Voy dulcemente triste.
Mudamente.
Como un vidrio el silencio
se triza en mi garganta.
Te he perdido, Señor.
Mis brazos se quedan inertes
en el vacío ilimitado de lo Tuyo.
Camino
y hay un péndulo de sombra
para el ritmo de mis pasos.
¿A dónde voy, Señor?
Hacia el abismo blanco
de eso que llaman Nada.
¿Y después, Señor?
¿Y después?
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