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miércoles, 23 de mayo de 2012

VACACIONES EN RAPA NUI.

Lunes.
Para Navidad me regalaron este diario y me lo quedé mirando consternada, sin saber qué pensar. Pero mi mamá me dijo que sería bueno que escribiera para mejorar la ortografía y que aprovechara de llevarlo cuando fuéramos a Rapa-Nui. (Ella no puede decir Isla de Pascua, como todo el mundo.)
Bueno, y aquí estamos en Rapa-Nui.
El viaje en avión fue bien largo, horas de horas volando sobre una alfombra de nubes. Me quedé dormida y desperté cuando estábamos aterrizando en Mataveri.
Miércoles.
A Belita y a mí nos pusieron en una pieza y mis papás en otra.
Estamos en unas de tipo C2, diría yo, y todas las mañanas vemos pasar los carritos con toallas finas, jabones perfumados y frascos de shampoo, destinados a las cabañas de primera clase.
Belita y yo sacamos disimuladamente unos jabones y unas botellitas de shampoo verde, con un olor de lo más exótico.
Jueves.
Hoy nos levantamos al alba para ir a ver aparecer el sol por el mar, que es de lo más raro, para quién vive detrás de la cordillera.
Era como si el  sol hubiera andado buceando y de repente saliera a flote, disparando rayos dorados con un esplendor apoteósico que nos dejó mudas.
Tenemos unos vecinos de pieza bastante pintorescos.
En una, se aloja un joven de lo más regio, con dos ancianas.
Yo pensé: La mamá y la tía, y en la mesa comenté-¡Qué buen hijo!
Pero mi papá me advirtió que no vaya a "meter la pata" hablándole, porque de hijo de las veteranas no tiene ni un pelo. Mi mamá murmuró algo de "gigoló", pero después se tapó la boca, abochornada.
Al otro lado, alojan dos jóvenes de lo más delicados, con pantalones blancos y pañuelitos al cuello. Al atardecer ponen música romántica y escuchamos arrastrarse sus pies mientras bailan.
Otra vez mi papá me advirtió que no vaya a "meter la pata" hablándoles.
Viernes.
Hoy fuimos de excursión a las cuevas donde antiguamente tallaban los moais. Están en lo alto de un cerro. Todo el camino está salpicado de moais semi enterrados, que se quedaron ahí porque no alcanzaron a bajarlos. No sé si porque se murieron todos de golpe o abandonaron la isla cuando se acabó la vegetación.
Belita estaba fascinada porque dice que va a ser arqueóloga. Yo traté de fascinarme también pero no me resultó mucho.
En el tour andaban puros japoneses y brasileños. De Chile, sólo nosotros. Dice mi mamá que es muy caro venir a "Rapa-nuí"y que no cualquiera puede. Después frunce la boca con gesto de superioridad.
Sábado.
Me levanté temprano y Belita se hizo un lulo en la cama y no me quiso acompañar.
Así es que fui sola al comedor a tomar desayuno y ahí estaba el otro gay, escribiendo en su computador. O sea, yo creía que era gay, porque lo había visto conversando con los que bailan. Pero, parece que sólo quería demostrar que está en contra de la discriminación,  lo que encuentro de lo más atinado.
Te contaré que a esos dos los escuché hablar entre ellos y se dicen Betty y Luly. Obvio que no pueden llamarse así. Pero mi papá me dijo que no ande oyendo conversaciones ajenas.
Bueno, cuando entré al comedor, el joven de que te hablo me miró y me dijo:
-Somos los únicos madrugadores.
Estaba sirviéndose rebanadas de piña y huevos revueltos. Hice lo mismo y también tomamos café.
Me senté a su lado y traté de averiguar lo que escribe, pero no quiso decirme.
Tiene como treinta años, creo yo, así es que le dije que tengo diecisiete, aprovechando que no estaba Belita para echarme al agua. Pero, igual él no me dijo qué edad tiene.
De lo más reservado, pero regio. Alto, flaco y con lentes. Y seguro, seguro que no es gay.
Lunes.
Hoy hicimos un tour a una aldea que se llama Orongo. Son unas casitas de piedra, tan bajas, que habría que entrar gateando. Pero no dejan.
También estuvimos en Motu Kao Kao, que es una peña desde donde se lanzaban los pascuenses al mar para ir a buscar los huevos del manutara.
Hay unos petroglifos bien misteriosos y tomándoles fotografías, estaba el joven del computador.
Al verme, se acercó a mí muy entusiasmado y me saludó con un beso en la mejilla. Ahora sé que se llama Esteban.
Belita se quedó muda, porque yo no le había comentado nada de él y me preguntó después:
-¿De dónde sacaste a eses flaco anteojudo?
Pero se notó que estaba verde de envidia y en el resto del día no me dirigió la palabra.
En la noche, soñé que era yo la que nadaba sin descanso, tratando de llegar a una roca donde me esperaba Esteban. Estaba sentado en un trono y llevaba una corona hecha de plumas blancas. Si yo lograba llegar, me casaría con él y me convertiría en reina.
Pero nadé toda la noche sin conseguirlo y en la mañana amanecí con calambres en las pantorrillas.
 Martes.
Me levanté temprano, sin hacer ruido, para ir a desayunar al comedor.
Ahí estaba él, de nuevo, escribiendo en su computador y tomando café.
Ahora se mostró más comunicativo. Me contó que estudia Literatura y que está escribiendo un cuento para el concurso de una revista.
Le dije que yo también quiero ser escritora, y que por mientras, estoy practicando con mi diario.
El me miró a los ojos y me dijo: Eres linda.
Quedamos de acuerdo en juntarnos mañana, al alba, para ver la salida del sol.
Cuando volví a la pieza, me miré al espejo y vi que tenía las mejillas bien rojas y que eso me sentaba bien. (Pero ¿linda? No sé...Tendré que confiar en que esté fallando la dioptría de sus lentes.)
Al verme entrar, Belita se sentó en la cama y me observó con aire de sospecha, pero yo puse cara de Lady Macbeth y no dije ni pío.
Miércoles.
Hoy vi la salida del sol con Esteban.
Nos sentamos en el pasto, en la parte de atrás del Hotel, por donde siempre andan caballos sueltos.
En realidad, la Isla está llena de caballos. A veces, por la calle principal, pasan unos isleños montados en pelo, con el torso descubierto y flores de ibisco detrás de las orejas. Son parte de la puesta en escena turística, pero más de alguna gringa entusiasta se ha querido llevar a alguno, como souvenir.
Esteban me dijo que tiene veinticuatro años y entonces me atreví a confesarle que tengo quince. Me miró con ojos dulces y me dijo:
-Eres madura para tu edad.
Me acordé que siempre mi mamá me está diciendo que cuando voy a madurar y que ya está bueno que deje de portarme como niña chica.
Comprendí que si Esteban me decía eso, es porque le gusto de verdad.
Vimos la puesta de sol tomados de la mano y cuando los primeros rayos rompieron la blancura perlescente del cielo, una bruma dorada nos envolvió por un momento mágico que quisiera atesorar para siempre.
Volví a la pieza a preparar mi equipaje, porque a las once treinta sale el avión para el continente.
Esteban se va a quedar unos días más, pero prometió llamarme cuando vuelva.
¿Lo hará? Temo tanto que me olvide.
Prometí no volver a escribir hasta que me llame... Pero pienso que, a causa de esa promesa,  quizás el resto de las páginas de este diario, esté condenado a quedar en blanco para siempre.  

2 comentarios:

  1. Lillian:

    Ojalá este diario no quede en blanco para siempre.
    Sentí una gran alegría al leer tan deliciosa historia. Me recordó tus escritos juveniles.

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  2. Que chistoso Lillian donde nos vinimos a encontrar, me gusta la frescura de su arte.

    saludos de su vecino

    GT

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