"Te recuerdo como eras en el último Otoño.
Eras la boina gris y el corazón en calma"
De los "Veinte poemas de amor" el número seis siempre fue mi preferido.
Lo leí muchas veces a lo largo de mi adolescencia y la chica de la boina gris adquirió para mí una imagen definida.
La dibujaba en el margen de mis cuadernos y siempre me quedaba igual, como si estuviera copiando una fotografía.
Su pelo oscuro cayendo liso hasta sus hombros, la boina gris inclinada sobre una ceja. Me gustaba dibujarla bajo un árbol del parque. Las hojas secas caían a su al rededor y las luces del crepúsculo llameaban en sus ojos.
Estaba enamorado de ella y fantaseaba con que la fuerza de mi amor lograría traerla a mi vida.
Pero, no estaba preparado para lo que pasó esa tarde.
Iba sentado en el Metro con la vista fija en la oscuridad tras el vidrio. De pronto sentí que frente a mí se había sentado alguien y me estaba mirando.
Volví la vista y creí soñar. Cerré los ojos y los volví a abrir, incapaz de creer que aquella imagen persistiera.
Pero, ella estaba ahí. Incluso sonrió con cierta ironía al notar mi desconcierto.
-¡Hola!-me dijo-Soy Ernestina. Tanto has pensado en mí, tanto me has llamado en tus sueños que he tenido que venir a verte.
-Pero, entonces tú eres. . .
-Sí, soy la chica de la boina gris. Pero no creas que tengo el corazón tan en calma, porque desde que Pablo me puso en el Poema Seis, he inspirado tantas pasiones que estoy agotada.
La contemplé mudo, sin saber qué responderle.
-De todos modos-continuó-Nunca tuve un enamorado tan fiel como tú. Ni nadie supo dibujarme con tanto realismo que pudiera traerme a la vida. Durante años sentí el llamado de
tu nostalgia y al final me decidí a venir.
-Ernestina ¡Dime que eres real y que te quedarás conmigo!
-Al menos esta tarde sí. Iremos al parque a ver las hojas de este último Otoño.
Bajamos juntos del vagón y me atreví a tomar su mano. Caminamos por el parque, envueltos en la bruma otoñal. Las hojas secas parecían crepitar bajo nuestros pies y los charcos copiaban las últimas luces del día.
Entonces, ella me abrazó y me susurró al oído:
-Ahora debo irme.
En la penumbra del atardecer la ví doblar por una calle corta. Se detuvo frente a una casa con el número seis y antes de entrar agitó su mano en señal de despedida.
¿Fue todo un sueño? ¿Tuve en realidad en mis brazos a la chica de la boina gris?
Es innecesario decir que he buscado en vano esa callecita corta en las proximidades del parque. Sé que nunca la voy a encontrar.
Mejor, abro el libro en el Poema Seis y repito como una invocación:
"Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma."
Sé que desde algún lugar ella me escucha. Que le llega mi desolada nostalgia y que un día, cuando regrese el Otoño, ella también volverá.
Muy lindo, nostálgico como el otoño.
ResponderEliminarBonito y tierno partido le sacaste al poema de Neruda. Me ha gustado.
ResponderEliminar¡Ojalá en la vida real pasaran ese tipo de cosas...!