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lunes, 5 de diciembre de 2011

MIGUITAS DE PAN.

A través de los años, aquí y allá, iba recibiendo esporádicas noticias de Paula. Un amigo común me mostraba una postal de ella, llegada de algún país de Europa. Otras veces, era una pequeña noticia en la página de espectáculos:"La famosa concertista en piano, Paula Ruiz, hará una presentación en Lima". En una ocasión, dos entradas para un concierto suyo, llegaron en forma anónima a mi oficina.
Y así, cada cierto tiempo, me encontraba con una pista de su trayectoria, como si Paula, de alguna forma quisiera hacerme saber por dónde marchaba. Eran como las miguitas de pan del cuento de Hansel, que ella iba dejando caer en el camino para que yo la siguiera.
Pero los pájaros del tiempo se las iban comiendo sin que yo hiciera nada por acercarme a ella.
¡Paula! . Mujer-hada. Criatura de sueño. De sus manos caía la música como una lluvia espléndida. Era como si en la punta de cada dedo llevara atada una campanita de cristal.
¡Pensar que nos habíamos querido tanto! Y que fui yo quién se apartó de su lado, incapaz de soportar la vorágine de su éxito. Me fui quedando atrás, retrocediendo hacia las sombras, mientras ella avanzaba hasta el círculo de luz donde la envolvían los aplausos.
Empezó a viajar invitada desde diversos países. Por mi trabajo no podía seguirla y me acostumbré a la soledad de los aeropuertos, llenos de gente pero desiertos sin su presencia.  ¡Qué vacío al verla desaparecer tras la mampara de "Policía Internacional", olvidada por completo de mí, concentrada ya en la música que interpretaría en el concierto!
No tuve valor ni voluntad para seguirla en su carrera. Y así, de a poco nos fuimos distanciando.
Vi dolor en sus ojos la última vez que hablamos en el aeropuerto. Ella se iba a Paris, con su maleta llena de partituras. Por primera vez no fui a esperarla cuando volvió.
Nuestras vidas continuaron paralelas como dos caminos que no pueden cruzarse.
Pero ella parecía ir echando miguitas de pan tras de sí, para que pudiera seguirla.  Si es que alguna vez me decidía a triunfar sobre mi hosco amor propio herido y mi negación a convertirme en su sombra.
Nunca pensé que, como en el cuento, el camino la llevaría hasta la casa de la bruja . Esa casa de la que nadie volvía a salir.
Fue una pequeña nota en la prensa la que me hizo saber de su alejamiento de los escenarios.
Luego, un encuentro fortuito con un amigo común me dio la explicación de esa noticia.
-Paula está enferma-me dijo-no se sabe de qué. Tal vez sólo sea agotamiento por esa vida de vértigo que lleva.
Miguitas de pan en el camino. . . . ¡Síguelas! ¡Alcánzala antes de que sea tarde!
Pero la dejé ir. Entró a la casita de la bruja y una puerta siniestra se cerró a sus espaldas.
"Se agrava la enfermedad de la eximia concertista Paula Ruiz".
Pájaros negros vinieron volando y se comieron las últimas miguitas de pan con que ella me señalaba las huellas de su paso.
La enfermedad mortal, como la bruja perversa, la atrapó en sus fauces y la devoró antes de que alcanzara a verla.
Ahora, cuando llueve, las gotas al chocar contra el cristal me recuerdan las delicadas notas de su piano. Un delgado hilo de música se filtra mágicamente hasta mi oído. Es ella, que toca en el concierto del Otoño.
Salgo a la lluvia y me pierdo sin saber dónde buscarla.
Ahora no hay miguitas de pan en el camino. Ni siquiera hay un camino que pueda llevarme adonde ella está.

2 comentarios:

  1. ¡Vaya hombre! Cuando ya no hay remedio quiere ir a buscarla... con la de ocasiones que tuvo antes.
    Me ha gustado el cuento, Lilly
    Lo de las gotas recordando a las notas del piano bien podría ser la "venganza" del fantasma de Paula jaja

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  2. Absorbente y dramático. Curioso amor vivido a distancia y que lamenta el alejamiento cuando ya es demasiado tarde.

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