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martes, 7 de febrero de 2012

EL PUENTE.

Era un anochecer de niebla.
Delia no sabía qué la había motivado a bajarse del tren en aquella estación desconocida. Nadie más había descendido y se sintió inmersa en el frío y la soledad sin saber por qué estaba ahí ni a dónde se dirigía. .
Resolvió caminar y se adentró en un pueblo de casas bajas techadas con zinc. No se cruzó con nadie a quién preguntarle por un albergue,  pero al final de la calle,  vio la palabra Hotel con letras luminosas que emergían de la niebla.
Un anciano tras el mesón esbozó un gesto de sorpresa al verla entrar con su maleta.  ¡El tren había depositado al fin un pasajero en el andén intransitado de la estación!.
Al otro día se levantó temprano. Una luz lechosa filtrándose a través de los visillos la fue despertando de a poco.
Se levantó a mirar por la ventana. La niebla aún envolvía los árboles y a lo lejos se escuchaba el ronco grito de la sirena de una fábrica.
Le llegó después un persistente rumor de agua y adivinó que el pueblo se alzaba a la orilla de un río.
Se levantó  y arropada en su abrigo salió a la calle.  Aún no se escuchaba ningún ruido de vajilla en la cocina del hotel y vio una sola mesa preparada para el desayuno.  La suya,  seguramente.
Caminó hasta la orilla del río y vio que era ancho y tranquilo.  El agua lamía la arena y su rumor era como una voz sedante que musitara palabras de consuelo.
Vio un puente que se alzaba sobre estructuras de fierro y avanzaba hacia el centro del río,  perdiéndose en la niebla.
Empezó a recorrerlo y en la mitad vio una ancha fisura que le impedía el paso.  ¿Qué habría al otro lado? ¿Qué pueblo desconocido e inaccesible?
La niebla se levantó como un manto de gasa  y dejó al descubierto un paisaje gris.
Vio que,  desde el otro lado del puente,  avanzaba hacia ella un joven.  Era delgado y su pelo se alborotaba a causa del viento helado que subía desde el río.
Llegó hasta el borde de la grieta que dividía en dos el puente y desde ahí la miró en silencio.
Delia,  sorprendida y emocionada,   creyó reconocer al muchacho que había amado hacía más de treinta años.  Pero,  no podía ser él.  ¿Sería su hijo acaso?
-¡Buenos días! -la saludó el joven,  agitando su mano.
-¡Buenos días!-balbuceó Delia-Perdona mi sorpresa,  pero te pareces mucho a alguien que conocí hace tiempo.
-¿Algún enamorado?- preguntó el joven, sonriendo.
-Sí.  Era un pintor y se llamaba René.  ¿Serás por casualidad su hijo?
El la  miró extrañado. Luego dijo:
-Yo me llamo René y soy pintor.  ¿Nos hemos conocido en alguna parte?
Delia enmudeció y miró el puente roto y el río que muy abajo, se deslizaba susurrando en la hondura.
Comprendió que frente a ella estaba el Pasado,  separado por un ancha grieta infranqueable,  y que el muchacho de cabellos oscuros que la contemplaba desde el borde era aquel a quién había querido cuando tenía veinte años.
-Es sólo una coincidencia-murmuró con tristeza-¿De dónde podrías conocerme si te llevo tantos años?
-Sin embargo,  su voz me es familiar.  Se parece a la de una niña que conocí hace tiempo en una fiesta.
-¿Y has seguido viéndola?
-Ya no,  porque está casada.  Nos quisimos y creí que nuestro amor perduraría.   Pero ya ve,  se casó con otro.
-¿Supiste qué fue de ella después?
-Supe que fue muy desgraciada.
Delia enmudeció y un nudo de llanto apretó su garganta.
-Me voy, René.  Hace frío y tengo que volver al pueblo.
Subió el cuello de su abrigo e inclinó la cabeza para esquivar las agujas que el viento clavaba en su cara.
Empezó a desandar su recorrido por el puente,  pero se volvió para mirar al joven por última vez.
Vio que ya olvidado por completo de ella,  había desplegado un caballete junto a la baranda y con largas pinceladas azules y grises retrataba en la tela el manso fluir del río.
Regresó al hotel que aún permanecía vacío y silencioso y sacándose el abrigo,  se recostó en su cama.
La despertó el contacto de una mano que aprisionaba su muñeca. Abrió los ojos y vio a una enfermera que le tomaba el pulso.
Un hombre de bata blanca entró a la pieza y preguntó:
-¿Cómo está la paciente? ¿Pasó buena noche?
-Algo agitada, Doctor.  Soñaba mucho,  parece.  Pero creo que está mejor,   porque amaneció sin fiebre.

1 comentario:

  1. Cuando Delia recorre el puente y aparece la niebla pensé que iba a estar muerta y que iba a reunirse con su amor perdido. Me acerqué un poco pero al final se trataba de un sueño... ¿gracias a que no atravesó del todo el puente sobre el río?
    Saludos y feliz día.
    José

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