Bienvenidos a Mi Blog

Les doy la bienvenida a mi blog y les solicito encarecidamente que me dejen sus comentarios a mis entradas, pues su opinión es de gran valor para mí.



martes, 17 de enero de 2012

REMORDIMIENTOS

Me fuí a estudiar a Valparaíso,porque mi puntaje en la Prueba de admisión me permitió inscribirme en una Universidad del Puerto.
La tía Flora,que vivía en una casa grande me recibió sin problemas.Apenas me conocía,porque yo era hija de una prima suya,pero le hacía falta el dinero de mi pensión y creo que también necesitaba compañía.
La casa era antigua y parecía colgar en la ladera de un cerro,sobre el mar.Junto a la tía,vivía una mujer anciana que le ayudaba en las labores domésticas y que había sido amiga de su madre.
La tía Flora era una mujer triste.Tenía ,seguramente,alrededor de cincuenta años,pero aún conservaba unos razgos muy hermosos.
Había en el salón una fotografía suya que confirmaba la belleza que había poseído en su primera juventud.Aparecía al lado de su hermana mayor,Estela,que había muerto a los veinte años.Me contó que la fotografía había sido tomada pocos meses antes de que ella muriera.
Al recorrer la casa,me llamó la atención una habitación vacía que sin embargo era aseada y cuidada cada día,como si esperara la llegada de alguien.Le pregunté a la tía Flora y me dijo que era el dormitorio de su hermana.Que lo había dejado tal como quedó,después de su muerte,hacía ya más de treinta años.
Su voz se quebró y volvió la cara para que no viera sus lágrimas.
Me impresionó ese extraño culto fúnebre y también me extrañó mucho la soledad en que ella vivía.Habiendo sido tan linda,no le habrían faltado pretendientes.Aún ahora,llamaba la atención a donde iba.
Una noche en que ambas leíamos junto a la estufa,la ví levantar los ojos y clavarlos con extraña fijeza en el retrato de su hermana,como si la interrogara.
-Tía Flora-le dije-Creo que nunca has podido conformarte con su pérdida.
Entonces me contó una historia llena de pesar y de remordimientos.
"Cuando ella murió,le pedí a mi madre que dejáramos su pieza intacta.Estaba segura de que Estela no sabía aún que había muerto.Todo el tiempo me parecía verla sentada junto a la ventana.
Si deshacíamos su dormitorio,ella no sabría a donde ir,se sentiría desorientada,sin comprender por qué lo habían cambiado todo sin avisarle.
-Sé que de a poco se irá yendo,mamá-le dije-Sé que un día entenderá que ya no es de este mundo y atravesará por fín ese umbral de niebla trás el cual hay otros que le hacen gestos llamándola.
Mientras,hay que dejarlo todo igual.Y así se hizo.
Sobre su velador,el libro marcado en la última página que ella leyó y la cajita de plata donde guardaba el anillo que Alberto le regaló antes de partir.
¡Esperó tanto las cartas que él había prometido escribirle!.
Al principio iba ella al Correo una vez por semana y volvía feliz,a encerrarse en su pieza con un sobre entre sus manos.
-¡Nos casaremos apenas vuelva!-exclamaba.
Pero se enfermó.Un lento cáncer empezó a carcomer sus huesos y en unos meses ya no pudo levantarse.Entonces me pidió a mí,a su hermanita querida,porque eso era yo para ella,que fuera al Correo a retirar las cartas.
Pero yo empecé a esconderlas y a entrar a su pieza con las manos vacías.
Lo hacía por celos,porque yo también me había enamorado de Alberto.
Cuando lo conocimos, Estela tenía diecinueve años y yo sólo catorce.¿Cómo no iba a fijarse en ella,siendo mayor que yo y tan bonita?
Me devoraba el despecho.Me acostaba llorando de rabia cada vez que venía a verla.
Un día lo esperé a la salida del Hospital,donde hacía su práctica de médico.
Se sorprendió al verme y creyó que le llevaba un recado de Estela.
Me arrojé en sus brazos y le dije que lo quería.
Me tomó de las muñecas y me apartó de él,riendo.
-¡Niñita tonta!-me dijo-Lo tuyo es un capricho.Tienes celos de tu hermana y eso lo confundes con amor.¡Te falta vivir mucho todavía antes de llegar a saber lo que es estar enamorado!
Se notaba enojado,pero prefirió reirse.Y fué su risa, más que su rechazo,la que se clavó en mi corazón como una daga.
Nunca le dijo nada a Estela y tiempo después,partió a prefeccionarse a Inglaterra.
Y así fué como ,aprovechándome de la enfermedad de ella,empecé a robarme sus cartas.
En el secreto de mi dormitorio,las leía imaginando que eran para mí.
Llegué a juntar un fajo que até con una cinta rosada.
Ella no quiso que Alberto supiera de su enfermedad y ante lo que creyó el cese de su correspondencia, se encerró en un silencio orgulloso.¡Murió pensando que él la había olvidado!
Y él,dolido por su falta de noticias,dejó de escribir y prolongó su estadía en Londres.Tiempo después supimos que se había casado allá.
Después de rogarle a mi madre que dejara intacta la pieza de Estela,puse el fajo de cartas robadas sobre el velador.
Pensé que ella vendría a leerlas.Supuse que era esa la inquietud que la retenía ,la ansiedad por esas cartas que había esperado inutilmente.
Talvez cuando las hubiera leído,se romperían los lazos que la amarraban aquí y que la hacían vagar tristemente en ese mundo espectral.
Y quizás tuve razón,porque al cabo de un tiempo dejé de ver su figura sentada a los piés de la cama o apoyada en la ventana,contemplando el mar.
Pero no sé si me ha perdonado.Y es esa la incertidumbre que atormenta mi vida.
¡No poder saber nunca si ella me perdonó!"

1 comentario:

  1. ¡Ay, Lillian, se te dan bien los dramas desgarradores! De este cuento podría hacerse una película y sería una de esas que no repetiría verla, por lo triste que es.
    El amor es capaz de sacarnos lo mejor pero a veces también lo peor...
    Para mí que no la perdonó.
    (Suspiro)

    ResponderEliminar