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domingo, 6 de enero de 2019

UN FANTASMA EN LA CASA.

Cuando a Armando le notificaron que había heredado la casa de sus abuelos, se sintió consternado. ¿ Qué iba a hacer con ese caserón monstruoso, de dos pisos y  veinte habitaciones, emplazado en los límites de un pueblo del sur?
Venderlo era muy difícil y vivir en él, impensable. Su mujer, Sonia, se opondría y él no quería contrariarla. Ya el médico lo había prevenido de su delicada constitución nerviosa.
Al menos, la pudo convencer de que fueran a ver la casa. ¡ A él le traía muchos recuerdos de  su infancia!
Desde la estación de trenes tomaron un taxi que los llevó dando tumbos por un camino lleno de lodo.
Cuando ya divisaban el caserón envuelto en niebla, tuvieron que detenerse a cambiar un neumático.
  -¿ Quién era esa mujer que se acercó al vidrio y se quedó mirándome?- preguntó Sonia, cuando volvieron a ponerse en marcha.
-¿ Qué mujer, mi amor?  ¡ Yo no vi a nadie! - se asombró Armando- En el camino no había un alma...
La casona se veía imponente, envuelta en el verdor húmedo de los canelos.  Y en el interior, los muebles enormes y pesados se conservaban intactos.  Armando sintió que una ola de nostalgia le sacudía el corazón.
Sonia se fue a la cama en seguida y él se quedó conversando con Pedro, el viejo jardinero,que lo conocía desde niño.
-¡ Ojalá que se queden , patrón!  La casa está tan sola... ¡ Y de paso se encargan de espantar al fantasma!
-¿ Cual fantasma?
-¡ Pero como, don Armandito!  ¿ Qué no se acuerda del fantasma de esa niña que se ahogó en la laguna?
Armando recordaba vagamente una leyenda con que su niñera lo asustaba de chico.
-¡ Esos son cuentos de viejas, pues Pedro!  ¿ Como voy a creer en fantasmas en esta época?
-Sí es cierto, patrón...Todos la vemos vagando por el jardín, al anochecer. Nos mira con unos ojos fijos que nos hacen tiritar...Pero, si le hablamos, desaparece.
Armando subió a acostarse y al rato ya no se acordaba de los comentarios del jardinero.
A la mañana siguiente, al despertar, notó que Sonia no estaba en la cama.
Se asomó por la ventana y la divisó sentada en un banco del jardín. Hacía frío y  una persistente garúa empapaba los árboles.
Ella no lo notaba y se veía absorta en la presencia de alguien con quién parecía conversar.  Pero Armando no veía a nadie. Luego pensó que sería alguna de las empleadas, que él no alcanzaba a ver, oculta por los arbustos .
- ¿ Con quién hablabas en el jardín? - le preguntó más tarde, mientras desayunaban.
-¡ Con nadie!- afirmó Sonia, pero él  adivinó, por el fulgor de sus ojos evasivos, que le mentía.
Pasaron los días y no paró de llover. La casa pareció naufragar en un océano verdoso. Una neblina plateada envolvía el jardín y a Armando le daba la impresión de que estaba sumergidos bajo el agua. 
Pero Sonia no daba señales de querer volver a Santiago. Se levantaba temprano y salía a vagar por el parque que rodeaba la laguna.
La cocinera se acercó un día a Armando, con aire preocupado.
-Patrón, dígale a la señora que tenga cuidado. Siempre la veo caminando al borde del agua...Y lo peor es que el fantasma siempre va detrás de ella, pisándole los talones..
-¿ Usted también anda con ese cuento?-la interrumpió Armando, exasperado- Todos hablan aquí del fantasma...¿ Y como es que yo nunca lo he visto?
-Porque usted no cree en él, pues, don Armando. ¡Por eso no lo puede ver!
Una creciente inquietud empezó a dominarlo. Sonia parecía cada vez más distante. Sin embargo, se veía animada, casi eufórica. Se reía de repente,sin explicar por qué  a él lo miraba de soslayo, como si le ocultara un secreto. Algo que lo dejaba definitivamente fuera de su vida.
Dominando su escepticismo, quiso saber más sobre el fantasma.
-¿ Como fue que se ahogó?  ¿ Se suicidó o fue un accidente?- interrogó a Pedro, una noche.
-Dicen que primero se puso rara, como si viviera en otro mundo. Hablaba sola, se reía, cada vez más perdida en una especie de delirio...Hasta que un día se adentró en el agua de la laguna, caminando como sonámbula. Cuando llegaron a la orilla, se había hundido y les costó mucho encontrar el cuerpo.
Armando quedó sobrecogido. Sintió que un peligro sobrenatural amenazaba a Sonia.  Y deseó dejar de lado sus prejuicios y lograr ver al fantasma que la perseguía.
Un atardecer, cuando  ya caían las primeras sombras de la noche, logró verla, por fin.
Estaba parada frente a la casa. El vestido empapado se le apegaba al cuerpo y su largo pelo oscuro goteaba sobre las baldosas del jardín. Le hacía señas a alguien que se encontraba en el interior.
Era Sonia.
Ella corrió hacia afuera, queriendo salir, pero él la retuvo por un brazo.
-¡ No salgas, Sonia!  Es de noche y empieza a llover...
Ella trató de soltarse y lo miró con odio. Fue la última vez que se miraron a los ojos.
A la mañana siguiente, Armando despertó temprano, pero ella no se encontraba en el dormitorio. Su almohada estaba tibia aún, como si acabara de levantarse.
Desde la ventana la vio dirigirse a la laguna. Delante de ella, como guiándola, caminaba el fantasma.
Juntas se hundieron en el agua, confiadas, sin temor, como si un mundo que era solo suyo las recibiera con los brazos abiertos.  
Armando corrió enloquecido, llamando al personal de la casa.

Pero, cuando llegaron a la orilla, solo vieron el cabello oscuro de Sonia, flotando en la superficie, como un puñado de algas. Después desapareció.


2 comentarios:

  1. Que buen relato!
    suspenso, intriga y misterio
    A veces ciertos fantasmas están muy cómodos en algunas casas.
    Besos Lillian.

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  2. Los fantasmas solo existen en las imaginaciones de algunas personas,pero to has sabido hacer un a historia con ellos

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