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martes, 14 de febrero de 2012

LA VISPERA.

-¡Aló, Beatriz! ¡Habla Joaquín!
-¿Joaquín Almarza?...
-¡Claro! ¿Quién otro? ¿O es que conoces a muchos Joaquines?
Beatriz se calló un momento, tratado de recuperarse de la sorpresa. ¡Hacía tanto tiempo que no escuchaba su voz!
El continuó hablándole con tono jovial:
-¡No me extraña que te sorprendas! Estuve muchos años en el extranjero como para pretender que te acuerdes de mí.
-¡No, Joaquín! No es eso. ¿Cómo no voy a acordarme?
Lo que pasa es que me sorprendiste de veras. ¿Y cómo conseguiste mi número?
-Llamé a tu mamá. ¡Es increíble que siga viviendo en el mismo edificio!  Pensé que nunca es tarde para reanudar el contacto ¿No crees?
-¡Claro, Joaquín! ¡Estoy tan contenta de escucharte!
-Oye, Beatriz. ¿Sabes qué día es mañana?
Ella pensó un momento y luego recordó la publicidad en la televisión y en los diarios.
-Bueno, es San Valentín. ¿A eso te refieres?
-Claro. ¡Mañana es San Valentín, nadie lo ignora!. Y ¿sabes qué día es hoy?
Ella se quedó desconcertada.
-Un día como cualquier otro, creo...
-Te equivocas, Beatriz. Hoy, Víspera del Día del Amor, es el día de la infidelidad y del olvido. Nuestro día, pues, Beatriz. ¿No crees?
Ella emitió un gemido y se le quebró la voz.
-¿Me llamas para decirme esto? ¿Cómo puedes ser tan cruel?
-Perdona, Beatriz. No quise herirte. Pero un amigo me dijo que la víspera de San Valentín es el día de la infidelidad. Y yo pensé que podría ser también el día de los que no supieron amarse.
-¡Por favor, Joaquín! No sigas...
-Beatriz, no te llamo para recriminarte. Han pasado demasiados años para mantener vivo el rencor. Tú te casaste con Diego y dos años después yo me casé con Verónica. Ambos tomamos distintos caminos, eso es todo. Pero los dos hemos sido felices. Imagino que mañana saldrás a celebrar con él el Día de los Enamorados. ¿No?
Beatriz miró a su alrededor el departamento casi sin muebles. En el librero faltaban los libros de Diego y en el closet, semivacío, sólo colgaban los vestidos de ella.
-¡Por supuesto!- mintió con voz que trataba de sonar alegre- ¿Y tú ? Saldrás con Verónica, me imagino.
Joaquín miró su mano donde la ausencia de la argolla matrimonial había dejado una marca descolorida en su dedo.
-¡Sí! Ya he reservado una mesa en un restaurante. Verónica no sabe, cree que me he olvidado. Será una sorpresa, junto con las rosas que recibirá a primera hora.
La garganta de Beatriz se contrajo en un sollozo inaudible.
-¡Cuánto me alegro, Joaquín! Ella merece que tú la festejes.
Diego recordó la infidelidad descubierta, los reproches, los gritos...La voz dura de Verónica pidiéndole el divorcio y el odio con que se sacó la argolla y la arrojó sobre la cama. La volvió a ver haciendo la maleta, mientras afuera la esperaba el auto de otro hombre, con el motor en marcha.
 Una mueca de amargura deformó sus labios, pero se rehizo y exclamó:
-¡Los dos tenemos motivos de sobra para celebrar mañana el Día de San Valentín! Después de todo, hemos sido afortunados...Cuando me dejaste, sufrí mucho, no lo niego. Pero ya ves que me recuperé pronto. Estos años en el extranjero han sido muy exitosos en mi profesión y en mi matrimonio.
-Bueno, Joaquín. Tengo que cortar.¡ Viene llegando Diego y se extrañará si no salgo a recibirlo!
-¡Adios, entonces, Beatriz! ¡Ha sido un gusto haber hablado contigo!

1 comentario:

  1. Buen ejemplo, Lillian, de cómo el orgullo a veces impide la aparición de otra oportunidad.
    De todas formas, arriesgada manera la de Joaquín de buscar a Beatriz, con eso del "día de la infidelidad y el olvido"...
    ¡Buen fin de semana!
    José

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