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lunes, 7 de marzo de 2011

PARTIR. Cuento

Hacía años que quería irse.
No supo cuando empezó a surgir en su mente la reiterada imagen de ella tomando un tren.
Se veía a sí misma con una pequeña maleta, subiendo a un vagón con destino incierto. Sólo sabía que partía lejos, muy lejos de todo.
Otra imagen que la visitaba a menudo, era ella sentada en el borde de una cama. La rodeaba una habitación pequeña, donde apenas cabía también un velador. Ella estaba sentada con las manos juntas sobre el regazo y la rodeaba una maravillosa soledad. Una paz y un silencio que le pertenecían por completo.
Un día le contó a un amigo que ella tenía un plan: Cuando cumpliera cuarenta años se iría y lo dejaría todo.  El le contestó, escéptico y algo despectivo:
-Uno no puede planificar su vida a largo plazo.
Y era verdad. Cuando cumplió los cuarenta años, aún sus hijos la necesitaban. Es cierto que ya estaban en la Universidad y que apenas paraban en la casa, pero era preciso que ella estuviera ahí para atender sus necesidades.
De su esposo nunca pensó que pudiera necesitarla. Sabía que si se fuera, él seguiría con su vida sin mayores trastornos.
Pasaron unos años y su hijo mayor partió a doctorarse en el extranjero. Su  hijo menor se fue  a vivir con unos amigos en otro barrio, feliz de independizarse de la tutela de sus padres-
Ella se quedó sola con un esposo callado e indiferente y la casa se volvió tan grande, tan vacía. Tan opresiva.
Como él llegaba tarde. Ella salía a caminar por distintos barrios, hasta que la sorprendía la noche.
Exploraba pequeñas callecitas de barrios desconocidos. Veía casitas pareadas con jardines anteriores donde crecían rosas. Le gustaban los barrios modestos. Presentía en ellos una vida
más cálida, personas más unidas, talvez por las dificultades económicas que ella desconocía.
Un anochecer le sorprendió ver el auto de su esposo estacionado en una calle cerca de la  casa. Estaba segura que era de él, porque la patente la conocía.
Esperó largo rato en las sombras. Vio abrirse una puerta y una pareja que se besaba largamente en el umbral. Retrocedió rápidamente cuando él se acercó y puso en marcha el motor.
Entonces comprendió que había llegado la hora. Su hora.
Al día siguiente retiró sus ahorros del banco. Escribió una postal a su hijo, a la Universidad extranjera. Una nota al otro, y fue a deslizarla bajo la puerta del departamento que compartía con sus amigos. Ambas decían lo mismo:
Me voy un tiempo de vacaciones, no se preocupen por mí. Me comunicaré más adelante.
A su esposo le dejó un papel sobre la mesa del comedor. En él habían pocas palabras: sólo la dirección de la calle donde vivía la amante.
Hizo una pequeña maleta y tomó un taxi a la estación. Subió al primer tren que partía esa tarde. No se preguntaba nada, no le preocupaba nada.
Una gran serenidad y una total confianza invadían su espíritu.

1 comentario:

  1. Tus cuentos "Ausencia y " "Partir" me dejaron una sensación de mucha tristeza y desesperanza. En "Partir" por ejemplo se siente el agobio de la vida de ella, tan llena de cargas, pero cuando cumple su deseo de soltar amarras no sabemos cual será su futuro ni si logrará ser feliz.

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