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jueves, 31 de mayo de 2012

SE LLAMABA MALU.

Siempre supe que sería escritor.
De novelas policíacas, se me ocurrió después.
Pero, yo quería ser un escritor serio, en lo posible, con un solo cadáver por novela.
Nada de "Diez indiecitos" o "Cinco cerditos"...Por supuesto que admiraba las novelas de Agatha Christie, pero lo mío no era el asesinato en serie.
Tampoco los charcos de sangre ni las muertes violentas. Mi ideal era que la gente asesinada pareciera fallecida de muerte natural.
Y ahí estaría, por supuesto, la pista, el detalle ingenioso que señalaría que eso no era más que una ilusión óptica.
Me cargaban las descripciones sórdidas. En vano, mi editor me rogaba que introdujera otro asesinato en la trama, para acrecentar el suspenso. Yo me negaba y me valía, en cambio, de efectos misteriosos, como cortinas agitadas por el viento, velas que se apagaban de improviso, puertas que crujían sin que nadie las tocara, y cosas así...
Mis novelas se vendían y el editor acabó por aceptar que yo era "hombre de un solo cadáver". Los excesos me parecían de mal gusto.
Claro que la trama de mis novelas no surgía así no más, de la Nada, con un chasquear de dedos.
A veces pasaba semanas con la mente en blanco e insultándome a mí mismo por haber elegido un género tan difícil en vez de haberme dedicado a las novelas de amor.
¡Ahí sí que hay tema de sobra! Es cosa de andar por la calle mirándole la cara a las personas.
De cada cinco, tres van con aspecto de sonámbulos, sumergidos en las angustias deleitosas de eso que llaman Amor. Y que para mí, aquí entre nosotros y no lo comenten, no existe y sólo es cosa de la imaginación.
Bueno, pero volvamos a lo mío.
Para inspirarme, salía muchas noches a deambular por los barrios marginales. Con la precaución, claro, de dejar en la casa el reloj, el celular y la billetera. Me echaba al bolsillo el dinero suficiente para cubrir una emergencia y partía.
Veía borrachos, candidatos al suicidio, mujeres de faldas cortas y desvergüenza larga, traficantes de droga defendiendo su esquina, en fin. Todo lo observaba y lo archivaba en mi mente para usarlo cuando la necesidad lo ameritara.
Así fue como una noche llegué a un barrio, donde una música sugerente brotaba de una casa, cuya puerta permanecía entornada, como invitando.
Entré y vi un salón donde varias parejas bailaban. Los hombres eran en su mayoría conscriptos de franco o turistas persiguiendo "el color local".
Me salió a recibir una chica menuda y gordita que dijo llamarse Malú.
-¿Me pagarías un trago?-me preguntó coqueta.
-¡Claro que sí!
Hizo una seña y un garzón con cara de "cinco años y un día" nos trajo dos vasos. El mío contenía wisky y el de la chica, obviamente, una infusión de té.
Le dije, para entablar conversación, que era casado y que mi mujer andaba de viaje.
Ella sonrió comprensiva y su rostro se llenó de una dulzura poco corriente en lugares de esa índole.
En realidad, Malú tenía un aire de frescura y sencillez y carecía totalmente de la malicia habitual en otras mujeres dedicadas a esa profesión.
Era muy joven y su rostro conservaba una cualidad de inocencia que confundía.
-¿Quieres subir?- me preguntó, poniendo su mano sobre mi brazo.
-No, Malú, gracias. Esta noche no. Conversemos mejor. ¿Te gustaría que pidiera champaña?
Acostumbrada a los vasos de té insípido, sonrió encantada. Seguramente pensó que con ese gasto, la patrona no le reprocharía después su poca maña...
Bebimos el fresco vino espumoso y poco a poco nos fuimos alegrando.
Ella entró en confianza y se puso locuaz. Me contó que era del sur, que su papá criaba ovejas y que tenía un hermano guardiamarina.
Envalentonado, me atreví a preguntarle lo que hacía rato me inquietaba:
-Malú ¿por qué trabajas en esto?
-¡Estoy ahorrando para casarme!
Aquella insólita respuesta me dejó mudo.
Ella continuó, llena de fervor:
-¡Somos pobres! Mi novio es obrero de la construcción. Gana muy poco. Yo, en el día trabajo de dependiente en una farmacia. Con lo que sacamos entre los dos no nos alcanza para comprar los muebles ni nada...El se quiere casar ahora. Soy yo la que prefiere esperar para hacer las cosas bien.
-¿A qué te refieres?
-Que quiero casarme con fiesta y traje de novia. ¡La gente se casa una vez en la vida! ¿No crees?
-Bueno, a veces más de una-le respondí escéptico.
Pero, la verdad era que estaba consternado. Todo lo que me decía me parecía una broma infinitamente triste, un delirio afiebrado. ¿Cómo no medía la real magnitud de su tragedia? ¿Lo grotesco de su situación?
-El no sabe, por supuesto...-aventuré.
-¡Claro que no! Me va a dejar a la pensión todas las tardes. Ahí descanso un poco y a las nueve me vengo para acá. Ya he juntado harta plata. En poco tiempo más podré dejar esta vida.
-¿Y cómo explicarás ese dinero delante de tu novio?
-Le diré que me lo mandó mi papá, de su crianza de ovejas.
Y todo lo decía con una ingenuidad y una simpleza abismantes..
Sus ojos brillaban de amor y entusiasmo cuando hablaba de su novio.
¡El la quería tanto, la respetaba tanto! Se había negado a poseerla antes del matrimonio, aunque ella se le ofreció...Incluso le pedía perdón si, llevado por la pasión, perdía el control sobre sí mismo.
Nunca había creído llegar a escuchar una historia tan trágica y que a fuerza de ser terrible, llegara a ser cómica.
Pasé varias semanas ocupado en una novela y una noche, casualmente, me acordé de Malú.
¿Estaría todavía en aquella casa?
Cuando pregunté por ella, la patrona se quedó en silencio y una lágrima rodó por su mejilla pintada.
El colombiano que servía los tragos me dijo brutalmente:
-¡Se murió la Malú, pues amigo!. Hace ya tres semanas.
-Pero, ¿cómo? ¿La mataron?
-Fue lo primero que se nos ocurrió-continuó el hombre-Pero la autopsia no mostró "daños atribuibles a terceros". Infarto masivo, dijo el forense. Se le paró el corazón y eso fue todo.
Quedé consternado. ¡No podía ser! ¡Era tan joven! Algo tenía que haberle pasado...
Mi mente detectivesca me hizo sobreponerme a mi dolorosa impresión. Llevé a un lado al colombiano y lo invité a un wisky.
Se le soltó la lengua y me contó en detalle lo que había pasado esa noche.
-Llegó un hombre preguntando por ella. Era un tipo rudo, musculoso. Se me ocurrió un obrero de la construcción, tal vez porque le vi cal en los zapatos, no sé...
-Preguntó por ella, como le digo, y subió a verla. Bajó al poco rato y se lanzó a la calle, corriendo como un loco. Lo perseguí, pero se me perdió en las sombras. Subí a verla a ella, temiendo una desgracia.
-La encontré sentada en la cama, con la cabeza doblada sobre el pecho.
-¡Malú! ¡Malú! ¿Estás bien?
Al remecerla, se me cayó en los brazos. Estaba muerta.
-Para mí es un misterio-continuó el cantinero, después de eructar ruidosamente-¿Quién era ese hombre? ¿Qué vino a decirle?
No le contesté y me fui, luego de pagar el consumo.
Yo lo tenía bien claro.
Alguien que conocía al novio, la vio en esa casa y no dudó en prevenirlo. El fue a confirmar la horrible sospecha. ¿Qué le dijo? ¿Qué insultos soeces reemplazaron a las palabras de amor?
El corazón de Malú no soportó el impacto. Su mente, incapaz de procesar la magnitud de su desgracia, le ordenó que dejara de latir. Y su vida se detuvo, mientras el agresor huía.
Fue un asesinato, está claro. Pero la víctima murió de muerte natural.
Una paradoja digna de una novela policial. De las que a mí me gustan, sin sangre, sin estridencias...Y con un sólo cadáver en la trama.

1 comentario:

  1. Interesante tu último escrito, Lillian. La "introducción" me ha parecido bastante buena, esa declaración de intenciones del escritor sobre su estilo. Aunque ciertamente resulta difícil atrapar la atención del lector de novelas de misterio o policíacas sólo con una víctima (salvo que el autor sepa crear otro tipo de intriga).
    Es un género difícil donde hay que imaginar tramas interesantes y especialmente soluciones que no adivine fácilmente el lector. Siempre me encantaron las novelas de Sherlock Holmes, que se ajustan bien a esa idea de tu cuento de un solo cadáver.
    El problema con esta historia es que yo no consideraría la visita del novio como un asesinato. Yo hubiera esperado que se tomara venganza matándola de alguna manera disimulada y entonces sí. Yo lo veo más como un "suicidio" suyo por haber "asesinado" su amor dedicándose a la prostitución.
    Un saludo.

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