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viernes, 4 de febrero de 2011

DESENCANTO. (Historia romántica)

Era una tarde de lluvia. Había llovido mucho sobre Santiago. Grandes charcos reflejaban el cielo y los árboles parecían barnizados de vidrio.
Para huir del frío entré a un café. No recuerdo ya el nombre, ni siquiera la calle.
Pocas mesas estaban ocupadas. Dos amigas charlando entre el humo de sus cigarrillos, un señor de impermeable consultando su periódico…
Entumecida me senté en un rincón, dispuesta a llamar al mozo. Y entonces lo vi a él.
Estaba solo frente a una taza humeante. ¡Cuánto tiempo lo había recordado con desolada nostalgia, siempre sintiendo que, aunque estuviéramos separados, había una cadena que amarraba nuestros espíritus. Cualquier movimiento de uno, tiraba de los grillos que aprisionaban al otro.
Y ahora estaba allí. Canoso, muy cambiado. Pero ¿Cómo no reconocerlo si lo había querido tanto?
Me acerqué jubilosa a saludarlo y él sonrió sorprendido.
-¡Tanto tiempo!-dijo-Y no has cambiado.
Pero yo sabía que sí. Que lo suyo era sólo una impersonal gentileza.
Conversamos un rato, pero no brotó entre nosotros aquella cálida comunicación de antaño.
¡Ya no éramos los mismos! Y mientras hablábamos, sentí que entre ambos corría un ancho río oscuro y que cada uno caminaba por la ribera opuesta, divisándonos apenas a través del agua.
Me paré para irme.
Te llamo-dijo-Pero ambos sabíamos que no lo haría. Y ¿Para qué?
Desolada, me alejé por la calle brillante. Y con un esfuerzo supremo de la nostalgia, creí verlo caminando hacia mí con su mechón de pelo negro sobre la frente y la sonrisa de los veinte años.
Creí ver que me habría los brazos y quise correr a refugiarme en ellos. Pero, la imagen se desvaneció y sólo quedaron los árboles mojados, centelleando en el crepúsculo, como cubiertos de estrellas.

3 comentarios:

  1. Carlos Morales Encina20 de febrero de 2011, 7:43

    Mucha fuerza expresiva y notables metaforas.

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  2. me recordó la canción de Penelope de Serrat

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  3. Un ejemplo de que no sólo los años cambian el físico de las personas. Me gusta el cuento pese al final triste porque señala algo muy real: el recuerdo que uno guarda de ciertas personas se basa más en ideas equivocadas que en hechos vividos.
    El personaje femenino, pese a su resolución, me parece más tierno, por lo que expresa hacia el final ante la "ensoñación". En el fondo ella lamenta esa nueva separación.
    ¡Que tengas muy buen día, Lillian!

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