Bienvenidos a Mi Blog

Les doy la bienvenida a mi blog y les solicito encarecidamente que me dejen sus comentarios a mis entradas, pues su opinión es de gran valor para mí.



viernes, 30 de diciembre de 2011

EL POZO.

Dicen que lo bueno de tocar fondo  es que no puedes hundirte más y de ahí en adelante, es inevitable que empieces a subir. Pero ¿qué pasa si en el fondo del pozo hay arena movediza y te quedas pegado sin poder soltarte, sintiendo que te tira más abajo aún?
En esa situación me encontraba yo los últimos días de aquel año.
El año en que Giny me dejó esperándola en la puerta del Registro Civil.
Todos me rodeaban consternados:
-¡Llámala! ¡Llámala!
Pero era inútil. Su celular estaba fuera de alcance. . . Al menos eso decía la grabación mientras discaba inútilmente su número.
Al final empezaron a irse de a poco y sólo quedaron mis padres, acompañándome por compromiso. El, furioso, se contenía apenas para no insultarla. Ella, mi dulce madre apretaba mi brazo y me miraba con dolorido amor, pero relámpagos de odio contra ella, cruzaban de vez en cuando por sus ojos.
Y faltaba lo peor.
Al día siguiente supimos que Giny se había ido con Mauricio, mi mejor amigo.
Encontraron una carta sin destinatario sobre su cómoda. Ni siquiera me nombraba. Sólo avisaba que se iba "para casarse".
Pero no se casó.
Volvió sola, al cabo de quince días.
Mauricio se había ido a trabajar a Mendoza, creo. No quise saber.
Al principio Giny estuvo encerrada en su casa. No quería ver a nadie, excepto a su prima Blanca. A ella le dijo que "las cosas no habían resultado, sencillamente. "
"Sencillamente", sí,  había destrozado mi vida y mi corazón por ir tras de una aventura que no duró ni dos semanas.
Todos la censuraban y me compadecían. Pero me pregunto si no era peor estar en el lugar del ofendido. A ella la podían criticar pero a mí me denigraban con su lástima.
Desde el fondo de mi pozo veía un trocito de cielo azul allá en lo alto y de vez en cuando una cara amigable que se asomaba a mirarme compungida:
-¿Qué tal, compadre? ¿Cómo van las cosas por ahí abajo?
Luego se cansaron de asomarse y me dejaron solo.
¿Fue mi ruina social la que conspiró en la Gerencia para que no me dieran el puesto que me habían prometido?
Se suponía que en Enero me nombrarían Jefe de Área y me subirían el sueldo.
Pero nombraron a Gálvez, que no había sido abandonado en la puerta del Registro Civil ni había pedido licencia por depresión. . .
En las tardes salía de la oficina sin saber a dónde ir. No quería visitar a mis padres, porque mi madre siempre se las arreglaba para llevar la conversación al tema de "esa perversa".
Su frase favorita era:
-Si alguna vez volvieras con esa Giny creo que no podría resistirlo.
-No te preocupes, mamá. No voy a volver.
Pero mis pasos me llevaban a rondar su calle, con la nostalgia como una soga atada a mi cuello, tirándome en su dirección.
Era Febrero y el Colegio en que ella hacía clases estaba cerrado por vacaciones.
Su jardín languidecía bajo el calor del atardecer y era su madre la que salía a regar, fingiendo no verme en la vereda de enfrente.
Parado como un poste de luz fuera de servicio, (un poste de oscuridad, trasmitiendo sombras), o como un espantapájaros melancólico, desarraigado de su plantación.
Un día vi alzarse la cortina del dormitorio de Giny y su rostro pálido clavó en mí unos ojos inexpresivos.
Permanecí mirándola sin moverme, junto al árbol bajo el cual, en más de una ocasión le había dado un beso.
-Tú no puedes perdonarla nunca-decía mi madre-La que lo hace una vez lo va a hacer de nuevo.  ¡Menos mal que te desengañaste a tiempo!
Por eso ya no quería ir a verla.
Inesperadamente, me llamaron de otra Empresa en la cual había postulado un año atrás, sin obtener resultados. Se produjo una vacante en el Norte y vieron que mi currículum se ajustaba a las necesidades del cargo.
La arena movediza empezaba a soltarme los tobillos y sentí que por fin iba dejando atrás el fondo del pozo y ascendiendo hacia la claridad del cielo.
Una tarde fui a la casa de Giny y decidido, toqué el timbre.
Abrió su madre y me miró asustada,  como si temiera enfrentarse con un loco.
-Ella no está-alcanzó a decir, pero Giny apareció en lo alto de la escalera.
-Arturo-pronunció mi nombre en un suspiro profundo que la dejó sin aire.
-¡Eugenia!-le advirtió su madre con recelo. Pero, al ver cómo nos mirábamos, salió en silencio y se fue a regar las rosas.
Giny bajó la escalera despacito y en el último escalón la recibí en mis brazos.
Le tapé la boca con la mano para impedir que hablara.
No se pide perdón cuando se ama, porque amar es perdonar.


2 comentarios:

  1. Me gusta el título de este cuento y para mí, el peor pozo no es el que vive el personaje al ser plantado a poco de la boda, sino el que se ve impelido a frecuentar cuando se plantea dar una segunda oportunidad a la infiel.
    En la vida real, no es nada recomendable...
    Saludos y buen comienzo de año, Lillian.

    ResponderEliminar
  2. ¡Hola, Lillian!
    Volví a releer este cuento.
    ¿Qué hará que nos quedemos tanto tiempo en ese pozo oscuro y demoledor?
    Tu cuento acaba bien para la pareja... y mal para las madres.
    Un saludo.
    José

    ResponderEliminar