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miércoles, 7 de diciembre de 2011

LA BECA.

Éramos un trío. Sólo que yo era el mal necesario. Me buscaban, porque de los tres era la que aportaba los mejores apuntes, la que resolvía innumerables problemas, sabiendo que entre esos estaban los que con seguridad aparecerían en la Prueba. Tenía una intuición asombrosa para adivinar cómo funcionaba la mente del profesor. . .
Nos juntábamos a estudiar en mi casa, Nancy, Felix y yo. La pareja más atractiva del campus y la "matea" del curso.
Sólo que yo también  amaba a Felix y los celos me corroían el corazón como un ácido.
Nancy no lo sospechaba y me trataba con la condescendencia humillante de la beldad hacia  "El cerebrito". Aunque me envidiaba.
Su belleza iba abriéndole todas las puertas como un talismán, pero necesitaba mis conocimientos y mis explicaciones. No le bastaba ser hermosa, porque estaba consciente de que su esplendor no duraría toda la vida. Y tenía ambiciones.
Su sueño, confiado sólo a mí, era ir a perfeccionarse al extranjero.
Felix, en cambio, sólo ansiaba el título y un buen empleo que le permitiera casarse con ella.
Me lo dijo una tarde en el casino, mientras la esperábamos.
-Estoy enamorado, Lucy. Casi me da miedo la intensidad de mi amor. No quiero demostrárselo a ella para no asustarla.
Escucharlo era una tortura para mí. Como si un tigre afilara sus zarpas en mi pecho. Pero me había convertido en una maestra del disimulo.
Cuando Nancy apareció, rodeada de esa aura dorada que parecía emanar de sus cabellos y de su piel, Felix y yo sonreímos al unísono. Pero había una que se tragaba la sangre que le subía a la garganta desde su corazón desgarrado.
Y así seguimos los tres, sorteando obstáculos y acercándonos a la meta.
Corrió la noticia de que venía un profesor de una Universidad norteamericana, a ofrecer dos becas de perfeccionamiento.
Había que rendir un examen muy difícil, pero Nancy quiso postular. La favorecía su perfecto dominio del inglés y decidí ayudarla a prepararse. No le dijo nada a Felix, temiendo que él se resintiera al conocer sus proyectos.
La preparé en secreto.
Venía a mi casa en las noches y nos amanecíamos resolviendo ejercicios. Alojaba en mi casa y al otro día, casi nos caíamos de sueño. Partíamos a la Universidad como zombis.
Ningún sacrificio me detenía con tal de separarla de Felix.
Ella me abrazaba emocionada:
-¡Nunca pensé que fueras tan buena compañera!
Y sus maravillosos ojos azules se humedecían de lágrimas.
Pasó el examen y consiguió la Beca.
La Universidad quedaba en Carolina del Norte y para allá partió junto a otro alumno que también había logrado pasar el examen.
Para Felix fue un golpe.
Andaba como sonámbulo y se aferró a mí buscando consuelo porque conmigo podía hablar de ella sin descanso. No había forma de cambiarle el tema. Se las arreglaba para introducir el nombre de Nancy en todas las conversaciones y empezar con su letanía de amor y resentimiento.
Si alguna vez tuve la esperanza de que la olvidara, de que se volviera hacia mí y descubriera mi  pasión, fui perdiéndola de a  poco.
Y empezó a crecer en mí el rencor y la rabia ante su desolada nostalgia de Nancy.
Ser sólo una sombra que lo acompañaba en su desesperación, terminó por cansarme.
Y decidí acabar de una vez con su obsesión, asestarle un golpe que cortara de raíz  ese amor enfermizo.
Un día que estábamos en un café, le dije de pronto, como sin pensarlo:
-¡No sabes cómo sentí lo del niño! Para ti debe haber sido difícil. . .
-¿Qué niño? ¿De qué me hablas?
-De tu hijo, el que esperaba Nancy cuando consiguió la Beca.
-¿Qué dices? ¿Mi hijo?
-¡Oh, pensé que lo sabías! Que habías estado de acuerdo con ella en lo suprimiera. . . Era la única forma de que pudiera irse. Tendría que haber renunciado a la Beca y eso era impensable para ella. . . Pero veo que no te dijo nada.
Estaba pálido como un muerto.
Escondió la cara entre las manos y lo escuché decir en un ronco sollozo:
-¡Miserable! ¿Cómo pudo hacerlo?  Mi hijo. . . ¿Cómo fue capaz?
De pronto se paró y me tomó de los hombros.
-Y tú ¿cómo sabes esto?
-Es que yo la acompañé al médico. Me rogó. ¿Qué querías que hiciera?
Quedó tan adolorida que esa noche alojó en mi casa. Al otro día se quedó en cama, pretextando una gripe. En su casa no supieron nada. . .
Me miró con repulsión. De golpe me había vuelto su enemiga.
Se apartó de mí y me volvió la espalda como si verme le resultara insoportable.
No me importó.
De todos modos, nunca iba a lograr que me quisiera.
Y haber conseguido, al menos, que la odiara a ella era suficiente triunfo para mí.   

2 comentarios:

  1. Me fascina navegar por estos cuentos. Y bucear entre esas palabras tan bien hilvanadas que en relatos de dulce y agraz, nos conmueven, enfadan o nos arrancan mas de alguna sonrisa. Un estilo muy particular,finales tan inesperados y otros arranques de esa creatividad tan exclusiva de esta original escritora, son imanes infalibles para recomendar y volver y volver a este maravilloso Blog Literario.

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  2. No me gustó este cuento. Aquí la moral es pasada a llevar con plena conciencia y premeditación.

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