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lunes, 17 de octubre de 2011

DOS HERMANAS.

Flora y Nancy eran hermanas. Ambas se parecían mucho y sin embargo se daba en ellas ese misterio que a veces ocurre en miembros de una misma familia. Lo que en Flora era bello, en Nancy se volvía tosco y carente de distinción.
Flora podía  ser confundida con una reina en el exilio, cuando cruzaba las  calles del pueblo, aún vestida con su ropa de entre casa. Nancy en cambio lucía desgarbada y faltaba en ella esa luz interior que emanaba de su hermana, en quien su piel era como una pantalla rosada que resguardara una lámpara.
Se querían mucho las dos. Flora era varios años mayor y protegía a Nancy como si fuera su hija. Luego, su amor maternal se extendió también  al padre viudo, que quedó semi inválido después de un ataque.
Flora atendía el almacén que por años había sido la fuente de ingresos de la familia, mientras Nancy estudiaba secretariado en un Instituto cercano.
Sentaba a su padre en un cómodo sillón a su lado, tras el mesón, y así podía vigilarlo mientras atendía a los clientes. Siempre alegre, siempre animosa, nadie sabía de dónde sacaba la fuerza para velar ella sola por su familia.
Víctor llegó al pueblo a hacerse cargo de la Tesorería Comunal, luego de que Don. Ambrosio, el actual tesorero, alcanzara la anhelada jubilación.
Le hicieron una fiesta de despedida en la casa parroquial, y allí hizo su presentación Víctor.
Un secreto estremecimiento, lleno de expectativas,  sacudió a las solteras del pueblo. Era buenmozo, alto y moreno y no representaba más de treinta años.
Pronto se lo vio entrar con cierta frecuencia en el almacén y quedarse charlando con Flora.
Ella terminó por invitarlo a pasar a la trastienda, a tomar el té con su padre y su hermana. .
A Nancy  le brillaban los ojos al mirarlo y trataba de acaparar su atención con subterfugios de niña. El sonreía apreciando sus ingeniosas  salidas, pero su carácter serio y calmado parecía inclinarlo más hacia la armoniosa mesura de Flora.
Y ella ¿qué sentía? Jamás lo demostró frente a nadie.
Nancy estaba ilusionada,  pero el tiempo pasaba y al notar la indecisión de Víctor, parecía perder la esperanza.  En las noches, Flora la veía agitada en su cama, incapaz de conciliar el sueño.
Compartían el dormitorio. Varias veces en la noche, Flora se levantaba a ver a su padre y al pasar, arropaba amorosamente a Nancy. Ella fingía dormir, y en las mañanas su almohada a menudo amanecía húmeda de lágrimas.
Todo lo notaba Flora y comprendía que su hermana estaba seriamente enamorada de Víctor.  Sin embargo, ella sabía que la elegida era otra.
Se miraba en el espejo, escrutando sus grandes ojos oscuros y su rostro pálido donde destacaba la hermosa forma de su boca. ¿Podía evitar el secreto orgullo que su imagen le provocaba?
Cuando Víctor llegaba, temblaba al verlo,  pero nada traicionaba su emoción.
Pasaron los meses y una tarde él se presentó en el almacén a una hora en que sabía que la hallaría sola. Nancy estaba en clases y su padre dormitaba en la trastienda.
-Flora-le dijo, asiendo su mano por  sobre el mostrador-Me trasladan al Sur y quiero que te vayas conmigo. Tú sabes lo que siento por ti y estoy seguro de que me correspondes.
Su corazón pareció estallar de júbilo, pero simultáneamente, una sombra oscura descendió sobre su ánimo.
¿Cómo aceptarlo y dejar a Nancy y a su padre enfermo? ¿Cómo traicionar así el amor de su hermana?
Bajó la cabeza y suavemente desprendió su mano aprisionada en la de Víctor.
-Lo siento, es imposible.
-¿Acaso no me amas?
-No. Yo no amo a nadie-Y volvió el rostro para que no viera sus ojos.
El salió bruscamente, sin despedirse.
Estuvo varios días sin venir.
Nancy vagaba por la casa con la mirada perdida. Iba hacia la ventana y contemplaba la calle desierta. Luego tomaba un libro, pero no pasaba ni una página y se notaba que su oído atento recogía los más leves pasos que se aproximaban por la vereda. Pero nunca se detenían frente a la casa y entonces parecía desfallecer.
Fueron días tristes y silenciosos.
El padre las miraba a ambas y aunque no hablaba, parecía entender que un conflicto atormentaba a las dos hermanas.
Un día en que,  como siempre, Flora se hallaba tras el mostrador del almacén, entró Nancy radiante.
-¡Flora! ¡No sabes lo que ha pasado! Víctor me fue a esperar a la salida de clases. Me contó que lo trasladan al Sur. Dijo que no quiere irse solo y me pide que me vaya con él. .
Flora palideció intensamente y buscó apoyo en el mesón.
Nancy, sin notarlo, se arrojó a su cuello y lo mojó con sus lágrimas.
-¡Estoy tan feliz! No te enojas  ¿verdad, hermanita? Sé que a ti nunca te interesó, en cambio yo estoy enamorada de él hace tanto tiempo.  ¡Sabía que acabaría por corresponderme!
Flora la estrechó entre sus brazos y le dijo que se alegraba tanto por ella, que siempre supo que Víctor terminaría por amarla. Era cosa de tiempo, nada más.  ¡Seguro que serían muy  felices!
Y por sobre la cabeza de su hermana, que se apoyaba confiada en su pecho, clavó sus ojos anegados en lágrimas en la calle por donde ya nunca lo vería llegar.

2 comentarios:

  1. ¡Anda con el destino! Una velando por la familia y renunciando al amor y la otra viviendo tan alegremente...
    Me ha gustado el cuento.
    José

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  2. "Abnegación" debería llamarse este cuento. Mantiene el suspenso y deja al final un sentimiento de tristeza.

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