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viernes, 3 de febrero de 2012

UN ANGEL EN BICICLETA.

Estaba sentada tras la ventana,  mirando caer la tarde,  cuando de súbito vi pasar ante mí,  muy raudo,  un ángel en bicicleta.
¡Creí que soñaba,  la verdad! Pero,  como estaba muy despierta,  salí corriendo de la casa para comprobar semejante prodigio,  o en caso contrario,  empezar a meditar sobre la posibilidad de una visita al psicoanalista.
¡Pero ahí estaba! Lo divisé doblando una esquina con un aire de felicidad y de audacia ciclística que me dejaron pasmada.
Me precipité tras él y alcancé a tomarlo del borde del asiento.  Casi se cayó y se volvió hacia mí sobresaltado.
Entonces comprobé que era un ángel viejo,  o mejor dicho,  una viejecita con trazas de ángel.  Llevaba el escaso pelo gris sujeto en un rodete minúsculo como deposición de gato y sus alas no eran esplendorosas sino más bien raídas.  Vi que constantemente se le desprendían plumas,  como si estuviera pelechando.
La gente pasaba a nuestro lado sin mirarnos y entonces comprendí que yo era la única que la veía.
-¿Eres de verdad un ángel?-le pregunté.
-¡Claro que sí! Y hace bastante tiempo. . .
-¿Y qué andas haciendo aquí en la tierra,  subido a una bicicleta?
-En realidad,  debería andar pedaleando por la cliclovía celestial,  pero me dieron permiso para venir a recorrer mi antiguo barrio.  ¡Sólo por esta tarde!
-¿Y por qué precisamente?
-¡Ah! Porque esta es una tarde de prodigios,  como las hay pocas.  Son tardes en que se abre un huequito entre la Realidad y el Sueño,  y las cosas más extrañas suelen suceder sin que nadie se percate de ellas.
-¿Y cómo yo?
-Eso no te lo puedo responder. Tal vez estabas tan distraída en tus ensoñaciones,  que te metiste por el resquicio sin darte cuenta.
Se bajó de la bicicleta y sujetándola del manillar,  continuó caminando por la avenida cubierta de hojas secas.  Yo,  a su lado,  no me despegaba ni un centímetro y pude comprobar que sólo mis pies  hacían crujir las hojas deliciosamente.  Las zapatillas del ángel no tocaban el suelo.
-¡Cuéntame más de ti!-le supliqué ansiosa.
-¡Bueno! -aceptó amablemente y apoyando la bicicleta contra un banco,  se dejó caer en él con un suspiro de satisfacción.  Y así comenzó su relato:
-"Cuando me morí,  vi esa luz que todos comentan pero de la que nadie sabe explicar la procedencia.  Esa claridad viene de un inmenso vestíbulo donde hay muchas personas haciendo fila frente a un escritorio.
"Delante de mí había una niña de unos quince años que se veía tranquila como si estuviera al tanto de lo que pasaba.
"Le pregunté qué hacíamos ahí y me contestó que,  desde los primeros puestos de la fila,  le había llegado el rumor de que esperábamos turno para entrar al Paraíso.
"Con eso me tranquilicé y decidí esperar en silencio.
"La niña se volvió hacia mí y agregó dulcemente:
"Parece que en ese escritorio te preguntan cual es el recuerdo más lindo que quieres llevarte al Paraíso desde la tierra.  Si es verdad,  yo voy a elegir llevarme una tarde junto al mar con mis papás y mis hermanas.  Es la más hermosa de las experiencias que alcancé a vivir.
"Me quedé pensativa.  Mi vida había sido monótona y solitaria.  No tenía recuerdos variados,  sólo una cantidad de días grises apilados en paquetitos al interior de una alacena.
" No era un recuerdo,  sino un deseo lo que quería pedir.  Una sola cosa que había anhelado siempre mientras estuve en la tierra.  Pero ¿se podría mencionar algo así ?
"Al fin llegó mi turno y me vi frente a un anciano de cabellos blancos,  todo él iluminado por un suave resplandor que parecía venirle desde adentro.  Su rostro era como una pantalla de pergamino que resguardara la luz de una lámpara.
"-¿Qué recuerdo quieres llevarte de la tierra?- me preguntó con dulzura.
"- No es un recuerdo,  Señor,  sino un anhelo.  ¿Puedo?
"Asintió sin palabras.
" -¡Quisiera poder aprender a andar en bicicleta!
"Me miró sorprendido y una sonrisa bondadosa distendió sus labios.
-"Fui una niña pobre-añadí cohibida-Nunca tuve una bicicleta y me pasé la vida envidiando a los que veía pasar montados en una.
"-Está bien, entra.  Un ángel te enseñará.
"-Y con un suave empujoncito me hizo encaminarme hacia una puerta que se abría a sus espaldas.
"Resumiendo mi historia-concluyó,  tal vez cansado de hablar-Cuando aprendí bien a mantener el equilibrio y a pedalear,  pedí,  como última gracia,  poder bajar una vez,  una sola,  a pasear por las calles del que fue mi barrio.
 ¡Y aquí estoy!"
Así terminó el ángel su relato, sonriendo con una felicidad que hacía resplandecer su rostro y se lo convertía en una sola arruga de júbilo celestial.
Montó en su bicicleta con sorprendente agilidad para alguien tan viejo y se alejó haciendo sonar la campanilla y zigzaguendo con audacia por entre la gente.
Lo vi perderse entre las sombras del atardecer y luego me fui corriendo a mi casa para escribir su historia,  antes de que se me olvidaran los detalles.

1 comentario:

  1. Este cuento me pareció fantástico, encantador. Está escrito en forma muy fluida, sin perderse en detalles inutiles. Me encantó la parte que dice que "las zapatillas del angel no tocaban el suelo".

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