.

Clara se había aventurado en un barrio desconocido y al doblar una esquina, se dio cuenta de que estaba perdida.
En una callecita corta, entre dos casas sombrías divisó una vidriera iluminada y se dirigió hacia allá para pedir que la orientaran.
Era una pequeña tienda que llevaba el nombre  de Botica y a continuación una frase extraordinaria:   Se vende sueños.
-¡Bah!  Debe ser una broma- se dijo extrañada.
Sin dudarlo entró y se encontró en una habitación muy grande revestida de anaqueles que llegaban hasta el techo. Tras el mostrador había un viejecito que la miró, expectante:
-¿Qué desea, niña?
-¡Vengo a comprar un sueño!- respondió Clara, desafiante.
-¿De qué clase lo quiere?- le preguntó él, sin sorprenderse en lo absoluto.
Clara vio que la cosa iba en serio y aunque le parecía increíble, decidió arriesgarse:
-¡Quiero un sueño feliz!
-¡Ah, no!  Eso no puedo garantizárselo. Le pregunto si lo quiere corto o largo, porque el precio depende de la duración.
Clara llevaba unos pocos billetes y los puso sobre el mostrador.
-Será uno corto, entonces- dijo el anciano y bajó del anaquel un pequeño frasco del color del ámbar.
-Cuando llegue a su casa, impregne su pañuelo en el contenido del frasco y póngalo sobre su cara.
Luego le alargó unas pocas monedas de vuelto.
-Para que tome el Metro- le dijo- La estación está al doblar esa esquina.
En su casa, Clara siguió las instrucciones y aspirando el perfume del pañuelo se quedó instantáneamente dormida.
Se encontró en un prado sembrado de margaritas. Cientos de mariposas volaban a su alrededor, ebrias de gozo en el aire primaveral.  Desde lejos le llegaba un ruido seco y monótono y sin dudarlo se dirigió hacia allá.
Vio a un joven leñador cortando un árbol en el lindero de un bosque.
-¿Por qué cortas ese árbol?-le preguntó Clara.
El  detuvo su trabajo y la miró en silencio. Su rostro era franco y agradable.
-Sigo órdenes.- le respondió con sencillez- Mañana vendrán a recoger los árboles que he cortado para llevarlos al aserradero.
-¿Y qué harán con ellos?
-Muchas cosas, niña. La cama en que duermes, el escritorio en que estudias. Incluso las páginas del libro que lees...
-¡Pero es malo destruir algo tan hermoso!  ¿No pudiste elegir un oficio menos cruel?
En ese mismo instante, el sueño de Clara terminó y se encontró tendida sobre su cama.
Asombrada y contenta se dijo:  La próxima vez llevaré más dinero y compraré un sueño más largo.
Al verla entrar, el anciano la miró burlón.
-Veo que después de todo tuviste un sueño feliz.
-No-dijo Clara- Fue más bien triste, pero esta vez quiero un sueño más largo.
Puso todo su dinero sobre el mostrador y el viejecito bajó del anaquel una botella color esmeralda.
Ya en su habitación, Clara vació el contenido en su pañuelo y esta vez, un fuerte aroma de sal y de yodo la transportó a orillas del mar.
Se encontró sentada en la arena mientras el agua, con juguetones zarpazos trataba de alcanzar sus pies.
Vio que sorteando las olas se aproximaba una barca. En ella venía el mismo joven que conociera en el sueño anterior.
De un salto bajó a la playa, dejando la barca encallada en la arena. Estaba cargada de pescados, cuyas escamas plateadas resplandecían al sol.
-Ahora soy pescador. ¿Lo ves? Cambié de oficio como tú querías.
-Pero esos peces era dichosos nadando en el mar y ahora están muertos. ¿Qué harás con ellos?
-Llevarlos al mercado y alimentar con ellos a mucha gente.
  -Preferiría que no los hubieras matado.  ¿No podrías haber elegido otro oficio?
Vio en el rostro del joven un gesto de enojo y de tristeza.
-¿Qué tendría que hacer para agradarte, entonces?  ¿Es que no puedes aceptar a la gente tal cual es?
Arrepentida, Clara quiso responderle conciliadora, pero abruptamente el sueño terminó.
Durante varios días estuvo pensando en el joven y lamentando haberlo hecho enojar con sus críticas.  Ansiaba poder verlo de nuevo para decirle cuanto le gustaba y que no le importaba el oficio que hubiera elegido sino la honradez de su corazón.
Decidió volver a la Botica con la esperanza de comprar un sueño en el que él apareciera. Si todo lo que le había pasado últimamente era mágico ¿ por qué no podría volverlo ver?
Un anochecer se dirigió a la tienda . La callecita estaba oscura y las luces de la vidriera apagadas.  Frente a la tienda cerrada distinguió la figura de un hombre.
Se acercó a él y para empezar una conversación, le preguntó:
-¿Vienes a comprar un sueño?
- ¿Y qué otra cosa si no?  Quiero ser escritor y busco inspiración para mis cuentos...
-En cambio yo- dijo Clara- necesito soñar para encontrar a alguien.
En ese momento, las luces de la tienda se encendieron y ambos se vieron con nitidez.
Clara reconoció al joven que aparecía en sus sueños.
Lo curioso fue que él también pareció reconocerla. La miró con sorpresa y luego sonrió sin decir nada.
Viendo que no entraban , el anciano salió a la puerta y les preguntó impaciente:
-Bueno ¿van a comprar o no?

Ambos, al mismo tiempo, respondieron que no, que muchas gracias, que otra vez sería...Y sonriéndose uno al otro, se alejaron juntos sin mirar atrás. 


domingo, 22 de noviembre de 2015

TOÑITO EL CHINCOL.

Todas las tardes, Venancio iba al cementerio y se sentaba por más de una hora sobre la tumba de su nieto.
Quienes lo miraban desde lejos, lo veían gesticular y reírse a ratos, como si conversara con el niño. Y movían la cabeza, compadecidos, pensando que estaba loco.
Nunca se supo la causa de muerte de Toñito el chincol.  Así le decían todos, porque era bullicioso y de patitas flacas, como un pájaro nuevo.
Se perdió una tarde por la quebrada y sólo al amanecer del día siguiente lo encontraron tendido entre unas rocas. Sonreía como si al instante de morir, un ángel le hubiera susurrado al oído un secreto maravilloso.
Sólo tenía seis años y lo pusieron en un ataúd blanco que parecía de juguete.
Desde entonces, el abuelo iba todas las tardes al cementerio.
Se quedaba allí horas, mientras el espíritu del niño se impregnaba en su ropa y en sus cabellos, como el olor fresco de la hierba que brotaba entre las tumbas.
Luego, Venancio iba a la casa de la madre del niño, que permanecía en la cocina llorando junto al fogón apagado. Ella lo veía llegar y abría los brazos  para recibir al niño.
Y era cierto que en la habitación parecía soplar  un vientecillo travieso, como si hubiera entrado una bandada de pájaros.
-¡ Me lo trajiste, papá!   ¡ Toñito, mi niño !
Y le volvía al rostro la sonrisa de antes, de cuando lo veía llegar de la escuela, alborotando y brincando como un chincol.
Largo rato flotaba en la cocina la presencia del niño muerto, hasta que se iba adelgazando de a poco, igual que un perfume que se diluye en el aire.
Era lo único que sostenía a la madre, impidiéndole caer en la desesperación.  Al contrario, parecía que le daba felicidad en medio de su pena irremediable.
Pero, una tarde el abuelo vio desde lejos a Toñito, que lo esperaba, sentado sobre su tumba.
-Pero ¡ Toñito!  ¿ Qué haces aquí?  ¿ Cómo fue que volviste?
- Desperté, no más, abuelito. Ya no quiero seguir durmiendo.
- Y yo ¿ qué voy a decirle a tu mamá y a los del pueblo?  Todos creen que estás muerto...
-¡ Algo se nos ocurrirá! - dijo el niño, confiado, y deslizó su mano entre los dedos callosos del abuelo.
Juntos regresaron a través del campo, rasgando con sus piernas lentas la penumbra del  anochecer.
Al abrir la puerta de la cocina, la madre se paró sobresaltada.
-¿ Y quién es este niño que me traes?
- Es Toñito ¿ no lo reconoces?
-¿ Por qué tratas de engañarme?  Toñito murió, lo sé muy bien. No necesito que me traigas un sustituto. Déjame con mi pena, que es de verdad. ¡ No quiero que me alegres con una mentira!
-Pero, mamá ¡ si soy yo!  - dijo el niño, no sabiendo si reír o llorar y trató de abrazarla.
Pero ella retrocedió hasta el fondo de la habitación y se cubrió el rostro con el delantal. 
-¡ Llévatelo, papá!   ¡ Llévatelo!   Nadie podría reemplazar a Toñito....
El viejo y su nieto salieron cabizbajos y no teniendo a donde ir, regresaron al cementerio.
- ¡ Lo siento, mi niño!  Ya ves que no es fácil volver. Los muertos no tienen cabida en el mundo de los vivos.
-¿ Y qué voy a hacer entonces, abuelito?
-- Seguir durmiendo, no más  ¿ Qué otra cosa ?  Los que duermen no sufren. La vigilia es muy dura...
-¡ Pero, no quiero estar solo!- se quejó el niño, soltando el llanto.

-¡No te aflijas, Toñito!  ¡ Yo pronto te vendré a acompañar!


domingo, 15 de noviembre de 2015

EL RETRATO DE SOFIA.

Arturo había incursionado en varias corrientes pictóricas.
Había días en que sentía que el Surrealismo interpretaba mejor sus afiebradas fantasías. Tomaba los pinceles lleno de inspiración....y se encontraba sin querer imitando a Salvador Dalí.
Otro día se levantaba convencido de que lo abstracto era lo suyo. Mezclaba colores en su paleta,  daba trazos vehementes sobre la tela, seguro de su originalidad y sin saber como
se veía enfrentado a una mala copia de Matta.
Lo peor era que lo habían invitado a exponer una obra en una muestra colectiva de talentos emergentes. ¿ Qué mandar?
Absorto en esa disyuntiva , pasó a la casa de su amigo Vicente, que se dedicaba a la fotografía artística.
Mientras esperaba que su amigo se cambiara la camisa para que lo acompañara a la cafetería, abrió distraído una carpeta llena de fotografías. Entre ellas, vio la de una joven que lo dejó impresionado. Tan bonita era.
-¡Oye, Vicente!- gritó en dirección al cuarto de baño- ¿ Quién es esta niña preciosa, la que aparece junto a un piano?
-¡ Ah!  Es Sofía. La hermana de un amigo. ¿Verdad que mata?
Arturo, que precisamente se sentía cadáver, un cadáver enamorado, como dice el poema, no respondió.
Pero sin pensarlo dos veces, se echó la foto al bolsillo y decidió pintar con ella un retrato.
¡ Ese sería el cuadro que mandaría a la exposición!
En la noche, antes de dormirse, contempló la foto con detenimiento. Era un rostro que lo fascinaba. Ojos oscuros, piel blanca como un pétalo de magnolia y unos labios delineados con la forma del arco de Cupido. ¡ Y ese arco le había disparado una flecha, directo al corazón!
Al otro día empezó su obra. Las líneas que trazó con delicadeza le devolvieron un parecido innegable. ¡ Quizás después de todo ser retratista era su verdadera vocación...!
Al terminar, sintió con sinceridad, sin falsa modestia, que era un buen cuadro. Irradiaba vida.La vida de ella ...Y transmitía pasión. La pasión de él, que se sentía locamente enamorado.
Mandó el retrato a la galería y fue acogido con entusiasmo. Le dijeron que lo pondrían en un lugar destacado.
Lo que Arturo ignoraba era que Sofía tenía un novio muy celoso.
Alguien de la Empresa de Ingeniería Hidráulica donde él trabajaba, visitó  la exposición y al otro día, se acercó a felicitarlo.
-Braulio, mi viejo - le dijo palmoteándolo - ¡ Qué preciosa está tu novia en el retrato que vi en la Galería Ready !
-Te equivocas- respondió Braulio, molesto- Sofía no ha posado para ningún retrato. ¡ Yo lo sabría! ¿ No crees?
Al verlo tan ofuscado, el amigo cambió de tema.
Pero, Braulio no quedó tranquilo. A la salida del trabajo se dirigió a ver la exposición y quedó estupefacto al comprobar que, efectivamente, era el retrato de Sofía.
Se quedó mirando ese rostro tan amado y le pareció que sus ojos miraban de un modo diferente. Profundo y apasionado.
¡ A mí nunca me ha mirado así!- exclamó, entre entristecido y celoso.
Al día siguiente, llevó a Sofía a la exposición y sin decir palabra, la empujó hasta dejarla frente al cuadro.
Ella se quedó pasmada.  Se vio a sí  misma, idealizada y embellecida por alguien que ella desconocía.
-¡ Me debes una explicación!- rugió Braulio, con voz desconocida, tal era la rabia que lo dejaba ronco.
-¿ Por qué no me dijiste que habías posado para este retrato?  ¿ Quién es el pintor?  ¿ Donde lo conociste?
-Pero, si no he posado jamás para este cuadro...
-¡No mientas, Sofía!  Basta ver la forma en que te pintó para saber que está enamorado de ti. Y esa mirada tuya...¿ En qué pensabas mientras te estaba pintando?
Sin darse cuenta, le apretaba el brazo hasta hacerle daño.
Ella se soltó bruscamente y lo  miró con frialdad.
-Mira, Braulio. Si te digo que ignoro el origen de esta pintura, te estoy diciendo la verdad. Es insultante la forma en que dudas de mi. No es la primera vez que me fastidias con tus celos. Pero ésta será la última...
Y volviéndole la espalda, se alejó por entre el público.  Braulio, pálido, no atinó a seguirla.
Sofía estaba intrigada y al día siguiente, volvió a la Galería.
Casualmente estaba allí Arturo, recibiendo complacido las felicitaciones del público.
Sofía se plantó frente a él y le dijo, furiosa:
-¡ Por tu culpa rompí con mi novio! ¿ Se puede saber cómo mi retrato llegó hasta aquí ?
Arturo le explicó toda la historia, que no era en el fondo otra cosa que la historia de su amor.
- ¡Perdona si te perjudiqué!  ¿ Quieres que le explique a tu novio?
Ella, que lo había mirado atenta mientras hablaba, fue distendiendo su ceño fruncido y terminó por reírse.

-¡ No vale la pena!  ¿ Sabes?  ¡ Creo que después de todo, me hiciste un favor!


domingo, 8 de noviembre de 2015

LUZ Y SOMBRA.

Luciana murió al amanecer, cuando las campanas llamaban a la primera misa del Domingo.
Edmundo la sostuvo en sus brazos hasta que sus ojos se nublaron y su pecho exhaló el último suspiro.
-¡ Luciana, no me abandones!- gritó estrechándola contra su cuerpo. Los sones de las campanas pasaron volando y a Edmundo le pareció que se llevaban el alma de su esposa hacia la luz de la aurora que ascendía sobre los montes.
Su vida sin ella le pareció inútil y vacía. ¿ Qué hacer en este mundo donde no estaba Luciana para darle un sentido a todas las cosas?
Contemplaba el cielo día y noche, creyendo ver sus ojos que desde allí lo miraban.
Le parecía que en cada estrella estaba Luciana, llamándolo:
-¡ Ven aquí, mi amor!  Te espero. ¡ No es posible que estemos separados !
Edmundo le pedía a Dios que se lo llevara también.
- ¡ No puedo vivir sin ella!- gemía- Nos amábamos tanto. Eramos un solo cuerpo y un solo corazón.
Era tan grande su dolor, que se fue debilitando y una enfermedad mortal se lo llevó en pocos meses.
Todos los que lo conocían lamentaron su muerte.
-¡ Era el hombre más recto y más bondadoso que he visto!- decían- ¡ Ahora estará en el cielo, junto a Luciana!
En el momento de morir, Edmundo atravesó confiado un túnel de sombras. No tenía miedo. Sabía que al final lo esperaba una luz celestial que lo conduciría junto a su esposa.
Las tinieblas se disiparon al fin y se encontró frente a una puerta custodiada por dos ángeles.
-¿ Es este el Paraíso?- les preguntó.
- Sí, Edmundo- le respondieron los seres alados y se apartaron sonriendo para dejarlo entrar.
Buscó a Luciana largo tiempo sin poder encontrarla.  Al principio la llamaba con voz queda  y luego a gritos. Pero nadie le respondía. Las nubes y las estrellas se retiraban a su paso, para permitirle buscarla por los más recónditos parajes.
Vencido, al fin, se dejó caer , sollozando.
Un ángel se le acercó, sorprendido.
-¿ Por qué lloras?  ¿ No sabes que has venido aquí para ser feliz por toda la eternidad?
-Es que no encuentro a mi esposa. Ella se vino primero y sé que me ha esperado durante todo este tiempo. Me amaba como yo a ella. No ha habido nunca en la Tierra un amor como el  nuestro...
- Pero ¿ estás seguro de que ella está aquí?
-¿ Y donde crees que podría estar? - le preguntó Edmundo, indignado.
El ángel se quedó pensativo. Luego le advirtió dulcemente:
- No quisiera sembrar la duda en tu corazón...pero, es posible que esté en otro lugar.
-¿ Donde?- preguntó Edmundo con voz enronquecida por la desesperación.
-Allá abajo - suspiró el ángel y le señaló una oscuridad lóbrega que se extendía como un mar, hasta donde alcanzaba la vista.
-¿ Quieres decir....en el Infierno ?
El ángel no respondió.
-¡ No es posible!  ¡ Sería un error...!  Tengo que ir a buscarla.
El ángel, compadecido, extendió sus alas y juntos bajaron a las tinieblas.
Edmundo se encontró frente a una puerta negra, custodiada por un ser horrible.  El se rió al verlo llegar, como si disfrutara por adelantado de la escena que se preparaba.
-¿ Se te perdió algo?- le preguntó, y sus labios se curvaron en una mueca soez.
- Busco a mi esposa. Se extravió en el camino y por error llegó hasta aquí.
-Aquí nadie llega por error- se rió el demonio- ¡ Dime su nombre!
-Luciana.
-¡ Ah, Luciana!  Haberlo dicho antes....¡ Luciana, por supuesto!
Y su cuerpo se dobló, sacudido por una risa convulsa.
El ángel retrocedió ofendido y Edmundo, prescindiendo de su compañía, atravesó solo el umbral.
- Ven por aquí- lo llamó el ser maligno- ¡ No te preocupes!  Aquí todos tiene el sitio que les corresponde.  Los ladrones, los asesinos, los parricidas....  ¡y por supuesto, las adúlteras !
-¿ Qué dices?- gimió Edmundo.
Se encontraron frente a un pantano envuelto en un vaho espeso. Cientos de mujeres desesperadas se aferraban a la orilla, para no ser tragadas por el barro  pestilente.  Entre ellas estaba Luciana.
Edmundo lanzó un grito y retrocedió llorando.
 El ángel misericordioso lo recibió en sus brazos y miró con repulsión al demonio que continuaba riendo.
Luego, abrió sus alas y estrechando al hombre contra su pecho, se remontó hacia la luz.

    

domingo, 1 de noviembre de 2015

UN HALLOWEEN PARA OLVIDAR.

Jorge decidió no ir a ninguna parte la noche de Halloween.
Estaba aburrido de hacer lo mismo año tras año.  Disfrazarse de zombie, que era lo más fácil y mas barato, juntarse con sus amigos que, por supuesto se disfrazarían de lo mismo, porque ninguno tenía plata para arrendar algo más original....y de ahí, ir a bailar a la discoteca, hasta que saliera el sol.
¡¡ Qué lata !!  No tenía intención de repetir el programa.
Así es que esa noche, cuando sus amigos lo pasaron a buscar, les dijo que estaba cansado y que se iba a acostar, porque había tenido una semana de perros.
Uno de ellos lo miró con suspicacia y le preguntó:
-¿ No será que tienes pensado dar una fiesta aquí y no quieres invitarnos?
-¡ Estás loco, hombre!  ¿ Yo una fiesta?  Si lo único que quiero es dormir...
Se fueron al fin, después de echarle unas cuantas miradas cargadas de sospecha y de sonreirle con mordacidad.
Quedó claro que no creían sus palabras.
Jorge se echó en el sillón, frente al tele, y al poco rato se quedó dormido.
Lo despertó el timbre de la puerta.
Pensó que eran sus amigos, que volvían para pillarlo " In fraganti"  preparando la fiesta.
Pero en el umbral había una figura solitaria.
Era una joven que parecía maquillada con harina, porque lucía una palidez terrosa. El pelo le caía desgreñado sobre un vestido blanco cubierto de sangre. Y se diría que usaba el perfume   "Moho, de Chanel"...
- ¿ Es aquí la fiesta?- preguntó dubitativa.
-¡ No, señorita!  ¡Aquí no hay ninguna fiesta!- exclamó Jorge enojado y cerró de un portazo.
  ¡ Ah! - pensó- Así que estos idiotas están mandando a sus compinches a averiguar de la fiesta. Si llega otro, no le pienso abrir.
Retomó su lugar en el sillón y al rato se adormeció de nuevo.
Sería pasada la una cuando el timbre volvió a sonar.
Sobresaltado, olvidó sus propósitos de no hacer caso y fue a abrir, medio dormido.
En la puerta estaba la misma joven con olor a moho, sólo que esta vez venía del brazo de un esqueleto.
-¿ Empezó la fiesta?- preguntaron al unísono.
-¡ Ya le dije a esta señorita que aquí no hay fiesta!   ¿ Hasta cuando molestan?
  Lo miraron decepcionados y sin responderle , se perdieron calle abajo.
 Jorge se quedó observándolos y notó que al esqueleto le sonaban los huesos al caminar, con un ruido hueco, como de castañuelas.
-¡ Qué disfraz más convincente!- no pudo evitar pensar, antes de cerrar la puerta.
Mejor es que me acueste, reflexionó, estos deben haber sido los últimos molestosos. Se nota que su chiste les parece fome hasta a ellos mismos.
Se puso el piyama y fue a la cocina a calentar un poco de leche.
Escuchó un rumor de voces y de risas ahogadas junto a la puerta de calle.
¡ Ah!- dijo-¡ Volvieron los idiotas que idearon la bromita ! Seguro que vienen a reírse de mí. Pero, les voy a decir cuatro cosas...
Abrió la puerta de golpe, pero en lugar de encontrarse con sus amigos, vio a un grupo de zombies que lo miraban expectantes. Se adelantó uno de ellos , que tenía una máscara tan bien hecha que hasta le salían gusanos de la nariz.
- ¡Venimos a la fiesta!  Sabemos que es aquí y no vamos a aguantar discriminaciones...
Jorge se quedó estupefacto. Los miró uno por uno y vio caras lívidas, huesos al aire y ojos desorbitados en una muda interrogación.
Pensó cerrar la puerta sin contestar, pero resolvió armarse de paciencia.
-Les informaron mal - suspiró, con hastío- Aquí no hay ninguna fiesta.
Los zombies le volvieron la espalda y se alejaron arrastrando los pies.
Jorge pensó que de seguro irían a juntarse con sus amigos, para comentar la broma y decidió seguirlos hasta la cercana discoteca.
Pero el grupo dobló por una calle solitaria que conducía al cementerio.
-Y bueno- decía uno- ¿ Quién fue el idiota que nos hizo quedar en ridículo?
-¡ Este fue!- contestó otro, señalando a un flaquito de cara verdosa.
-¡Ya, pues!- intervino una mujer- ¡ No lo acomplejen!  Este pobre se acaba de morir y todavía está choqueado por el transe.
-¡ No fue culpa mía!- se defendió el flaco con voz lastimera- Vi salir a unos tipos de esa casa comentando que habría una fiesta. ¿ Como podía adivinar que era mentira?
-¡ No nos echemos a morir!-  exclamó un esqueleto, celebrando su propio chiste con una risita- ¡ El próximo año vamos a bailar a la discoteca!
Jorge los escuchaba, helado de espanto. Tenía el pelo erizado y sentía que las piernas se negaban a sostenerlo.
Los vio llegar a la reja del cementerio y atravesar los barrotes como si fueran de mantequilla. Las sombras del campo santo se los tragaron y todo quedó en silencio.
Llegó a su casa tiritando y no paró de temblar hasta que la primera luz del día se empezó a filtrar por entre las persianas.
Cuando estuvo más lúcido, reflexionó:

-El próximo Halloween voy a aceptar la primera invitación que me hagan, por latosa que sea. ¡Lo que está claro es que yo en mi casa no me quedo !