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martes, 24 de enero de 2012

LLUVIAS DEL SUR

El primer semestre del año, Rafael debió ir a hacer un reemplazo a una Universidad del Sur. El profesor a quien sustituiría había pedido esos meses para recorrer algunas Universidades extranjeras dando charlas sobre la obra de Miguel de Cervantes. Por supuesto, su petición fué bien acogida, pues llevaría el nombre de la Universidad chilena a varios paises de América Latina.
A Rafael le dieron dos habitaciones dentro del campus y se acomodó en ellas con agrado.
Al día siguiente de llegar,conoció a Cecilia.
Ella era secretaria docente y fué la encargada de interiorizarlo en el programa del semestre y en otros detalles de orden práctico.
Rafael notó que la había impresionado, pero estaba acostumbrado a causar cierto revuelo entre las jóvenes.Al principio compartió con ella largas caminatas por la ciudad y charlas en la cafetería.La descubrió inteligente y cálida. Incluso notó en ella la suficiente frialdad de mente para mantener contenido aquel amor que sin querer él le había inspirado.
Pero,con el paso de los meses, su atracción por ella aumentó y empezó a sentir el deseo urgente de estar con ella a solas.
No podía llevarla a su habitación del campus y Cecilia compartía un pequeño departamento con una amiga. Pero,al fín la amiga partió a pasar unos días con su familia y Rafael pudo lograr la intimidad que necesitaba.
Fué para él una conmoción descubrir su belleza y su temperamento.Lo emocionaron las sutiles formas que ella tenía de expresarle su amor sin comprometerlo ni tratar de exigir una definición de sus sentimientos.
Fueron tardes maravillosas en la penumbra del cuarto, abrazados en la estrecha cama de Cecilia, escuchando caer la lluvia incesante que reverdecía el paisaje.
Llovía casi a diario, pero cuando el clima lo permitía, daban largos paseos por los espesos bosques que rodeaban la ciudad. Sus pies se hundían en un lecho de agujas de pino y se sumían en un silencio deleitoso para escuchar el canto de los pájaros.
Se acercaba la fecha de la partida de Rafael y ambos lo sentían de diferente manera.
Ella transparentaba una sutil melancolía que trataba de disimular con jovialidad. El se arrepentía de haberse dejado llevar a esa relación tan comprometida y veía su partida como un final conveniente. Sería la liberación de esa fascinación que casi lo había encadenado, privándolo de su preciada libertad.
Cecilia no decía nada, pero él adivinaba que conservaba la esperanza de que continuaran juntos. Disimulaba su ansiedad con un trato alegre y tierno, lo que facilitaba a Rafael no pronunciar ninguna frase definitiva.
Y así se separaron, como si fueran a volver a encontrarse,como si el adios fuera sólo un ¡hasta pronto!. Pero,el sabía que no volvería a verla. Que estaba enamorado, pero no lo suficiente para cambiar sus planes de soltería ni renunciar al proyecto de hacer un Master y progresar en su carrera.
Pasaron los meses y sorpresivamente,recibió una carta de Cecilia.
Le contaba que viajaría a Santiago y le preguntaba si quería verla. Le decía que necesitaba una definición de sus sentimientos. Cuando se habían despedido, él le había asegurado que deseaba que volvieran a encontrarse. No le había prometido nada, era cierto. No lo acusaba ni quería presionarlo, pero sentía que había quedado tanto por decir entre ellos. Ella lo amaba y necesitaba que él se definiera, porque de eso dependía que ella tomara una desición sobre su vida.
No le contestó.
Se sintió un cobarde, pero prefirió no volver a verla.Temió quizás caer de nuevo en el hechizo de su belleza. En esos días no quería compromisos que que le impidieran desarrollar los planes que se había trazado.
Pero se arrepintió al cabo de un tiempo. La nostalgia de su pasión y de su ternura empezó acosarlo. Pensó que talvez había perdido la posibilidad de un gran amor que no volvería a repetirse.
Llamó a la Universidad del Sur donde ella trabajaba, pero le contestaron que ya no estaba allí, que ahora trabajaba en Santiago, pero no supieron decirle dónde.
Comprendió con pesar que la había perdido definitivamente.
Meses después se encontró en un café con Mario, un antiguo compañero de Universidad.
-¡Qué alegría me da verte,Rafael! ¡Justo apareces cuando quiero contarle a todo el mundo que me caso!
-¡Vaya! ¿Y tanto te alegras de perder tu libertad!
-¡Es que tú no la conoces! ¡Aún no me convenzo de haber podido conquistar a un ángel!
-¿No estarás exagerando un poco?
-¡Ya verás que no! Está por llegar. ¡Justo la estoy esperando para que vayamos juntos a firmar la escritura de nuestra futura casa!
Su mirada ansiosa no se apartaba de la puerta del local. De pronto, su rostro se iluminó. Se levantó de un salto y exclamó:
-¡Ahí viene!
Rafael se volvió hacia la entrada.
Dirigiéndose hacia ellos por entre las mesas,sonriente y dulce, vió venir a Cecilia.

1 comentario:

  1. Me gustan, de tus cuentos, esos amores casi de otra época con que se desenvuelven los personajes. Todo comedido y delicado, sin entrar en la carnalidad excesiva tan frecuente hoy en día.
    Es curioso que dos personas pasen tardes maravillosas como pareja y en cambio luego todo eso se deshaga por no querer comprometerse, quedando todo en un triste tiempo perdido.
    Y como le ocurre al personaje masculino del cuento, el amor rara vez da segundas oportunidades. Vino otro con las ideas más claras y se llevó a la chica.
    José

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