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miércoles, 18 de enero de 2012

LA CARTA SIN ENVIAR.

En una vieja caja de madera,donde guardaba recuerdos del colegio,encontré sorpresivamente,una carta sin enviar.
Se la había escrito a Gustavo,un amigo a quién no volví a ver más ni sabría adónde poder encontrar ahora.
La carta estaba fechada hacía más de treinta y cinco años.¿Cómo fué que quedó traspapelada entre las páginas de un cuaderno?
Volví a leerla.Estaba escrita por una niña y era al muchacho de entonces a quién debía ser enviada y no al señor formal y talvez malhumorado en que se habría convertido ahora y a quién no sería capáz de reconocer en la calle..
Además,en el sobre había pegada una estampilla tasada en Escudos.¡Su valor actual era nulo!
Sólo podría echarla en un buzón de aquella época,para que viajara al Pasado quizás por qué conducto establecido entre la Realidad y el Sueño.
Pero ¿dónde encontrar un buzón así?
Recordaba los que existían en algunas esquinas,hacía mucho tiempo.Eran redondos y a la distancia parecían unos hombrecitos gordos vestidos de rojo y tocados con un sombrero chino.
Con los años fueron reemplazados por otros más modernos y más pequeños.(¡Quizás la gente escribía menos cartas!) Consistían en una especie de caja cuadrada sostenida por un soporte de hierro.Como un ave zancuda dormida sobre una pata.
Ahora ya no hay buzones,excepto al interior del Correo.
Las cartas que se envían son acuerdos comerciales o copias de documentos.
Y la gente,cuando quiere contarse cosas,lo hace por correo electrónico.Es imposible detener el Progreso. ¡Nadie querría! Excepto los nostálgicos....
Salí a caminar con la carta en la mano.
Era un atardecer dorado y transparente,pero de a poco una leve bruma empezó a envolver el paisaje.
Se fué haciendo cada vez más densa y perdida en ella,me encontré de pronto en un barrio desconocido.
Me envolvía una atmósfera que me recordaba a los sueños.
A lo lejos,divisé en una esquina la silueta inconfundible de un buzón.¡No podía creerlo!
Corrí en dirección a él y para mi sorpresa,se volvió hacia mí y me sonrió expectante:
-¡Veo que me traes una carta! Hacía tiempo que nadie venía a entregarme una.Ponla aquí-dijo y abrió su boca como si esperara degustar un caramelo.
Se la tragó y luego suspiró satisfecho,acariciando su panza roja.-¡Al menos ya no está vacía!
-Pero ¿estás seguro de que podrás enviarla?
-Pués,claro-afirmó,ligeramente ofendido-Si este barrio en que estamos ahora es justo la zona en que la que empieza el Pasado.
Miré a mi alrededor y noté las casas de fachadas antiguas,los faroles de hierro y en el pavimento,los rieles de un olvidado tranvía.
-¿Y si no encuentran al destinatario?-pregunté dudosa.
-No te preocupes.Mañana pasará el cartero a recogerla y como es una sola,se la recomendaré con especial cuidado.
-¿Y crees que reciba respuesta?
-Si tú lo recuerdas, estoy seguro de que él también te recordará.
Lo rodeé con mis brazos y estampé un beso en su mejilla de hierro.No se ruborizó porque no podía ponerse más rojo de lo que ya era,pero miró para otro lado,disimulando su incomodidad.
Me volví por donde había venido y pronto noté que la bruma se levantaba sobre los techos y el atardecer volvía a ser claro y transparente,como correspondía al mes de Enero.
Pasaron las semanas y olvidé el episodio.Cada vez estaba más segura de que todo había sido un sueño y por más que rebusqué entre los papeles de la caja,aquella carta no enviada jamás apareció.
Un mes después recibí un llamado telefónico inesperado.
En mi oído resonó una voz desconocida que pronunció mi nombre con tono interrogante:
-Nora ¿eres tú realmente?
Y agregó:
-Soy Gustavo ¿Te acuerdas de mí? Fuimos compañeros en el Liceo de Buin.
-¡Gustavo! ¡Claro que me acuerdo!-respondí emocionada-¿Y cómo obtuviste mi número?
-Por tu hermana,a quién encontré casualmente el otro día ¡Hacía tanto tiempo que quería saber de tí!
Quedamos de juntarnos en una esquina de Providencia,para ir a tomar un café.
Creimos,ingenuamente,que seríamos capaces de reconocernos.Pero,esperé mucho rato frente a un puesto de diarios antes de darme cuenta de que ese señor bajito,un poco calvo,que sacó del bolsillo unos lentes para leer mejor las noticias vespertinas,era Gustavo.
El tampoco me reconoció.
Turbado,dijo para disculparse:
-¡Es que esperaba a una chiquilla de trenzas!.
Ambos nos reímos de nosotros mismos,porque ninguno de los dos quería hacerle sentir al otro el traicionero cambio que había obrado sobre cada uno el trascurso de la vida..
No le hablé de la carta ni de aquella aventura soñada en la cual se la había enviado a través del tiempo,pero siempre me quedó la impresión de que no podía ser sólo una coincidencia lo que nos reunió esa tarde,después de tantos años..

1 comentario:

  1. Este cuento es muy bonito y está lleno de magia y de melancolía. Y es original el final, con eso de que los personajes casi no se conocen ante el implacable paso del tiempo.
    Sobre las cartas y el correo de antaño, ayyyy, pienso que no es tanto que la gente se haya desentendido de escribir, más bien es que han subido tanto los servicios de correos que prácticamente lo han dejado en algo sólo al alcance de los ricos. Al menos en España así es. Casi cuesta ya más enviar una carta certificada al extranjero que viajar en persona al país y entregarla en mano.
    Un abrazo.
    José

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