Bienvenidos a Mi Blog

Les doy la bienvenida a mi blog y les solicito encarecidamente que me dejen sus comentarios a mis entradas, pues su opinión es de gran valor para mí.



domingo, 30 de julio de 2023

LA ENCRUCIJADA.

Había caído la noche y Jorge conducía  su automóvil a toda velocidad. Se dirigía a una cita y no quería llegar tarde. Se miró en el espejo para comprobar su nuevo corte de pelo. Satisfecho, buscó el celular para tomarse una selfie y en ese instante, sintió un violento impacto en el parachoques.

Se bajó rápidamente y aterrado, vio un par de ruedas de bicicleta girando todavía al borde del camino. Entre los fierros, yacía un muchacho que respiraba penosamente. De su pecho hundido brotaba un estertor que lo llenó de espanto.

Subió rápidamente a su automóvil y se alejó de ahí a toda velocidad.  Ya no se acordaba de su cita. Angustiado, sólo pensaba en alejarse de ahí lo más lejos posible, para que nadie pudiera relacionarlo con el accidente.

Comprobó que el camino estaba desierto y aceleró aún más. De pronto, perdió el control del automóvil y vio como un árbol enorme, que parecía haberse salido del borde del camino se precipitaba sobre él. 

El impacto lo aplastó contra el volante.

  Segundos después, se encontró frente a una  puerta resplandeciente que se erguía entre las nubes. Junto a ella, había un ser alado de porte majestuoso, que le cerraba el paso.

-¿ De donde vienes, Jorge?- le preguntó como si lo conociera de toda la vida.

-No sé...Estaba en la carretera...Creo que choqué con algo....No recuerdo lo que pasó...

-Sí sé que chocaste- respondió el ángel con severidad- Pero antes de chocar, algo te ocurrió ¿ no es cierto?

-¡ Ah, sí!  Un ciclista apareció de la nada. Iba hablando por celular y no miraba por donde iba.

El ángel lo miró con gesto duro y Jorge enrojeció violentamente. Comprendió que en ese lugar, las mentiras no servían de nada.

-  Pero, no te quedaste a auxiliarlo....

-La verdad es que no. Tuve miedo de meterme en un problema. Además, pensé que ya estaba casi muerto...

-  No sé qué haces aquí-  le dijo el ángel con frialdad, indicando la puerta a sus espaldas- Deberías haber tomado otra dirección.

-Es cierto- balbuceó Jorge, avergonzado- A mitad de camino vi una encrucijada entre las nubes. De un lado venía un calor infernal y en la otra dirección, una frescura y una paz que me atrajeron hasta esta puerta...

-Pero, ya ves que está cerrada para ti.

Jorge bajó la cabeza y quiso volver sobre sus pasos.  Pero el ángel lo detuvo y en sus ojos resplandecían al mismo tiempo la justicia y la piedad.

-Debes volver a la tierra y auxiliar al ciclista que dejaste moribundo. Aún es tiempo que deshagas el mal que causaste.

Segundos después, Jorge volvió a encontrarse en la carretera.  A sus pies yacía el joven ciclista entre los fierros doblados. Las ruedas aún giraban en el aire.

-¡ Amigo!  -gritó Jorge- ¡ No te vayas, quédate conmigo!

-Es tarde- suspiró el muchacho- El que me atropelló escapó. Tú eres bueno pero no puedes salvarme...Siento que me voy...

Sus ojos lo miraron con gratitud y luego se cerraron definitivamente.

Jorge lo tomó en sus brazos y lloró desesperado.  A continuación, sintió que se elevaba y volvió a encontrarse junto al ángel que custodiaba la puerta.

-¡ Fué inútil!- gimió- ¡ No pude salvarlo!  Aquí te lo traigo hasta tu Cielo y yo me voy donde me corresponde...  

-Puedes quedarte tú también.

-¡ Pero no logré deshacer el daño que he causado!

-Pero lo intentaste, y eso es lo que cuenta.

La puerta se abrió y una luz celestial envolvió a Jorge, llenando de paz su corazón.



 

domingo, 23 de julio de 2023

EL FANTASMA QUE LLORABA.

Una tarde, al volver de su trabajo, Diego vio que en el jardín de un edifico se realizaba una venta de garaje.  Se detuvo por curiosidad y examinó con cierto desgano las lámparas anticuadas, los libros amarillentos y uno que otro mueble sospechoso de contener termitas.

Nada le interesó y habría seguido su camino si no hubiera sido porque la dueña de la venta era una linda rubia que  quitaba el polvo de los cachivaches con un plumerito.

Para entablar conversación, le preguntó el precio de una silla mecedora.  Tenía el tapiz apolillado, pero era, a todas luces, una genuina antigüedad.  La rubia le contó que todas esas cosas habían pertenecido a su abuelita, quién a su vez las había heredado de sus padres.

Después de un corto regateo, tomó la silla, bastante liviana y siguió su camino.  No le costó nada llegar con ella a su cercano departamento.  La puso junto a un sillón y no pensó más en ella.

A media noche, cuando leía , ya un poco soñoliento, escuchó un rumor que venía de la silla. Alzó la vista y notó que había empezado a mecerse con un suave rechinar.  Pensó primero en una corriente de viento, pero luego, atónito, notó que una figura humana sentada en la silla, se materializaba de a poco. Adquirió las formas de una joven muy linda, que llevándose una mano al pecho, lloraba desconsoladamente.

La visión se mantuvo durante casi un minuto y luego se desvaneció.

Diego pensó que se lo había imaginado. ¡ El no estaba para creer en fantasmas en pleno siglo veintiuno!

Pero, varias noches después, mientras escribía en su computador, un leve crujido de la silla atrajo su atención. ¡ Ahí estaba de nuevo la joven, meciéndose en la silla y llorando, con una mano sobre su corazón !

Esta vez, la visión duró más tiempo y el fantasma miró a Diego a los ojos, como suplicándole alguna cosa.

Esa noche, Diego se desveló, pero en lugar de asustarse, empezó a enojarse con la dueña de la silla. Decidió ir a devolverla al día siguiente. ¡ No estaba dispuesto a hacerse cargo de un fantasma así como así !  Que se fuera a penar a otra parte...

Llegó hasta el edificio vecino cargado con la silla y el conserje le informó el nombre de la joven, que era Paulina y el número de su departamento.

Cuando ella abrió la puerta, le dijo que venía a devolver la silla y fingió más enojo del que en realidad sentía. ¡ Era tan linda que resultaba difícil enojarse con ella!

-¿ Por qué?  ¿ Qué pasa?

-Pasa que esta silla viene con un fantasma incluido y usted no me advirtió nada.

La chica se puso pálida, luego roja y después pálida otra vez. Era evidente que no sabía nada.

Lo hizo pasar y Diego le contó el suceso, describiendo al fantasma con minuciosidad.

-¡ Tiene que ser alguien de la familia!- aseguró ella y corrió a buscar un álbum de viejas fotografías.  Recorrieron las páginas con pocas esperanzas, hasta que Diego reconoció al fantasma en una foto amarillenta y resquebrajada.

-¡ MI tía abuela Edelmira!- gritó Paulina, sobrecogida de emoción.

Le contó la historia de aquella tía que había muerto joven, llorando por un amor perdido. Se había enamorado de un inglés que le prometió volver a Chile, para casarse con ella.

-AL principio, le escribía todas las semanas   relató Paulina-y ella se lo pasaba sentada en la mecedora, frente a la ventana, esperando la llegada del cartero.   Pero,  un día, las cartas dejaron de llegar .  Ella  pasaba los días  llorando y se enfermó de una enfermedad de los pulmones, que en aquellos años no tenía cura.  No se quiso cuidar y al final, se murió.  Un mes después de su entierro, llegó la carta que tanto había esperado...¡ Mire!  Aquí está todavía.

Y le entregó un sobre ajado que sacó de entre las páginas del álbum..

-¡ Eso es lo que ella me pide! -exclamó Diego- ¡ Quiere saber lo que dice la carta! 

Esa noche se reunieron en el departamento de Diego. Paulina llevó la carta con la esperanza de que el fantasma se presentara.

Conversaron largo rato sin que nada pasara, pero de pronto, un leve crujido en la silla les anunció su presencia.

Rápidamente, Diego rasgó el sobre y empezó a leer. Era una carta breve, escrita con letra insegura. En ella, el inglés le decía que estaba muy enfermo, que lo único que quería era mejorarse pronto para ir a buscarla. Pero, que si no lo lograba, quería que ella supiera que lo amaba con todo su corazón.

Cuando terminó de leer, vieron que el fantasma ya no lloraba y una dulce sonrisa iluminaba su cara. Alzó la mano en señal de adiós y desapareció.  Nunca volvieron a verla.

Un año después, Diego y Paulina se casaron.

Cuando sus amigos los visitaban, se extrañaba al ver en medio de sus muebles modernos, una vieja silla mecedora que parecía desentonar en el conjunto. Pero ellos sonreían misteriosos y nunca explicaron nada.




domingo, 16 de julio de 2023

TOÑITO CHINCOL.

Todas las tardes, Venancio iba al cementerio y se sentaba por más de una hora sobre la tumba de su nieto.

Quienes lo miraban desde lejos, lo veían gesticular y reírse a ratos, como si conversara con el niño.  Y movían la cabeza, compadecidos, pensando que estaba loco.

Había sido trágica la muerte de Toñito chincol. Así le decían todos, porque era bullicioso y de ptitas flacas, como un pájaro nuevo.  Se perdió una tarde por la quebrada y sólo al amanecer del día siguiente lo encontraron tendido sobre unas rocas. Sonreía, como si en el momento de morir, un ángel le hubiera susurrado al oído un secreto maravilloso.

Solo tenía seis años y lo pusieron en un ataúd blanco que parecía de juguete.

Desde entonces, el abuelo iba todas las tardes al cementerio. Se quedaba allí horas y el espíritu del niño impregnaba su ropa y sus cabellos, al igual que el olor fresco de la hierba que crecía entre las tumbas.

Luego Venancio se dirigía a la casa de la madre del niño, que permanecía en la cocina, llorando junto al fogón apagado.

Ella lo veía llegar y abría los brazos para recibir al niño. Y era cierto que en la habitación parecía soplar un vientecillo travieso, como si hubiera entrado una bandada de pájaros.

-¡ Me lo trajiste, papá!  ¡ Toñito, mi niño!

Y le volvía al rostro la sonrisa de antes, como cuando lo veía llegar de la escuela, alborotando y brincando como un chincol.

Era lo único que sostenía a la madre, impidiéndole caer en la desesperación. Al contrario, parecía que le brindaba felicidad, en medio de su pena irremediable.

Pero una tarde, cuando el abuelo se acercaba al cementerio, vio desde lejos a Toñito, que lo esperaba sentado sobre su tumba.

-  ¡Pero, Toñito!  ¿ Qué haces aquí?  ¿ Cómo fue que volviste?

-Desperté, no más, abuelito. Ya no quiero seguir durmiendo.

-Y yo ¿ qué voy a decirle a tu mamá y a los del pueblo?  Todos creen que estás muerto.

-¡ Algo se nos ocurrirá! - dijo el niño, confiado  y deslizó su mano entre los dedos callosos del abuelo.

Juntos regresaron a través del campo, rasgando con sus piernas lentas la penumbra del anochecer.

Al abrir la puerta de la cocina, la madre se paró, sobresaltada.

-¿ Y quién es este niño que me traes?

-Es Toñito ¿ no lo reconoces?

-¿ Por qué tratas de engañarme?  Toñito murió, lo sé muy bien.  Déjame con mi pena, que es de verdad. No quiero que me legres con mentiras.

-Pero, mamá, si soy yo- decía el niño, no sabiendo si reír o llorar y se aferraba a sus piernas.

Pero la mujer retrocedió hasta el fondo del cuarto y se cubrió la cara con el delantal.

-¡ Llévatelo, papá !  Nadie podrá reemplazar a mi Toñito...

El viejo y su nieto y su nieto salieron cabizbajos y no sabiendo a donde ir,  regresaron al cementerio.

-Lo siento, mi niño. ¡ Ya ves que no es fácil volver!  Los muertos no tiene cabida en el mundo de los vivos.

-¿ Y qué voy a hacer entonces, abuelito?

-Seguir durmiendo, no más. ¿ Qué otra cosa?  Los que duermen no sufren. La vigilia es muy dura.

-Pero ¡ no quiero estar solo!- se quejó el niño, soltando el llanto.

-¡ No te aflijas, Toñito!  Muy pronto te vendré a acompañar.  


domingo, 9 de julio de 2023

LA NIÑA.

Una mañana, mientras se peinaba en su dormitorio, Camila sintió un cosquilleo raro en la nuca, como si alguien la estuviera mirando.

Se volvió y vio a una persona sentada en el borde de su cama.   Era una niña que aparentaba unos quince años. Su pelo era negro y liso y su cara pálida le resultaba vagamente familiar.

Las visitas de esa extraña niña empezaron a repetirse con asiduidad.  Llegaba  inesperadamente y entraba a su casa sin golpear. Se paraba frente a Camila y le preguntaba siempre lo mismo,  con un gesto de amarga terquedad:  ¿ Qué hiciste con nuestra vida?

Camila la miraba confundida. Creía que era el fantasma de alguien que había conocido y se quedaba  muda y asustada, sin atinar a responder. 

Un día, pudo por fin reaccionar y le preguntó, alterada:

-¿ Quién eres tú?  ¿ Por qué me preguntas eso?

La niña la miró con odio.

-¿ Que no me reconoces?  Yo soy tú, cuando tenías quince años. Tenía ilusiones y sueños, pero tú los destruiste todos.  ¿ Qué hiciste con la vida que nos dieron para vivir?

Estuvo varias semanas sin volver y Camila respiró con alivio.  Creo que fue una alucinación, pensó. Estoy tan cansada últimamente... O talvez algo que soñé despierta...

Pero la niña volvió a aparecer, para reanudar su cantinela de acusaciones despiadadas:

-¡ Teníamos tanto!  Yo era inteligente, pude haber estudiado y tenido una profesión.  Pero tú me frenaste con tu angustia y tu ansiedad de afecto. ¡ Creías que el amor lo solucionaría todo!  Mujer estúpida. te dedicaste a buscarlo inútilmente. ¡ Lo único que necesito es que alguien me quiera! Eso decías  y  dilapidaste todas mis posibilidades. Por tu culpa no llegamos a nada. No somos nada.

Y así, repetía una y otra vez su repertorio  de recriminaciones, hasta que Camila creía enloquecer.

Se tapaba los oídos y gritaba:  ¡ Ándate, ándate!

  A la niña pareció no bastarle ir a su casa y empezó a sentarse a su lado en el vagón del  Metro.  Permanecía pegada a ella, hablándole sin descanso, mientras Camila trataba inútilmente de concentrarse en una novela.

¿ Como librarse de ella?   Decidió matarla.

Lo preparó todo, pero súbitamente, su torturadora dejó de comparecer.

Quizás se cansó de atormentarme, pensó Camila esperanzada. Total, ya causó todo el daño que pretendía. Ya me dejó insomne y sin ganas de seguir viviendo.

Alcanzó a paladear el sabor insípido de su liberación.

Pero, una tarde que se vestía en su dormitorio, vio a la niña sentada en el borde de su cama.

-¿ Vas a salir?- le preguntó, burlona- ¿ Acaso encontraste algo nuevo en tu vida fracasada?  No te arregles tanto, no sacas nada.  El será uno más que te va a abandonar...

Camila subió con violencia el cierre de su vestido y notó que se rompía.

-¡ Basta ya!- gritó desesperada- ¡No soporto más! 

La niña se paró junto a ella, frente al espejo, jugando con un mechón de pelo, que retorcía entre sus dedos.  Camila cogió las tijeras que estaban sobre su cómoda y se las clavó en el cuello.

La niña abrió los ojos desmesuradamente y dio un grito. Luego, cayó muerta a sus pies.

En ese mismo instante, la imagen de ambas en el espejo, empezó a borrarse.

Primero fue la niña.   Lo último que desapareció fue su pelo oscuro esparcido sobre la alfombra. Luego, Camila sintió que su cuerpo se diluía. Se disgregaba en diminutos fragmentos que se fucionaban con la penumbra del cuarto. 

No tuvo miedo. Alcanzó a sonreírse a sí misma, con el infinito alivio de descansar por fin.   



domingo, 2 de julio de 2023

EL HOMBRE QUE SE BURLÓ DE LA MUERTE.

Hacía tiempo que Joaquín no lograba escribir nada nuevo. Su primera novela había tenido cierto éxito, pero de ahí en adelante, cayó en una total sequía literaria. 

Decidió regar la sequía con alcohol, pero aún así no se le ocurría ni una idea aceptable, solo incoherencias de una borrachera triste, que terminaba llorando sobre una página en blanco.

Una noche en que estaba sentado en su escritorio, esperando un chispazo de inspiración, vio a su lado a una mujer que lo miraba fijamente.

-Perdone...¿ por donde entró?-le preguntó Joaquín sorprendido.

-Por ahí- le respondió ella, señalando vagamente el muro.

-Pero, si ahí no hay ninguna puerta...

-Será que yo no necesito puertas para entrar- le contestó ella, con un dejo de ironía.

Joaquín sintió miedo y su incertidumbre dio paso a una certeza que lo dejó helado.

-Eres la Muerte ¿ verdad?

Ella no le respondió, pero le hizo una seña para que lo acompañara.

-¡ No! ¡ Por favor!  ¡Ten piedad!...Dame tiempo para terminar la novela que estoy escribiendo.

-¿ Y cuanto tiempo necesitas?

-¡ Un mes!  ¡ Solo un mes!  Tengo muchas ideas que quiero desarrollar- mintió desesperado- ¡ Ya verás que tu espera valdrá la pena!

-Está bien, solo un mes- respondió la Muerte y se desvaneció en las sombras.

Joaquín creyó que el terror que sentía le serviría de acicate, que las ideas surgirían en su mente afiebrada. Pero, nada de eso ocurrió.

Compró varios cuadernos y los desplegó sobre su escritorio. Pensó que la visión de esas páginas en blanco le serviría de estímulo. Abrió uno de los cuadernos y tomó el lápiz con decisión. Pero, pasaron los días sin que lograra escribir nada con sentido. Terminaba tachando todo en un acceso de rabia.

Al cabo de un mes, apareció la Muerte. Joaquin vio que venía decidida.

-¡ No! ¡ Aún no!  Dame otro poco de tiempo... ¡ Mira todos los cuadernos que llevo escritos!  Ya voy llegando al final y será una obra maestra.

-No puedo, yo cumplo ordenes de Alguien que está por encima de mí.

- ¡ Dile que viniste y no me encontraste...!

- ¿Y tú crees que a El se le puede mentir?

-Pero ¡ es tan injusto que tenga que morir tan joven!

- Si la Vida no es justa, no veo por qué la Muerte tendría que serlo- le respondió fastidiada.

Pero sin querer se conmovió con las súplicas de Joaquín y le concedió otro mes para que terminara su obra.

Mientras, Joaquín no conseguía escribir ni una línea. Una noche, agotado, se durmió sobre el cuaderno en blanco.

Entró la Muerte despacito y sintió curiosidad de leer lo escrito. ¿ Sería realmente una obra maestra?

Revisó uno por uno los cuadernos y no encontró ni una línea, solo páginas vacías. 

Con creciente furor, comprendió que había sido engañada. Suavemente desprendió el cuaderno sobre el cual dormía Joaquín. Vio que había empezado un cuento. Su título era:

" El hombre que engañó a la Muerte".

Furiosa, blandió su guadaña y segó su vida de un golpe.