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viernes, 4 de marzo de 2011

EGO. Cuento

Querida Nora:
Qué lástima que no estés en Santiago para acompañarme, porque hace días que ando con la bandera a media hasta, como si conmemorara algún fallecimiento.
El de mis ilusiones podría ser.
Este Verano me tocó ir al centro y pasé varias veces por el edificio donde trabajé de soltera.
No es que añore esa época. A la que añoro es a la "Mí misma" de entonces, con sus confundidos pensamientos y su torturado corazón.
Se supone que en la madurez obtuve serenidad, pero siento que en aquella época estaba más viva que ahora, porque el sufrimiento es energía vital. El verdadero, claro, ese que te hace treparte por las paredes y colgarte de las lámparas. No esta melancolía debilucha de ahora, que más tiene que ver con que si hay sol o si está nublado. Bajón de parte metereológico, lo llamaría yo.
Pero no era eso lo que quería contarte.
Me tocó ir al centro casi todo Enero, porque conseguí trabajo de vendedora en la Feria del Libro de la Universidad Mayor.
El pelafustán que tú ya conoces, sabía que me encontraba ahí y se las arregló para ir en mi horario de turno.
Cual no sería mi sorpresa cuando lo vi acercarse al mostrador, muy de la mano de  una lola vieja.
No, si ya sé lo que estás pensando. Que cómo andamos por casa. Pero es que ella, aparte de vieja era fea, y eso según mi aritmética personal, da dos veces vieja.
Como te contaba, se acercó muy ufano a presentármela, como si yo fuera su amiga de la infancia.
La mirada que le di fue un homicidio con arma blanca. Mentalmente, le partí el corazón en dos y se lo tiré a un perro que iba pasando.
Pero, me repuse en cosa de segundos y adopté mi máscara de vendedora: Amable, simpática y ¡Qué linda está la tarde, ¿verdad?
Sí, ya sé que fui yo la que lo dejó.
Pero eso no quita que me sintiera agredida en mi amor propio. Propio de un elefante, por lo grande, diría yo.
El compró un par de novelas, lo que no me extrañó, porque es de esos que compran libros de puro snobismo, por si algún conocido los estuviera mirando.
Ella, mientras tanto lucía un aire displicente y lánguido, que talvez creía que era distinguido. Pero más parecía que se hubiera tragado algún alucinógeno y anduviera vagando en su paraíso privado.
Bueno, la cosa es que mi vanidad sufrió un golpe fiero, y decidí reconquistar a toda costa al pelafustán, más no fuera que para demostrarle que no era cosa de reemplazarme como quién cambia de loción de afeitar.
Y aquí estoy, triunfante pero arrepentida. Porque no hay duda de que el despecho es el peor enemigo de la razón.
Un abrazo y vuelve pronto a rescatarme
Betty.

3 comentarios:

  1. Querida Lillian: Me regocija que hayas afrontado a tus demonios saliendo victoriosa en esta magna lucha. Gozo el que estés escribiendo fluidamente en forma entretenida y sabia a la vez. Mezcla exclusiva e inimitable propia de tu estilo genial.
    Echo de menos tus dibujos que valorizarían más aún tus palabras.

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  2. Lilian: Me doy cuenta de que te la pasas todo el tiempo viendo cuentos en las cosas, imágenes en las ideas y escuchando a las personas hablar sin que sepan como sus diálogos se van pegando en tus narraciones. Entonces no te puedes dar el lujo de visitar personas aburridas, ni pasar días enteros sin progresión dramática. Cada vez que te duermas antes del desenlace del día sabrás que te perdiste el final y cuando no tomes el tren para viajar a un sitio inseguro, nosotros nos estaremos perdiendo un cuento. Así que MUCHO cuidado con enamorarte idilicamente si no pretendes sumergirte en aguas turbias, porque esas novelas no son rosadas si no tienen conflictos.

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  3. Estimada Lillian: creo que el humor triunfa por sobre todo! me encantan esas chispas que saltan de tus escritos.
    Y dejar a un hombre es más fácil de lo que parece... lo difícil es decidir quedarse con él!

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