Bienvenidos a Mi Blog

Les doy la bienvenida a mi blog y les solicito encarecidamente que me dejen sus comentarios a mis entradas, pues su opinión es de gran valor para mí.



jueves, 16 de febrero de 2012

ROMINA.

Dicen que el Amor es como el carbón. Cuando está encendido, quema. Cuando está apagado, ensucia.
Si es así, de mi "affaire" con Romina, yo salí tiznado hasta las orejas.
Pero quiero empezar por el principio. Es decir, explicándoles que soy feo.
Tan feo, que cuando me bautizaron, parece que mi mamá se equivocó de correo y en lugar de mandar la invitación al mail de las hadas, lo mandó al de las brujas.
Y llegaron todas, felices, y se afanaron en lanzar sus conjuros malignos sobre mi inocente cuna. Menos mal que cuando ya se habían cansado de perjudicarme, llegó el Hada Buena y tocándome con su varita, dijo dulcemente:
-....Pero será simpático.
Eso me salvó.
De niño, mi mamá no me mostraba mucho cuando iban las visitas y  crecí con cierta sospecha que se confirmaba cruelmente al mirarme al espejo.
Pero cuando llegué a la adolescencia y empecé a interesarme en las niñas, descubrí algo fantástico:
-¡Yo les gustaba!
No a la primera mirada, tampoco a la segunda, tal vez. Pero cuando conversaba con ellas, me encontraban divertido, celebraban mis chistes y sin saber cómo, me encontraba yendo al cine con la más linda de todas.
No diré que era envidiado por el rubio atlético del barrio. No, él tenía su propio séquito de admiradoras, porque es innegable que a las niñas de quince años les gustan los lindos aunque sean tontos.
Pero yo, trabajando un poquito, sacándole lustre a la cualidad que el Hada Buena me había concedido, terminaba siempre conquistando al objeto de mis amores.
De la Universidad, pasé a una gran empresa constructora y ahí conocí a Romina.
¡Ah! Verla y quedar hechizado fue todo uno. Porque decir que era linda sería demostrar una pobreza de vocabulario propia de un analfabeto. Era preciosa, esplendorosa. La Luna en traje de noche. Un rayo del Sol atrapado en una jaula de oro. ¡Qué sé yo!
Todos en la Empresa opinaban lo mismo. Incluso nuestro Rodolfo Valentino, (siempre hay uno a donde tú vayas) , le lanzaba unas miradas de lobo hambriento  que jamás la Caperucita Roja lo habría confundido con su abuela...¡Para qué decir el resto!
Ella pasaba moviendo las caderas y todos nos quedábamos esperando el tsunami que forzosamente tenía que venir a continuación.
Había tenido ella sus cortos romances con uno que otro, pero no le duraban mucho.
Bastaba ver llegar el Lunes al último de los incautos, ojeroso y cabizbajo después de la pateadura. El ego, ahorcado con el cordón de los zapatos y la mirada opaca como la pantalla de un computador desenchufado.
Yo, feíto y modesto como la Vida me ha enseñado a ser, no habría tenido la audacia de pretender conquistar a Romina.
Se me había aparecido un par de noches en algún sueño erótico inconfesable, pero fuera de eso, nada. Tranquilito en mi escritorio, ocupado con mis planos.
Hasta que noté que Romina, que siempre escuchaba mis bromas y las celebraba mucho, a la hora del café, había empezado a mirarme con ojos adormecidos.
Pasaba junto a mí y se le caía el lápiz. Diligente, me agachaba a recogérselo y ella me sonreía y se quedaba conversando conmigo. ¿Necesito explayarme más?
Un día la invité a salir y me dijo que sí.
Antes de seguir, quiero hacer una reflexión:
Si un hombre se enamora de una mujer hermosa y luego descubre que está vacía como un joyero de cuyo interior se robaron la perla, se desilusiona y punto. Repite eso de que "no es oro todo lo que reluce" o algún refrán que sirva para el caso y pasemos a otra cosa.
Pero, si una mujer preciosa empieza a salir con un feo, es porque vio algo en su interior que le gustó y lo más seguro es que siga gustándole.
Ahora, si él, decepcionado al descubrir que ella era sólo un envase de lujo sin nada adentro, quiere romper, está perdido.
Su inconmensurable vanidad femenina le impedirá aceptar que un feo la abandone. ¿A ella?
¿A la codiciada por todos ?  Imposible, aquí debe haber un error...    
Mi romance con Romina fue como tomar champaña en una copa de cristal fino.
Al principio me embriagué. Después miré la copa y estaba vacía.
El sol y  la luna le arrancaban destellos luminosos. Su cristal daba sonidos exquisitos  de campanitas en la nieve...Pero seguía estando vacía.
Y es bien sabido que la embriaguez de la champaña dura poco.
¿Pero cómo romper con ella sin destrozar su pedestal de diosa?
Quise alejarme, pero me la encontraba en todas partes.
A la salida de la oficina, iba con unos compañeros a tomar un trago en un bar cercano.
Ahí estaba Romina con sus amigas, riendo fuerte y haciendo brindis estúpidos, llenos de indirectas, para que yo la escuchara.
Probó con darme celos.
Un día la fue a buscar en la tarde, un rubio alto con musculatura de rugbista.
Aliviado de verla por fin del brazo de otro, al la mañana siguiente, la felicité.
Ella me dio una cachetada y partió llorando al baño, donde tuvo un berrinche.
Me tenía agotado.
No crean que estaba envanecido.
 A esas alturas sabía de sobra que Romina no me quería. Al contrario, me odiaba. Lo que no soportaba era no haber sido ella la que rompiera conmigo. Su vanidad de mujer hermosa la tenía acostumbrada a romper corazones y a caminar encima de ellos como por una alfombra roja. Y he aquí que un hombre feo como soy yo, se permitía desdeñarla. ¡Eso no lo iba a tolerar!
Así es que le di en el gusto.
Un Viernes me acerqué a su escritorio y en presencia de todos, fingiendo que hablaba a media voz, pero preocupado de que no se perdieran palabra, le pedí que me perdonara. Le dije que había estado ciego. Que ahora comprendía que sin ella no podía vivir.
Se quedó atónita. No esperaba ese vuelco. Y no sospechó en ningún momento que con esa declaración de amor lo que yo perseguía era que me rechazara, que me humillara, que me dejara por el suelo como un pobre ratón pisoteado. Así ella podría salvar su amor propio y yo mi tranquilidad.
Creyó que había triunfado y con salvaje alegría se rió en mi cara y me dijo que no perdiera el tiempo...
Puse cara de dolor y salí encorvado, arrastrando los pies, como bajo el peso megalítico de su desdén.
Afuera me enderecé y me fui silbando al bar, a juntarme con mis amigos.

1 comentario:

  1. Un ejemplo de lo que complican las personas cualquier tipo de relación. Y con el juego de los egos, más aún.
    La reacción final de Romina es bastante habitual, por desgracia.
    ¡Que tengas un bonito día!
    José

    ResponderEliminar