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lunes, 5 de diciembre de 2011

EL AMIGO SECRETO.

Se aproximaba Navidad y en la Editorial decidieron hacer un coctel para entregar los regalos del Amigo Secreto.
Irina ansiaba que le tocara Alfredo, pero ¿cómo lograrlo?
Fantaseaba con que la suerte la favorecía y podía al fin demostrarle su amor comprándole algo lindo. No caro, para que nadie sospechara, pero una cosa llena de intención, que a él lo hiciera comprender que la persona que lo había comprado se había esmerado en elegirlo pensando en él y no por salir de un compromiso. Un disco, un libro, algo realmente especial.
Nadie sabía que ella lo amaba casi desde el primer día que llegó a la oficina.
Alto y rubio, venía de Santa Cruz, Bolivia. De su madre, alemana, había heredado su pelo claro y sus ojos azules. De su padre, los rasgos exóticos, propios de su raza. Tenía un modo de hablar melodioso que hacía latir más rápido el corazón de Irina.
Era caballeroso y gentil con todas las mujeres y durante las primeras semanas fue el comentario obligado en el baño y en la cafetería. Luego se calmaron y sólo Irina siguió pensando en él y turbándose cada vez que lo veía.
Para suerte suya, Manuela y ella fueron designadas para escribir los papeles del amigo secreto.  Los doblaron y los pusieron en una bolsa, pero Irina tuvo la precaución de sacar antes el que correspondía a Alfredo. Lo hizo una bolita y lo escondió en el puño. Manuela no se dio cuenta.
Pasó varios días pensando en qué cosa sería lo que a él le gustaría tener. Al final, le compró un disco de música andina, en el cual los violines se mezclaban con la flauta dulce y la melancolía de la zampoña.
En las noches, sonreía a oscuras en su dormitorio imaginando la cara que pondría Alfredo cuando abriera el regalo. Luego se las arreglaría en alguna forma para darle a entender que su amiga secreta era ella. ¿Comprendería él entonces. . . ?
Varios días antes del coctel, Manuela se le acercó en la cafetería. Le hizo gestos misteriosos y acercándose a su oído le dijo:
-¡No te imaginas! Alfredo me pidió un favor de tipo confidencial.
-¿Qué cosa?-balbuceó Irina, sonrojándose.
-Que le cambiara el papel que le tocó en el juego del amigo secreto. Me dijo que quiere regalarle a Silvia. Te diré que no me extrañó,  porque hace tiempo que me di cuenta de cómo la mira.
Irina se quedó muda, con la garganta apretada, pero al fin pudo articular palabras.
-¿Y se lo cambiaste?
-¡Claro! Si lo vi tan ansioso. . .
-¿Y pudiste ver quién le tocó primero?.
-Bueno, espero que no te importe. Le habías tocado tú.

2 comentarios:

  1. ¡Ni haciendo trampas en el sorteo pudo ser...!
    Parece que Cupido siempre se divierte enredándolo todo.

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  2. Sin pretensiones, pero entretenido y romántico, deja una sonrisa a pesar del chasco de la protagonista.

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