Cuando
a Armando le notificaron que había heredado la casa de sus abuelos, se sintió
consternado. ¿ Qué iba a hacer con ese caserón monstruoso, de dos pisos y veinte habitaciones, emplazado en los límites
de un pueblo del sur?
Venderlo
era muy difícil y vivir en él, impensable. Su mujer, Sonia, se opondría y él no
quería contrariarla. Ya el médico lo había prevenido de su delicada
constitución nerviosa.
Al
menos, la pudo convencer de que fueran a ver la casa. ¡ A él le traía muchos
recuerdos de su infancia!
Desde
la estación de trenes tomaron un taxi que los llevó dando tumbos por un camino
lleno de lodo.
Cuando
ya divisaban el caserón envuelto en niebla, tuvieron que detenerse a cambiar un
neumático.
-¿ Quién era esa mujer que se acercó al
vidrio y se quedó mirándome?- preguntó Sonia, cuando volvieron a ponerse en
marcha.
-¿
Qué mujer, mi amor? ¡ Yo no vi a nadie!
- se asombró Armando- En el camino no había un alma...
La
casona se veía imponente, envuelta en el verdor húmedo de los canelos. Y en el interior, los muebles enormes y
pesados se conservaban intactos. Armando
sintió que una ola de nostalgia le sacudía el corazón.
Sonia
se fue a la cama en seguida y él se quedó conversando con Pedro, el viejo
jardinero,que lo conocía desde niño.
-¡
Ojalá que se queden , patrón! La casa
está tan sola... ¡ Y de paso se encargan de espantar al fantasma!
-¿
Cual fantasma?
-¡
Pero como, don Armandito! ¿ Qué no se
acuerda del fantasma de esa niña que se ahogó en la laguna?
Armando
recordaba vagamente una leyenda con que su niñera lo asustaba de chico.
-¡
Esos son cuentos de viejas, pues Pedro!
¿ Como voy a creer en fantasmas en esta época?
-Sí
es cierto, patrón...Todos la vemos vagando por el jardín, al anochecer. Nos
mira con unos ojos fijos que nos hacen tiritar...Pero, si le hablamos,
desaparece.
Armando
subió a acostarse y al rato ya no se acordaba de los comentarios del jardinero.
A la
mañana siguiente, al despertar, notó que Sonia no estaba en la cama.
Se
asomó por la ventana y la divisó sentada en un banco del jardín. Hacía frío
y una persistente garúa empapaba los
árboles.
Ella
no lo notaba y se veía absorta en la presencia de alguien con quién parecía
conversar. Pero Armando no veía a nadie.
Luego pensó que sería alguna de las empleadas, que él no alcanzaba a ver,
oculta por los arbustos .
- ¿
Con quién hablabas en el jardín? - le preguntó más tarde, mientras desayunaban.
-¡
Con nadie!- afirmó Sonia, pero él
adivinó, por el fulgor de sus ojos evasivos, que le mentía.
Pasaron
los días y no paró de llover. La casa pareció naufragar en un océano verdoso.
Una neblina plateada envolvía el jardín y a Armando le daba la impresión de que
estaba sumergidos bajo el agua.
Pero
Sonia no daba señales de querer volver a Santiago. Se levantaba temprano y
salía a vagar por el parque que rodeaba la laguna.
La
cocinera se acercó un día a Armando, con aire preocupado.
-Patrón,
dígale a la señora que tenga cuidado. Siempre la veo caminando al borde del
agua...Y lo peor es que el fantasma siempre va detrás de ella, pisándole los
talones..
-¿
Usted también anda con ese cuento?-la interrumpió Armando, exasperado- Todos
hablan aquí del fantasma...¿ Y como es que yo nunca lo he visto?
-Porque
usted no cree en él, pues, don Armando. ¡Por eso no lo puede ver!
Una
creciente inquietud empezó a dominarlo. Sonia parecía cada vez más distante.
Sin embargo, se veía animada, casi eufórica. Se reía de repente,sin explicar
por qué a él lo miraba de soslayo, como
si le ocultara un secreto. Algo que lo dejaba definitivamente fuera de su vida.
Dominando
su escepticismo, quiso saber más sobre el fantasma.
-¿
Como fue que se ahogó? ¿ Se suicidó o
fue un accidente?- interrogó a Pedro, una noche.
-Dicen
que primero se puso rara, como si viviera en otro mundo. Hablaba sola, se reía,
cada vez más perdida en una especie de delirio...Hasta que un día se adentró en
el agua de la laguna, caminando como sonámbula. Cuando llegaron a la orilla, se
había hundido y les costó mucho encontrar el cuerpo.
Armando
quedó sobrecogido. Sintió que un peligro sobrenatural amenazaba a Sonia. Y deseó dejar de lado sus prejuicios y lograr
ver al fantasma que la perseguía.
Un
atardecer, cuando ya caían las primeras
sombras de la noche, logró verla, por fin.
Estaba
parada frente a la casa. El vestido empapado se le apegaba al cuerpo y su largo
pelo oscuro goteaba sobre las baldosas del jardín. Le hacía señas a alguien que
se encontraba en el interior.
Era
Sonia.
Ella
corrió hacia afuera, queriendo salir, pero él la retuvo por un brazo.
-¡ No
salgas, Sonia! Es de noche y empieza a
llover...
Ella
trató de soltarse y lo miró con odio. Fue la última vez que se miraron a los
ojos.
A la
mañana siguiente, Armando despertó temprano, pero ella no se encontraba en el
dormitorio. Su almohada estaba tibia aún, como si acabara de levantarse.
Desde
la ventana la vio dirigirse a la laguna. Delante de ella, como guiándola,
caminaba el fantasma.
Juntas
se hundieron en el agua, confiadas, sin temor, como si un mundo que era solo
suyo las recibiera con los brazos abiertos.
Armando
corrió enloquecido, llamando al personal de la casa.
Pero,
cuando llegaron a la orilla, solo vieron el cabello oscuro de Sonia, flotando
en la superficie, como un puñado de algas. Después desapareció.
Que buen relato!
ResponderEliminarsuspenso, intriga y misterio
A veces ciertos fantasmas están muy cómodos en algunas casas.
Besos Lillian.
Los fantasmas solo existen en las imaginaciones de algunas personas,pero to has sabido hacer un a historia con ellos
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