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domingo, 27 de enero de 2019

CUENTO DE AÑO NUEVO.

Era las tres de la tarde y hacía mucho calor.
Las cortinas del dormitorio se mecían apenas con una brisa misericordiosa que soplaba de vez en cuando.
Rosa apretaba los párpados con fuerza, tratando de dormir.  Necesitaba una siesta para reponerse de la trasnochada.  Había estado despierta hasta tarde, mirando el resplandor de los lejanos fuegos artificiales que se divisaban por sobre los techos. Los cohetes atronaban y los perros ladraban despavoridos.  Le llegaban risas y gritos de los que celebraban la llegada del nuevo año.  ¡ Más les valdría llorar ! - había pensado Rosa con amargura.
Pero, luego se había cansado y se había ido a acostar. Después de todo, pasar la noche de Año Nuevo sola era una ventaja, porque no tenía que fingir ante nadie que se estaba divirtiendo...
De todas formas, se había desvelado y ahora trataba de adormecerse.
De pronto sintió un rumor como de una tela que se arrastraba por el suelo. Abrió los ojos y en la brillante claridad de la tarde, vio un fantasma parado a los pies de su cama.
-¿ Qué haces aquí en pleno día?- le espetó Rosa-  ¿ No es de noche que se aparecen los fantasmas?
-Perdona si te he molestado...Lo que pasa es que a mi me asusta la oscuridad y en la noche me escondo.
-  ¡ Ja ja!  No creo que así vayas a hacer carrera en tu profesión....
El fantasma se encogió un poco, tocado en su amor propio, pero no hizo amago de irse.
-En esta  casa viví cuando era joven... Es el único lugar en el que he sido feliz.
-Lo siento mucho, porque  ahora soy yo quién vive aquí y tengo más derechos que tú, porque soy quién paga las contribuciones.
El fantasma palideció tanto que por un momento despareció.  Rosa se dio una vuelta en la cama, aliviada. Pero en seguida percibió un toque casi ingrávido  y notó que el intruso se le  había sentado en los pies. Desde ahí la miraba con tristeza.  Tenia una cara larga y pálida y un pelo oscuro que le caía sobre los hombros. Era un fantasma del sexo femenino, de eso no cabía duda.
 Una insoslayable solidaridad de género hizo que Rosa volviera más amable el tono de su voz:
-¿ Hay algo que pueda hacer por ti?
Había oído hablar de " las almas en pena" y sospechó que alguna atadura con este mundo impedía que el fantasma descansara en paz.
-¡ Necesito que me leas la carta que él me dejó!
-¿ Quién es él y de qué carta me hablas?
-Vivíamos juntos aquí...Nos amábamos...Pero, un día discutimos y me fui... No pude regresar...Llovía esa tarde y un autobús se precipitó sobre mí en una calle mojada.  El me habrá esperado en vano...Cuando pude volver aquí fue como el ánima que ves, un girón de humo sin fuerzas para nada...El se había ido, pero vi que me había dejado una carta en la repisa de la chimenea.  ¡ Llevo años  sufriendo, sin poder saber lo que me dice!
-Pero, yo no encontré ninguna carta cuando vine a vivir aquí.
-Es que con el tiempo, el empapelado de la pared se despegó y cuando lo pegaron de nuevo, el sobre quedó oculto detrás...
Rosa se acercó a la chimenea que había en el salón y tanteó  a lo largo de la repisa. Metida tras el papel mural encontró la carta. Iba dirigida  a  una tal Griselda.
-¡ Leémela, por favor!  ¡Estoy segura de que me dice que me perdona, que me ama, que estaremos juntos para siempre!
Rosa rasgó el sobre que las manos incorpóreas del fantasma no habían podido abrir. Dentro había un papel con un mensaje corto :   " Me aburrí de esperarte. Hay muchas otras mujeres en el mundo. Cuando vuelvas, llama al gasfiter,  el lavaplatos se tapó.  Julio"
Rosa no supo qué hacer. El pobre fantasma de Griselda la miraba expectante, ansiosa por escuchar las palabras de amor que sin duda él le había escrito...
Compadecida, fingió leer:
" Mi amor, te estoy esperando... ¡ Vuelve por favor!  No puedo vivir sin ti. ¡ Mejor voy a buscarte! No volveré aquí si no es contigo...Te amo demasiado. Julio"
-¡ Gracias!- exclamó el fantasma- ¡ Era todo lo que necesitaba!  
Con un suspiro de infinito alivio, se desvaneció.

Rosa pensó que había matado dos pájaros de un tiro. Con su mentira piadosa había aliviado las tribulaciones de un alma en pena y de paso se había ganado el derecho de dormir una buena siesta en paz.


SALUDO DE AÑO NUEVO.


domingo, 20 de enero de 2019

LA MUERTE EN LA CARRETERA.

Eran recién las seis y la mañana se veía oscura. Era efecto de una niebla espesa que lo envolvía todo como un manto.
Juanito escuchó a su perro Toby que rasguñaba la puerta, queriendo salir.
Se puso el pantalón encima del piyama y le fue a abrir. Al pasar por el dormitorio de sus padres, escuchó el leve rumor de sus respiraciones. Ambos dormían todavía.
Toby salió como una tromba y se perdió en un potrero. Juanito corrió tras él, tratando de distinguirlo entre la niebla. Por más que lo llamaba, Toby no volvía y  escuchó sus ladridos cada vez más lejanos, en dirección a la carretera.
Le empezó a llegar nítido el bramar de los camiones y los autos y tuvo miedo de que lo atropellaran.
-  ¡Toby, Toby !  ¡ Ven! - gritó angustiado y casi tropezó con una mujer que estaba sentada en unas piedras.
-Tu perro no ha pasado por aquí- le dijo, sin que Juanito le hubiera preguntado nada-  Y es mejor que no te acerques a la carretera.
-¿ Por qué?
-Porque dentro de un momento va haber ahí un terrible accidente y podrías salir herido.
-¿ Y como lo sabe usted?
-Porque vengo a llevarme a los que mueran.
Juanito la miró asustado. Vio su cara  pálida e inexpresiva, su cuerpo envuelto en un manto oscuro...
- Entonces , usted es La Muerte ¿ verdad?
Ella no contestó.
Juanito sintió rabia contra ella y le gritó:
-¿ Y para qué vino?  ¿ Por qué no deja vivir a la gente?
-No soy yo la que los mata, sino ellos mismos con su imprudencia. Solo vengo a acompañarlos. ¿ Quieres que los deje solos y asustados en medio de la oscuridad?
-Pero, mucha gente va a sufrir y a llorar cuando sepa que murieron...
-Ya lo sé. No creas que me gusta mi oficio. Mi hermana, la Vida, tuvo más suerte que yo. Escuchar el primer llanto de un niño es mil veces mejor que recoger el último suspiro de un hombre.
Desde la carretera llegó un estruendo espantoso. Fue un entrechocar de fierros seguido de gritos y lamentos.
La mujer se paró y se envolvió más en su manto. Un velo cayó sobre su cara y Juanito solo vio sus labios fríos que se abrieron para decirle:
-Vete a tu casa. Tu perro está allá.  Y dile a tu padre que venga a ayudar a los heridos.

Se fue caminando hacia la carretera.  A su paso, los pastos se inclinaban y se abrían, como cuando el mar se abre en surcos al paso de un navío.


domingo, 13 de enero de 2019

EL CUENTO DE LA VIDA.

Salí de mi casa un día y como en el cuento de Hansel y Gretel, fui echando miguitas de pan en el camino, para poder volver.
Pero vinieron unos pájaros hambrientos y se las comieron sin dejar rastros.
Pasó el tiempo y un día, desde lejos, vi a mis padres salir de la casa.
Primero salió él, encorvado y triste y se perdió por una calle que la niebla parecía borrar a pinceladas.
Ella se quedó  parada en el umbral. Se notaba confundida, como no sabiendo qué hacer con  esa nueva soledad que le había caído encima. Poco después, salió tras los pasos de mi padre y se perdió también por la calle nebulosa.
Entonces, vi como los cimientos de la casa cedían y  las paredes se derrumbaban. Sólo quedó un montón de escombros. Pero ¿ qué importaba ya  si mis padres se habían ido?
Me interné en un bosque sombrío.
A mi lado pasaba mucha gente que, al igual que yo, parecía perdida. Nadie sabía a donde íbamos ni que nos esperaba detrás de aquellos árboles.
Alguien dijo que había una casita de chocolate.  Que en todos los cuentos de niños había una al final del bosque.
Vimos que varios se adelantaron para comprobar si era cierto y  no volvieron más.
 Pensé que quizás, como en el cuento de Hansel y Gretel, la bruja los había atrapado.
Seguí caminando junto a los otros, hasta que un día se abrió un claro en la espesura y entonces la vi.
No era una bruja, sino una hermosa mujer que llevaba un vestido color jacinto. Su pelo era oscuro y su cara tan pálida como la primera luz del amanecer.
Estaba sentada en la puerta de su casa, tejiendo en un telar. El hilo que usaba era gris y sedoso, como la materia de que están hechos los sueños.
Estoy tejiendo tu mortaja- me dijo  con dulzura - Podrás envolverte en ella y descansar. Aquí

duerme sin sobresaltos y los sueños son tan hermosos que no querrás despertar jamás.  


domingo, 6 de enero de 2019

UN FANTASMA EN LA CASA.

Cuando a Armando le notificaron que había heredado la casa de sus abuelos, se sintió consternado. ¿ Qué iba a hacer con ese caserón monstruoso, de dos pisos y  veinte habitaciones, emplazado en los límites de un pueblo del sur?
Venderlo era muy difícil y vivir en él, impensable. Su mujer, Sonia, se opondría y él no quería contrariarla. Ya el médico lo había prevenido de su delicada constitución nerviosa.
Al menos, la pudo convencer de que fueran a ver la casa. ¡ A él le traía muchos recuerdos de  su infancia!
Desde la estación de trenes tomaron un taxi que los llevó dando tumbos por un camino lleno de lodo.
Cuando ya divisaban el caserón envuelto en niebla, tuvieron que detenerse a cambiar un neumático.
  -¿ Quién era esa mujer que se acercó al vidrio y se quedó mirándome?- preguntó Sonia, cuando volvieron a ponerse en marcha.
-¿ Qué mujer, mi amor?  ¡ Yo no vi a nadie! - se asombró Armando- En el camino no había un alma...
La casona se veía imponente, envuelta en el verdor húmedo de los canelos.  Y en el interior, los muebles enormes y pesados se conservaban intactos.  Armando sintió que una ola de nostalgia le sacudía el corazón.
Sonia se fue a la cama en seguida y él se quedó conversando con Pedro, el viejo jardinero,que lo conocía desde niño.
-¡ Ojalá que se queden , patrón!  La casa está tan sola... ¡ Y de paso se encargan de espantar al fantasma!
-¿ Cual fantasma?
-¡ Pero como, don Armandito!  ¿ Qué no se acuerda del fantasma de esa niña que se ahogó en la laguna?
Armando recordaba vagamente una leyenda con que su niñera lo asustaba de chico.
-¡ Esos son cuentos de viejas, pues Pedro!  ¿ Como voy a creer en fantasmas en esta época?
-Sí es cierto, patrón...Todos la vemos vagando por el jardín, al anochecer. Nos mira con unos ojos fijos que nos hacen tiritar...Pero, si le hablamos, desaparece.
Armando subió a acostarse y al rato ya no se acordaba de los comentarios del jardinero.
A la mañana siguiente, al despertar, notó que Sonia no estaba en la cama.
Se asomó por la ventana y la divisó sentada en un banco del jardín. Hacía frío y  una persistente garúa empapaba los árboles.
Ella no lo notaba y se veía absorta en la presencia de alguien con quién parecía conversar.  Pero Armando no veía a nadie. Luego pensó que sería alguna de las empleadas, que él no alcanzaba a ver, oculta por los arbustos .
- ¿ Con quién hablabas en el jardín? - le preguntó más tarde, mientras desayunaban.
-¡ Con nadie!- afirmó Sonia, pero él  adivinó, por el fulgor de sus ojos evasivos, que le mentía.
Pasaron los días y no paró de llover. La casa pareció naufragar en un océano verdoso. Una neblina plateada envolvía el jardín y a Armando le daba la impresión de que estaba sumergidos bajo el agua. 
Pero Sonia no daba señales de querer volver a Santiago. Se levantaba temprano y salía a vagar por el parque que rodeaba la laguna.
La cocinera se acercó un día a Armando, con aire preocupado.
-Patrón, dígale a la señora que tenga cuidado. Siempre la veo caminando al borde del agua...Y lo peor es que el fantasma siempre va detrás de ella, pisándole los talones..
-¿ Usted también anda con ese cuento?-la interrumpió Armando, exasperado- Todos hablan aquí del fantasma...¿ Y como es que yo nunca lo he visto?
-Porque usted no cree en él, pues, don Armando. ¡Por eso no lo puede ver!
Una creciente inquietud empezó a dominarlo. Sonia parecía cada vez más distante. Sin embargo, se veía animada, casi eufórica. Se reía de repente,sin explicar por qué  a él lo miraba de soslayo, como si le ocultara un secreto. Algo que lo dejaba definitivamente fuera de su vida.
Dominando su escepticismo, quiso saber más sobre el fantasma.
-¿ Como fue que se ahogó?  ¿ Se suicidó o fue un accidente?- interrogó a Pedro, una noche.
-Dicen que primero se puso rara, como si viviera en otro mundo. Hablaba sola, se reía, cada vez más perdida en una especie de delirio...Hasta que un día se adentró en el agua de la laguna, caminando como sonámbula. Cuando llegaron a la orilla, se había hundido y les costó mucho encontrar el cuerpo.
Armando quedó sobrecogido. Sintió que un peligro sobrenatural amenazaba a Sonia.  Y deseó dejar de lado sus prejuicios y lograr ver al fantasma que la perseguía.
Un atardecer, cuando  ya caían las primeras sombras de la noche, logró verla, por fin.
Estaba parada frente a la casa. El vestido empapado se le apegaba al cuerpo y su largo pelo oscuro goteaba sobre las baldosas del jardín. Le hacía señas a alguien que se encontraba en el interior.
Era Sonia.
Ella corrió hacia afuera, queriendo salir, pero él la retuvo por un brazo.
-¡ No salgas, Sonia!  Es de noche y empieza a llover...
Ella trató de soltarse y lo miró con odio. Fue la última vez que se miraron a los ojos.
A la mañana siguiente, Armando despertó temprano, pero ella no se encontraba en el dormitorio. Su almohada estaba tibia aún, como si acabara de levantarse.
Desde la ventana la vio dirigirse a la laguna. Delante de ella, como guiándola, caminaba el fantasma.
Juntas se hundieron en el agua, confiadas, sin temor, como si un mundo que era solo suyo las recibiera con los brazos abiertos.  
Armando corrió enloquecido, llamando al personal de la casa.

Pero, cuando llegaron a la orilla, solo vieron el cabello oscuro de Sonia, flotando en la superficie, como un puñado de algas. Después desapareció.