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domingo, 28 de febrero de 2016

LA CASA AZUL.

Hacía años que Germán había dejado el pueblo para irse a trabajar a la capital.
Pero en medio del anonimato de las multitudes y el transitar gris por la ciudad de cemento, le crecía en el alma la nostalgia por volver.
Con la imaginación recorría de nuevo las callecitas arboladas que conducían a la plaza. Pero en su corazón, no lo llevaban ahí....Todas convergían hacia la misma esquina. La de la casa azul, donde vivía Silvia.
Veía frente a él su carita de niña triste, su frente blanca orlada por un cabello oscuro. ¿ Por qué nunca se había atrevido a hablarle de lo que sentía?  No supo si era timidez o dejación, un " darle tiempo al tiempo"  creyendo que le traería la ocasión propicia...Pero,  esa nunca llegó y él se fue sin decirle que siempre le había gustado, que ella había sido su primer y  último amor de  adolescencia.
Un día se decidió a volver.
La nostalgia del pasado y la ansiedad de verla de nuevo lo empujaron hacia la estación de trenes.
Llegó al pueblo un atardecer, cuando las primeras luces de los faroles plateaban la penumbra, que le pareció azul.  Todo era azul en aquella hora, mientras sus pasos se encaminaban hacia la casa de ella.
Se insinuaba una niebla de principios de otoño, que desdibujaba los contornos de las cosas y a Germán le parecía que flotaba en un sueño.
Desde lejos divisó la casa de Silvia y su corazón se detuvo un segundo, para después iniciar un palpitar loco. ¿ Viviría ella ahí, todavía?
Vio luz tras los visillos de las ventanas y se envalentonó para tocar. ¡ Esta vez no podía actuar como un tonto, creyendo que el tiempo le fabricaría una oportunidad!
En la puerta apareció la madre de Silvia. La reconoció en seguida, porque estaba igual que hacía tantos años... La vio muy pálida y temió que la desgracia hubiera caído sobre la casa.
Pero la mujer sonrió cuando él le preguntó por Silvia.
-Ha estado un poco enferma- dijo- ¡Pero se alegrará de verlo!  Hace tiempo que no viene nadie...
Lo condujo a un salón en penumbra, donde una lámpara de sobremesa iluminaba la figura de Silvia, sentada en un sillón.
¡Tampoco había cambiado !
No se levantó al verlo, pero le tendió la mano. ¡ Qué frágil, qué blanca!  Germán la notó fría al contacto de sus dedos.
-¡ Silvia! ¡ Qué alegría me da volver a verte!  Parece que el tiempo pasó a nuestro lado sin dañarnos. Tú estás igual ...Y yo siento lo  mismo que sentía entonces.
Conversaron durante horas. ¡ Tenían tantos recuerdos en común!
Germán sentía que el amor del pasado volvía a adueñarse de su corazón, cobrando nuevos bríos.
Cogió su mano y ella no la retiró. Sin embargo, a él le parecía que su fragilidad extrema la volvía casi transparente.
En toda la casa reinaba una atmósfera onírica, como si la niebla del exterior se filtrara por los intersticios y en ella flotaban todas las cosas, como en un agua gris.
Apareció la madre y dijo que ya era tarde, que Silvia tenía que descansar.
-Aún está débil- dijo- Debe tener cuidado de no recaer...
Germán salió a la calle y sintió que no podría irse a dormir a un hotel.  Todo lo sucedido le parecía un sueño pronto a desvanecerse y tuvo miedo de que si se alejaba, la perdería otra vez.
Se sentó en un banco de la plaza, con los ojos clavados en la casa azul. Tras una de esas ventanas dormía Silvia...Prefirió quedarse ahí, para velar su sueño.
El reloj de la iglesia dio doce campanadas. En la pileta susurraba el agua, un monólogo cristalino repetido sin cesar.
Ese sonido grato lo fue adormeciendo y sin saber como, se quedó profundamente dormido.
Lo despertó una mano ruda que lo sacudía por el hombro.
-¡ Despierte, hombre!  ¡Los bancos de la plaza no son camas para venir a dormir !
Vio que había amanecido hacía rato y que quién le hablaba era un guardia uniformado.
-¡ Perdone, mi cabo!   Me dormí sin darme cuenta. ¡ Estaba esperando que amaneciera para ver a mi novia otra vez!
-¿  Y donde vive su novia, si puede saberse?
- ¡Ahí mismo ! - señaló Germán-  En esa casa azul de la esquina...
Pero, al querer señalarla, vio que en ese lugar no había nada. Solo un sitio eriazo donde deambulaba un perro flaco, escarbando en la basura.
-¿ Está borracho?- lo interpeló el guardia, enojado -  La gente que vivía ahí se murió toda y la casa la demolieron hace años.
Sin notar la palidez de Germán, volvió a tomarlo por un brazo:

- ¡ Ya, pues! ¡ Muévase, muévase !  Y váyase luego de aquí si no quiere que lo detenga . ¡ En este pueblo no queremos vagabundos!

sábado, 20 de febrero de 2016

LAS VACACIONES DE NORA.


Nora decidió que ese verano no se quedaría otra vez sola en un Santiago despoblado, viendo películas cursis y llorando de aburrimiento.
Se conectó a Internet y en un rapto de audacia, inesperado en ella, arrendó una cabaña por dos semanas en un Centro Vacacional.
El lugar era lindo pero se veía solitario,tal vez porque aún no llegaba el grueso de los veraneantes.
Las cabañas estaba rodeadas por prados muy verdes y bosques de pinos susurrantes. A lo lejos, muy lejos, se escuchaba el ruido del mar.
Nora salía a dar largos paseos matinales, ansiando encontrar un alma compasiva que le diera conversación.  Pero regresaba a su cabaña tan sola como había salido.
Una de esas mañanas, divisó a lo lejos una figura bastante masisa que se dirigía hacia ella.
Al acercarse, vio que era un gordito sudoroso, vestido con un bermudas color lila.
Nora creyó que sería otro náufrago flotando en el mar de la soledad y ensayó una sonrisa de bienvenida.
Pero ¡ Oh,  patética ilusión !  Al cruzarse con ella, él apenas la miró y después de un escueto buenos días, dobló en dirección al gimnasio del Centro Vacacional.
Nora comprendió su apuro al adivinar varios kilos de más bamboleándose bajo su polera, pero igual se sintió humillada.
Ella ya se aprestaba a soltar ingeniosos comentarios sobre las inclemencias del clima, lo lejos que quedaba el mar y otras naderías simpáticas.  Pero, el gordito no le había dado la oportunidad de lucir su sentido del humor, que era su punto fuerte, junto con una nariz respingada cubierta de pecas.
Más tarde, su tristeza se esfumó al averiguar en la Administración que esa noche habría baile en el gimnasio.
A pesar de que hacía frío, se puso su mejor vestido veraniego y sus sandalias de ocho centímetros de terraplen.  Cuando salió de la cabaña, se sentía sexi y dispuesta a arremeter contra cualquier corazón que se le pusiera por delante.
La primera persona que vio al entrar, fue al gordito. Y no supo si sus ojos, cansados de soledad la engañaban, pero lo halló más atlético y más esbelto de lo que lucía en la mañana.
La mayoría de la gente andaba en pareja, pero los sobrantes en el " baile de la vida" según pensó  Nora, eran tres:  El gordito, un flaco de lentes, parecido a Clark Kent y ella.
Empezó la música y en un segundo se llenó la pista. Moviéndose con soltura, el flaco se acercó a Nora y la invitó a bailar.
Ella aceptó, pero sin saber por qué sus ojos buscaron al gordito, que le dirigió una mirada desdeñosa. Una mirada turbia y fría, como neblina costera y que Nora no supo descifrar.
El flaco improvisaba pasos audaces que la lanzaban al otro extremo de la pista y se notaba que " Fiebre de Sábado por la noche" era una película que lo había calado hondo.
Sólo que recién era Viernes y él no se parecía en nada a John Travolta.
Apenas paró la música, Nora se fue a sentar para recuperar el aliento.
Para su sorpresa, el gordito se aproximó a ella deslizándose con la gracia de un mamut en patines.
-¡ Hola!- le dijo con desenvoltura- Me llamo Aldo.
Y se quedó mirándola con unos ojos de largas pestañas desordenadas como varillas de paragua roto.
Luego, la tomó de la mano y se lanzaron a la pista sin decir nada más.
Al rato, ella se acordó de informarle:
- Me llamo Nora.
Y siguieron bailando como si el mundo se fuera a acabar, aunque la profecía Maya había quedado en ridículo hacía mucho tiempo.
Al borde de la pista estaba Clark Kent, sin pareja y mirándolos con despecho. Tal vez estaba planeando meterse en alguna casilla teléfonica y salir de ella convertido en Superman...
Pero Nora se dijo que aunque eso llegara a pasar, ella no le haría caso. A esas alturas de la vida, su corazón ya no estaba para veleidades. 

sábado, 13 de febrero de 2016

DIA DE SAN VALENTIN.

El celular empezó a sonar de repente  y Paula sintió que se aceleraban los latidos de su corazón.
Quizás, después de todo, aún era posible que pasara algo...
Imaginó mil cosas en segundos, mientras arrastraba sus viejas zapatillas de levantar en dirección al dormitorio.
 Sobre la cama estaba el celular. Lo había tirado ahí  al llegar de la calle, sin esperanzas de recibir ningún llamado.
-¡Aló!
En respuesta, la sorprendió una voz rememorada tantas veces.
-¡Paula!  ¡ Qué gusto oírte!  Aunque quizás ya no te acuerdas de mí...
-Julio ¿ verdad?   Por supuesto que me acuerdo...
-¿ Y sabes que día es hoy?
Ella sabía muy bien qué día era y contestó, disimulando su amargura.
-No sé...Me da lo mismo.  Es Domingo, si no me equivoco....
-No, tontita. Hoy es San Valentín. Y por eso se me ocurrió llamarte.
-Me parece una broma de mal gusto, si quieres saberlo.
-¡Paula, por favor!  Ha pasado demasiado tiempo.... ¿ No crees que ya es hora de que seamos amigos?  Después de todo, fuiste tú la que me dejó por Diego.
-Bueno, pero tú bien rápido te consolaste con Angélica. Espero que te haya ido bien con ella...
Julio miró su mano tostada, donde la ausencia de la argolla matrimonial mostraba una huella más blanca.
-¡ Claro que sí!   Justo ahora estaba confirmando la reserva que hice, para llevarla a comer.  ¡Será una sorpresa para ella!  Aunque debe sospecharlo, por las rosas que le mandé  más temprano...
-Me alegro de veras, Julio. ¡ Sé que ella es una buena chica....!  ¡ Y se nota tanto que está enamorada...!
Julio recordó la infidelidad descubierta hacía meses. Los reproches, los gritos...Volvió a ver la cara de Angélica, enrojecida por el odio, cuando arrojó la argolla encima de la cama. La vio tomar la maleta y salir a la calle, donde la esperaba el automóvil del otro, con el motor en marcha...
-¿ Y tú?  ¿ Saldrás con Diego?
Paula miró a su alrededor el departamento en penumbra. El librero donde habían estado los libros de él y que ahora solo contenía las malas novelas que ella compraba para matar las horas de insomnio...
 La puerta entreabierta del closet semi vacío, mostraba sus vestidos, junto a una hilera de ganchos desocupados...
 -¡ Sí!  ¡Justo me estaba vistiendo para salir con él! - Miró la camiseta vieja que se había puesto al llegar y con la que pensaba dormir esa noche. Un rictus de amargura le deformó la boca-  Voy a tener que cortar...¡ Creo que escucho sus pasos frente a la puerta !
- No te quito más tiempo, entonces. En realidad, los dos estamos algo apurados...¡ Feliz San Valentín, Paula!

-¡ Feliz San Valentín, Julio!

LOS COLORES DEL AMOR.

Yo quisiera ser roja como flor de amapola
y crecer escondida sobre tu corazón.
Escuchar tus latidos y entregarte los míos,
para que así pudieras comprender mi emoción.

Y quisiera ser verde como el árbol que miras.
Ir soltando mis hojas hasta llenar tus manos.
Entrelazar mis tallos y coronar tus sienes,
poniendo Primavera sobre tu pelo cano.

Ser blanca como es blanca la nieve sobre el valle.
Ser un campo nevado donde crecen violetas.
Por él caminarías con paso taciturno,
perdido en tus ensueños, como hacen los poetas.

Y si fuera amarilla como un campo de trigo,
en mí descansarías del calor del Verano.
Amante, mis espigas sobre tí doblaría
y de granos dorados colmaría tus manos.

Quisiera ser la Noche. Azul me volvería
y tú me mirarías, encontrándome bella.
Azul mi rostro triste, que tú contemplarías
y yo, sobre tus ojos, vertería una estrella.


viernes, 12 de febrero de 2016

ONDAS GRAVITACIONALES.

Esta mañana, al salir de mi casa me pasó algo insólito. Me agarró una onda gravitacional que me sacudió como un costal de papas.
Sentí un chirrido en mis oídos y asustada, cerré los ojos. Cuando los abrí, comprendí que la onda había producido un doblez en el espacio-tiempo y yo había vuelto al pasado.
Me encontré caminando por una calle de Buin, donde pasé parte de mi juventud.
Hacia mi venía alguien que me había querido mucho y a quién yo había rechazado.
¡ Cuanto me había arrepentido después!  Comprendí que se me ofrecía la oportunidad de corregir mi error.
Avancé hacia él, presurosa.
- ¡ Perdóname, amor mío!- le iba a decir- Me equivoqué... ¡ Solo tú me puedes hacer feliz!
Cuando ya casi estaba junto a él, otra onda gravitacional deshizo el doblez en el tiempo y me encontré de nuevo en la puerta de mi casa, en 2016 , sola y sin amor.
¡ Maldito Eisntein!- pensé- Pero, la verdad es que él no tiene culpa de nada.

lunes, 8 de febrero de 2016

RUEGO.

Amiguitos:

No porque haga mucho calor o mucho frío, dejen de leer mi blog. En el día de San Valentín pondré cosas especiales.

Lilly.

domingo, 7 de febrero de 2016

UN FEBRERO SIN AMOR.

Silvia se sorprendió mucho cuando su mamá la llamó a la oficina para decirle que había llegado una carta para ella.
-¡ Sí, mi linda!  Como en los viejos tiempos....Una carta con estampilla. Y viene del extranjero.
Silvia sintió que la cara se le ponía rígida y se alegró de que su mamá no pudiera verla.
-En la tarde pasaré a buscarla. ¡ Alguna amiga que se acordó de mí !
Pero sabía que era carta de Eduardo. Dos años habían pasado, pero supo inmediatamente que era suya.
Al anochecer se dirigió a la casa de sus padres. Pensó con amargura en la extraña coincidencia de que esa carta llegara justo en el mes de los enamorados. No dejaba de ser una ironía...
Se quedó un rato conversando con su madre, mientras disimulaba a duras penas su agitación .  Al fin salió de ahí, con la carta en el fondo de su bolsillo.
Tomó una calle que conducía al río.  Se sentó en un banco, mirando la corriente.  En vano los últimos destellos del sol trataban de prestarle algo de belleza a la masa de agua turbia que se alejaba hacia el mar.
No se decidía a abrir la carta. Tenía miedo. Sentía que ese pasado doloroso que había creído enterrado se levantaba de entre sus escombros para atormentarla.
Recordó la noche en que Julio había llegado tarde a la casa y le había informado que Eduardo partía al extranjero.
En su voz había un dejo de triunfo amargo mientras escudriñaba la cara de Silvia, espiando el efecto que le causaba.
Ella logró mantenerse serena, pero los latidos de su corazón eran tan violentos que casi sacudían su cuerpo. Le flaqueaban las piernas y se apoyó en la muralla para no caer.
De todas formas, la partida de Eduardo no cambió las cosas. Su matrimonio con Julio estaba acabado y pocos meses después se separaron.
No le quedó ningún recuerdo dulce de aquella corta aventura. Sólo la vergüenza del ocultamiento y la mentira. El horror de sus discusiones con Julio, las noches sin dormir y al final, la partida de Eduardo, como el final de una larga pesadilla.
Y ahora esta carta que venía desde España.
La desdobló, vacilante y se estremeció al reconocer la letra.
"Querida Silvia: 
"¡ Cuanto te sorprenderá saber de mí !
" Ha pasado tiempo y tú quizás crees que mi vida tomó aquí un rumbo definitivo. Pero no es así.
" Venirme a Madrid fue un error.  Apartarme de ti es la mayor equivocación que he cometido en mi vida.
" Creí que al hacerlo salvaba tu matrimonio y mi amistad con Julio. Pero supe que te separaste de él al poco tiempo. Le escribí,  pero comprendí por su silencio, que jamás podría perdonarme.
" Aquí he sido desgraciado. He sufrido muchas decepciones y me abruma la nostalgia de Chile.
" Ahora vuelvo, Silvia. Pero quiero creer que tú me estarás esperando. Dime que
No pudo seguir leyendo.
Estrujó la carta en su mano y después la rompió en diminutos fragmentos.
Si de algo estaba segura era de que ya no amaba a Eduardo y la idea de volver a verlo se le hacía insoportable.
Fue soltando de a poco los pedacitos de la carta. La brisa que subía desde el río los arrebató de su mano.

Giraron un instante y luego volaron sobre el agua oscura que, en veloces giros, los condujo hasta el mar.