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lunes, 12 de diciembre de 2011

VOLVER ATRAS.

Me había puesto a ordenar una caja de libros, buscando una novela que quería releer. Y encontré un calendario del año 2001.  ¡Diez años atrás! Recordé que lo había guardado porque fué el año en que murió mi hermana.  Laura, la más querida, a la que siempre echaría de menos.
Tomé el calendario y mis ojos recorrieron los meses, uno a uno. Ese tiempo en que apenas la había visto, ignorando que en Diciembre la perdería.  ¡Ay! ¡Si lo hubiera sabido entonces!
Pero, habíamos vivido separadas, viéndonos apenas de vez en cuando.
Ella, con su grupo de amigas, más simpáticas y divertidas que yo.
Nunca pude competir con ellas y me dejé marginar sin hacer ni un esfuerzo. ¡Cómo lamenté después ese año desperdiciado en que pude haber tratado de acercarme a ella y no lo hice!
Pero ¿cómo adivinar que la perdería? ¡Había sido tan súbito!
En un gesto absurdo tomé el calendario y lo colgué en la puerta de la cocina, en lugar del actual.
-¡Si uno pudiera-pensé-retroceder en el tiempo! Iría a su casa sin aviso, a imponerle mi presencia, quizás, pero lucharía por hacerla recordar nuestros juegos de niñas, lo unidas que habíamos sido en la adolescencia.
¿Cómo pudo ser que nos distanciáramos de ese modo?
Caía la tarde y me senté frente a la ventana del jardín. Enero esparcía su luz dorada sobre los árboles y el cielo empezaba a teñirse de rosa y violeta mientras el sol descendía tras los edificios.
Me sobresaltó el sonido del timbre. ¿Quién podía venir a verme en ese Santiago vacío de habitantes?
Abrí la puerta y ahí estaba ella. Laura.
Cruzó el umbral con toda naturalidad y arrojó su cartera sobre el sofá.
-¡Vengo agotada y muerta de calor!-me dijo-¿Tendrás un vaso de agua para este pobre peregrino?
Enero del año 2001. . . . El tiempo había vuelto en un acto de magia, traído por ese calendario antiguo colgado en lugar del actual.
La abracé exclamando:
-¡No sabes cuánto me alegro de que estés aquí, hermanita!
Ella me miró riendo, entre sorprendida y escéptica. Sus ojos parecían decir:
-¿Y qué le pasará a ésta que se puso tan sentimental de repente?
Nos sentamos junto a la ventana y hábilmente llevé nuestra conversación hacia el pasado.
Nuestro diálogo se llenó de esos "¿Te acuerdas?" que hacen retroceder años, incluso décadas en el tiempo.
Nos reímos acordándonos de nuestros veraneos en la playa, de nuestros estudios en el Liceo de Buin. . . Luego el  traslado a Santiago, cuando junto con dejar el pueblo, abandonamos la infancia para adentrarnos de golpe en la pubertad.
Cayó la noche y ella se levantó para irse. Como era su costumbre, no había preparado aún la cena y en su casa-dijo-la esperaba una manada de lobos hambrientos.
-Laura-le propuse-¿Por qué no vamos a Buin a ver cómo está el pueblo?
-¡Qué buena idea!-exclamó-¡Me encantaría saber si queda algo de nuestra casa y del Liceo todavía!
Nos pusimos de acuerdo para ir al día siguiente. Tomaríamos el Metrotren.
¡Qué deliciosa aventura fue ir mirando desfilar tras la ventanilla los campos verdes iluminados por el sol del Verano!
-¡Mira, esas vaquitas allá!-exclamé, señalando a la distancia.
Ella no contestó.
Me volví a mirarla y ya no estaba a  mi lado.
Había desaparecido en un segundo, arrebatada por la cruel realidad de su muerte.
¿Por qué se había roto el hechizo? ¿Qué había pasado para hacer que el tiempo volviera a su cause?
Me levanté del asiento. Unos pocos pasajeros desperdigados me miraron con indiferencia. Decidí bajarme en la estación más próxima.  Ya no valía la pena seguir.
Esperé en el andén al tren que me llevaría de vuelta a Santiago.
Atardecía cuando entré a mi casa. En el pasillo vi tiradas la mochila de mi hijo y su bolso de viaje. Había vuelto del Sur.
-¡Hola, mamá!-me saludó desde la cocina.
Estaba tomando una coca-cola y se veía tostado y contento.
-Oye, ¿y a ti qué te pasó, mujer chiflada?-me espetó, riéndose.
-¿Por qué lo dices?
-No sé. . . Tenías colgado en la puerta un calendario de hace diez años.
-¿Y qué hiciste con él?-balbuceé, empezando a comprenderlo todo.
-Bueno, lo rompí y lo boté a la basura. ¿Para qué podría servir una cosa como esa?
Me puse a llorar echada sobre el mesón de la cocina, mientras él me miraba atónito.
Lloré largo rato, hasta que se agotaron mis lágrimas y el corazón me quedó seco como la arena de un desierto.  

1 comentario:

  1. Sentimental y delicado. Como siempre, maneja muy bien los elementos paranormales.

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