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lunes, 3 de octubre de 2011

ALMAS EN LA NOCHE.

Marina murió una mañana de Domingo.
Hasta el fin habíamos mantenido la esperanza. Pero bastaba mirar su cara ¡tan hermosa aún! para saber que esperábamos en vano.
¡Había adelgazado tanto en los últimos meses!.  Los delicados huesos de su rostro se marcaban nítidos bajo su piel. Sus sienes hundidas nos hacían pensar que estaba probándose la máscara de la muerte.
Hasta ese domingo, cuando expiró mientras las campanas de la Iglesia llamaban a la primera misa. . . . ¿Es que eligió el Día del Señor, ella, que era tan devota, para permitirle a su alma liberarse y volar hacia El?
Julio me llamó en seguida y me dijo lo que se repite siempre en estos casos: "Ahora descansa" , pero di un grito y estallé en sollozos porque hasta el último momento me había engañado a mi misma diciéndome que viviría.
La capilla del cementerio rebosaba de gente. Julio estaba en el primer banco, al lado de su madre. No quiso que asistieran los niños, porque eran demasiado pequeños para resistir la larga ceremonia.
Miré hacia atrás y vi, en el último banco, a un hombre solitario que no  identificaba. Vestía de oscuro y llevaba una corbata negra. Se veía muy pálido pero ni un músculo de su cara traicionaba el intenso sufrimiento que evidenciaban sus ojos. ¿Quién sería?
Pregunté discretamente a mis primas y a algunos amigos, pero nadie lo conocía.
Durante toda la ceremonia sentí a mis espaldas su presencia, como si la fuerza de su dolor me traspasara.  
A la salida lo busqué y decidí hablarle. Pero ¿Con qué pretexto?
Se me ocurrió sacar de mi cartera el llavero de mi antigua oficina que sin saber por qué no había desechado.
-¡Señor!-lo llamé-¿Se le han caído a usted  estas llaves?.
-No. No son mías-Sonrió tristemente y reanudó el paso.
Perdone-le dije-Yo era prima de Marina y creo que nos hemos visto en alguna parte.
-No-me contestó-Es imposible.
-Llueve y hace frío-insistí, ignorando sus frases cortantes-¿Sería una imprudencia de mi parte invitarlo a compartir un café?. Creo que a los dos nos hace falta.
-Es cierto-respondió más afable, mirándome con simpatía-Entremos a ese local.
Nos sentamos a una mesa en la penumbra semi vacía del café.
La lluvia acentuaba la tristeza de aquella hora y de pronto, a lo lejos, se escuchó el silbato de un tren.
Se me ocurrió una idea extraña y no sé por qué la repetí en voz alta:
-Tal vez en ese tren ha partido Marina.  ¿En qué estación  bajará?
Entonces, el desconocido rompió en llanto, tapándose la cara con las manos.
-¡Perdón, perdón por mi tontería! No creí que le afectara tanto.  ¿Era usted muy amigo de Marina?
-Yo era el novio que dejó para casarse con Julio.
-Y yo era la novia de Julio cuando ambos se conocieron.
Se quedó mudo, mirándome con sorpresa. Luego reaccionó:
-Por favor,  cuénteme. Nunca supe en realidad qué pasó. La Empresa en que trabajaba me había mandado a Buenos Aires para finiquitar unos contratos, y cuando volví, Marina rompió nuestro compromiso. Me dijo vagamente que había conocido a alguien. Yo mismo no quise saber más porque el desengaño fue muy duro. Meses después me contaron que se casaba.
-Yo era prima de Marina. Nos queríamos como hermanas.
-Mi noviazgo con Julio era la prolongación de un cariño nacido en la infancia. Yo lo amaba locamente pero creo que para él era más una amiga que una amante. Creía estar enamorado de mí, lo sé, era sincero. Pero, luego, en mi fiesta de cumpleaños le presenté a Marina.
-Cambió su cara al verla, como si una luz se hubiera encendido en su interior. Ella lo miró con esa sonrisa cautivadora que tenía y puso su mano en la de él, como si se entregara.
-Para mí fue el final. Lo supe de inmediato.
-Julio luchó contra su pasión. Marina se fue unos días a provincia, a la casa de una tía. Pero fue inútil. El amor los empujó a uno en brazos del otro como una marea incontenible.
-El no necesitó decirme nada. Me saqué el anillo y lo puse en la palma de su mano. Luego lo besé en la mejilla y le dije adiós sin un reproche.  ¿Se puede reprocharle al sol que brille, a la lluvia que caiga? Así fue el amor de los dos, natural y poderoso como la vida misma. -
-A Marina la seguí queriendo igual que siempre.
Terminé mi relato y ambos callamos, inmersos en el dolor de nuestros recuerdos.
Había oscurecido y la lluvia había cesado por completo. La niebla hacía aparecer los árboles como envueltos en un velo enjoyado.
Mi interlocutor miró hacia la calle a través de la vidriera pero no hizo ademan de partir. Llamó al mozo y pidió otro café para ambos.
-Nos miramos de frente y sonreímos en medio de nuestras lágrimas.
-Ud. tiene los ojos de ella-me dijo conmovido.
Pude haberme sentido menoscabada al comprobar que para él yo era tan sólo una réplica borrosa de lo que fuera Marina. Pero no me importó. Apreté su mano que permanecía inerte sobre la mesa, tratando de comunicarle un poco de calor.
Cuando salimos a la calle,  vimos que el cielo se había despejado y millares de estrellas iluminaban  la noche.

2 comentarios:

  1. Es una danza entre la muerte y la vida, entre una vida consciente y otra inconsciente. La gravedad de Marina era evidente el deceso, pero su prima negaba la muerte. Ella niega su existencia, le entrega en bandeja a Julio, en todo el cuento ella no tiene nombre y el hombre de la mirada triste tampoco. Dos espectros humanos vivientes mirando las estrellas a la salida del café. Dos seres que se conocen con un pretexto de las llaves fuera de uso, también muertas, que generan un "encuentro". Entretenido. Te felicito ACV2

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  2. Narración romántica, muy entretenida donde al final se sugiere un feliz desenlace.

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