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lunes, 19 de diciembre de 2011

VISPERA DE NOCHEBUENA.

Marina sabía que él pasaría por su casa en la víspera de Nochebuena. La había llamado hacía unos días para avisarle.
Ella pensó que tal vez sería la oportunidad para revivir el sentimiento que los había unido.
¡Había durado tan poco!
Empezó en una comida de la oficina y quizás fue ella la que tomó la iniciativa,  sin dejarle a Emilio otra opción. Fueron cómplices la noche, la música y el apogeo de la Primavera saturando el aire. Ella llevaba puesto un vestido color turquesa que sabía que le sentaba muy bien.
Había sido en Octubre, pero al cabo de un mes, notó en él un enfriamiento paulatino. Algo sutil que no daba cabida a ningún reproche, pero que ella sentía en su corazón y en sus huesos.
Sin embargo, hoy vendría a verla. . .
Decidió ponerse el mismo vestido de aquella noche y sus sandalias de tacones. Al verla, él seguramente recordaría. Y tal vez se reavivara el rescoldo de su pasión.
A las siete sonó el timbre del modo característico en que siempre lo tocaba. La respiración de Marina se aceleró y sintió que las piernas le flaqueaban.
Antes de abrir se miró al espejo en el vestíbulo. Sus mejillas enrojecidas y sus ojos brillantes la hacían verse más atractiva. Ella misma se sorprendió gratamente de su aspecto.
Emilio le dio un beso en la mejilla y avanzó seguro hacia el salón que tan bien conocía.
Se sentó frente a ella y le entregó un paquete en el que se adivinaba un libro.
-Es el de los Impresionistas, que tanto te interesó en la Feria.
Habían ido juntos a la Feria del Libro que cada año se montaba en la Estación y ella se había embelesado con aquel volumen de pintura francesa.
¡Ah! ¡Se había acordado! Eso era una buena señal. . .
Ella le dio su regalo: Una pipa. Sabía que a él le gustaba tener varias para ir rotándolas.
Pero, bueno-dijo Emilio-¡Estás tan hermosa que me asustas! ¿Tienes una cita esta noche que te has arreglado tanto?
Ella sonrió turbada y no respondió.
-¡Ese color! ¡Te sienta mucho!-continuó él-Ahora que lo pienso, cuando te conocí vestías algo parecido.
Marina lo miró a los ojos, expectante. ¿Estaría él recordando la noche en que todo empezó para ambos?
-¿Sabes, Marina? Fue muy lindo lo que hubo entre nosotros. Me dio confianza en mí mismo el hecho de que una joven tan atractiva como tú correspondiera a mis atenciones. ¡No me extraña que tengas una cita! ¡Lo vas a impactar, te lo aseguro! Pero, cuéntame ¿quién es? ¿Lo conozco?
Marina callaba y el orgullo le ponía en los labios una sonrisa que a su corazón se le antojaba una mueca.
Emilio se quedó pensativo y luego habló en tono más íntimo:
-Yo también ¿sabes? encontré lo que buscaba. Tú fortaleciste mi autoestima y gracias a tí me atreví a acercarme a ella. María Eva, tú la conoces. De aquí me voy a su casa a buscarla para ir a conocer a sus padres.
Se levantó del sillón con premura.
-¡Bueno, me retiro! ¡No quiero estar aquí cuando llegue el afortunado con quién saldrás esta noche! Pero. . . . ¿No quieres decirme quién es? ¿Por qué tan egoísta?
Marina se irguió frente a él, sonriendo siempre mientras su corazón desfallecía.
-No lo conoces, Emilio. Pero,  no te preocupes.  ¡Tú serás el primer amigo a quién voy a presentárselo!

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